Lacombe Lucien: memoria histórica a la francesa

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La película de Louis Malle de 1974 iba a levantar ampollas en la aburguesada sociedad francesa, obligándola a mirarse en el espejo de su pasado y dándole una bofetada de memoria en pleno carrillo de la amnesia que tantos esfuerzos costó levantar a Charles De Gaulle y sus adláteres. En unos tiempos en los que en España está en entredicho la conveniencia de recuperar o no los testimonios de nuestro bárbaro y criminal pasado reciente por temor, más que a reabrir heridas o a poder señalar con el dedo a los asesinos que aún viven (o a los descendientes que se han dado un baño de respetabilidad y olvido), a la puesta en primer plano de una realidad que nos despierte del complaciente estado de sedación en el que vivimos y no así ponernos en peligro de darnos de bruces contra nuestra verdadera naturaleza latente, el ejemplo de lo sucedido en Francia puede, una vez más, ilustrarnos, si bien, en esta ocasión, en la necesidad de no cometer los mismos errores y evitar así querer colgar de un farol a quien se atreva a mostrarnos la luz. Una Francia desmemoriada, que había guardado el pasado de sus padres y abuelos en el desván de los recuerdos, se encontró de repente con una innegable verdad mostrada en las pantallas de todo el mundo, y, como ocurre tantas veces, muchos en vez de mirar a dónde apuntaba, se quedaron mirando el dedo.

Lucien Lacombe (la alteración del orden en el nombre y apellido es por la acostumbrada anteposición de éste al declarar ante la autoridad) es un joven campesino cuyo padre, capturado por la Wehrmacht durante la invasión nazi, se encuentra en Alemania trabajando en un campo de prisioneros. Mientras, su madre, que se siente sola, se acuesta con su jefe. Lucien se mantiene al margen de todo, se deja llevar, va sin rumbo, a pesar de los terribles y funestos acontecimientos que le rodean diariamente: la ocupación nazi, los registros, las detenciones, las deportaciones, los atentados de la Resistencia, la infidelidad de su madre hacia un padre del que ni siquiera sabe si sigue vivo… La apatía, el aburrimiento, que no el patriotismo, llevan a Lucien a intentar ingresar en la Resistencia francesa (como todo el mundo sabe, repleta de españoles -los franceses estaban demasiado ocupados rindiéndose o colaborando con los nazis-), pero es rechazado. No se fían de un joven con fama de disperso, de distraído, de inconstante e irresponsable, un chico cuyo padre trabaja en Alemania para los nazis, de buen grado o por la fuerza, y cuya madre contemporiza con un hombre que tiene tratos con los alemanes. Ese rechazo, esa misma apatía, con un poco de ayuda por parte de la casualidad, le hacen caer en la policía que los alemanes y el gobierno colaboracionista de Vichy han creado para depurar la retaguardia (esta policía, sí, repleta de franceses). Su apatía le hace adaptarse con facilidad a cualquier situación, y asume perfectamente el papel de verdugo de sus propios compatriotas (muy ilustrativa en ese aspecto la fotografía de cabecera, disparando el tirachinas ante una foto del mariscal Pétain, el traidor de Vichy; inevitable relacionarla con la famosa escena de Casablanca en la que un sospechoso de la muerte de dos correos alemanes en el desierto es abatido a tiros por la policía colonial francesa y cae muerto a los pies de un cartel patriótico con el anciano mariscal como protagonista) como hubiera aceptado igualmente el de convertirse en combatiente y asesino de alemanes y de franceses colaboracionistas. Todo cambiará, sin embargo, cuando traba amistad con una joven judía que es hija de un sastre que tiene un negocio clandestino de corte y confección, y que se llama, precisamente, France. Desde ese instante Lucien alternará su papel como policía deteniendo a sospechosos, participando en purgas, redadas, tiroteos, interrogatorios y torturas, además de realizando su papel como «mascota» del grupo de franceses de la localidad que trabajan para los alemanes, con su relación personal, aparentemente incoherente pero aún así cada vez más frecuente, con el sastre judío y su hija, los cuales evitan la deportación gracias a los servicios que prestan a los policías a espaldas de los alemanes, hasta que esos caminos incompatibles, esa incoherencia, le hagan por fin salir de su indiferencia y tomar partido, no por Francia, sino por France y por sí mismo.

La película, una obra magnífica, sensacional, madura, para nada maniquea ni acusadora, sino simplemente demostrativa de unos hechos incontrovertibles de forma objetiva y desapasionada, entretenidísima pese a sus dos horas y veinte minutos de duración, plantea por tanto un asunto capital que la Francia de los setenta se había esforzado en olvidar: el colaboracionismo francés con los alemanes, la vergonzosa rendición en el verano de 1940 en el mismo vagón de tren (buscado al efecto por Hitler, como se sabe, muy dado a los escenarios wagnerianos) donde Alemania había firmado la humillante Paz de Versalles en 1918, las deportaciones de judíos franceses a los campos de exterminio, las denuncias, el permanente clima de guerra civil que se vivió en el país durante la ocupación, y sobre todo, la fuerte implantación entre las clases conservadoras francesas desde la victoria del Frente Popular y durante la guerra civil española de los planteamientos filonazis, a los que se entregaron con los brazos abiertos una vez que las tropas alemanas desfilaron junto al Arco del Triunfo, nueva paradoja. La tragedia del colaboracionismo, pretendidamente siempre camuflada por De Gaulle (un coronel que pasó a general sin hacer la guerra, por cierto, sin poner el pie en un frente), desde la radio de Londres y sobre todo desde su discurso tras la liberación de París (encabezada, una vez más, por republicanos españoles, pero que él atribuía a la propia ciudadanía parisina), escondía además a las numerosas tropas francesas que combatían junto a los alemanes o bien incluso dentro de la propia Wehrmacht, como los últimos regimientos que defendieron Berlín ante el acoso soviético en 1945, muchos de los cuales estaban formados por franceses. Por supuesto, ni que decir tiene que a la Francia nacida de la proclamación de la V República tras la independencia de Argelia no le apetecía echarse en cara a sí misma la traición y el colaboracionismo con los mayores verdugos de la Historia (como en España determinados sectores siguen tendiendo un tupido velo sobre sus vergüenzas pasadas, esperando que la amnesia termine de darles la victoria que fue sólo militar y política, pero nunca legítima), y la película recibió críticas, varapalos, ataques y acusaciones de «antipatriótica» (es decir, exactamente igual que ocurre en España con quienes quieren convertir el pasado, precisamente, en Historia, un fenómeno que se pueda analizar, estudiar, catalogar y del que puedan extraerse conclusiones de manera aséptica, no en clave política actual y continua), apelativos que realmente escondían el miedo de quienes tenían cosas que ocultar a que las verdades salieran a la luz y de que su principal preocupación, su lugar en la posteridad, el empeño de toda su vida, quedara empañado para siempre (una vez más, igualmente como en España hoy en día). Es obvio que en Francia, al día siguiente de la liberación, ya no había franceses que hubieran apoyado a Hitler, como en España, al día siguiente del funeral de Franco, ya no había franquistas; las sociedades son así de hipócritas. Bastó una película para demostrar que en Francia seguía habiendo elementos traidores del pasado, como ha bastado en España muy poco para probar lo mismo.

La película, que cuenta con actores relativamente desconocidos (no así sus rostros) como Pierre Blaise, Aurore Clément, Thérèse Giehse, Holger Lowenadler, Jean Bousquet o Jean Rougerie, es una de las mejores obras de un cineasta magnífico como es Louis Malle, quien, especialmente en las películas en las que habla de la ocupación alemana (maravillosa Au revoir les enfants), siempre ponía muchas dosis de emotividad y memoria propia. Ayudan a completar un magnífico marco la música del gran guitarrista de jazz Django Reinhardt, y la fotografía espléndida del habitual colaborador de Sergio Leone, Tonino Delli Colli. Pero sobre todo es Pierre Blaise, el actor que da vida a Lucien, quien está soberbio. Se le ha acusado en ocasiones de crear un personaje estúpido, un tipo absurdo, apático, indolente, plano, un maniquí sin gestualidad ni emoción. Quien critica así la fenomenal actuación de Blaise en un personaje que le estaba pidiendo exactamente eso, no repara en que su personaje es la personificación de toda la Francia de 1939-1945. Sus posiciones iniciales, su evolución, su búsqueda, su abrazo al colaboracionismo, su posterior actuación, no hacen sino emular la propia evolución de Francia en aquellos años, de la apatía en la llegada de la tormenta a la tardía reacción, pasando por la tibia oposición y el derrumbe francés de 1940, poniendo la historia de Lucien en primer plano como metáfora y explicación de la incomprensible deriva del país que trajo la Revolución, la democracia y los derechos civiles (y sí, no me estoy olvidando de Estados Unidos; los estoy omitiendo voluntariamente) y que apenas ciento cincuenta años más tarde se entregó en brazos de la barbarie y de muy buena gana.

Sin duda una película para pensar, para analizar la debilidad de las falsas democracias y de lo fácil que resulta su conversión en crueles gobiernos dictatoriales, y sobre todo, constituye una acertadísima reinvindicación de la memoria como instrumento de juicio (por mal que les pese a quienes desvarían en la prensa un día y «olvidan» sus palabras al siguiente) y de la Historia (sin manipulaciones con las que arrimar el ascua a la sardina de cada cual) como instrumento de incalculable valor pedagógico, periodístico y formativo, al tiempo que da pie a reflexiones más profundas, al papel que occidente, cuyo pasado bárbaro no tiene parangón alguno, debe ejercer como ejemplo frente al mundo: el reconocimiento de los propios errores, el enjuiciamiento de sus propios verdugos, el reconocimiento de sus propias miserias, sin tergiversaciones, sin versiones edulcoradas, antes de dar lecciones de democracia al mundo y de pretender que hagan otros lo que él no es capaz de hacer, antes de crear fenómenos como los tribunales internacionales (que terminan juzgando, como los tribunales convencionales, sólo a los criminales pobres, sin apoyos, de países sin avalista, mientras quienes deciden las muertes desde los despachos se cubren de halos de libertad o quienes son demasiado poderosos ni se inmutan) o de promover la detención y procesamiento a escala mundial de dictadores y criminales, mientras se esfuerza por esconder sus cadáveres en el armario. ¿Miserables? Sí. Mientras no se note…

41 comentarios sobre “Lacombe Lucien: memoria histórica a la francesa

  1. Bueno, Magda, en realidad no es una película cómoda de ver, no porque resulte desagradable, sino porque, aunque no contiene escenas particularmente repulsivas, los dramas morales y lo que se palpa, lo que sobrentiende, lo que no se ve, remuerde la conciencia. Ahora, el sofá sí es imprescindible…
    Un abrazo.

  2. Buenoooooooooooo!!! Esta sí, esta sí que me gusta y muuuuuuuuucho.
    Es cierto que no es cómoda de ver pero es magnifica y cómo se ve lo que no se ve…lo que se aparca ahí en algún laberinto de la conciencia, hay escenas muy difíciles de realizar y tan bien realizadas. Cuánto he admirado y admiro a este director.
    Mi familia vivió en Francia unos años y no sé si será por eso pero siempre me enganchan las historias made in France.
    VIVA LOUIS MALLE!!! y VIVA EL BUEN CINE!!!

  3. Alfredo, amigo, esta película me gustó muchííísimo cuando la ví. El argumento, a pesar de ser duro y fuerte, me encanta. Es la dualidad y poca coherencia del personaje. Mientras por un lado ‘vende’ su alma al diablo, los nazis, se enamora de ‘France’, no su país que tiene unos valores y una historia, sino de una chica judía.

    Al final, y a pesar de los crímenes cometidos y la traición a sus compatriotas, gana el corazón. Un mensaje, Alfredo, que me encanta a pesar de lo fuerte del argumento.

    Un abrazo lector,

  4. Valentín, ati especialmente te gustará, seguro.
    Un abrazo.

    Entrenómadas, haces notar adecuadamente la importancia de lo que se da por entendido, las miradas, los silencios… Fantástica. A mí Malle me parece un director extraordinario, ese «El soplo del corazón», con toda su polémica a posteriori, y sobre todo «Ascensor para el cadalso»… Genial.
    Besos.

    Diego, si Lucien representa la Francia timorata, acomodaticia de entreguerras y la pusilanimidad de 1940, France es el otro lado, la población civil, mestiza, sufriente, múltiple en su variedad: tan francesa como Pétain pero contraria a una Francia simulada.
    Un abrazo.

  5. Me encanta el cine de Malle,y te diré más,creo que gana con el tiempo.Adiós,muchachos es una película que ví en el mágico programa de Garci,Qué grande es el cine.Como todo lo más importante de la película ya lo has dicho,y creo, que mejor que nadie,sólo te puedo decir que admiro Ascensor para el cadalso con una banda sonora insuperable,y del periodo americano también me gusta Atlantic City,película olvidada y para volver a descubrir.
    Como siempre,disfruto mucho de tu sabiduría cinematográfica.
    Un abrazo.

  6. No exageres, Francisco, que decir sabiduría es decir mucho… Malle es un director atípico, pero quizá el más regular en cuanto a calidad de los clásicos franceses de la segunda mitad de siglo XX.
    Un abrazo.

  7. Esta desmemoria de la que hablas hoy les ha pasado a todos los países que han participado en guerras y aún sigue ocurriendo hoy en día. Cierto que hubo purgas pero la mayoría de los fascistas y nazis siguieron ocupando sus puestos de poder en la justicia, la policía… Es una canallada y de las grandes.
    Mi preferida de Malle: Atlantic City, qué grande Burt Lancaster.
    Tu post: soberbio.
    Besos.

  8. Y jueces, Lucía, lo que es todavía más grave. En Alemania y Francia muchos jueces que deportaban gente y ordenaban esterilizaciones forzosas, por ejemplo, siguieron desempeñando sus cargos tan campantes. En España, los mismos policías de la DGS que torturaban pasaron a ser responsables de departamentos importantes, incluso ascendieron en el escalafón.
    Gran sugerencia, qué gran película, qué grande Lancaster.
    Gracias. Besos.

  9. Pues después de semejante entrada me toca apurarme: se ve una delicia, y me gusta que digas que es entretenida, porque a veces las películas fancesas se me vuelven irrespirables.

    abrazos,

  10. Perdona Magda, me refería a que no podrás estar repantingada en el sofá como si nada, que la mano con las palomitas se te quedará a medio camino de la boca, porque la película te absorbe, concentra toda tu atención. Disfrutas, pero no es una película para recogerse bajo una manta de cuadros y disfrutar.

    Querido Fernando, siempre voy andando a todas partes, apenas cojo el bus… Pero cada día tengo un enamoramiento de media hora, te lo prometo, y todos los días con la misma. Luego se me pasa, hasta el día siguiente. Algunos nos contentamos con tan poco…
    Un abrazo.

    Malvisto, tienes parte de razón con el cine francés, pero sólo parte. Observa con tranquilidad cualquier película francesa que aparezca aquí, ten la garantía absoluta de que no te vas a aburrir. Y si no, te devolvemos el dinero…
    Abrazos!!!

  11. Pues algo hay, Noe, incluso sin haber esperado al fin del franquismo, aunque no son películas completas, sólo momentos puntuales muy críticos y que inexplicablemente superaron la censura (aunque desde que Pío Cabanillas -padre- se hizo cargo del ministerio del ramo hubo un poco más de manga ancha). Ahora me acuerdo de Saura: «La caza», «La prima Angélica», incluso, en cierto modo, «Cría cuervos». También «Las bicicletas son para el verano», hasta cierto punto, «Las largas vacaciones del 36″… Pero no, a este nivel tan explícito, nada de nada. Incluso la guerra y las penurias nos las hemos tomado por el lado folclórico.
    Un abrazo.

  12. Efectivamente Eugenio, se ha ido a hacer puñetas. No lo comenté porque en el blog Cinegoza le dedicaron un estupendo post en su momento. Te recomiendo visitarlo. Gracias por el enlace.
    Un abrazo (de Las Fuentes)

  13. una película magnífica y un magnífico artículo, felicidades, me quito el sombrero (y eso que no llevo) una gran lección de historia, tampoco habían nazis en Alemania cuando cayó Hitler… Es preocupante el olvido, mucho, y el olvido siempre beneficia a la canallesca dominante… En España se dice que ha habido transición a la democracia, lo que no es cierto del todo como está demostrando la ley de la memoria histórica, y además si no recuerdo mal aquí había una república que un militar quitó de enmedio a cañonazos, o sea que esta monarquía viene impuesta por la época franquista… el día que España efectúe un referéndum entre república y monarquía, si lo gana la monarquía será legítima pero en estos momentos es impuesta… eso también forma parte de la memoria histórica y de la herencia de la dictadura. Sobre si es preferible república o monarquía creo que prefiero un presidente con el temple (aunque no me convence del todo) de Zapatero a un rey que en vez de callar o pedir cuentas a Chávez le dice que se calle, eso también lo puede decir el macarra de mi barrio… Temas muy interesantes los que plantea la película y el comentario. Saludos.

  14. Gracias, Samuel. Creo que las enseñanzas que proporciona esta película a quienes no hemos vivido situaciones parecidas (por suerte) son indispensables. En realidad la película habla más de la gente común que de los grandes nombres, pero todo guarda relación.
    Y, aunque no sea el tema, y aun siendo republicano, no olvides que la monarquía está ahí porque la gente la votó en la Constitución, así que tiene coartada para rato. No me gusta, pero es así, y me temo que la mayoría está tan contenta.
    Gracias. Un abrazo.

  15. Llego con retraso, mucho, pero semejante entrada no me ha dejado indiferente. Había visto esta película, no recordaba el título pero no me ha costado reconocerla. Todas los pueblos tienen muchos pasajes de su historia de los que avergonzarse. Cuando la vi, envidié a los franceses, uno de ellos había obligado a mirarse al espejo a toda la nación. También pensé si llegaría el día en que algún español sería capaz de hacer lo mismo. Todavía me lo preguntó.

  16. Minerva, ya te echábamos de menos. En España hay solamente apuntes en relación a lo que dices, en obras de Saura, Camus, Fernán Gómez, Borau, pero aún queda por rodar la gran película (seria, ya basta de comedias costumbristas) sobre nuestro pasado y sobre nuestras vergüenzas.
    Bienvenida de nuevo.

  17. Malo el comentario, es tipico de gente de izquierda que tiene una patetica envidia a De Gaulle (católico- Conservador y militar), que fue el único que se opuso a la rendición, no como los comunistas, que no cambatieron o sabotearon el esfuerzo de guerra a instancias del pacto Ribentropp-Molotov. Además De Gaulle fue Comandante de la División acorazada armada a última hora, que fue de las pocos que obtuvo un triunfo parcial en la batalla de Abbeville (junio 1940), por lo que antes de comentar informese. Además en la batlla de Bir Akeim (oct. 1942), las fuerzas francesas libres (goullistas), estaba bien formadas por Españoles republicanos y fueron de las tropas y mando más felicitados por De Gaulle

  18. Estimado Nicolás, me atribuye usted una envidia absurda, por los mismos motivos que usted mismo cita: entenderá que entre todo lo que se puede ser en esta vida, no envidie precisamente ser católico, ni conservador ni militar, tres cosas que no querría ser ni por asomo, como tampoco me gustaría ser comunista, por cierto. La verdad es que De Gaulle es un personaje muy controvertido, y nadie puede negar que en la guerra no vio el frente ni de lejos. Conozco muy bien la participación española en las tropas francesas de la II Guerra Mundial, y todas las virtudes de comandantes como Leclerc son las que echo en falta en personajes como De Gaulle, cuya labor más tarde al frente del gobierno retrató muy bien el tipo de elemento que era.

  19. Estimado: Ud. carece de conocimiento historico sobre De Gaulle. No insistiré más que en decirle que vió el frente bien de cerca en las dos guerras. Concuerdo que es un Personaje contradictorio. Hay que leer a Mitterand, Alexander Werth y Philip Barres (críticos y aduladores), pero después de leerlos todos términan sino engrandeciendo su figura histórica, con un profundo respeto por este hombre. Por lo menos un hombre decidido frente a la tropa de pusilanimes, derrotistas y mediocres que han imperado en este planeta. Sobre Leclerc, éste era un personaje de pelicula, pero no alcanzó a conocerse en el plano político. Le aclaro que no le imputo envidia a De Gaulle por ser Católico, Conservador y Militar, sino porque a un tipo como él se le ocurrió no comprarse el derrotismo complice (con grandes excepciones, por cierto) de izquierda y la patética conformidad de derecha que dió pasa a la colaboración.

  20. Estimado Nicolás, sé perfectamente a qué se refiere. Y también sé que mientras Leclerc se batía el cobre, De Gaulle se dedicaba a mantener la ficción de una Francia en igualdad de condiciones con sus aliados bien resguardado en Londres. En ningún momento discuto su grandeza como personaje histórico (no se puede entender la historia de la Europa de postguerra sin él) e incluso para mí tiene momentos brillantes (sin ir más lejos, su oposición a que el Reino Unido perteneciera a la entonces CEE), y también estoy de acuerdo en su carácter distintivo con respecto a la debilidad de sus contemporáneos franceses. Pero estableciendo en una balanza logros y críticas, y sobre todo la forma en que aprovechó el protagonismo que le cayó encima casi de casualidad (recordemos que mientras otros franceses combatían o se quedaban a rendir sus penas en Francia o en la resistencia, él se largó a Londres), me hacen no mirar a este señor con simpatía.
    En cualquier caso, sus comentarios enriquecen de forma exponencial el artículo, cosa que le agradezco.

  21. Gracias por su frase final. Solo existe un mínimo interés en la historia y sus personajes. En cuanto a la pelicula misma, es un lujo, estando o no de acuerdo en todo el mensaje. Los Franceses, como los Españoles saben hacer peliculas y retratar la historia y son un lunar entre todo en cine «rasca», como decimos los Chilenos que viene de EE.UU., con las grandes excepciones de siempre.

    Saludos

  22. En efecto, Nicolás, el interés por la historia es mínimo, como por todo en general, dado que la amnesia y el interés por lo inmediato y fugaz es la primera norma occidental de comportamiento. El cine, gracias a películas como ésta, colabora en conservar la memoria y en abrir puertas a la reflexión. Por eso muchas veces de estas películas salen polémicas y discusiones, que sin embargo, son una consecuencia deseable dentro del mundo amnésico y absurdo que nos toca vivir y que por lo general Hollywood contribuye a mantener.
    Saludos

  23. La película, la vi anoche en TCM, no es solo buena, es una obra de arte que hipnotiza, como el personaje central, Lucien. Lo único que me repele es el comentario del autor del texto. Frases largas llenas de numerosas oraciones secundarias, obsesión por compara la Francia ocupada con la España de la dictadura, incomparables desde tantos ángulos, un comentario de un buenista republicano seguro que marxista, que es estomagante, pretencioso y pedante hasta más no poder.

  24. Tarabico, es muy fácil, no lo leas y en paz. Así saldremos ganando los dos. A ti te repelen unas cosas, y a mí otras, como la estupidez y la ignorancia de algunos comentarios memos.
    Buenista republicano, marxista… Si tengo que calificarte yo por lo que escribes, seguro que tendría mejor ojo.
    Fíjate, no he usado subordinadas.

    1. No presumas de lo que no eres y estás harto lejos de ser, eres un izquierdista intolerante e insultador, a ver si aprendes modales para esponder comentarios que te sacan los colores. Eres un pedante que no lo sabías pero ahora ya lo sabes y no puedes aducir ignorancia. Ajo y agua, pues

      1. Tarabico, cada mes o así nos cae por aquí un cretino. Felicidades, has ganado.
        En primer lugar, respondemos a los comentarios exactamente en el mismo tono en que estos se producen. Es decir, que el intolerante, el ignorante y el insultador se lleva exactamente la misma medicina, como es tu caso.
        Un comentario crítico, en la línea de criticar el estilo o bien el contenido (pongamos por caso, las diferencias del caso francés y del español en cuanto a memoria histórica -veo que no has comprendido, tampoco, el fondo del texto) no merecería respuesta insultante ninguna.
        Tu primer comentario es, en cambio, tan maleducado, tan mediocre, tan poco riguroso y tan irrespetuoso, que te has ganado esa respuesta, y de paso, esta.
        No me digas que eres un cachorro de la derechona actual, o quizá algún «fachilla» de diseño, o quizá el hijo o nieto de algún asesino. La forma en la que escribes y tu falicidad para insultar y calificar a quienes argumentan con solidez posiciones contrarias a las tuyas, es lo habitual en ellos. Esa es otra diferencia entre Francia y España; allí la gente se avergüenza de aparecer públicamente siendo lo que eres tú.
        Quien, rechazando el texto, no sólo lo lee sino que comenta insultantemente y, cuando es puesto en su sitio, vuelve a por más, suele tener problemas, bien de aburrimento bien de deficiente construcción cerebral.
        Ah, por cierto: cualquier comentario tuyo que no se refiera al texto, a favor o en contra de su contenido, y que contenga insultos, contra mí o contra cualquier otra persona, será eliminado.
        No se trata de censura, sino de higiene quirúrgica. De vez en cuando hay que limpiar la mierda.

      2. Ya veo que te cabreas cuando te echan en cara la verdad. Impides as´`i conocerte a tí mismo, allá tú. También veo que practica el sucio método de vetar comentarios adversos, allá tú, puedes meterte el blog por donde gustes. Veo por último que embistes a las descalificaciones en vez de demostrar lo que ni puedes ni quieres, que lo Francia y España separecen tanto como un huevo a una castaña. Y por último, no taches a los demás de fachas porque llevas acuñado que el facha eres tú aunque te creas un izquierdosillo. En fín, es lo que hay, encájalo, cállate y agradece el análisis que tomas por insulto.

  25. Vuelves a equivocarte. Ni estoy cabreado -más bien me divierte asistir a tus pataletas de niña malcriada- ni se te ha vetado ningún comentario. Compruebo que lo que ocurre es que no has entendido el texto -normal, es natural en quienes recurren a la violencia verbal cuando no tienen otra cosa que hacer-, y por tanto no te das cuenta de qué va, e insistes en una comparativa entre el caso francés y el español que nadie ha planteado. Lo que se ha planteado es la diferencia en la actitud de las instituciones, los poderes y los ciudadanos franceses sobre su pasado, y la nuestra, y con la exposición pública de tu imbecilidad, me das la razón.
    Por último, el blog es mío, así que quien tendrá que largarse, o callarse, serás tú. Ya sé que los fascistas os creéis que por derecho divino, todo es vuestro. Pues te jodes. Ve a asustar niñas al recreo.

  26. Díme algo acerca de «La Setencia» porfa. Ayer vi unos trozos y me gustaron bastante. Lo peor era cómo un achacoso Michael Cane que estaba al borde del infarto, a veces rejuvenecía espectacularmente y también cómo no paraba de rezar y besuquear la medalla de San Cristóbal. Quedaba algo ridículo.

  27. Pues creo que es una película bastante floja porque está filmada sin compromiso, con frialdad, sin terminar de explotar el argumento, apuntando un montón de cosas pero sin terminar de sacarle el meollo a ninguna. Caine está bien, como siempre, pero como bien dices, el personaje está insuficientemente perfilado, creo, hasta el punto de resultar artificioso y un poquito incongruente. Lo mejor, las interpretaciones. Pero creo que, a causa del guión, que no dibuja bien del todo los personajes, y que en las situaciones resulta muy superficial, la película no termina de funcionar bien. Y, además, le sobra un cuarto de hora.

    1. Pues muy tibia, Carlos. Formalmente, que tiene esa pátina tenue, gris, de los modos y maneras digitales de hoy (las películas ya no parece que tengan fotografía, sino píxeles; cuando se ven en la televisión, y aun en el cine, el efecto es asqueroso) y, sobre todo, temáticamente, porque no va al grano y se pierde en recovecos dramáticos que chocan con la vocación de denuncia. Personalmente, estoy cansado de que la gente haga parábolas y metáforas sobre el nazismo («Napola», «Good», etc.), por lo general, bastante superficiales, y no hagan una película, directamente, sobre un nazi convencido, un criminal, un racista, un exterminador. Claro, ya se sabe: en el cine un personaje así siempre se considera no comercial, nadie iría a verla. Un personaje negativo impide la identificación del público, y sin ésta no hay seducción. Pero sería lo que corresponde. Y si no puedes -o no quieres- hacerla así, mejor no hagas nada. Para sucedáneos incompletos, pues mejor filmas otra cosa.

  28. Aprendo de historia con tan variados puntos de vista. Valdría la pena leerlos si agregaran sus opiniones al libro póstumo de Irene nemirovsky , La suite francesa. Gracias

    1. Gran escritora. Me interesa mucho la parte inicial, cuando se narra la estampida derivada de la caída francesa frente al avance alemán en verano de 1940. Posee una viveza y está narrada con un pulso y un estilo muy notables. El resto, la historia propiamente dicha, me convence algo menos, a pesar de que el estilo se mantiene. Roza peligrosamente el folletín aunque se trata de alta literatura.

      Gracias.

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