Lo único importante es la belleza.
Albert Lewin, director de dos películas (ambas sobresalientes; la otra es Pandora y el holandés errante, de 1950, con James Mason y Ava Gardner, entre otros), escribió y realizó en 1945 la que, hasta la fecha, es la mejor adaptación de la inmortal novela de Oscar Wilde. Se ha dicho a menudo que su mérito es nulo, que se limita a copiar fielmente los diálogos de la novela y a mutilar diversos fragmentos y reflexiones. Injusta valoración propia de quien critica el cine según un modelo meramente literario y no cinematográfico, por no mencionar el hecho de que sería estúpido pretender adaptar la obra (como han hecho todas y cada una de las versiones posteriores, concebidas en apariencia para el lucimiento de los distintos guaperas de moda pero sin garra ni mordiente más allá de una estética pretendidamente sofisticada pero vacía) sin incluir las magistrales conversaciones que escribió Wilde, en las cuales reposa la mayor parte de la carga filosófica, moral e intelectual de una obra maestra de la literatura.
Como tal obra la historia es bien conocida: Dorian Gray (Hurd Hatfield) es un elegante y sofisticado joven de la alta sociedad londinense cuya belleza angelical no pasa desapercibida para las mujeres y cuya fortuna permite que su futuro matrimonial sea objeto de interminables polémicas en los salones de té de las damas de la aristocracia. Esa belleza no le pasa inadvertida a Basil Hallward, un pintor en horas bajas que descubre en el rostro de Dorian el vehículo para la realización de un retrato perfecto y en éste la rentabilidad que sus pinturas habituales no le dan. Dorian, complacido en su vanidad, accederá a ello y acudirá con frecuencia al estudio del pintor, al igual que un amigo de éste, un cínico y sarcástico lord llamado Henry Wotton (impecable, absorbente, magnético George Sanders), que se ve inmediatamente atraído por la personalidad de Gray y por el efecto que una belleza tan perfecta ejerce en él mismo y a su alrededor. La amistad (o mejor dicho, dependencia) que surge entre ambos les lleva a compartir innumerables veladas, ya sea en el estudio, en las cenas y bailes de sociedad, o en, poco a poco en mayor medida, los suburbios de Londres que dan cobijo a los bajos fondos: fumaderos de opio, cabarets de dudosa moral, locales de juego… La vanidad de Dorian, su propia frustración al comprender que su éxito social se debe a su belleza y no a quien realmente es él bajo la capa de piel que lo cubre, le hará formular en voz alta el deseo de permanecer siempre hermoso, pacto implícito con el diablo que se cumplirá y que hará que durante más de veinte años sea el retrato de Basil, y no él, quien sufra las consecuencias del paso del tiempo, pero también de la caída en picado, de la decadencia moral en que se sumirá el propio Dorian en su lucha por conservar a la fuerza los efectos de una belleza que no era tan exterior, un paso del tiempo que, junto a su cada vez mayor bajeza moral, irán creando una figura terrorífica, el rostro de un interior putrefacto, criminal, degradado y malvado.
La relación entre ambos, esa homosexualidad latente con tendencia a la dominación, sirve para la introducción de todas esas píldoras de sabiduría de las que la novela es una interminable fuente de la que extraer aforismos. Experiencia es la palabra con la que llamamos al conjunto de nuestras equivocaciones, o la frase que encabeza este artículo, son buenas muestras de ello. En especial el personaje de George Sanders es un continuo altavoz de genialidad del que a cada momento emanan axiomas metafísico-existenciales, a la par que es plasmación de una lógica implacable y terriblemente asumible, intelectualmente ingeniosa, brillante. Lord Henry, cual Pepito Grillo del averno, es la voz de la conciencia del propio Dorian que lo inclinan al mal camino de la explotación sin límites de su narcisismo, y a la persecución continua de una acumulación de satisfacciones con la belleza exterior como única raíz. Wottom es también su principal cicerone en esta caída a este infierno dantesco en el que la corrupción nunca tiene techo y los medios para conseguir la propia satisfacción, el mantenimiento de una belleza hechizante que formalmente es la misma pero cuya percepción por las mujeres ha variado por entero, llegan incluso al asesinato.
Así, Wilde nos habla de la perversión del culto a la belleza como único ingrediente de la vida o del arte (podríamos cambiar «belleza» por «entretenimiento» y trasladar la trama al Hollywood actual), de la belleza o más bien de la superficialidad, critica la vanidad y la autocomplaciencia, no ya de quienes son tan débiles de dejarse arrastrar por tales valores, sino de quienes dejamos que éstos sean los que gobiernan una sociedad corrupta y podrida donde se exalta lo vulgar, lo feo y lo vacío, mientras que reflexiona además acerca de cuestiones como el carpe diem y el tempus fugit, que Lewin traslada acertadamente con esa atmósfera entre gótica y onírica que salpica toda la película y que está emparentada con los ambientes de horror de los cuentos de Edgar Allan Poe.
En particular, la habilidad de Lewin para la utilización de los escenarios como acertado complemento del retrato interior de cada personaje resulta notable, así como la pormenorización en determinados objetos que sirven para marcar pautas narrativas (ya sea, por ejemplo, el propio retrato, en el que, sobre todo al principio, se sugieren las primeras mutaciones en su constitución moral con la utilización de distintos ángulos de cámara, como en el uso del color y su contraposición al blanco y negro predominante en la cinta, o esa estatuilla de un ídolo egipcio cuyo plano de detalle aparece siempre que se invoca el pacto diabólico que Gray ha urdido con la providencia y el paso del tiempo). Sin embargo, es cierto que Lewin manifiesta cierta falta de pericia y ambición a la hora de arriesgar con una narración que bien podría dar mucho más de sí, aunque a juicio de quien escribe, logre transmitir el papel subterráneo de un ente demoníaco a través de su desdoblamiento en varios caracteres (el propio Gray, y sobre todo Wottom, pero no son los únicos) u objetos (la mencionada estatuilla o el retrato), entendido no como la fantasiosa creación de un ser rojizo con cuernos, rabo y tridente, sino como la propia naturaleza del mal, del lado oscuro del hombre.
Con todo, la recreación de la atmósfera y de la tensión narrativa es más que correcta, y nos hace pasar sucesivamente del terreno del drama de época al suspense criminal y de ahí al cuento de terror gótico precursor de otras cinematografías más recientes, al mismo tiempo que en esencia conserva los parámetros críticos que Wilde plantea en su novela, su agudo retrato de las debilidades del ser humano, de sus ambiciones, anhelos e imperfecciones, de su moral a la carta, todo adornado con un ingenio que inquieta a la vez que hace sonreír tanto por el poder y la fuerza irreprochable de sus argumentos como por la sutil ironía que suele acompañarlos, una vez más, gracias a la magnífica interpretación de Sanders, muy por encima en su papel de cualquier otro actor de la cinta, desde luego más que el sosainas de Hatfield, y también más que Peter Lawford, Donna Reed o la, por aquel entonces, prácticamente encasillada en papeles de estética victoriana, Angela Lansbury.
Una magnífica película, estupenda adaptación de una todavía mejor novela, imprescindibles ambas, para mirarnos al interior de nosotros mismos y reflexionar acerca de conceptos tan vigentes hoy en día como la hipocresía, la moral colectiva, los valores y costumbres inducidos a través de la llamada «aceptación social» y la superficialidad utilizada como anestesia a través de la cual confundir la falta de reflexión, de duda, de pensamiento, con la ansiada felicidad.
«Aquel hombre de rostro suave, de líneas imperturbables al tiempo…» Perdón, estaba trascribiendo el relato que le dediqué a esta fantástica película no hace tanto tiempo. Película sin paragón, ciertamente, con los otros intentos de aproximación que desde el cine se hayan podido hacer a esta historia tan universal.
En cuanto a los aspectos técnicos, suscribo todo lo que has dicho de ella. Sanders, está inmenso.
Leí aquel excelente relato, Raúl, y de aquellos polvos, estos lodos…
Excelente comentario, como siempre, que me recuerda esa magnífica recreación de la novela. Coincido contigo en que es la mejor hasta la fecha, así como en la valoración del trabajo de Sanders. Precisamente, para mí, lo más flojo es, en mi recuerdo, ese protagonista que queda un poco desvaído.
Tengo que repescar ambas, novela y película, pues hace ya mucho tiempo que las disfruté.
Saludos.
Ya lo has dicho todo tú. Siempre me ha encantado esta película pero también la novela. Creo que es una de las mejores historias jamás contadas y una de las mejores adaptaciones literarias.
Seguiré una vez más tu recomendación. Por cierto has mencionado otras adaptaciones de la novela. ¿Cuales son? Saludos.
La novela es magnífica, de las que no dejan indiferente. Vi esta adaptación y me gusto mucho, creo que recrea muy bien la atmósfera original.Un abrazo.
Lo peor es lo que se nos avecina este año, no te digo más…
Saludos.
Marcos, efectivamente es a un tiempo filosófica, tétrica, gótica, sombría, ingeniosa, divertida, sugerente y terrible. Todo en ciento y poco páginas.
Manchas de tinta, me refería más que nada a la próxima versión, año 2009, protagonizada por el niño bonito de «Las crónicas de Narnia» acompañado de Colin Firth como Wottom. Hay al menos dos versiones televisivas, y Dorian Gray aparecía también en esa infamia llamada «La liga de los hombres extraordinarios».
Un abrazo.
Marisa, la ambientación es estupenda. Y Sanders se sale.
Abrazos.
Esta es una novela que empecé a leer demasiado pronto, creo, porque no fui capaz de llegar ni a la mitad.
Tengo pendiente continuarla, si alguna vez encuentro tiempo… no había oído hablar de ninguna adaptación al cine, más que de esa «cosa» que hicieron con el personaje en «La liga de los hombres extraordinarios». En fin, más para la lista…
Besos.
Rosa.
Más que interesante este artículo que nos traes. Como siempre tus reflexiones sobre el cine rebozan en calidad. Saludos!
Yo no digo nada. Salvo que tengo un reto para ti en el blog.
Kisses,
M
Entiendo lo que dices, Rosa. Yo también he empezado libros demasiado densos y complejos en momentos en los que aún no estaba preparado. Pero no se te ocurra dejarlo, te perderías una maravilla y no está el mundo como para dejarlas pasar.
Besos.
Gracias, Budokán, viniendo de quien viene lo tomo como un cumplido gigante…
Saludos
Uy, Marta, con lo que soy yo para los retos… Si no me voy corriendo…
Besos.
¡Aarggghh! ¡No sabía lo del remake! ¿Es que son insaciables? 😦
Estupenda película, y una gran adaptación, coincido totalmente. Parece que remarcando este hecho demos a entender la rareza del acto en si de la buena adaptación, pero es que realmente no es tan fácil (miles de ejemplos del caso contrario pupulan por ahí). Y lo peor es que muchos se tomarán esa primera frase literalmente Alfredo (lo de que lo único importante es la belleza), y así les va en sus películas, jeje.
No viene mucho a cuento, solo de pasada por ser una «adaptación», pero he sufrido un serio trauma esta mañana cuando he visto que aquello que me pareció leer una vez iba totalmente en serio cuando me lo dijeron, que Michael Bay va a hacer una «adaptación» de Los Pájaros de Hitch, con lo cual he llegado a preguntarme si le quedarán muchos años de vida al hombre, personalmente espero que no XD.
En fin, lo dicho, hay adaptaciones y adaptaciones, y este filme es de los que dignifican el término.
Saludos!
Recuerdo cuando vi esta película, tendría unos dieciséis años. No tardé ni una semana en hacerme con el libro. La tengo que revisitar, novela y película.
Abrazos
Josep, ronchas me salen a mí sólo de pensarlo…
Iván, me has puesto los pelos de picos pardos… Había un «Los pájaros 2», creo que un telefilme, que ya era infame, de cadena perpetua. Pero si al despropósito del remake añadimos el nombre de Michael Bay, me dan ganas de emigrar a la luna más lejana de Júpiter. Espero que Bay sufra de almorranas crónicas el resto de su vida…
Un abrazo.
AdR, pues nada, a leerla de nuevo. Es uno de esos libros a los que apetece volver de vez en cuando: una colección de aforismos.
Un abrazo.
La novela es una maravilla pero la película no he tenido el placer de verla. Tras ver cómo la has puesto no puedo más que apuntarla en las pendientes con prioridad.
A ver si la puedo localizar pronto.
Gracias, Alfredo.
Saludos
Pues, Alberto Q., el otro día vi una edición DVD (no sé si es nueva o no) bastante digna y a un precio muy competitivo. Realmente merece la pena.
Gracias a vos.
tendría que darle un vistazo, Wilde es mucho Wilde!. Un abrazo.
Dáselo, dáselo. Es una delicia.
Abrazos.
Hemos dado con una película titulada «Wilde». Su director es Brian Gilbert. Intervienen Stephen Fry, Jude Law y Jennifer Ehle entre otros. Supongo que la conocerás ¿no?
Efectivamente, la del frac rosa… Stephen Fry es un gran actor, esá estupendo, Jude Law, en uno de sus primeros papeles relevantes está muy bien, avanza lo fenomenal actor que es. ¿El problema? Que te habla únicamente de los aspectos morbosos de Wilde, su homosexualidad, su promiscuidad y demás, toda la polémica que lo llevó a prisión. A mí se me queda coja porque, aunque se ven atisbos de su ingenio e intenta salir de todo eso, se concentra en lo que a mí menos me importa de Wilde, a quién se tiraba.
Por cierto, ¿sabes que cayó en desgracia por montárselo con un hijo (o sobrino, no recuerdo) del Marqués de Queensberry, el inventor de la reglas del boxeo? El hombre apuntaba maneras…
Un abrazo.
Siempre,siempre tan actual Oscar Wilde.Has escrito un brillantísimo texto,mi querido Alfredo.Amo el libro y la película.Creo que hoy el culto al físico y la negación por envejecer le hacen justicia.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Francisco. Un tema de absoluta actualidad visto con un siglo y pico de antelación. Los genios no lo son por casualidad…
Abrazos.
Es curioso cómo el encuentro con Dorian Gray es una prefiguración del encuentro de Wilde con su Lord Douglas… antes de que sucediera, claro.
Efectivamente, si tenemos en cuenta la propia biografía de Wilde, la novela resulta inquietantemente profética.
He visto la película y leí la novela, ambas me parecen magníficas..
Jo! Otro clásico desconocido…éste al Cine de Verano porfa. Pero doblada o… venga…con subtítulos gordos ¿eh?, aunque me pierda la calidad de la escenografía.
No va a poder ser, Carlos. Ésta todavía tiene derechos de autor…
Una Magnífica crítica para el mejor reflejo de la obra de Wilde.
Ha habido infinidad de adaptaciones, pero ninguna como esta, tan apegada a la obra original y que transmite la ansiedad del personaje más allá de la pantalla.
Sin duda, una obra invaluable del cine del siglo XX.
Detalle a destacar: Que las pinturas muestren sus color, lo que nos dice que Albert Lewin apreciaba el dramatismo del Cine en blanco y negro.
¿Hubiera tenido el mismo éxito si se hubiera filmado íntegramente en color?… No lo se, pero el haberla filmado en blanco y negro ya es de por si un avance de lo que la obra representa: El sombrío mundo de la frivolidad llevado a sus máximas consecuencias.
Saludos.
Gracias Leopoldo. Creo que tienes mucha razón en cuanto al tema del color.
Saludos.
Like a painting of a sorrow… Tienes razón, fiel a la obra original… Me ha encantado que conservaran la figura del narrador, hace que se acerque aun más a la novela… Por cierto, que ya me gustaría a mí ver el retrato-alma de más de uno… “El físico”, simplemente algo físico, lástima que muchas veces se le dé la importancia que habría que darle al alma… Me ha gustado muchísimo Alfredo, gracias por recomendármela.
Besos
Quizá si le diéramos más importancia al alma terminaríamos escandalizados de nosotros mismos. En el fondo, Ana, al final de todo sólo hay miedo.
Besos.