Sin duda, la más floja de la serie hasta la fecha (mi escepticismo ante la cuarta entrega, presuntamente titulada Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, no me deja mucho espacio para ser optimista), esta secuela de la excelente película de aventuras Raiders of the lost ark (En busca del arca perdida), hizo perder puntos al héroe del látigo, que sólo los recuperaría en parte en su última cruzada junto a Sean Connery.
Steven Spielberg tardó sólo tres años en estrenar la segunda parte de la saga con la que pretendía recuperar las viejas historias de cómic o de pequeñas novelitas por entregas de su juventud. Si en la primera película (1981) lograba altas cotas de perfección en cuanto a la caracterización de personajes (todos los que aparecen cuentan con un pasado que se insinúa de manera muy sutil y efectiva), ambientación, acción e interés por una historia central salpicada de elementos míticos y arqueológicos cercanos a la cultura occidental, en ésta realiza una especie de parodia de la primera, elimina el bagaje personal del doctor Jones como elemento caracterizador del personaje, y se embarca en una trama sin lógica para el espectador desconocedor de las religiones y tradiciones indias que desemboca en una espiral de secuencias de homenaje a otro cine, personajes maniqueos sin motivación más allá de la pura bondad o maldad (qué distinto al ambicioso arquéologo francés Bellocq, de la primera parte, mezquino, ruin, orgulloso, noble y traidor a la vez), y el establecimiento de unas relaciones personales entre los protagonistas positivos que resultan postizas e improvisadas, sin historia precedente ni un devenir posterior imaginable (mucho menos viendo la tercera parte), todo ello, es innegable, mezclado con unas poderosas y fenomenales escenas de acción subterránea, aunque no exentas de imperfecciones.
Kate Capshaw, posterior esposa de Spielberg, interpreta a una cantante americana que canta y baila en un afamado local del Shanghai de los años 30 ocupado por los japoneses, y que además es amiguita de un gángster chino que tiene tratos con nuestro doctor Jones. La escena de apertura de la película es un estupendo número musical (para el que guste de los musicales, que no es mi caso) en el que se recupera el espíritu y la estética de los antiguos musicales americanos de los años 30 y 40, con el clásico de Cole Porter Anything goes como vehículo para un enorme ballet de rollizas mozas rubias que realizan coreografías más propias de décadas atrás, eso sí, en un alarde de inverosimilitud chocante si pensamos en la imposibilidad de cabida de semejantes escenarios en un local tan pequeño. Jones y el gángster, llamado Lao-Tsé sin necesidad alguna, mantienen un conflicto por las cenizas de un personaje de la mitología china que el delincuente pretende obtener como forma de insuflar de poderes sobrenaturales a quienes luchan contra el invasor japonés (y de paso, a favor de sus negocios sucios). La lucha que estalla en el local (en la que «Indie», envenenado, llega a bailar con las chicas del ballet en medio de la pelea), rodada como una escena cómica (como si de Bud Spencer y Terence Hill se tratara), termina con Jones y la chica saliendo por la ventana y cayendo a través de cuatro pisos de toldos (no imagino las razones por las que ubicar una sala de fiestas en una quinta planta), sobre un coche que conduce un niño chino de diez años, Tapón, quizá el personaje infantil más repulsivo de los últimos treinta años (y eso que hay donde elegir; más odioso aún si la película se ve con el doblaje español). La huida por las calles de Shanghai, con el niño al volante en una persecución frenética (voy a enseñarle a conducir a mi sobrina de cuatro años para que me haga de chófer) termina con una escapada en avioneta, propiedad de Lao-Tsé, que a su vez es estrellada contra el Himalaya (en un penoso juego de efectos especiales). De ahí cayendo por un río, los protagonistas llegan a un pueblo de India al que le han robado su piedra sagrada, ya que forma parte de un juego de piedras sagradas de la diosa Khali que un grupo de fanáticos, algunos convencidos, y otros hipnotizados por un malísimo hechicero que lleva un gorro con cuernos parecido a los Búfalos Mojados de los Picapiedra (el sombrero de Jamiroquai) o a los hispanos que aparecen en un cómic de Astérix, buscan. Estos tíos tan malos se refugian en el palacio de un majarajá de once años bajo cuyos cimientos (del palacio, no del niño) existen unas minas donde excavan en busca de las piedras restantes. Los protagonistas se verán así inmersos en la lucha contra los malos y su ejército de secuaces de uniforme por devolver la piedra al pueblo (y de paso, a todos los niños, pues han sido secuestrados como mano de obra gratuita para cavar, en una tradición de esclavitud que en la vida real es sustentada por las multinacionales norteamericanas de ropa deportiva o por empresas del sector textil).
Lo endeble del planteamiento de la película, la disminución de la calidad en la elaboración de las localizaciones de la acción, el escaso atractivo y carisma de los personajes negativos, la ruptura con la caracterización previa de Jones en la película anterior, la absurda e innecesaria comicidad en algunas escenas, los continuos gritos de Kate Capshaw, en todo momento, sea una escena dramática o de acción, los lamentables descuidos con los efectos especiales (la horrorosa explosión cuando el avión se estrella, el uso de las transparencias, las flechas de goma que rebotan en la espalda de Harrison Ford cuando le disparan los arqueros, el agua que es «despistada» cuando los tres «protas» se cuelan por un resquicio de las rocas cuando avanza la inundación), los excesivos momentos de sentimentalismo gratuito, lo inexplicable del significado espiritual o religioso de la trama, y lo borde que es el niño chino, hacen que ni siquiera la espectacular persecución en las vagonetas por los raíles de la mina (eso sí, construidos de una manera completamente ridícula, como si en vez de una mina aquello fuera una montaña rusa), las escenas del puente colgante o la mítica secuencia el banquete, donde se sirven roscones con serpientes dentro («serpiente con sorpresa» lo llaman), sorbete de sesos de mono (este plato es real, aunque no se sirve con la cabeza incluida) o sopa de ojos humanos (en una banalización y ridiculización tópica inadmisible de la cocina india), hacen que se salve este producto de entretenimiento cuyas manifiestas imperfecciones hicieron rectificar a Spielberg en la concepción de la tercera parte, volviendo a la receta que tanto éxito de crítica y público de habían otorgado.
Entre las pequeñas cosas en las que fijarse, encontrar a Dan Ackroyd en una caracterización no muy habitual, y también hallar al famoso director de documentales Michael Moore como director de la segunda unidad. Poquito más en esta flojísima secuela, en la que desaparecen las virtudes de la primera película y se sustituyen por acción gratuita, humor de trazo gordo, escenas de bichos y diálogos poco elaborados. Mal, Steven, mal.
Acusado: Steven Spielberg
Atenuantes: un puñado de buenas películas y algunos momentos cumbre de su cine
Agravantes: el resto de su filmografía
Sentencia: culpable
Condena: libertad bajo palabra.
Es un producto de puro entretenimiento, sin ningún tipo de valor artístico, cinematográficamente hablando. Sentencia justa.
Un abrazo
Sí, pero así como la primera de la saga es un buen entretenimiento, y la tercera (y penúltima), un entretenimiento mediocre, ésta es del malo, malo.
Abrazos
Sí, es mala, pero recuerdo que fuíia verla después de pasar por el medico algo dolorida y se me fue el dolor. Más adelante la he visto en la tele y la verdad es que es malo, malo, malo. Me volvió el dolor de cabeza inicial. O sea, el efecto sedante se esfumó
Le tengo manía al Spielberg, mucha. No lo soporto. Al Harrison me da panpurrias. Todo me sobra. Estoy algo picajosa y así pienso seguir un rato.
Además el primero tiene un lobby en la industria que no veas.
Hace poco volvía ver «El pianista » de Polansky y pensé, hostías esto sí que es bueno. Qué joya!!!
Pues eso, que incluso cuando hace cosas buenas el Spileberg tiene mucho que aprender.
Sentencia: Les recomendaría ver más viajes al desierto a meditar bajo las palmeras.
Kisses
Qué risa, Entrenómadas. Me encanta cuando comentas algo que no te gusta, sobre todo lo de las pampurrias. Spielberg tiene, para mí, cosas buenas, incluso muy buenas, y luego mucha morralla. Cuando Álex de la Iglesia (otro que no te gusta, lo sé) hizo la muy deficiente «800 balas», recibió una llamada de los estudios de Spielberg en Los Angeles para hablar con él sobre algunas cuestiones de su película, que Steven había visto y que le habían gustado mucho. El equipo de la película fue invitado a ir a Hollywood a ver a Spielberg, y allí que se plantaron. Tras horas sin ser recibidos, aparece el tío, dice que ha visto la película, les pregunta tres o cuatro detalles técnicos sobre cómo habían hecho esto y aquello, y sin decir ni siquiera «gracias», cuando terminan el tipo se larga y los deja allí sentados. Eso da una idea de cómo son algunos creadores (o cómo eran) y cómo son otros que reciben tanta atención mediática. En fin.
Yo con Harrison tengo sentimientos contrapuestos. Hay películas en las que está bien, pero le ha machacado el hecho de ser el actor más taquillero de la Historia (siete de sus películas están entre las diez más recaudadoras). Eso limita mucho el tipo de papeles que te ofrecen y el tipo de actuaciones a las que te acostumbras. Víctima de su éxito. Pues sí. Este va derechito al premio Oscar honorífico cuando ya no pueda ni andar.
Buena sugerencia lo de las palmeras. Yo me voy a sentar al lado de un cactus que tengo…
Besos
Creo que esto es un buen ejemplo de lo que se llama «vivir de las rentas». Realmente es para temer la siguiente película. Además, en este caso ya no habrá quién se crea al Dr., que ya será emérito en la universidad, coriendo contra los elementos o luchando contra los malos malísimos.
En la época del estreno vi un «Cómo se hizo…» en la tele y recuerdo los comentarios de la protagonista al respecto de la famosa escena con las arañas, realmente creo que los gritos histéricos de los que hablabas no debían ser exigencias del guión. ¡Qué tía más tonta!
Totalmente de acuerdo…
Minerva, lo has descrito muy bien. Realmente va a resultar complicado el tema de la verosimilitud. Aunque las anteriores contaban con tramas increíbles, no chirriaban por el género al que pertenecían; sin embargo, un abuelo desfaziendo entuertos por ahí resulta mucho más chirriante que los Santos Griales, las Arcas Perdidas, etc.
La Capeshaw sí parece gritona; como sea igual para todo… Quizá eso explique la atracción de Spielberg por ella…
Gaia, escueto acuerdo.
Abrazos
Mira tu que esta como que la estrenaron cuando todos nosotros eramos unos purretes, y pues con esa capacidad de discernimiento, y la más alta profundidad, así como suena, que nos daba el consumo de compota, podíamos ponerle más de cinco estrellas a los bodrios; pero ahora, cuando la comporta ha quedado atrás, y más bien en la mesa se encuentra un pernil, una chuleta, ya nos queda más difícil de tragar.
Sabes; a veces creo que hay cosas que hay que dejarlas ser; con lo adefesios que sean; porque no recuerdan nuestra época: este por supuesto es un juicio completamente moral, que nada tiene que ver con la peli.
jeje, creo que no dije absolutamentre nada. Abrazos 😉
Creo que tienes razón, Malvisto, una cosa es la crítica y otra muy distinta la memoria sentimental, y en ésta cabe de todo, bueno, regular, malo, con tal de que nos recuerde tiempos agradables.
Abrazos
Aishh, pues a mi Harrison Ford me gustaba mucho (ahora que solo hace de americanoide ya paso de él, en serio). Quizá la última peli en la que me moló fue en «A propósito de Henry». …
En busca del Arca Perdida me ha hecho pasar ratos estupendos pero esta no la he visto, no me suelen gustar las secuelas.
Leído lo leído creo que hago bien quedándome con la primera.
Besicos tardanos.
Ufff, Inma, pues esa peli ya es un poquito anciana… Pero tienes razón, ahí está bastante bien. Últimamente no hace sólo de americanoide, también hizo de comandante de submarino soviético en «K-19» (aunque tienes razón, porque aunque sea ruso, lo interpreta como si fuera americano). Es verdad, últimamente no llama para nada la atención nada de lo que hace. Pásato directamente a «I. J. y la última cruzada». Sigue el mismo tono de parodia pero está mucho mejor.
Besos
… eso está bien, algo así como la crítica sentimental; porque con lo mal que nos puede sonar Locomía, o bolladas parecidas, sobre todo después de Nortec Collective, etc.; pero yo recuerdo que cuando estuvo de moda el grupo le mo bailaba todo; hasta compré más de un abanico.
También es que he estado lleno de tiempos por estos días.
Abrazos!!
Ufff, eso de Locomía es muy fuerte, muy heavy. Es casi un vicio inconfesable.
Abrazos
que tarde llego despues de un periplo fuera de casa, jeje, para mi la saga de indiana jones es modélica en cuanto a concepto de cine de evasión y aventuras, no comparto las opiniones, adoro esta saga, y que conste que no es solo por su valor emocional, jeje
saludos
Sí Iván, como concepto (sobre todo la primera película) la saga es estupenda. Otra cosa es el resultado final. La primera me parece soberbia, la segunda horrible, y la tercera no está mal. Sobre todo la crítica viene porque los problemas con esta película (y la siguiente) se presentan donde se supone que Spielberg es bueno (imaginación, creatividad, efectos especiales, escenografías).
Buen regreso.
Si, en mi caso me resulta curioso que con esta saga me pasa igual que con Star Wars, soy un gran fan de ambas, pero curiosamente en ambas a las que guardo un recuerdo mas cariñoso son a las que están consideradas peores en el aspecto estrictamente cinematográfico, «El templo maldito» y «el retorno del jedi», si es que uno tiene su corazoncito infantil y tierno, jeje
saludos again