La tienda de los horrores: El cuerpo (The body)

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Hay que reconocer que todo lo que tiene que ver con misterios, mentiras, secretos y demás engañabobos sobre la Iglesia Católica y la figura de Jesús de Nazaret vende, vende mucho. Siempre ha sido así, de hecho es el personaje histórico que más aparece en la Historia del Cine, justo por delante de Napoleón Bonaparte, aunque desde la aparición de las novelas baratas de Dan Brown y toda la literatura pseudocientífica surgida a raíz de su publicación, puede considerarse casi un género de ficción en sí mismo. Ante tal fenómeno, pueden tomarse tres posturas: la de la fe (cuando uno cree un disparate lo llaman loco, cuando son cien los que lo creen lo llaman secta, cuando son millones lo llaman religión), la de la historia, la filología y la ciencia (recomendable, para interesados en la seriedad y rigor del asunto, visitar el blog de Antonio Piñero), o la de los amantes de los juntaletras que venden ficción con pretensiones de verdad inamovible, como el mencionado Dan Brown o los patéticos documentales de James Cameron y Simcha Jakobovici. A este último apartado pertenece la coproducción entre Estados Unidos e Israel titulada El cuerpo, dirigida en 2000 por el debutante Jonas McCord, basada en la novela de un autor prescindible como es Richard Ben Spair, y cuya única virtud consiste en haber separado, acertadamente, la idea de Dios de la idea de Iglesia, conceptos que siempre han tenido poco que ver más allá de la conveniencia formal de ésta última.

Antonio Banderas da vida Matt Gutiérrez, sacerdote para todo y ex-guerrillero centroamericano, que ahora sirve a los intereses de los Servicios Secretos Vaticanos desfaziendo entuertos allá donde lo mandan. La misión presente es peliaguda, porque el tema va de que una arqueóloga judía, la doctora Sharon Golban, ha encontrado una tumba y un sepulcro en Jerusalén que podría corresponder a Jesús de Nazaret, el Mesías de los cristianos, lo cual demostraría que no resucitó, y al negar así el hecho de la resurrección, por tanto, se carga la piedra angular de la religión cristiana. La película, una intriga bastante endeble cuya preocupación principal es la venta de humo al espectador, consiste en la relación entre arqueóloga y sacerdote, las intenciones de uno y otro en cuanto a que el hallazgo salga o no a la luz, y desde luego que, de confirmarse la identidad de los restos (para lo cual no explican, como le pasa a Cameron, con quién van a cotejar el ADN de los huesos para comprobar que se trata de Jesucristo y no de un pariente lejano de Cañita Brava, Santiago Segura, Jerry Lewis o de Hugo Chávez, por no salirnos del mundo de los payasos), ello no suponga una conmoción a nivel planetario que induzca a miles de cristianos a convertirse en Caballeros Jedi, todo ello mezclado con el clima de tensión y enfrentamiento entre israelíes y palestinos y el habitual oscurantismo que promueve la Iglesia en todos los asuntos que pueden causar una reducción en su parroquia, en lo que fallan el tiro, por cierto, porque el enemigo lo tienen en casa en forma de intolerancia, falta de miras, y en las contradicciones entre lo que predican y lo que hacen.

Más allá de la intencionalidad político-religiosa de la cinta (últimamente han surgido libros y películas especulativas sobre la presunta tumba y los restos de Jesús promovidas por productores judíos, en un triste intento por restar legitimidad a la religión cristiana, descalificando el dogma de la resurección, como prueba el último trabajo documental de James Cameron, de religión judía, por cierto, como si el judaísmo fuera sota, caballo y rey), el principal problema es que pretende ser una superproducción sin dinero, vendiendo a cada instante una presunta espectacularidad que se derrumba ante la evidente falta de medios, por no mencionar la artificiosidad de los personajes, lo ridículo de algunas relaciones (la atracción entre la arqueóloga y el sacerdote no es de traca, sino de mascletá), la histriónica música sin venir a cuento, el humor de trazo grueso y forzado y lo endeble del guión, adaptado por el propio director a raíz de una novela que se presume infumable, un producto, como mucho, para entretenerse en la sala de espera del dentista o en los trayectos del transporte público, un libro de esos que no importa que se mojen cuando llueve. La intriga inicial no carece de interés, pero el desarrollo fundamentado en una cuestión de afirmaciones de fe (que como tales no ‘precisan’ del uso del cerebro ni de los mecanismos racionales para su construcción) deja frío al espectador, que se siente testigo de una trama banal, sin sentido, envuelta en acción y algún que otro tiroteo, pero que no esconde cierta complacencia y cobardía ante el poderío de la Iglesia Católica (ciertamente, el Vaticano protestó en su día por el rodaje de una película con semejante tema, y ello debió influir en la construcción final de un guión rebajado y complaciente; por otro lado, resulta chocante que la Iglesia otorgara a esta película un cierto halo de peligro para la integridad de la fe: la película es muy poca cosa para preocuparse si tenemos en cuenta otras muchas cosas que sí le restan clientela a los chicos de San Pedro), eso sí, en la tradición del best seller que mezcla elementos sugerentes para obtener cóctails eficientes en los quioscos y en las librerías de segunda mano: religión, espionaje, arqueología, fe, Jesucristo…

En resumen, infumable producto, previsible hasta la náusea, que nos obliga a preguntarnos el motivo por el que los actores españoles (Javier Bardem aparte, ya que parece el único con criterio) se empeñan en pretender dar el salto al cine de Hollywood y participar en bodrios como el que nos ocupa (en justicia, del trabajo de Banderas en América hay que salvar su película como director Crazy in Alabama, muy interesante). Sin duda, un film para visionar con unas cuantas copas de más encima. Si no, no respondemos por los efectos que pueda ocasionar…

Acusados: Jonas McCord y Antonio Banderas.
Atenuantes: al menos, para mojarse mal, prefieren no mojarse.
Agravantes: no es una comedia, aunque lo parezca, la intención era seria.
Condena: culpables.
Sentencia: rodar una película sobre el hallazgo de los presuntos restos de Perico el de los Palotes, Sacamantecas, el ratoncito Pérez y el hombre del saco, con Banderas en el papel de saco.

15 comentarios sobre “La tienda de los horrores: El cuerpo (The body)

  1. Ésta también la vi en la tele no hace mucho. Flojea por todos los lados. Por decir algo bueno, que sale Jerusalén y que la actriz que hace de arqueóloga es preciosa. Vale, y que Banderas me cae bien.

  2. Texto genial.A Banderas le veo en todas sus películas malas americanas un tanto tenso,como si quisiera hacerlo mejor.Ay,si se hubiera quedado con Almodóvar le veríamos mejor, limpiando tumbas en algún lugar de la Mancha.
    Un abrazo.

  3. Gran reseña, como siempre, yo creo que debo tener un sexto sentido para estos bodrios, porque ultimamente toda película que pones en esta sección he pasado de verla, y es muy extraño la verdad, porque lo veo absolutamente todo. Me seguiré fiando de ese sexto sentido de ahora en adelante.
    Saludos!

  4. Me gusta leer las entradas de algo que no te gusta y condenas: siempre te sabel bien; instructivo y gracioso…. ¿Y es cierto que tú te las miras?: mucgo aguante; yo no soy capaz.

  5. jajajajaja, me avergüenzo un poco, un poco. Yo la he visto y me entretuvo un montón. Ahora leyéndote me avergüenzo. Pido perdón. Esta peli descubre mi punto freacky. Pero tengo que decirte que tienes toda la razón. Me conviene leerte siempre. De lo contrario igual me voy a ver las secuelas. Y después quién sabe si me hago adicta de Torrente.

    Castigo: Leer a Daw Brown. Con eso es suficiente.

    Besitos

  6. Pues yo la vi en un autobus durante un viaje Zaragoza o Barcelona (o quizá el contrario) y creo que para eso está bien, para entretener a los viajeros incapaces de quedarse dormidos, porque te entretienes con la cantidad de tonterías que hacen y dicen. Por cierto, que ayer me enteré que unas cuantas compañías aragonesas de transporte de viajeros han sido condenadas a pagar el cánon por los reproductores de música y video de sus coches. al final le tendremos que agradecer a la SGAE el haber acabado con el género «para viajes».

  7. Tienes razón, Noe, son dos aspectos agradables de la peli. La chica, y el hecho de que se hayan molestado a ir hasta allí; últimamente se ruedan demasiadas películas en las que, por cuestiones de presupuesto, se rueda en Bratislava, Bucarest, Belgrado, etc. y se las hace pasar por cualquier otro sitio… Jerusalén es insustituible. Y Banderas me cae muy, muy bien.

    Francisco, estoy de acuerdo. Él es consciente del valor de los papeles que representa allí, y no me cabe duda de que él vale mucho más de lo que se ve en esas cintas. Su momento llegará, posiblemente, en el momento que dejen de pensar en él como en un guaperas y le den papeles de verdad.
    Un abrazo

    Iván, pásanos la receta. Aunque a mí estos bodrios me vienen bien para mantener la sección…
    Un abrazo

    Malvisto, las veo, sí. Es una especie de dopping… Para distinguir el grano de la paja (con perdón), hay que verlo todo.
    Abrazos

    Entrenómadas, es un pestiño. En su momento, cualquier película puede ejercer una labor terapéutica de entretenimiento, pero sólo eso, y en pequeñas dosis. Como te hagas adicta a Torrente tomaré represalias…
    Besotes

    Minerva, efectivamente, muchas compañías han dejado de poner películas en los viajes para ahorrarse los pagos. En cualquier caso, una película de éstas puede ocasionar un motín en el pasaje de cualquier medio de transporte. Yo no me arriesgaría…

  8. Alfredo, voy a decir algo insensato y bobo, como si fuera una adolescente, sabrás disculparme 😦 Antonio Banderas me encanta, como actor no es malo, a mi me gusta, aunque hay películas que hace muy gringas, eso es lo malo, pero bueno. Pero él es guapísimo 😛

  9. Antes que nada felicito tu capacidad de verlo todo y darle a todo un espacio crítico. Además te diré que:
    no veo banderas hasta que me demuestren lo contrario;
    no veo rollos del mar muerto aunque me aseguren que resucitará;
    me gusta esa frase muy woody allen sobre las tres posturas posibles.
    Otrosí: Lo de Cameron y los judios lo encuentro, usted sepa perdonar, un pelín paranoico. Los católicos, mal o bien, son sus únicos aliados posibles; no creo que les interese crear otro enfrentamiento religioso en estos momentos.

  10. Cacho de Pan, Cameron y Cía. son paranoicos como poco. O algo mucho peor, puesto que algo más que paranoico es quien disfraza de ciencia rigurosa un montón de banalidades y tonterías para decir que unos dioses son mejores que otros.
    Hombre, hay cosas de Banderas que merecen la pena. En USA ninguna, en España alguna hay. «Crazy in Alabama» merece la pena, de verdad.

  11. Magda, me parece muy bien. Como actor no me parece malo, los que me parecen malos son los papeles que le llegan, o los que elige, en su caso. Es guapetón; quizá para su carrera le fuera mejor serlo algo menos. Nunca se sabe. Su gran papelón todavía está por llegar. Eso no pueden decirlo muchos.
    Un abrazo

  12. Ay, Dios, que pelicula… que pelicula. A mi, mira por donde, me gusta mas Banderas como director que como actor, como actor nada de nada, no he visto el Camino de los Ingleses, pero si me parecio bastante agradable Crazy in Alabama.

    Me relajo con tus entradas.

    Un abrazo

  13. Totalmente de acuerdo. «El camino de los ingleses» resulta fallida y notablemente inferior a la anterior, pero bastante mejor que las que hace Banderas como actor en América.
    Gracias.
    Un abrazo

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