Personalmente uno está muy cansado de que José Luis Garci, uno de los mejores directores de cine de España, un cineasta como la copa de un pino, un experto de primera clase, un apasionado, un estudioso y un aficionado de primera categoría, sea objeto de bromas manidas, chistes fáciles, tópicos absurdos y demás verborrea pretendidamente humorística. Más si cabe, cuando a la par un montón de indocumentados y los medios de comunicación informativo-propagandísticos alaban sin pensárselo dos veces a directorcillos recién salidos de la escuela (los más grandes jamás fueron a escuela de cine alguna, pero eran tremendamente cultos y poseían formación amplia y variada; no se trata de descalificar a los estudiantes de las escuelas de cine, al contrario, son el futuro y la esperanza del medio; se trata de sugerir que con la formación teórica y técnica no es suficiente, que hay que mirar más allá, sacar el ojo del visor), que no han demostrado nada y cuya fama se está labrando a golpe de imitación del cine made in Hollywood, mientras que los cineastas de verdad, los que atesoran kilates de experiencia y de buen hacer, mendigan por un productor que financie nuevos proyectos o rumian su retiro en silencio y olvidados por todos. Este repulsivo panorama pretende hacer leña y objeto de mofa a quienes, como Garci, todavía se empeñan por rodar cine y no se dejan arrastrar por las modas hollywoodienses (al menos no por las actuales) ni por la estética del videoclip para contarnos en plan castizo las mismas historias de terror previsible o las mismas comedias de adultos que se comportan como niños que los americanos llevan contándonos tres décadas. Nos guste más o menos su obra, el cine español tiene categoría y reconocimiento mundiales gracias a cineastas como Garci, Borau, Saura, Erice y muchos otros, mientras que los Bayona, Balagueró y compañía pueden suponer éxito, pero nada más (y nada menos).
Y el debut de Garci, uno de esos «westerns de sentimientos» de los que habla a menudo, fue esta película de 1977 que debería ser de visionado obligatorio para todos aquellos inconscientes que, como un servidor, nacieron durante aquellos años, sobre todo para los que piensan que la vida empezó con Naranjito y que la comida y las comodidades caen del cielo. En su primera película, Garci nos revela ya cuáles son sus gustos, sus manías y sus temas favoritos: la nostalgia y la memoria sentimental, la música y el cine de otro tiempo como puerta de entrada a los recuerdos, a las oportunidades perdidas, a los azares que nos sonrieron o nos dieron la espalda, como individuos y también, en este caso, como país y como pueblo. A través del idilio adúltero de José (José Sacristán) y Elena (Fiorella Faltoyano) no sólo nos introduce en el drama de una pareja de enamorados que se conocieron a destiempo, sino que nos pone en bandeja una lección de historia, nos sumerge en nuestro pasado más reciente y nos ofrece un canto a la esperanza de un futuro que por aquel entonces (y me atrevo a decir, tampoco ahora) estaba tan claro. De este modo, la asignatura pendiente del título no se refiere sólo a una pareja que aprovecha la edad adulta para dar rienda suelta a su reprimido amor adolescente, sino que nos recuerda la necesidad de un país al completo por superar sus prejuicios, sus malos hábitos, los defectos que lo llevaron a la casi total autodestrucción a través del peor pecado: la guerra civil.
Corre el año 1977 y junto con los constantes rumores de involucionismo por parte de los militares y la derecha más reaccionaria convive la esperanza puesta en las inminentes primeras elecciones democráticas desde la Segunda República. El clima en las calles está agitado, los coches de propaganda electoral circulan constantemente lanzando octavillas, con las banderas de los partidos y los altavoces coreando eslóganes y canciones (lamentables, dicho sea de paso). En una de esas calles de un Madrid convulso que intentaba salir de las tinieblas, José para su SEAT cuando ve a Elena, su antiguo amor de adolescencia, convertida en una mujer madura. La reconoce y se detiene en doble fila a saludarla: el puente hacia el pasado se convierte además en una opción de futuro. La nostalgia, los recuerdos del amor inocente de paseos por la carretera, de atardeceres en la sierra y de verbenas en las fiestas del pueblo, de besos y caricias reprimidos, invitan a aprovechar la incipiente bocanada de libertad para recuperar aquellos días e intentar sacar a la luz todo lo que se quedó en el tintero del amor y del sexo, sobre todo del sexo. Así, José y Elena inician una nueva vida juntos, una relación adúltera en la que buscan recuperar el tiempo perdido, las sensaciones olvidadas o aún no descubiertas.
La película nos ofrece un caleidoscopio de la España de la época a través de un fantástico aprovechamiento del plató viviente que era la sociedad de aquellos días. Bastaba con salir a la calle para tener un magnífico decorado real en que situar una historia de renacimiento personal y nacional y en la película queda reflejado a la perfección. Además, a través de la profesión de José, abogado laboralista inmerso en los complejos sucesos de aquel tiempo (presos políticos, como el interpretado por Héctor Alterio, aún en la cárcel, el ambiente reinante de terrorismo -abogados de Atocha, FRAP, GRAPO, ETA y demás-), o del papel de Elena, recluida ama de casa dedicada en exclusiva a un marido que no tiene tiempo para ella (Simón Andreu) y a unos hijos que cumplen la función de necesario consuelo, pero que dará un paso de autoridad hacia su emancipación cuando escoge tener una relación adúltera con su amor de juventud y ocuparse de gestionar el alquiler y la adquisición de mobiliario de su nuevo nido de amor, captamos buena parte de los valores reinantes en aquella sociedad y de los que pugnaban por salir a flote, la ilusión, llamémosla, progre, las ganas de dejar atrás un pasado oscuro no exento de nostalgia (magnífica metáfora la del viaje de la pareja al pueblo de la montaña que vio nacer su amor adolescente) en lucha constante con la incertidumbre, el miedo al fracaso o a despertar de un sueño, una nota paralela más que evidente entre la relación de la pareja y el momento histórico en que tiene lugar su reencuentro.
Con su estilo tributario del cine clásico, a mitad de camino entre el denso drama intimista modelo Ingmar Bergman y la comedia costumbrista con trasfondo dramático (impagable el personaje de Trotski, el ayudante de José en el despacho, interpretado por Antonio Gamero, el rojo exacerbado que se ve en la diatriba de aceptar la propuesta de matrimonio de su compañera), la película sigue siendo hoy una de las cumbres de su director. Las referencias musicales y cinematográficas a clásicos son constantes para la construcción del edificio de nostalgias que supone la cinta; el pulso dramático, como siempre en Garci, sale airoso del peligro de cruzar esa fina línea entre lo emotivo y lo cursi, entre lo sentimental y el blandibú, y las interpretaciones, muy contenida la de Faltoyano, entre austera y exaltada la de Sacristán, mostrando el excelente actor dramático que es al tiempo que nos recuerda a esos alocados frikis de sus personajes secundarios que interpretaba en las españoladas de Alfredo Landa, resultan excepcionales (incluida la, por aquel entonces sex-symbol nacional Silvia Tortosa, como ignorante esposa de José, abnegada madre pero mujer que apunta ya también un cambio en cuanto al papel que debe ocupar en su relación y en general en la sociedad).
Pero la película excede de la mera lectura romántica. Las claves sentimentales no se limitan al amor de pareja y alcanzan, por el contrario, lo más profundo de la memoria colectiva de un país que busca huir de su desgracia, recordando el sufrimiento de quienes vivieron la guerra y la primera dictadura, la de la represión y el hambre, al tiempo que reivindica el doble papel de víctimas y de revolucionarios de quienes, nacidos en ella, padecieron unas consecuencias demasiado extendidas en el tiempo que restringieron el libre desarrollo de sus libertades vitales pero que lucharon contra los dinosaurios (de los que aun hoy queda alguno por ahí) por crear un país en el que todo fuera posible, y a los que nosotros, las generaciones jóvenes (aunque cada vez menos) de la segunda mitad de los setenta, les debemos tanto. En este sentido, el mensaje final de la película, esa escena de reencuentro truncado, esas dos Españas (la de ella, la más tradicional, la más temerosa ante los nuevos caminos, la de él, la más inconsciente, ilusionada, la más expuesta a darse el batacazo pero deseosa de labrar su propio camino, su propio éxito o su propio fracaso sin tutelas, sin culpables, sin tener que pedir perdón cada día) iluminadas que se miran frente a frente con gesto serio sentadas en la cocina y sin decirse palabra, sabiendo que su vida en común es necesaria aunque su tiempo pasado esté lleno de desencuentros, ese fundido en negro que da paso a un mensaje personal del director en el que dedica la película a su generación, es de los momentos más emotivos, más hermosos, más justos y más dignos del cine español: «a nosotros, que nos han robado la inocencia», «a nosotros, que hemos llegado tarde a todo», «a Miguel Hernández, que murió sin que nosotros supiéramos de su existencia»…
Una película que habla de nosotros como pocas, de nuestras ilusiones como seres humanos, de nuestros sueños personales y de nuestra vida en común con quienes nos rodean. Es un tributo a una generación que padeció la dictadura (porque la padecieron todos, incluso los estúpidos o los estómagos agradecidos que la sostuvieron durante cuarenta años, infelices criminales verdugos de sí mismos) y luchó por salir de ella (algunos por salir airosos de ella, cabrones) que nosotros, los que por suerte no la conocimos, los que vivimos en la constante imbecilidad del progreso consumista, del tenerlo todo hecho, debemos seguir viendo de vez en cuando durante nuestra vida como homenaje a nosotros mismos y a nuestra memoria: a nuestros abuelos, que perdieron la guerra, a nuestros padres, que perdieron la paz y a quienes no descansaron (ni descansan) para poder regalárnosla a nosotros.
Es un buen ejercicio revisitar esta peli ahora y ver en qué ha envejecido, en qué predicciones ha fallado, en qué apuntaba alto, qué no había previsto, en qué sigue vigente… Me falla la memoria, pero creo recordar que los personajes femeninos eran meros estereotipos, como suele suceder con Garci.
y los masculinos también
Es verdad, Noe, especialmente la mujer de José (Silvia Tortosa) y su compañera en el despacho de abogados (María Casanova). Ese buen ejercicio que apuntas es extensible como estudio sociológico, simplemente contemplar las formas de vestir, las calles, los coches, las portadas de la prensa, el mobiliario… Un recuerdo para quienes lo vivieron y una lección de historia para quienes no lo conocimos por razones de edad.
Precisamente hace poco reflexioné algo parecido, que mucha broma y mucho sarcasmo con Garci pero echando la vista atrás es de lo más destacable del cine español de las últimas décadas. Es cierto que ha bajado el nivel, pero bueno, sus últimas películas no son peores que otras de gran éxito popular, ni mucho menos.
Y vengo a reforzar un comentario que has hecho sobre los estudiantes de cine, y lo comento de primera mano. Para mi es un complemento que potencia aquello que uno ya sabía, sin base ni deseo de ir más allá, una escuela de cine no vale para nada, la cuestión es saber aprovecharse de eso para crearse un estilo propio, una mirada personal a partir de unos fundamentos potenciados en esos lugares, y sobretodo preguntarse siempre el por que de las cosas, porque si no se crea un trabajador mecánico y no un artista (yo espero ser de los últimos claro, ya sabes jaja)
Saludos Alfredo!
Yo ya estoy harto de defender lo que no debiera ser defendido, pues sería señal de que no haber recibido ataque inmerecido alguno.
A mí el cineasta que Garci lleva dentro me encanta. Punto. Me ha gustado siempre, incluso, cuando ha caído en el manifiesto error de recrearse en su mundo exclusivo para iniciados, incluso cuando se ha dedicado a contemplarse en su propio discurso, y no ha conseguido transmitir ni la idea básica, ni la piedra angular, del mismo.
Además, como creo que te pasará también a ti, a este tipo le debo un montón. Su recordadisimo programa de televisión, aquella maravillosa escuela de cine, de historia, de cultura y de vida, envuelta en humo, me acercó al buen cine de sopetón; lo que es impagable.
Creo haber visto todas sus películas, y en todas (en varias ha sido un goce total) he encontrado un resquicio para lo sublime.
Merecidisimo homenaje.
Yo tengo la opinión que Garci, es lo que no quiere ser, me refiero a que hace un cine (sobre todo ultimamente) del que no es capaz, adora cierta época hollywodiense y quiere ser el reflejo de ella, pienso que si hubiera seguido por los derroteros del cine negro-policiaco, hablo directamente de «El crack» le hubieran ido mejor las cosas, no lo hizo nada mal.
Respecto a la película que analizas la verdad es que en mi opinión no da tanto de si, pero felicitarte por la reflexión hecha.
Saludos…
Iván, yo confío en ti. Sé que hay buena madera y que te saldrán, si te dejan (variable que por desgracia hay que incluir), los muebles también lo serán.
Un abrazo.
Pues así es, Raúl. Sólo por aquel programa amputado de la parrilla (aunque el propio Garci hablaba del agotamiento de la fórmula ante la dificultad de conseguir buen cine por unos derechos de emisión asequibles para su prespuesto…) con la falsa promesa de ser sustituido por otro de una finalidad similar, le debemos mucho.
Troncha, no olvides que «El crack» también es un tributo a esa época de Hollywood que él adora y que es una excepción en su filmografía, en la que predomina el drama sentimental desde el principio. A mí, sin embargo, me surge la duda de qué hubiera dado de sí su veta como guionista en trabajos como «La cabina» si hubiese seguido esa senda.
Te recomiendo que veas de nuevo la película. Da mucho de sí.
Saludos.
Garci es alguien a quien debemos el conocimiento de muchas obras maestras del cine a través de su programa ¡Qué grande es el cine!. Sólo por eso ya merece un respeto, aunque se puede discrepar sobre su calidad como director de cine. Y a mí, particularmente no me parece que a pesar del oscar sea para tanto, tampoco me lo parecen Saura por lo general ni Almodóvar (y son directores completamente distintos) Pero las mofas sobre el programa eran para no tomárselas en serio. Creo que de todas formas discrepar con respecto es correcto. Aunque a Garci, como cinéfilo que me descubrió muchas cosas le debo / debemos en este país mucho. Asignatura pendiente la vi hace tiempo y me pareció en su línea habitual, que puede gustar más o menos, pero su cine me parece por lo menos respetable, no me gusta mucho pero me parece que es honesto en sus sentimientos y fiel a sí mismo. Un saludo.
Pues no, yo no voy a defender más que lo justo a Garci. Reconozco que es bueno, eso sí y que la peli de la que hoy hablas es excelente, pero aún estoy recomponiéndome del susto de las dos últimas pelis suyas. Por favor, si eso es buen cine yo soy una esquimal. Y no, no, no.
Echo de menos el programa de cine de Garci, eso sí me encantaba, con el humo rodeando a sus invitados y con esa pasión italiana que todos expresaban. Sentí mucho que lo quitaran.
De García me gusta sus paisajes, algunos diálogos, no me gusta la bisoñez de algunos de sus personajes, lo tontas del culo que parecen las mujeres, parece que lo escribiera el mismísimo Pérez Galdós y ,cómo no, ese exceso de melancolía, a veces delirante.
Hala, lo dejo ahí.
Besos, no te me enfurruñes, guapo
Marta
Sam, es cierto que su tipo de cine no es para masas, sin duda. También lo es que bebe directamente de las fuentes clásicas y que esa traslación resulta a veces antinatural (por la misma razón que hoy no concebimos comedias al estilo de los 40 o melodramas tipo años 50). Pero posee un valor, un sustrato, que es la búsqueda de esa pureza cinematográfica, de un estilo elegante, casi virtuoso. Eso a veces lleva a una artificiosidad chocante, irreal, incluso ridícula, pero otras da como producto cine de muchos kilates.
Saludos.
Marta, no me enfurruño. Es más, en algunas cosas, como en el tema de los personajes femeninos, te doy la razón (y no me sorprende la referencia que haces a Galdós). Y también te la doy con respecto a sus últimos trabajos y en general a un estilo narrativo decimonónico que no es precisamente realista. Pero sus guiones suelen ser muy sólidos y sus imágenes son tratados de cine en estado puro. Me gustan mucho algunas de sus películas, y poco o nada otras. Y sí, a veces hay un exceso de melancolía que me acogota por acumulación.
Besos.
Dado que yo soy algo menos joven que tú, 39escalones, recuerdo perfectamente haber visto esa película en el cine de estreno: no he vuelto a verla en condiciones, pero mis recuerdos coinciden con tu espléndida reseña, que me ha emocionado.
Sólo te falta un dato, un aspecto que en la época tuvo relevancia: la sociedad estaba clamando por una regulación de la problemática entorno a la institución del matrimonio, y el adulterio todavía era considerado por buena parte de la sociedad como delito (no me hagas buscar el C.P. vigente, pero por los pelos…), con lo que la relación de ambos protagonistas, al recuperar un amor adolescente, una ilusión perdida confrontada con una penosa realidad, era un paradigma de muchísimas parejas que se vieron reflejadas en pantalla: el cónyuge infeliz tiende a pensar qué hubiera pasado si ….
De modo que Garci, ese director injustamente menospreciado por la crítica culta moderna, tomaba las riendas para tratar también el problema social de las desavenencias conyugales, que, hasta entonces, casi siempre habían sido presentadas en clave de comedia cómico-garrula.
Saludos.
Tenemos mucha suerte, Josep, de tener los lectores que tenemos. Conocía el dato del adulterio como delito (restos de mis estudios de abogado, como la permisividad del uxoricidio, esto es, el asesinato de la esposa, hasta la reforma del Código Penal de los setenta…), pero en el detalle que comentas se nota que el texto está escrito por alguien que no vivió aquellos años. Excelente apunte el que haces: nos hallamos ante una pareja de, con la ley en la mano, delincuentes, exactamente como todos aquellos españoles que no se resignaban a permanecer quietos y callados en la dictadura. Delincuencia latente, casi anónima, impuesta por un sistema legal podrido por su nulo fundamento ético y por una moral hipócrita. La relación de la pareja cobra así una dimensión todavía mayor. Gracias por completar el texto con una nota tan importante, decisiva, diría yo.
Saludos.
Muchas gracias Alfredo, Dios te oiga…jeje. Por cierto, para precisar más mi opinión, aunque las últimas obras de Garci no poseen tan buen cine como antaño, yo animo a todo aquel estudioso del cine a analizar sus últimas películas escena por escena, con calma y buscando en la puesta en escena los resquicios del buen cine. Una vez dicho esto, con la evidencia de lo que hay en pantalla, es decir, no inventamos nada ni acudimos a un tema puramente emotivo, solo lo que hay en pantalla en cuanto a su dominio del lenguaje cinematográfico, que alguien intente atacar su cine bajo los parámetros de una verdad que permanece y no manipulamos. Una vez hecho esto, veremos como Garci ofrece buen cine mientras otros mimados de la crítica como Almodovar no han ofrecido una gran película en toda su carrera (aunque pueda parecer aventurado decirlo, pero no es gratuita la afirmación).
Luego el tema de adaptarse a los tiempos es otro debate, yo personalmente considero que Garci tiene tanto derecho a recrear un estilo y una época como cualquier cineasta actual a llenar sus filmes de cromas, aunque eso si, su estilo cinematográfico carece bastante de personalidad propia, es más bien un cinéfilo con cierta tendencia a la recreación, pero su honestidad es brutal.
Saludos!!!
A mi me gustaba mucho ese garci. la película es buenísima pero tu reseña me ha emocionado profundamente, y me ha recordado que cuando mi padre la vio, vino y se abrazó a mi abuela diciendo algo así como»tal vez ha llegado ya el tiempo que estábamos esperando, el tiempo de la verdad y la esperanza…» En fin.Unlujo leerte. Besos
Iván, estos días andas ‘sembrao’… En esta ocasión, no sólo por lo que comentas de Garci, que en efecto en así, sino por la referencia a Almodóvar, otra de mis luchas constantes contra casi todo el mundo: más allá de la crítica literaria que quepa hacer a sus historias, su cine siempre me ha parecido extremadamente pobre. Suscribo tu cita por completo.
Un abrazo.
Gracias, Marisa, el lujo es mío. Me alegra traeros recuerdos, sobre todo si son buenos. Al fin y al cabo, como bien apunta Garci, el cine, los libros, la música son como los olores, los paisajes… Puertas abiertas a nuestra memoria.
Besos.
Es como dices, Alfredo, que no quiero ser malinterpretado. El cine que realiza Garci me parece digno y respetable por su concepción y pureza, y su nobleza en la expresión de los sentimientos. Me considero una persona muy sentimental, la verdad, y en este mundo no es fácil, la verdad. A Garci, a veces se le va la mano por ese mismo lado, pero por supuesto que tiene todo el derecho del mundo a recrear un universo que puede parecer anticuado a veces, eso no es una queja ni mucho menos. A mí me parece maravilloso Ozu, y su concepto de modernidad entroncaba con lo que se considera anticuado en la postmodernidad, pero la obra de Ozu ahí queda. Garci, por otra parte es una de las personas que desde la cinefilia, la crítica de cine y la divulgación del buen cine más ha hecho por este país, y la época en la que lo hizo aún le otorga más valor, pues ahora tenemos a nuestra disposición multitud de títulos en dvd y por internet, mientras que entonces había muchas menos posibilidades de conocer cine. A Garci este país le debe un homenaje por todo lo alto por su programa ¡Qué grande es el cine!. Y este país se merece un programa de ese nivel. A Garci le tengo mucho cariño, Alfredo, mucho, quizá sea de las personas del mundillo del cine a la que más cariño le tengo. Un saludo.
No te preocupes, Sam, te entiendo. Estoy de acuerdo con tu percepción sobre la figura de Garci, lo que le debemos, y cuáles son los problemas que acusa su cine.
Saludos.
Vengo del blog de Raúl, donde de alguna manera se recomendaba este sitio, y descubro un lugar interesantisimo.
Yo he de confesar mi ambivalencia sentimental e «intelectual» respecto a Garci. Sé que es un magnífico cineasta. Me gusta mucho además cómo explica cosas técnicas. Es absolutamente claro, didáctico. Por eso me gustaba mucho su programa y me parece absolutamente deplorable que no exista ya. Sin embargo en cuanto a su cine, mismamente, hay cosas que me gustan, pero otras se me atragantan. Estoy hablando sobre todo de las historias, de los guiones, de los diálogos. No pongo en duda la capacidad ni la habilidad técnica de Garci, que es incontestable. Pero los temas… me impiden muchas veces valorarlo quizás más justamente, lo reconozco. Una pena.
Besotes, rey.
Pues nada Marcos, bienvenido, y gracias. Si es que Raúl es un exagerado…
Luisa (con nueva identidad, veo), estoy de acuerdo en que uno de los problemas de Garci son muchas veces los diálogos, muy artificiosos a veces, muy poco naturales. El doblaje en estudio también es a veces un problema, y algunos otros. A mí también me sucede lo mismo con algunas de sus tramas: no le veo ningún interés, por ejemplo, a «Historia de un beso» o a «Luz de domingo». Simplemente, me resultan intrascendentes.
Besos.
Estupenda entrada,mi querido amigo,y muy necesaria.Asignatura pendiente es una de las películas más importantes de la transición española,y,que lamentablemente seguimos teniendo pendiente tantas otras asignaturas con un suspenso.Garci es un gran director,un gran escritor,un gran cinéfilo que nos regaló un programa que con el tiempo pasará a ser un mito,como el programa A fondo,entre otros.Hoy puedo ver como se pone de moda reirse o criticar lo que la gente no llegará nunca a comprender.Garci lo ha declarado en numerosas ocasiones:»Yo no hago películas basadas en la realidad.Realizo películas de películas.» Como Vila-Matas y sus metanovelas,Garci y sus metapelículas.
Excelente texto,Alfredo.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Francisco. Una buena comparación la de Garci y Vila-Matas. José Luis Garci es un director imprescindible y su labor como crítico, cinéfilo y cineasta es, en conjunto, impagable y difícilmente igualable.
Un abrazo.
Podrías decirme qué calle de Madrid es la del inicio de la película? Cuando José ve a Elena. GRACIAS.
Pues lo siento, Miriam, como no soy de Madrid y he estado muy poquitas veces, no sé decirte. Podría ser la Gran Vía, pero la verdad es que no tengo ni idea.
Si algún madrileño presente te puede orientar…
Saludos.