La época dorada de Hollywood era una especie de vivero de genialidad, al menos en cuanto al personal técnico que contribuyó a crear esta maravilla que es el planeta cine. Artesanía, imaginación, ilusión y pericia se aglutinaban en muchos equipos profesionales y en creadores individuales en su empeño por capturar la emoción y el interés de los espectadores que buscaban en el cine historias intensas o entretenimientos de ensueño. Entre aquellos profesionales, William Cameron Menzies merece un apartado propio.
Director artístico, diseñador de producción, W. C. Menzies, fue mucho más, y en una larga carrera a lo largo de cuatro décadas se dedicó también a la dirección, la producción y la escritura de guiones, llegando a participar en algunos de los proyectos más sobresalientes de la Historia del cine y colaborando con grandes nombres delante y detrás de las cámaras. Continuar leyendo «Maestro de la edad dorada: William Cameron Menzies»→
¿Qué clase de proceso mental patológico llevó a los productores, a los estudios, y a Nicole Kidman a pensar que semejante petardo fílmico podría llegar a unas cotas determinadas de dignidad? ¿Qué última instancia de razonamiento llegó a considerar al público lo suficientemente estúpido como para desear acudir en masa a los cines para contemplar hora y cuarenta minutos de bazofia pretendidamente cómica, llena de moralina, chistes de la década de los treinta y azucaramiento continuo? Enigma sin resolver, este BODRIO TOTAL de Norah Ephron, criminal habitual del cine comercial de la que ya se habló aquí con Tienes un e-mail (1998), supera todas las cotas de imbecilidad admisibles en el cine.
Tomando como origen la serie de televisión de los sesenta, inspirada a su vez en el clásico Me casé con una bruja, de René Clair (1942), cuenta la historia ya sabida, intentando alejarse de la memoria colectiva televisiva, intentando aportar un enfoque distinto, pero lamentablemente, todavía peor: Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Embrujada»→
ANN (OFF): Y te das cuenta de que todos los escaparates brillantes, todas las modelos de los catálogos, todos los colores, las ofertas, las recetas, Martha Stewart, el Día de Acción de Gracias, las películas de Julia Roberts, las montañas de comida grasienta, intentan alejarnos de la muerte. Sin conseguirlo (…). Nadie piensa en la muerte en un supermercado.
(…)
ANN: ¿No te estarás pasando? Suena como el clásico enamoramiento.
LEE: Sí, el clásico, con el clásico marido que va a llegar de un momento a otro y con el clásico bajón, cuando te vayas con él en el coche, y las clásicas lágrimas, en fin…
Esta obra de Roger Donaldson dirigida en 1987 es uno de los más resultones filmes de intriga de los 80, que combina sexo, romance, acción, política, espionaje y crímenes. Quizá sin llegar a ser brillante, es un buen exponente del buen cine de entretenimiento, idónea para acompañarla con palomitas, frutos secos, pipas y demás menudencias alimentarias. Tom Farrell (Kevin Costner) es un oficial de la marina norteamericana que conoce en la fiesta de reelección del Presidente a Susan, una ardiente joven (Sean Young) -la escena de sexo entre ambos en una limusina que da vueltas por Washington ha quedado para los restos- con la que inicia una relación. Sin embargo, ella tiene un particular modo de ganarse la vida: es la amante de David Brice (Gene Hackman), Secretario de Defensa (que es como se llaman en EE.UU. los ministros) del gobierno reelegido y superior directo de Tom en su nuevo puesto en el Pentágono. La cosa se complica cuando, en un arrebato de furia motivado por los celos que siente Brice al saber que ella tiene un novio cuya identidad se niega a revelar, Brice mata a Susan. Continuar leyendo «Buena intriga de los 80: ‘No hay salida’»→
Muchas ocasiones se culpa a quien escribe de cultureta cinematográfico, de proselitista del celuloide y de mantener una actitud abiertamente despreciativa del cine popular. Para desmentir tal infamia, recogemos hoy una de las más bajas pasiones de este blog.
La pareja formada por el antiguo acróbata y gimnasta Mario Girotto (alias Terence Hill) y el ex-nadador olímpico Carlo Pedersoli (alias, Bud Spencer), comenzó su andadura en los westerns cómicos nacidos en Italia una vez iniciada la decadencia del género spaguetti-western. Hill, con una amplia carrera de héroe «serio» del western (sucedió a Franco Nero en muchas producciones interpretando al célebre pistolero Django), carrera seria iniciada en filmes como (nada más y nada menos) El Gatopardo, junto a Spencer, otro actor centrado en el cine de evasión, vieron en el western cómico una salida profesional en el momento en que las historias convencionales estaban perdiendo el favor del público europeo, que durante una década había adorado los westerns rodados en España o Yugoslavia. La pareja, nuevamente con gran visión de juego, fue capaz de salirse del género del western y repetir fórmula en otras temáticas y estéticas más actuales, y lograron sumar una fructífera carrera de títulos con sus clásicas películas de peleas a las órdenes de directores de serie B italianos como Steno, Sergio y Bruno Corbucci, o el clan Di Laurentiis.
Las escenas pertenecen a dos clásicos de su filmografía. La primera, Y si no, nos enfadamos, cuya acción transcurre en Madrid. No es la típica pelea, sino una escena de humor sin violencia de las que estas películas estaban también salpicadas. La segunda, es de cualquier otra película (quizá Dos super, super esbirros, pero no importa, porque todas son iguales). Las temáticas siempre son el enfrentamiento frente a un grupo de mafiosos de pacotilla (además, casi siempre encarnados por los mismos actores) en defensa de alguien más débil (orfanato de niños regentado por monjas, hogares del jubilado, colectividades indefensas frente a la extorsión). Con todo, siendo un cine tan abominable, quien escribe disfruta cada vez que le echa el ojo a uno de estos subproductos. Para que luego digan que aquí vamos de «exclusivos»: no cabe confundir la crítica a un producto con la crítica personal a quienes disfrutan de él, no cabe confundir la crítica objetiva con la crítica del gusto subjetivo.
Primera película neerlandesa que aparece en este blog, De vierde man (1983) puede considerarse como un claro antecedente de lo que casi diez años después sería Instinto básico, el exitoso thriller de Paul Verhoeven tras su emigración a Hollywood. Verhoeven culminó así una fructífera etapa cinematográfica en los Países Bajos, repleta de éxitos de crítica y en festivales de medio mundo, antes de viajar a América y lanzarse de lleno al cine comercial más vacuo. El cuarto hombre puede considerarse la última gran película de Verhoeven, una especie de apoteosis de sus obsesiones previas, rebozadas en sal gorda y con bastante mal gusto.
Como el propio Verhoeven diría más tarde, tanto él como su guionista, Gerard Soeteman, alteraron deliberadamente algunos pasajes de la novela original en que se basa la película, obra de Gerard Reve e introdujeron intencionadamente símbolos, imágenes y otros aspectos estéticos equívocos a fin de despistar al público, y sobre todo a la crítica, todavía más de lo que la propia trama, complicada ya sin necesidad de aditivos, podría por sí misma. Continuar leyendo «Retorcido thriller psicológico: ‘El cuarto hombre’»→
Programa de mano cedido por Marta Navarro García, coeditora de Entrenómadas.
Esta película le proporcionó a José Ferrer el Oscar al mejor actor y a Mala Powers el de mejor actriz por sus caracterizaciones de Cyrano, el eterno y narigón enamorado y Roxanne, el objeto de su amor. Aun producida en 1950, se estrenó en Zaragoza el 2 de enero de 1953, en el cine Coliseo Equitativa, y supuso el retorno a las pantallas españolas de la productora United Artists, fundada décadas atrás por, entre otros, el matrimonio Douglas Fairbanks-Mary Pickford, David W. Griffith y Charles Chaplin, tras su ausencia motivada por las guerras.
Cuando termina el sensual baile de Salma Hayek en esta paranoia rodada por Robert Rodriguez, el personaje de George Clooney dice: «a esto le llamo yo un buen show». Pues a esto le llamo yo entrada en el estrellato por la puerta grande. De acuerdo: la fama adquirida por la Hayek a raíz de esta cinta, extraña mezcla entre el buen cine negro y el más absoluto delirio mental sin tratamiento posible, no se debe a sus cualidades interpretativas, que aún no sé si las tiene, pero esto también es cine, amigos. Y menudo…
Ah, sí, la canción. Pues se llama After dark, pero lo cierto es que nunca le he llegado a prestar mucha atención ni tampoco me he molestado mucho en averiguar cómo se llaman los intérpretes.
Vicente Villanueva, director de cine valenciano, dirigió en 2005 El futuro está en el porno, sugerente título (con el que mucha gente empatiza enseguida) para un corrosivo cortometraje, con uno de los personajes más malvados, siniestros, viles e inquietantes de los últimos tiempos, el rostro del mal, la perfidia, el lado oscuro de la sociedad moderna: “Yo antes era buena persona, pero ahora ya no. Ahora soy mala… Mala, pero mala, mala…”. Soberbia interpretación de Marta Belenguer en una simbiosis entre Darth Vader y el Torrente de Santiago Segura. Lo ofrecemos en dos partes (duración total aproximada, 14:20 mins.).
Quien escribe reconoce su incapacidad para apreciar la narrativa de Ken Follet, excesivamente folletinesca y culebronera. No obstante, como toda regla, tiene sus excepciones, y para un servidor éstas son las novelas de suspense que el autor galés ambienta en la Segunda Guerra Mundial, entretenidas, bien recreadas y con un toque distintivo que excede la racanería habitual en cuanto a profundidad de los bestsellers. Especialmente destaca La isla de las tormentas, convertida en la gran pantalla en El ojo de la aguja por el cineasta británico Richard Marquand justo antes de ponerse a las órdenes de George Lucas y Lucasfilm para dirigir El retorno del Jedi.
La película nos cuenta la historia de Lucy, David y Henry. Lucy y David (Kate Nelligan y Chris Cazenove) se casan el día antes de que él tenga que incorporarse a la escuadrilla de «Spitfires» que va a defender a la Royal Air Force contra la Luftwaffe en lo que luego se denominaría La Batalla de Inglaterra. El vértigo del amor, unas copas de champán de más, y el coupé demasiado veloz por unas carreteras demasiado estrechas, tienen un desenlace fatal. Por otro lado, Henry Faber (Donald Sutherland) es un hombre maduro que a causa de una vieja herida de guerra no tiene posibilidad de alistarse y servir a Gran Bretaña en su lucha contra Hitler cuando el país se halla en plena psicosis colectiva ante la más que posible invasión nazi de las islas. Soltero, sin familia, su vida ordinaria transcurre entre la estación de ferrocarril, en la cual organiza transportes militares hacia los frentes y puertos británicos, la pensión donde habita, y las visitas al pub de la localidad en compañía de los parroquianos habituales y de Philip, un joven que idolatra a Faber, al que han encargado el puesto de cartero del pueblo y que desea cumplir la mayoría de edad para alistarse y combatir a los alemanes. Continuar leyendo «La isla de las tormentas de Ken Follet»→