Sin duda, la más floja de la serie hasta la fecha (mi escepticismo ante la cuarta entrega, presuntamente titulada Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, no me deja mucho espacio para ser optimista), esta secuela de la excelente película de aventuras Raiders of the lost ark (En busca del arca perdida), hizo perder puntos al héroe del látigo, que sólo los recuperaría en parte en su última cruzada junto a Sean Connery.
Steven Spielberg tardó sólo tres años en estrenar la segunda parte de la saga con la que pretendía recuperar las viejas historias de cómic o de pequeñas novelitas por entregas de su juventud. Si en la primera película (1981) lograba altas cotas de perfección en cuanto a la caracterización de personajes (todos los que aparecen cuentan con un pasado que se insinúa de manera muy sutil y efectiva), ambientación, acción e interés por una historia central salpicada de elementos míticos y arqueológicos cercanos a la cultura occidental, en ésta realiza una especie de parodia de la primera, elimina el bagaje personal del doctor Jones como elemento caracterizador del personaje, y se embarca en una trama sin lógica para el espectador desconocedor de las religiones y tradiciones indias que desemboca en una espiral de secuencias de homenaje a otro cine, personajes maniqueos sin motivación más allá de la pura bondad o maldad (qué distinto al ambicioso arquéologo francés Bellocq, de la primera parte, mezquino, ruin, orgulloso, noble y traidor a la vez), y el establecimiento de unas relaciones personales entre los protagonistas positivos que resultan postizas e improvisadas, sin historia precedente ni un devenir posterior imaginable (mucho menos viendo la tercera parte), todo ello, es innegable, mezclado con unas poderosas y fenomenales escenas de acción subterránea, aunque no exentas de imperfecciones.
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