La primera gran diva del cine español: Carmen Viance

En estos tiempos es relativamente fácil convertirse en estrella del cine debido a la cantidad y diversidad de escaparates publicitarios que, en vez de dedicarse a difundir y promover un cine de calidad, con historias que merezcan la pena, con intérpretes comprometidos con lo que ha de ser su trabajo, y con el debido reconocimiento al trabajo de quienes no aparecen delante de la cámara, nos venden banalidades sin límite, bobadas en serie, y siliconados o musculados prototipos de sexo embuchado en vestidos escotados o en trajes de sport. Pero talento, aparte de para aparecer en las fotos como objetos de deseo de los más necesitados, muy muy justito, si es que lo hay.

En otro tiempo, sin embargo, cuando muy poco público tenía acceso al cine y aún menos gustaba de él (para ciertas clases sociales constituía, hasta bien entrado el siglo XX, un entretenimiento para clases populares, continuando la aristocracia con sus propias preferencias por la ópera o el teatro), era mucho más complicado convertirse en una celebridad, y sin embargo, Carmen Viance lo consiguió, y mantuvo una fama avasalladora en un país empobrecido y analfabeto, como era la España de entonces, que bien podría compararse a las pasiones que levantaba en Estados Unidos el actor Rodolfo Valentino.

Carmen Viance, madrileña nacida en 1905 fue la estrella española indiscutible del cine mudo, e incluso su trabajo llegó a adquirir repercusión internacional (de hecho, su nombre sigue apareciendo en las listas del American Film Institute o en la prestigiosa web imdb.com). Primera musa del director aragonés Florián Rey, protagonizó un puñado de célebres películas de la época que le otorgaron una fama sin precedentes en el país hasta aquel momento, reconocida por las masas, que se agolpaban en sus apariciones públicas, pero también por quienes más reacios eran a disfrutar del cine, acogiéndola con honores en recepciones, banquetes y actos de este tipo.

Entre sus papeles destaca el protagonista de la famosa cinta La aldea maldita (1930), hito fundamental en la historia del cine español, rodada por el citado Florián Rey, su participación en Gigantes y cabezudos (1926), La Casa de la Troya o El Lazarillo de Tormes (ambas de 1925). Su filmografía abarca los siguientes títulos:

La Casa de la lluvia (1943)
Paloma de mis amores (1936)
Currito de la Cruz (1936)
Prim (1931)
La Aldea maldita (1930)
El Gordo de navidad (1929)
¡Viva Madrid, que es mi pueblo! (1928)
Las De Méndez (1927)
El Tonto de Lagartera (1927)
El Tren (1927)
La pastora que supo amar (1927)
Gigantes y cabezudos (1926)
La Loca de la casa (1926)
Una Mujer española (1926)
Rosa de Levante (1926)
La Virgen de cristal (1926)
La Casa de la Troya (1925)
La Hija del corregidor (1925)
El Lazarillo de Tormes (1925)
Mancha que limpia (1924)

La tardía llegada a España del sonido en el cine supuso la decadencia de esta diva, que aún así participó en películas emblemáticas de la época, como Currito de la Cruz (1936) o La casa de la lluvia (1943). Aunque en décadas posteriores todavía tuvo algún pequeño papel en alguna película, ya no volvió a ocupar los letreros luminosos y su efigie ya no presidía los grandes carteles de los cines de la Gran Vía madrileña, sumergiéndose poco a poco en el olvido hasta su muerte, ocurrida en 1985, tras varias décadas alejada del mundo del cine y después de haber vivido la segunda mitad de su vida como una persona anónima más, nada que ver con un glorioso pasado de rodajes cinematográficos pioneros, romances, fiestas, fama, dinero, flores, alterne con la aristocracia y la alta sociedad del país y reconocimiento general. Valga esta pequeña contribución para recuperar la memoria de quienes dieron inicio al cine y a los que, por desgracia, casi todo el mundo ha olvidado.