Cine en serie – Como agua para chocolate

CINE PARA CHUPARSE LOS DEDOS (VII)

Alfonso Arau, actor mexicano que fue uno de los más habituales rostros del tópico sobre los hispanos en el cine ‘gringo’ (véase, por ejemplo, en Grupo Salvaje de Sam Peckinpah, Los tres amigos, de John Landis, o Tras el corazón verde de Robert Zemeckis) revitalizó en 1992 el cine de aquel país gracias a su versión cinematográfica de la exitosa novela de su esposa por entonces, Laura Esquivel, que se hizo cargo además del guión de esta historia que oscila entre lo cómico, lo dramático y lo surrealista, que combina amor y gastronomía y que fue favorablemente acogida por festivales, crítica y público de todo el mundo.

La trama, centrada en una historia de amor improbable en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos en pleno efluvio revolucionario de las primeras décadas de siglo XX, cuenta la historia de Tita (Lumi Cavazos), la joven hija de una viuda terrateniente de la zona, que según tradición familiar, se ve condenada a permanecer soltera para cuidar de su madre cuando ésta no pueda valerse por sí misma. Eso impide el amor de Tita con Pedro (Marco Leonardi, aquel adolescente amante del cine que retrató Giuseppe Tornatore en Cinema Paradiso), el cual, como única solución para estar cerca de su amada, no tiene mejor idea que casarse con su hermana mayor, un matrimonio desgraciado para ambos y que todos reconocen como artificioso.
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La tienda de los horrores – El santo

El amigo Val Kilmer, actor de cartón piedra que ocasionalmente y de chiripa ha realizado buenas interpretaciones (como en The doors, por ejemplo) parece pedir excusas por su actuación en este fotograma extraído de uno de los mayores blufs del cine reciente, el intento de rescate de una de las míticas series televisivas de los setenta y su conversión en saga cinematográfica al más puro estilo James Bond (cuando hace dos décadas fueron las películas de Bond las que echaron mano de Roger Moore, protagonista de El Santo para revitalizar a 007) para disfrute de amantes del cine de acción y de espionaje y satisfacción de los estudios que pretendían sacarse de la manga otra franquicia rentable llena de cosas que poco o nada tienen que ver con el cine. El intento se quedó en caricatura.

Dirigida por Philip Noyce, que ya nos tiene acostumbrados a mezclar en su filmografía alguna que otra cinta interesante con otras profundamente banales, la película pretende enlazar su trama con el origen de Simon Templar, su infancia en un duro orfanato y su conversión en el ladrón más eficaz de todos los tiempos. Realmente este comienzo es, junto con los sucesivos y en ocasiones sorprendentes cambios de personalidad de Kilmer que, cual glamouroso Mortadelo muda de apariencia cada dos por tres para resguardar su identidad, lo mejor de una película que cuando se centra en la historia que pretende contar se convierte en un absurdo: Continuar leyendo «La tienda de los horrores – El santo»

Gracias por el chocolate, monsieur Chabrol

El gran cineasta francés Claude Chabrol vuelve a aproximarse a las miserias morales que se esconden tras el próspero escaparate de la alta burguesía con esta película de 2000 para la que contó de nuevo con esa musa gélida que es la excelente Isabelle Huppert. Partiendo de una novela de Charlotte Armstrong, Chabrol nos sumerge con su ausencia de artificios habitual en la historia de Mika Müller y André Polonsky, una pareja de reconocido éxito profesional pero con muchas cosas que ocultar(se). Cuando nació Guillaume, el hijo que tuvo André con Lisbeth, su anterior esposa ya fallecida, en el hospital estuvieron a punto de cometer un error fatal, la confusión de dos bebés, el cambio de Guillaume por una niña recién nacida. Cuando Jeanne, ya convertida en una joven prometedora estudiante de piano conoce la historia de labios de su madre, siente la necesidad de conocer a los que podrían (o habrían podido ser) sus verdaderos padres, y se presenta en casa de André y Mika.

Él es un pianista de prestigio, ella la directora de una de las empresas chocolateras suizas de más solera. La llegada de la joven ocasiona una pequeña convulsión, sobre todo en Guillaume, que se encuentra de repente con la posibilidad de no ser quien cree que es. André, sin embargo, recuerda el suceso, pero asegura que el cambio fue detectado a tiempo. Aún así, y además del azar que casi estuvo a punto de unir sus vidas, la afición de la joven por el piano establece una pequeña unión entre André y la chica, que ni a Mika ni a Guillaume convencen, y que establece una especie de vínculo paternofilial encubierto entre ellos. Mika, bajo su apariencia cortés y aristocrática, oculta una personalidad fría y calculadora que no dudará en maniobrar para conseguir que la pequeña novedad que ha irrumpido en sus vidas no consiga trastocar el puzzle de emociones y afectos que a base de secretismo y manipulación ha logrado construir con el paso de los años y que tiene que ver con la antigua amistad que mantenía con Lisbeth, la anterior esposa de André.
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Mis escenas favoritas – Ciudadano Kane

La obra maestra de Orson Welles (1941), su grandioso debut como cineasta, contiene decenas de fotogramas formidables. Eternamente considerada la mejor obra cinematográfica de todos los tiempos, continuo número uno en las preferencias de expertos, revistas, publicaciones y cinéfilos aficionados de todo el mundo, contiene sin embargo también la mayor pifia de guión de la Historia del cine. «Rosebud» pronuncia el magnate Charles Foster Kane en el instante en el que muere y deja escapar la bola de cristal con la cabaña nevada en su interior (nexo cíclico con el gran final de la cinta y además verdadera razón, según dicen, del cabreo monumental que se pilló William Randolph Hearst, magnate de la prensa norteamericana en el que se basa la película y que persiguió mientras pudo a Welles para truncar su carrera, dolido, avergonzado, de que Welles utililzara el apelativo con el que Hearst definía las partes íntimas de su amante -rosebud significa capullo-, como hilo conductor de la trama). La película gira en torno a la investigación sobre el desconocido significado de esa palabra, «Rosebud», que jamás nadie le oyó pronunciar antes y de la que ni siquiera sus conocidos saben a qué puede referirse. Pero, si está solo en la habitación cuando expira, si la enfermera entra una vez que escucha el ruido de los cristales contra el suelo, ¿cómo pueden saber los periodistas que ésa fue su última palabra?

Discordancia fundamental que no quita un ápice de valor, de trascendencia, de magia, de magnetismo a esta obra capital del arte del siglo XX y piedra angular de la cinematografía mundial, con una estética y una forma de rodar, un estilo narrativo magistral, como bien queda claro en esta extraordinaria escena, como en las novelas de misterio, la escena del «crimen».

Música para una banda sonora vital – Alien

¿Alguien recuerda un momento de la película Alien, la obra maestra de terror-ciencia ficción de Ridley Scott donde suene la música de Mozart? Apenas son unas notas, pero suficientes para reconocer el segundo movimiento, Romance Andante, de la famosísima Pequeña Serenata Nocturna del maestro Wolfgang Amadeus Mozart. Tom Skerrit, el capitán Dallas de la nave comercial Nostromo, observa las estrellas desde el puente de mando mecido en la suave melodía de los violines, mientras John Hurt sufre en la enfermería con «esa cosa» sujeta a su cara, sin sospechar la que se les viene encima.

Maravillosa música para un domingo, o para cualquier otro día.

Cine para pensar – Ararat, de Atom Egoyan

¿Sabe que les dijo Hitler a sus generales para convencerles de que su plan con los judíos funcionaría?: ¿quién se acuerda del genocidio de los armenios?

Lejos de permanecer fosilizada en los libros, esta cinta rodada en 2002 por Atom Egoyan demuestra que la Historia forma parte de nuestros genes, que la llevamos a cuestas, que ella es tan parte de nosotros como nosotros de ella. Como escribió Benedetto Croce, «toda la historia es historia contemporánea». Con una estética visual más bien de corte televisivo, Egoyan nos sumerge en una narración de ambiente cotidiano que se ve salpicada por acontecimientos históricos que han marcado millones de vidas para siempre, y que lo harán como un efecto dominó mientras el mundo sea mundo conectando con hilos invisibles vidas del pasado y del presente, destinos entrelazados en el subterráneo de la memoria.

Con una compleja estructura que intercala tres escenarios diferentes (la Turquía de 1915, el estudio del pintor Arshile Gorky en el Brooklyn de 1934 y el Canadá próspero y tranquilo de 2002) la película nos mete de lleno en el espinoso tema del genocidio padecido por el pueblo armenio a manos del ejército turco durante la Primera Guerra Mundial a través de la historia de una familia y de los sucesos cotidianos que atraviesan en Toronto. La familia de Gorky fue exterminada por los turcos, salvándose él gracias a su huida a Norteamérica. En Brooklyn pintó un extraordinario retrato de su madre y él mismo a partir de una fotografía que les fue tomada poco antes del genocidio. En Toronto, Ani, profesora de Arte oriunda de Armenia, imparte conferencias sobre este pintor armenio y aprovecha las claves ocultas en el cuadro para difundir y recordar el mensaje reivindicativo del exterminio de todo un pueblo. Un famoso director de cine (interpretado por el cantante francés de origen armenio Charles Aznavour) se fija en ella y la contrata como asesora histórica en la superproducción sobre aquel momento histórico que comienza a rodar. Mientras, su hijo Raffi (David Alpay), contratado como conductor en el rodaje, vive una apasionada relación con su hermanastra, una joven conflictiva que acusa a Ani de ser la causante del suicidio de su padre. Continuar leyendo «Cine para pensar – Ararat, de Atom Egoyan»

Cortometraje – ‘La ruta natural’, de Alex Pastor

Pat, mantenedora del imprescindible blog Toditoslosdias, autora de hipnóticas y fascinantes historias repletas de bellas imágenes y hermosos secretos, gran cinéfila y mejor persona, nos recordó hace unos meses la existencia de La ruta natural, excelente corto del barcelonés Alex Pastor, que ofrecemos aquí sin cortes publicitarios. La película, premiada en el Festival de Cine de Jóvenes Realizadores de Zaragoza en 2004 (mejor cortometraje, mejor montaje) y en el festival de Sundance de 2006 como mejor cortometraje internacional, es un particular ejercicio de enmascaramiento de una realidad a la que se ha dado la vuelta, que derrocha amargura, formula preguntas y representa en imágenes toda una serie de inquietudes humanas cuya angustia es imposible de apagar, con un gran talento narrativo y una poderosa fuerza visual, además de una imposible conexión subterránea, como ha de ser en el cine y entre los buenos cinéfilos, con una película aparentemente tan lejana en planteamiento, temática, atmósfera y objeto como Top Secret, del tándem Abrahams-Zucker (1984). Magnífico cortometraje (duración aproximada, 10:46 mins.).

Cine en serie – Comer, beber, amar

CINE PARA CHUPARSE LOS DEDOS (VI)

Este melodrama sentimental del taiwanés Ang Lee pertenece a esa rara especie de películas para cuyo género debería inventarse una nueva denominación, algo así como «películas que reconcilian con la vida». Porque esta cinta de 1994 es un verdadero canto de vitalidad, un derroche de sensibilidad a ritmo de cocina que levanta los ánimos y abre el apetito.

Chu es un veterano chef de un restaurante de Taipei. Desde que su esposa murió, para él no hay nadie más en la vida que sus tres hijas: Jen, Chien y Ning, unas jóvenes modernas e independientes con distintos modos de ver la vida pero que comparten la rebeldía contra los hábitos de una sociedad modernizada pero moralmente anclada en un sistema de valores milenario que resulta difícilmente compatible con la forma de vivir occidentalizada. Sin embargo, con tiras y aflojas y sin demasiados sobresaltos, la vida discurre apaciblemente. Al menos, hasta que un día empiezan las complicaciones en forma de un embarazo no previsto, una tristeza enorme, una muerte y la visita inesperada de un amor arrollador e integral como en la adolescencia. Sin olvidar a una vecina quejica y un tanto excéntrica que perturbará la vida en el vecindario y que proporciona momentos hilarantes. A partir de ahí comienza una sinfonía de vidas en las que, como dice el guión «vivir día a día es lo mismo que cocinar; sean los que sean los ingredientes al final el sabor es lo único que cuenta». Continuar leyendo «Cine en serie – Comer, beber, amar»

La tienda de los horrores – Plan de vuelo: desaparecida

Aquí tenemos a Jodie Foster en plan vándalo intentando romper la luna de un vehículo en la bodega de un avión que realiza un vuelo transoceánico desde Alemania a Estados Unidos y en el que cree que puede estar su hija de seis años, aparentemente desaparecida en plena travesía sobre el mar… si es que en realidad tiene una hija.

Esta reciente película (es de 2005) dirigida por Robert Schwentke es una buena muestra de un fenómeno del que adolecen gran parte de los thrillers facturados por la vía rápida hoy en día y que termina por provocar el efecto contrario al que pretendía: el punto de partida demasiado álgido, la expectativa demasiado elevada a raíz de un comienzo cuya intensidad o nivel de intriga es complicado de mantener, de forma que el resto de la historia decepciona, frustra o bien despierta la indignación, como es el caso de esta cinta. Como comentamos en un reciente artículo sobre los proyectos frustrados de Alfred Hitchcock, el mago del suspense rechazó en ocasiones determinadas tramas para sus películas por la dificultad extrema en el mantenimiento de una tensión narrativa eficaz que pudiera seguir creciendo con el curso del metraje. Lo contrario, la explosión de la burbuja de la intriga, la trama desinflada a cada paso, le parecía indigno para el público, una tomadura de pelo si no directamente una falta de respeto.

Desgraciadamente a día de hoy a menudo no se tiene tanto tacto con las sensibilidades y expectativas del público y se perpretran películas que pretenciosamente parten de un comienzo interesante para poco a poco convertirse en pura banalidad. Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Plan de vuelo: desaparecida»

Mis escenas favoritas – Infielmente tuya

Concebida para el exclusivo lucimiento de Dudley Moore, esta floja comedia de 1984 coprotagonizada por Armand Assante y la bella Nastassja Kinski, contiene momentos puntuales que resultan memorables. La trama nos cuenta la historia de un director de orquesta (Moore), que sospecha la infidelidad de su esposa (Kinski) con un famoso violinista amigo suyo (Assante), lo cual le lleva a histriónicas situaciones en las que busca pillarlos juntos para justificar así sus indicios. Por ejemplo, la escena en la que sigue a su mujer al cine intuyendo una reunión furtiva con su amante no tiene desperdicio, al igual que las escenas con el detective privado. Pero es ésta, el duelo interpretativo de esgrima con violines en la que la rivalidad masculina y los celos adquieren todo su esplendor, la mejor de todas (comienza con una discusión entre ambos en la cocina del restaurante, el duelo en sí comienza más o menos a mitad de vídeo). Es también, sin duda, la más recordada, y sigue la línea de una famosísima escena que utilizamos en su momento para abrir esta sección, y que se puede visionar de nuevo aquí.