Alfred Hitchcock no fue el primer director que se retrató a sí mismo en sus películas. Tampoco fue el inventor de eso que ha dado en llamarse ‘cameo’, aunque sí su mayor difusor, quien le dio carta de naturaleza. En la famosa entrevista de quinientas horas concedida a François Truffaut a lo largo de varias sesiones espaciadas en largos meses y años convertida en un libro que es piedra angular de la cinefilia (El cine según Hitchcock, Alianza Editorial), el maestro Hitchcock hablaba de su característica costumbre de aparecer en sus películas.
Hitch viene a confesar en la entrevista que sus apariciones rituales responden a una triple vertiente: la necesidad, la superstición y el gag. En el primer caso se refiere a sus primeras películas, desde El enemigo de las rubias, cuando la escasez de presupuesto, y por lo tanto de figurantes, hacía necesario que muchos de los técnicos y de los empleados de los estudios, incluido él, aparecieran en pequeños papeles ante la cámara, o como meros figurantes, vendedores, guardias, transeúntes en general. En esos dubitativos inicios, sin embargo, un Hitchcock siempre predispuesto a encontrar claves ocultas y respuestas implícitas en el devenir azaroso de las cosas constató que las películas que recibían más aplauso de los críticos y mayor aceptación por el público habían sido aquellas en las que, por necesidad, no había tenido más remedio que aparecer como figurante con su oronda y famosísima silueta (el famoso dibujo, el perfil de Hitchcock de la serie de televisión, que fue una creación de su propia mano que utilizó un año como postal para felicitar las navidades a sus amistades), siendo más fríamente acogidas, casualmente, aquellas cintas en las que no aparecía. Por ello la necesidad se convirtió en superstición: si seguía apareciendo en la pantalla, su éxito continuaría. Y así fue, hasta que su conversión en un cineasta de gran aceptación por el público, su éxito sin precedentes, su ascendiente entre cinéfilos de todo el mundo, terminaron haciendo derivar sus apariciones en un gag dedicado a sus fans, unas apariciones que terminaron incomodando al propio Hitchcock por dos razones. En primer lugar, porque cada vez le resultaba más difícil imaginar situaciones en las que retratarse sin repetirse (se retrató varias veces con instrumentos musicales, en trenes, o simplemente de pie en la calle), hasta el punto de que en algunas de sus películas representaba un serio problema para el que sólo muy al final encontraba solución. Y en segundo lugar, porque tenía la intuición, acertada, de que él acaparaba un protagonismo innecesario en las truculentas historias con las que pretendía hacer estremecerse a su público, y por tanto, sentía que eso distraía al espectador de la trama principal. Por esa razón solía concentrar sus apariciones en momentos neutros de los primeros cinco o diez minutos de película, para que los fans más freaks quedaran satisfechos cuanto antes y se concentraran en disfrutar del suspense.
Para que Hitch no tenga que seguir pendiente de que sus espectadores lo localicen debidamente, aquí hay un breve catálogo de casi todas sus apariciones:
– El enemigo de las rubias (The lodger): aparece dos veces, en una mesa de redacción de un periódico y entre el público que asiste a una detención.
– La muchacha de Londres (Blackmail): está sentado en el metro leyendo el periódico y un niño le incordia.
– Murder; 39 escalones (The 39 steps) : aparece caminando por la calle.
– Inocencia y juventud (Young and innocent): aparece como un fotógrafo muy torpe a la puerta de una corte judicial.
– Alarma en el expreso (The Lady vanishes): camina tranquilamente por un andén de una estación.
– Rebecca: está de pie junto a una cabina de teléfonos desde la que habla George Sanders.
– La sombra de una duda (The shadow of a doubt): juega a las cartas en un compartimento de tren.
– Náufragos (Lifeboat): aparece en un anuncio de un periódico.
– Recuerda (Spellbound): sale de un ascensor.
– Encadenados (Notorious): bebe de una copa de champán en una fiesta.
– El proceso Paradine (The Paradine case): aparece con una funda de violoncelo.
– La soga (Rope): es el hombre que cruza la calle justo al terminar los títulos de crédito.
– Atormentada (Under Capricorn): aparece como oyente en un discurso.
– Pánico en la escena (Stage fright): la actriz Jane Wyman habla sola por la calle y un tipo se gira extrañado hacia ella; es él.
– Extraños en un tren (Strangers on a train): sube al tren con un contrabajo.
– Yo confieso (I confess): camina en lo alto de una escalinata de piedra (foto de cabecera).
– Crimen perfecto (Dial M for Murder): aparece en una antigua fotografía de un colegio.
– La ventana indiscreta (Rear window): es uno de los invitados en casa del pianista; se le ve levantar un péndulo a través del ventanal.
– Atrapa a un ladrón (To catch a thief): está sentado en un autobús junto a Cary Grant.
– El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much): está de espaldas mirando a unos acróbatas árabes.
– Vertigo; Con la muerte en los talones (North by northwest): cruza la calle, en la segunda pierde el autobús.
– Psicosis (Psycho): está de pie en la acera delante de la oficina de Marion y lleva sombrero tejano.
– Los pájaros (The birds): pasea unos perros.
– Marnie: sale de una habitación al pasillo del hotel.
– Cortina rasgada (Torn courtain): sujeta a un bebé que le suelta algo sobre el pantalón.
– Frenesí (Frenzy): escucha un discurso (lleva bombín).
– La trama (Family plot): aparece tras una puerta que dice «Registro de nacimientos y defunciones».
Hubiera sido interesante un modesto trivial de imagenes de apariciones de Hitch, en este caso concreto ya lo habia identificado con «Yo confieso», película que resulta especialmente irónica con el personaje de Montgomery Clift, su tormento interior, lo digo más que nada porque resultaría curioso su personaje religioso enfrentado a sus preferencias de alcoba en la vida real, jeje.
saludos cinéfilos, excelente..again
Ah, el gran maestro, al releer este listado de obras maestras o grandes peliculas me entran ganas de darme un atracón de Hitchcock lo antes posible.
Iván, ciertamente hay cosas que dan para un concurso de preguntas y respuestas. En cuanto a lo de la ironía que citas, la Historia del cine, aun del reciente, está plagada de situaciones y paradojas como la que narras. Como la que cita Budokán en su post de la película «The best man» (http://otrosclasicos.blogspot.com/), cuando Ronald Reagan fue rechazado para el papel de presidente de EE.UU. porque no tenía aspecto de presidente. Fíjate tú.
Gracias por tus comentarios. Un abrazo.
Valentín, siempre es recomendable un buen atracón de sir Alfred. Abrazos.
Apusto por el atracón, como Valentín. Gracias
Pues nada, nada, a empacharse a gusto. Gracias a ti por tu visita.
Gran post… casi tan enorme como la tripa del maestro. Una anécdota: En la facultad uno de mis profesores encendía el proyector de diapositivas (pared en blanco) y se ponía delante (y de perfil) a comenzar su charla… de modo que la sombra de su incipiente barriga se proyectaba sobre la blanca pantalla… para más inri mi profe se llamaba Alfredo, lo tenía todo.
Otra cosa: hace años, en mi pueblo, pusieron un maravilloso ciclo de las primeras películas de Alfred, impresionante. En el cine éramos cuatro gatos y un cubo en una butaca recogiendo gotas que caían del techo. Realmente auténtico.
AdR, si te hablo yo de mis paralelismos con Hitchcock, en este caso no sólo el nombre, te asustarás, así que no te digo nada… Simpática anécdota, a pesar de todo, la del cine del pueblo; entonces aún era posible llevar el cine de calidad a la gente, aunque quizá no lo apreciara demasiado. Pero si valió para que «cuatro gatos» se dejaran llevar por la maestría de Hitch, mereció la pena.
No podía imaginar el pobre Alfred que iba a inaugurar una forma de exhibicionismo y egolatría.
El libro de Truffaut debería ser lectura obligatoria en las escuelas.
Besitos.
Noemí, quizá no lo imaginara, pero le encantaba todo lo tuviera que ver con él mismo, y le gustaba mostrarse, no directamente quizá (porque se avergonzaba mucho de su físico), pero sí camuflado en sus personajes.
Un libro genial.
Besos.
«Encontrar claves ocultas en el devenir azoroso de las cosas» me parece una definición excelente de Hitchcock y su cine, Alfred-M. ´Magnífica recopilación de autocameos.
Voy a proponerle a Chemalera una ilustración de los cuatros gatos y un cubo viendo a una peli de Hitchcock; imaginarlo es ya un lujo.
Un post estupendo, sí.
Besos suspensivos.
Gracias, Luisa. Propónle, propónle una ilustración, si es posible, viendo «Encadenados»…
Besos.
Qué currado, cuánta sabiduría!!!
Me quedo con las fotos y la sugerencia de Luisa.
Por cierto, qué horror los cameos de Santiago Segura. ¿Por qué no le envías este post?
He needs it!!
Kisses
Entrenómadas, si alguna vez mando algo a Santiago Segura será a un sitio muy concreto… Y si lo necesita, como decís, que se lo curre.
Gracias. Besos.
Recuerdo un ciclo en «La 2» cuando todavía era la segunda cadena de Hitchcock, cada semana una película. Y también recuerdo una especie de concurso con mi hermano y mi madre para ver quién se daba cuenta antes de la aparición del director.
Ay, qué tiempos, cuando se ponía buen cine en horarios razonables, cuando apenas se cortaban las películas para publicidad, y ésta permitía como mucho ir al baño, sacar la basura y poco más, cuando te sentabas con tres o cuatro personas a ver una película en grupo, y había comentarios, risas, tensión compartida… Otra cosa que se acabó.
Estupendo post.Comparto plenamente en todo lo que dices. «El cine según Hitchcock» es uno de esos libros que siempre volvemos a él. No sé si has leído el libro del gran Truffaut «El placer de la mirada» de la editorial Paidós,es estupéndo.Truffaut fué también un gran lector,como bien demuestra en todas sus películas. Allí siempre hay gentes que lee,que escribe cartas a mano.Sinceramente,encuentro a faltar directores como él.Su filmografía se aprecia mejor vista cronológicamente,porque es como un diario de su vida.Bueno,una cosa conduce a la otra;hablo de Hitchcock y termino hablando de Truffaut. Que grande fuè el cine. También encuentro a faltar el programa de J.L.Garci.Nada,que estamos en decadencia.
Un abrazo.
Gracias por todas las explicaciones, Alfredo, así no tendré que buscarle en sus películas como si «buscará a Willy»
Besos.
P.D. lo que te comenté ayer solo debe hacerse si a ti te apetece, que éste tu blog y está estupendo.
Preciosa la primera: allí se ve el insuitado gordito: es que hasta dan ganas de abrazarlo y decirle que esta va a estar super.
abrazos!!
RECUERDO MUCHAS PELIS CON EL AMIGO DANDO SALTOS …JA,JA,..ERA DIVERTIDO..ABRAZOS
fmaesteban, como bien dices, estamos en total decadencia en cuanto a cultura cinematográfica. Yo no soy académico, sólo un aficionado, pero lo que está sucediendo no es normal y creo que es una muestra de la caducidad de nuestro modo de vida, sinceramente. En cuanto a Truffaut, es cierto; su libro es magnífico y la literatura y la escritura eran tan importantes para él precisamente porque son la base del cine (recuerda la escena de «La noche americana» en la que el director Ferrand (el propio Truffaut) deposita los libros de cine que acaba de comprar: cuánto amor hay ahí. También es cierto lo que dices sobre el diario de vida, sin ir más lejos ahí tienes a Jean Pierre Leaud, cuyo devenir vital podemos seguir gracias al cine. En cuanto a lo de escribir cartas a mano en sus películas, entonces no había e-mail, así que no es tan raro. Ahora, por desgracia, sí lo es.
Saludos.
Lucía, el tipo se dejaba ver, aunque no llevara jersey a rayas como Wally (por cierto, que dicen las malas lenguas que puede vérsele -a Wally, no a Hitchcock- en unas escenas de «Apocalypto», de Mel Gibson, entre un montón de cadáveres…).
En cuanto a la sugerencia, me lo voy a pensar, creo que avisando y dejando margen puede hacerse. Se puede probar y ver si se repite o no.
Besos.
Malvisto, hace falta buen cuerpo para poder abarcar a este hombre de un abrazo. Como suele decirse, era más fácil saltarlo que rodearlo.
Fernando, ¿quién daba saltos? ¿Hitchcock o tú? Si eras tú lo entiendo; si era Hitchcock tengo que revisar su filmografía…
Un abrazo.
Abrazos.
Le pega totalmente convertir esa casualidad en superstición….y agobiarse con ella. Ah, que personaje este Hitch!
He repasado tu relación de apariciones y creo que lo he reconocido en casi todas. Recuerdo especialmente la de Rebeca porque la he visto muchas veces y porque siempre he tenido la sensación de que su imagen allí estaba fuera de contexto. No me preguntes el motivo.
PD A mi me encantaba el dibujillo ese de su silueta..era el preludio a pasar un buen rato de cine.
Creo que a veces, por falta de imaginación, Hitchcock ya no sabía cómo hacer su aparición estelar, y hay veces que parece, aunque siempre lo es de algún modo, demasiado forzada.
¿Y la musiquilla? La puse en el primer post de esta sección, «La marcha fúnebre para una marioneta» de Gounod.
Besos.