MALDITO CINE (VI)
«Yo podría tener clase. Podría ser boxeador. Podría ser alguien, en lugar de ser un don nadie, que es lo que soy, aceptémoslo». La obra maestra de Elia Kazan sigue siendo el mejor retrato cinematográfico de la traición, y aunque sufrió en su génesis una transformación radical en cuanto a su inicial objeto y su final deriva, el resultado sigue colocando a este film como uno de los mejores realizados nunca por la industria norteamericana. Surgido de una historia real, la propia controvertida actuación del director y la conversión de un argumento extraído de la prensa en una declaración, en una autojustificación de un comportamiento desleal y censurable, le confieren a la cinta el carácter de documento sociológico de una época, además de testimonio de una de esas historias internas de la Historia del cine que tanto nos embrujan a muchos.
Nos encontramos en 1954, en pleno éxtasis de la orgía anticomunista propiciada por el senador Joseph McCarthy, impresentable antecesor de esta dictadura neoconservadora que el planeta está padeciendo en la actualidad. La enfermiza búsqueda de elementos comunistas en la sociedad norteamericana que contribuyeran a socavar la moral nacional en medio de la plenitud de la lucha apenas soterrada frente a los soviéticos (estamos al final de la guerra de Corea; como dijo Churchill, «después de las guerras de los grandes vendrán las guerras de los pequeños», cuya dramática eclosión será el conflicto de Vietnam una década más tarde), y la búsqueda deliverada de una notoriedad que llegara hasta los últimos confines de la conciencia del pueblo norteamericano y convirtiera a un país atemorizado en caldo de cultivo para la cría de chivatos, traidores y paranoicos delatores como forma delirante de protegerse de un peligro rojo puesto como excusa para el recorte de derechos y la facilidad del control de la propia población, alimentó el hecho de que deliberadamente se buscaran nombres y rostros conocidos en quien poder cargar las tintas para amplificar el miedo, la represión y la soltura de las lenguas de los ciudadanos. Gary Cooper, Humphrey Bogart y Laurent Bacall, Charles Chaplin (cuyo exilio fue producto de este proceso), James Stewart, Henry Fonda, y un larguísimo etcétera de directores, productores, actores, técnicos, guionistas, y otros profesionales del cine norteamericano, especialmente quienes procedían de la emigración europea por culpa del ascenso nazi y de la Segunda Guerra Mundial (quienes, no se nos olvide, además de convertir al cine norteamericano en lo que fue en su mejor época, habían colaborado en el cine de propaganda durante la guerra de forma entusiasta, efectiva y con resultados magníficos), tuvieron que pasar el doloroso trámite de testificar (con un aire innegable de imputados, aunque legalmente se les considerara testigos) en la comisión del Congreso que trataba de purgar, en la mejor tradición de sus antagónicos estalinistas, el país de comunistas, a todas luces peligrosa plaga a exterminar, si bien finalmente los únicos acusados y condenados por la comisión fueron los cabezas de turco denominados «Los diez de Hollywood», entre los que destacaban Herbert J. Bibermann, Dalton Trumbo o Alvah Bessie, cuyo pasado como brigadista internacional en la guerra civil española fue decisivo para su condena y defenestración.
Es entonces cuando el periodista Malcolm Johnson publica su serie de artículos «Crime on the Waterfront», en el que salía a la luz el historial de crímenes, chantajes, sobornos y asuntos turbios en los muelles de Nueva Jersey y Nueva York. Elia Kazan, otro inmigrante de la época dorada de Hollywood, de familia turca de origen griego, atraído por la historia y muy comprometido con la depuración ideológica que se estaba realizando en el mundo del cine (como se había hecho igualmente en la década de los treinta, bajo el mandato del bueno de Roosevelt, con el teatro estadounidense encuadrado en el Programa de Teatro Federal surgido para dar empleo a los miles de profesionales en paro tras el crack de 1929), convenció al dramaturgo Arthur Miller para que se encargara de elaborar un guión sobre esa historia. Kazan, que en su juventud universitaria había coqueteado con el comunismo acudiendo a una serie de reuniones de aficionados, más entusiastas que dogmáticos, a las ideas izquierdistas, seguía mientras tanto atentamente la caza de brujas que fomentaba el mccarthysmo con la connivencia de la Casa Blanca. Kazan, quizás con problemas de conciencia por sus pasados devaneos como comunista, se ofreció a testificar en la comisión del Congreso y a denunciar a todo comunista que conociera, o a cualquier ciudadano que él interpretara como comunista, mientras que la gran mayoría de los profesionales llamados a testificar (de los cuales una gran parte eran de pensamiento progresista, si no miembros del partido comunista norteamericano), cerraba filas con sus compañeros. La repercusión de la traición de Kazan a sus amigos y compañeros, delatándoles abiertamente y sin vacilación, fue enorme en el mundo de Hollywood. Arthur Miller abandonó el guión que estaba escribiendo, y Kazan tuvo que recurrir a otro traidor, Budd Schulberg, para terminarlo.
Ante el rechazo del resto de la comunidad del cine, que tardaría años en mitigarse (años en los que Kazan se dedicó a trabajar con actores que necesitaban iniciar sus carreras o bien con equipos y actores de sus mismas tesis ideológicas), Kazan y Schulberg transformaron una historia sobre la mafia de los muelles de Nueva York en una película de tesis para justificar su propia postura de delatores, equiparando de manera injusta e irreal los hábitos criminales de unos asesinos y chantajistas con unos profesionales del cine que, si bien pudieran tener ideas comunistas, no se habían manchado las manos de sangre, una asociación absurda en la que se criminalizan las ideas y se convierte a quienes las defienden en asesinos, aunque se desmarquen de quienes aprovechándose de esas ideas cometen sus crímenes de manera impune, en una tradición que a día de hoy continúa y sirve a la derecha reaccionaria para hacer llegar sus ladridos a la población, mientras que los crímenes amparados por otras ideas más liberales son consentidos, callados, silenciados, fomentados y considerados como una necesidad para proteger la «libertad» y «nuestra forma de vida», sustentada, como todos sabemos, en terminar con la vida de otros lo antes posible.
Sin embargo, el resultado de la película es una obra maestra, iniciadora de lo que empezó a llamarse realismo social norteamericano, gracias a su mordacidad, a su ternura, pero sobre todo a las poderosas actuaciones de sus protagonistas. Terry Malloy (Marlon Brando) es un chico sensible que quiso ser boxeador pero fracasó en el intento (como sabremos más tarde, porque los intereses económicos de los mafiosos que amparan a su hermano le obligaban a perder el combate que podría haberle encumbrado para ganar en las apuestas) y ahora malvive como estibador portuario y haciendo chapuzas para el jefe de los mafiosos, Johnny Friendly, (el gran Lee J. Cobb), nombre ad hoc, por cierto, y para su propio hermano Charley, el ‘consigliere’, abogado y asesor del jefe (Rod Steiger). Estos recados incluyen, sin saberlo él, convertirse en el tonto que lleva a otro estibador, descontento y reacio a dejarse manejar por la mafia del puerto y dispuesto a testificar en la comisión que investiga los trapos sucios de los muelles, a su muerte a manos de los secuaces de Johnny. Atormentado por haberse convertido en vehículo para llevar al joven Doyle a la muerte, mala conciencia aumentada cuando se enamora de la hermana de él, la dulce Edie (Eva Marie Saint, espléndida en su debut), y presionado por un lado por Johnny, y por otro, por la cruzada contra el sindicato portuario que promueve el párroco de la zona (un fantástico, como siempre, Karl Malden), poco a poco se va configurando como el «chivato» que va a dar a las autoridades todos los datos que necesitan para la captura y condena de los asesinos y criminales de los muelles. Terry desafía el código de silencio y testifica, ganándose el odio y la enemistad de todos, sufriendo una paliza en los muelles ante la mirada de todos sus camaradas, pero finalmente triunfando y siendo reconocido su sacrificio y su razón, una vez que gracias a él el cerco criminal de Johnny es roto.
Kazan y Schulberg volcaron en la película el ostracismo que sufrían por su condición de traidores, se empeñaron en justificar y defender su papel, pero aún así el resultado es magistral. Aparte de simpatías y de la imposible comparación entre las «maldades» de los traicionados y las de los personajes de la película, el carácter de historia real de la acción principal confiere a la cinta un aire conmovedor, veraz, realista, acentuado por unas interpretaciones naturales, sencillas, extraordinarias y una música impresionante de Leonard Bernstein.
Muchas son las escenas magistrales, siendo la más recordada la del asiento de atrás del taxi entre Steiger y Brando, su famosa improvisación al tomar la pistola con la que su hermano le apunta, pero hay otras memorables, como el delicado guante de Edie que Brando intenta ponerse en su mano grandota y curtida, la muerte de las palomas, los tejados de la barriada, la violenta escena de amor entre Terry y Edie en la que él rompe la puerta de su apartamento y la besa apasionadamente… Una obra maestra, de imágenes perdurables que, sin embargo, sirvió para que un traidor, un chivato, limpiara su conciencia delante de todo el mundo, eliminara sus remordimientos por haber arruinado la vida profesional, y en muchos casos, personal, de unos profesionales del cine cuyo único delito fue pensar de manera distinta al poder establecido, que con el pretexto del anticomunismo buscaba extender su imperialismo capitalista por todo el mundo.
Sin duda una de las mejores películas de todos los tiempos.
Un abrazo
Desde luego, Valentín, incluso de algo malo puede surgir algo excelente. Lástima que sólo ocurra muy de vez en cuando.
Abrazos
Qué decir ante una joya!!!
Es impresionante y además la tengo fresca en la retina porque la ví otra ez el otro día. SUBLIME!!!!, aunque la voz de Marlon Brando no me ha gustado mucho yo recomiendo verla en versión original. Es para no moverse del sofa, o de la butaca.
Grande, grande,grande!!!
Besos sin ley
Escalones tengo problemas con algunas teclas, por eso saltan algunas. Sorry.
Entrenómadas, completamente de acuerdo, la versión original como mejor. Brando es la leche, para mí el más grande de todos los tiempos venidos y por venir, aunque suene a tópico. En las próximas semanas pondremos por aquí una escena en la que se sale del todo.
Besos silenciosos.
Poco puedo decir de esta espléndida película…es grandiosa. de esas que te atan al cine.
No había relacionado la traición de Kazan con el argumento (ignorante que es una), tampoco sé si se quedó satisfecho, si durmió mejor desde entonces…me da que no. La conciencia, si se tiene, es jodida.
Pero nos queda ese Brando maravilloso….aishh
LaMima, estoy de acuerdo contigo, esta película es un sentimiento de culpa (más grande aún si cabe por el hecho de que él mismo reconocía que había hecho mal) que le acompañó siempre. Incluso en «El último magnate» hay alguna clave sobre ello en ciertos diálogos.
Brando, enorme.
Besotes.
jopé… no conocía esta peli. hago bien visitando tu blog, eso está claro.
ayer descubrí que tenían un mail en la bandeja de correo-e no deseado. ya ves, así es hotmail, ve una dirección ajena a la marca de la casa y poco más y me quedo sin leerte.
en un ratito que tenga, me pongo.
por lo demás… qué es eso de que hay un ciclo buñueliano en la uni?? por lo visto, tb en antena aragón.
en finis. buen lunes y gracias por el mail.
muak
Pues Ana M., acabo de enterarme de lo del ciclo en la Universidad; lo de la tele sí lo sabía. Hoy programan «Ensayo de un crimen», con el recientemente fallecido Ernesto Alonso. Es una de mis favoritas. Si no la has visto, te la recomiendo viva y encarecidamente. Como la peli de hoy; Brando te dejará sin aliento…
Ay, ese hotmail rumboso, cuántos problemas me da…
Gracias a ti. Besos.
Cine, cine y cine…. y Brandon la cosa es de aúpa; con ese hombre vuelve uno a sentirse ante la torteria cuando chicuelo uno esperaba con ansia llevar a la boca el pezado caliente, y aromático. Una total sorpresa, una cosa de abrir la boca y quedarse asie duante bastante tiempo… esto es de lo mejor que se puede hacer.
Por otro lado, ya tenga a la puerta Shortbus; vamos a ver qué tal…
abrazos!!
Buenooo, ya me dirás. Brando es como un vitruoso del violín o del piano tras cuyo concierto te has quedado extasiado.
Abrazos.
Alfredo, querido amigo. Brando, el original en su versión y en su carácter, un mito. La pelicula, como bien dice nuestra nómada, súblime en su versión original. Kazan que se sumo a la ‘caza de brujas’ luego fue ignorado por el establishment. Ya se vio cuando le fue entregado el ‘Oscar de honor’. ¿Recuerdas? fue una decisión polémica, con detractores y seguidores. Estamos otra vez en el perdono pero no olvido. Y allí tampoco se olvidan de su traición, por lo que el olvido – en este caso – se convierte en rencor.
Oye, Alfredo. Tú ¿Qué opinas? Si el cine de Kazan es bueno y transmite. ¿qué más da lo que ocurrió en el pasado?
Un abrazo
No hay nada que objetar al adjetivo de soberbia para la película. A mi el cine de Kazan me gusta, en general, y mucho. Aunque de Kazan tengo, claro, mala opinión. Pero eso me sucede con algunos otros creadores que ahora no vienen a cuento. La tesis de la película siempre me ha parecido, sin embargo, un poco forzada. Y ello debe deberse, creo, a esa necesidad de justificación personal por parte del director.
¡Brando! Creo que no tenía, a mi modo de ver, mucho registro. Y sin embargo, ¡qué grande!. Con todas las distancias y disculpas, en este sentido, me recuerda a Rodero. ¡Grandes, grandes! (y tan bello…, lo tengo que decir, y que además, si no me equivoco, nació el mismo día que yo, hala).
Besos ruidosos, pues, nada de silencio hoy.
Cierto, Diego, no recordaba lo del premio a toda su carrera; hubo gente que abucheó y que se negó a levantarse a aplaudir. A mí particularmente me genera opiniones contrapuestas. Tiene tres o cuatro grandes, grandísimas películas, quizá alguna más. En ese sentido es un creador importante. En cuanto a su comportamiento personal, discrepo mucho de su actuación y entiendo su ostracismo posterior simplemente por una razón: en un país de «libertades» las ideas políticas no son delictivas en sí si no van acompañadas de un delito tipificado, por muy comunista, fascista, machista o racista que se sea. Lo contrario obligaría a encarcelar a media población, y no sólo a los enemigos del dólar. Por tanto, no apoyo mccarthysmos ni a quienes les siguen el juego. Como digo más arriba no puede equipararse a Dalton Trumbo con Stalin por la misma razón que no se puede equiparar a John Wayne con Bush; unos mataron, los otros no, aunque opinaran en su casa lo que quisieran. El hecho de cometer delitos de sangre o crímenes sí es delictivo; ser guionista de izquierdas en un país capitalista no debería haberlo sido, y Kazan era presuntamente un tipo culto lo suficientemente capaz de ver la diferencia. Con todo, su actitud fue la que fue y a sabiendas del efecto que causaría, por lo tanto lo respeto como él aceptó las consecuencias previsibles. Sin embargo, utilizó su arte para justificarse, es decir, que fue él quien mezcló su actitud personal con su profesión, y ése fue su segundo error. Creo que si se hubiera dedicado a su cine y hubiera pasado página, incluso si de más mayor se hubiera explicado o, en su caso, disculpado, no hubiera durado tanto esa situación. Pero se reafirmó, no declarando en primera persona, sino con una obra maestra, que quizá fue lo que más dolió (y a su vez muchos envidiaron, no se nos olvide que en los rencores son primos de la envidia). Por tanto fue él mismo quien unió un posible juicio sobre él a su arte como director, y por tanto, la responsabilidad en cuanto a las reacciones es también suya.
Personalmente, aun deplorando su actitud, considero que lo sucedido me es ajeno, y por tanto para mí lo importante es disfrutar con sus películas, y conservar lo sucedido como forma de entender su cine y el contexto en el que lo rodó, porque más allá de opiniones personales, contribuyó a enriquecer su obra con profundas reflexiones, más allá de que las comparta o no.
Y sobre todo, no se nos olvide tampoco que es un caso conocido, pero que en otros países, no tan lejanos, ha habido artistas muy reconocidos y abanderados de la cultura que en el pasado se dedicaban a denunciar a sus compañeros artistas a la D.G.S., a espiar para las autoridades y a hacer de chivatos de los comisarios. Y luego, muchos años más tarde, además de académicos y premios Nobel, eran enterrados con todos los parabienes. Eso me parece mucho peor que lo de Kazan, que, al fin y al cabo, fue público y manifiesto, sin triquiñuelas, apariencias y puñaladas traperas por la espalda.
Eso es todo. Lo importante es extraer lo bueno y olvidar, o ignorar, lo malo.
Un abrazo.
Bueno Luisa, creo que Brando no ha estado nunca tan guapetón en el cine como en esta peli. Coincido contigo en lo de sus registros, quizá escasos, pero siempre sobresaliente. Su principal virtud, algo que después ha hecho también Nicholson, era la improvisación: podía dejar a todo el mundo a cuadros improvisando frases enteras de su propia cosecha, sobre la marcha, como la famosa escena de esta película (el asiento de atrás del taxi). Pondré una fenomenal escena suya en unas semanas (doblado, eso sí, para que se entienda).
En cuanto a la trama, es verdad que lo escrito por Miller se retocó para dar cabida a discursos personales y eso resulta un poco metido con calzador, pero aún así me sigue pareciendo maravillosa.
De las coincidencias con Brando no digo nada.
Besos ruidosos, pues.
Alfredo, querido amigo. Es verdad lo que dices y estoy contigo. utilizó su arte para justificarse. Me explicas muy bien que fue él quien se busco complicaciones mezclando su actitud personal con su profesión. Todo un error en cualquier sociedad, pero sobre todo la americana.
Un abrazo y gracias
Efectivamente, Diego, es muy probable que, una vez que las condenas del mccarthysmo quedaron en nada con su caída en desgracia y la gente volvió a trabajar, todo se hubiera «olvidado», de puertas para afuera, si el propio Kazan no se hubiera obstinado en su posición. Pero ya sólo se puede elucubrar. No tnene remedio.
Gracias a ti.
Una gran película que siempre quedará manchada por la figura de su polémico director. Saludos!
Manchada, sí, pero no creo que definitivamente. Al final su polémico origen quedará reducido a mera curiosidad. El olvido es cauterizador, por desgracia.
Un abrazo.
Red Ciudadana
Lo que comenzó como un impulso individual, se está convirtiendo en una plaza de encuentro para la discusión y el debate. Generación Y ha logrado involucrar a un montón de personas en todas partes del mundo que me ayudan con la actualización, las traducciones y la difusión de los textos. La colaboración principal ha sido para colgar los posts, pues desde la última semana de marzo no he podido acceder al sitio en los cibercafé públicos ni en los hoteles. De manera que envío mis textos por email, algunos amigos los publican y me mandan -también por correo electrónico- los comentarios que dejan los lectores. Soy una blogger a ciegas, una cibernauta con una balsa que hace aguas y que logra flotar gracias al apoyo de una espontánea red ciudadana.
Todo el portal http://www.desdecuba.com sigue bloqueado en los servidores de locales públicos. He ido haciendo una copia de los mensajes de error que muestran los navegadores cuando intento acceder y aquí les dejo una muestra. También sé que el apagón no es total. Amigos que tienen internet en sus centros de trabajo pueden visitar el sitio, pero eso me sirve de poco, pues a esos lugares soy yo la que no puedo entrar.
No obstante, tengo los mismos deseos de escribir en esta bitácora que cuando empecé. Ahora con más testarudez, pues no hay nada que me resulte más atractivo que aquello que se me impide hacer. Para saltar las dificultades de la conectividad y llegar a los lectores dentro de la Isla, otros amigos han creado un minidisk con el contenido del Blog, que distribuyen gratuitamente. A todos quiero agradecerles el apoyo, los remos y el viento que me permite mantener el rumbo.
Escrito por:
Yoani Sanchez, Blogg Generacion Y, 1 Julio 2008
Blogera cubana perseguida por la dictadura cubana
Exigimos
Libertad de expresiòn en Cuba
Libre y total acceso a Internet para el pueblo cubano
Cese a la represiòn y persecuciòn polìtica
Libertad a los presos politicos, a los periodistas encarcelados
¡Viva Cuba Libre!
La ví en su estreno, hace muchos años, con la devoción que entonces teníamos por el cine y, sobre todo, por el cine en blanco y negro. Y la he vuelto a ver, creo que una vez por año y, como «Laura de Preminger, permanece igual, sólida, grande, precisda. Cine,en concreto.
Muchos años, sí. Es una película que, para bien o para mal, nunca perderá su actualidad, y evidentemente, para bien, nunca perderá un ápice de calidad.
La estoy estudiando de nuevo, La ley del sienecio o Nido de ratas creo que en el caso de Kazan, parece que a pesar de su postura delatora, no le quita ni un ápice su gran oficio cinematográfico. Cada que veo sus escenas fotografiads por Boris Kauffman de manera enre realista y expresionista, incluso neorelaita cundolos trabajadores esperan que Terry Malloy se levante para empezar un jornada y musicalizadas por el gran Leonard Bernstein, no queda mas que rendirsenates la magia de ese gran cine que ya no se hace con es entreg y paión, cmo la pura actuación de Brando, Eva Marie Saint, Rod Steiger eincluo lactuaciónde Karl Malden como el padre que es capaz de legar hasta las últimas consecuencia para enfrentar a esa mafia portuaria que encabeza Johnny Friedly (Lee J. Cobb), todos soberbios, jamás sobreactuados.
Es cine con mayúsculas, aunque el pretexto ideológico sea para mantener un debate de conclusión discutible. Sólo una cosa, dices «incluso» la actuación de Karl Malden. Para mí Malden es uno de los mejores actores de reparto de la historia y reúne una colección de interpretaciones difícilmente igualables.
En realidad, el reparto en su integridad está soberbio.