
LA ENSEÑANZA EN EL CINE (IV)
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, en el umbral de la muerte, que no había vivido (Walden, de Henry David Thoreau).
El extraño profesor Keating, interpretado por Robin Williams, en quien los jóvenes alumnos de Literatura Norteamericana no ven sino una continuación del espíritu del colegio Welton, una de esas rancias instituciones educativas de Nueva Inglaterra que pretenden conservar la estética y los valores trasnochados de los internados británicos más de cien años después de la independencia americana, les sorprende cuando les pide que le acompañen al vestíbulo del edificio principal para contemplar las viejas fotografías de los antiguos alumnos. «Carpe diem«, «aprovecha el momento», repite el viejo lema del Collige, virgo, rosas, «coged las rosas mientras podáis»…, mientras les invita a fijarse con detenimiento en los rostros petrificados de antiguos jóvenes alumnos de un siglo atrás que son ya alimento para los gusanos en 1954, cuando se inicia la trama, rostros ante los que pasan cada día varias veces aunque no se detienen a mirarlos, son parte de la estética del lugar, entre trofeos, medallas, camisetas de rugby, rostros como los suyos.
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