La tienda de los horrores – El Gran Halcón

hawk

Así, a rosca, debió de ponerse el sombrero Bruce Willis el día que se le ocurrió participar en tamaña memez como la que hoy nos ocupa, una presunta comedia de ingeniosos robos de guante blanco que cuenta las peripecias de Eddie Hawkins (Willis), un, a pesar del aspecto de camionero de Milwaukee del actor, sofisticado chorizo que acaba de cumplir diez años de prisión y sólo desea reinsertarse en la sociedad. Sin embargo, la irrupción de un estrafalario y excéntrico millonario, Mayflower (ay dios, James Coburn) y las amenazas de acabar con la vida de Tommy (Danny Aiello), su amigo y cómplice, si Hawkins no realiza un último trabajo, le convencen de dar un nuevo golpe para cuya consecución tendrá que enfrentarse a una serie de esbirros caracterizados más bien como si fueran personajes de cómic y no de cine, como por ejemplo ese chófer de gadgets afilados y mortales.

De este modo, ya en 1991 tenemos la típica peliculita de secretos vaticanos relacionados con la obra de Leonardo Da Vinci, algunas de cuyas obras, libros incluidos, se supone que Hawk debe robar, una senda que pseudoescritores de baratillo (léase, Dan Brown) y directores más de baratillo aún (inexplicable cómo un merlúcido como Ron Howard puede filmar la excelente El desafío: Frost contra Nixon siendo autor de infamias realmente insoportables, tales como El Código Da Vinci o la inminente Ángeles y demonios, que promete ser todavía más ridícula y espantosa; debió ayudarle un primo suyo).

La película, con un tono deliberadamente cómico, narra la aventura de este ladrón y su cómplice junto a una investigadora estudiosa de Da Vinci (Andie MacDowell) para llevar a cabo el robo al tiempo que averiguan las verdaderas intenciones ocultas de su instigador, intentan escapar de sus letales garras y descubren un secreto impensable de Da Vinci que llevaba siglos oculto. Lo normal en estos casos, vamos. Michael Lehmann, contrastado director de bodrios (en su lamentable filmografía sólo Escuela de jóvenes asesinos y La verdad sobre perros y gatos le permiten vislumbrar en el horizonte algo parecido a un aprobado) pretende darle un tono ligero e irónico a un petardo sin emoción ni tensión ni acción digna de llamarse tal en la que sólo hay dos pequeñas aportaciones que puedan considerarse ingeniosas: la invención del desarrollo de los atracos en sí y el hecho de que como «temporizador» para medir sus propias acciones durante los robos, los atracadores tarareen temas de éxito: de ese modo, por la duración de las canciones, establecen el tiempo límite del que disponen para cada desplazamiento, acción o acto que precise el chorizamiento.

Sin embargo, esta acertada ocurrencia, la partitura de Michael Kamen y la presencia de caras conocidas como Danny Aiello, Andie MacDowell, James Coburn o el impertérrito jefe de C.S.I. Miami David Caruso en el tiempo en que se arrastraba en papeles de tercera, como en Rambo o Los gemelos golpean dos veces (junto a un Willis convertido en estrella tras su exitoso desembarco cinematográfico en La jungla de cristal posterior a su bombazo televisivo en Luz de Luna), no logran mejorar un producto que se queda a mitad de camino de casi todo, ni emociona, ni inquieta, ni deslumbra por su acción ni por su ingenio, ni contiene diálogos inteligentes ni mordaces, ni siquiera bucea en cualquier misterio o intriga que merezca la pena más allá de la coartada para casi todo que constituye ambientar cualquier historia en el Vaticano, y se limita a repetir las habituales necedades y lugares comunes en torno al maestro Leonardo. Y como tal, el enorme presupuesto condujo a un estrepitoso fracaso en la taquilla.

Afortunadamente, su brevedad, apenas noventa minutos, hace que la apoplejía no sea un riesgo inminente para el espectador.

Acusados: Lehmann y compañía.
Atenuantes: el tema de las canciones utilizadas como temporizador es lo que podemos llamar un interesante hallazgo de guión para un producto ligero que no pretende ser verosímil
Agravantes: el peor que cabe en un producto de entretenimiento: aburre a las ovejas, resulta soporífero y monótono
Sentencia: culpables
Condena: leerse mil veces al revés las Crónicas de San Anselmo y aprender a hacer en menos de un minuto el cubo de Rubik, primero con los codos y luego con los dedos de los pies

14 comentarios sobre “La tienda de los horrores – El Gran Halcón

  1. Ya nada más ver la cara de BRUCE WILLIS me he podido imaginar tu comentario.Estoy con todo lo que dices.Los atenuantes¡bien! los agravantes,super,la sentencia,inmejorable el calificativo ,y la condena,ja ja ja …….SaludicosP.D mañana DOMINGO ,y al séptimo día descansó…….buen finde

  2. ¿Sabes como le llamo a Bruce Willis? «Produce bilis» y mis amigos no se rien,peor para ellos.Solo te voy a decir una cosa;la imagen que has puesto me hace recordar a un autor y cantante que se ponía el sombrero como nadie.Evidentemente estoy hablando de mi adoraro Frank Sinatra.Mi condena para Produce Bilis sería:Te voy a estar dando patadas en el culo hasta que no consigas ponerte el sombrero como lo hacía Sinatra.

    Un abrazo,amigo.

  3. Ja, ja: muy buena somanta de palos sobradamente merecida; esta sí que la he visto y me quedé pazguato, como en trance.

    Me quedo intrigadísimo por la referencia a Frost y Nixon: te advierto que si voy a verla y no me gusta, habrá palos para tí, por mal consejero, porque me parece imposible que el amiguito Ronnie sea capaz de llevar adelante tema semejante con lucidez… 🙂

    Saludos sabatinos.

  4. Pero cómo me pones la cara de ese tipo al que más detesto en el mundo mundial del celuloide!!! Lo veo y me dan arcadas, hasta el churro ha huido del café, se ha convertido en espada con la intención de atizarle al ordenador.

    La peli ni idea, será mala, seguro, pero yo no la he visto, no veo nada en lo que sale ese tipo, nunca. Es como una especie de voto anti B.Willis.

    Sentencia: <Yo lo llevaria a Siberia para rellenar limones helados. Sin guantes, sin estufa cerca, todo a mano. Luego lo llevaría a uno de esos puntos de miseria donde sus soldados (suele ir a animar a las tropas americanas) se lo pasan bien desordenando casas y acumulando violencia.

    Casi lo dejo aquí…

    Yo, intentado recuperar el churro que aún se resiste a dejar de ser espada.

    Marta

  5. La vi en el cine, cuando era todavía un chavalito sin criterio, casi. Tu condena me parece acertada. Ya veo a Willis ponerse manos a la obra.

    Abrazos.

  6. Carmen, Bruce Willis, excepto en algunos momentos puntuales, equivale a truño asegurado. Este tío podía descansar ya el primer día…
    Saludos.

    Pues sí, Francisco, está a cien mil kilómetros de resultar igual de elegante y capaz que Sinatra. Vamos, que no juegan ni en la misma liga.
    Patadas en el culo le daba yo también…
    Abrazos.

    Josep, a mí me sorprendió «Frost…». Esperaba una cosa típica de Ron Howard, repleta de lugares comunes e imbecilidad manifiesta, pero no. A ver, la película no diría yo que sea imprescindible, pero, en una línea de cine político realmente convencional, sin que aporte nada nuevo, para Ron Howard es como hacer un doctorado, de veras.
    Saludos.

    Castedo Merinero, es un quiero y no puedo que resulta casi insultante.

    Entrenómadas, cuidado con los churros, que los carga el diablo… Bruce Willis además se ha creado un personaje realmente detestable, especialmente por sus deseos de dedicarse al rock y su apoyo incondicional (uno de los pocos actores de Hollywood en hacerlo explícitamente) a las fechorías armadas de su gobierno en las cuatro esquinas del planeta.
    Besos.

    AdR, pues si encima la viste en el cine, aún peor. Dinero tirado, desde luego. Lástima de hora y media perdida… Creo que te da para un buen relato de terror.
    Abrazos.

  7. No me suena, y mejor que mejor. Muy bueno el mote que le ha puesto Francisco al Billis, veo que ya somos unos cuantos los que no le soportamos.
    Un abrazo.

  8. Yo lo que me pregunto es para qué me estoy tragando cinco años de carrera con lo fácil que es, por lo visto, encontrar misterios mal rolleros en los cuadros de Leonardo (pobre Leonardo, en qué mala hora se le ocurrió pintar la Gioconda y la Última Cena…) y hala, a vender películas y best sellers como churros ¬¬
    No he visto la película, pero con el Código Da Vinci ya me puedo hacer una idea.
    Besos.
    Rosa.

  9. Alberto, en la adolescencia nos pasan cosas muy raras. Y también nos gustan cosas muy raras. Todo en sí es raro…
    Saludos.

    Rosa, has equivocado la carrera. Deberías dedicarte a Leonardo, escribir novelas cuyos capítulos tienen una página y forrarte. De todos modos la película no tiene mucho que ver con la moda Da Vinci, sólo el punto de partida.
    Besos.

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