El presunto cineasta John Madden triunfó en los premios de la Academia de 1998 con este despropósito, aclamado por parte de la crítica como una de las grandes obras cinematográficas de los 90 (no es coña).
La película se pasa por el forro el Shakespeare histórico (caso de que existiera) y nos ofrece una supuesta comedia con dos bases fundamentales en su argumento, una crisis de inspiración del genio inglés mezclado con la trama en la cual una mujer se empeña en actuar en el teatro, cosa mal vista en aquel entonces, para lo cual se hace pasar por un hombre. Lo que pasa es que tras el barniz de poesía de tenderete y romanticismo más que empalagoso, en el fondo no se esconde más que cine de una pobreza alarmante.
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