Alfred Hitchcock presenta – Sospecha

suspicion

Retomamos un imprescindible rincón de esta escalera con esta obra maestra integral dirigida por Alfred Hitchcock en 1941, segunda de sus producciones norteamericanas para la factoría Selznick (con el que no tardaría en partir peras por sus continuas y autoritarias injerencias en sus proyectos), si bien esta vez, como los futbolistas, cedido a la RKO, aunque Hitchcock siempre afirmaría el carácter británico de la cinta tanto por la forma de rodar, el equipo profesional y técnico utilizado y la nacionalidad de casi todos los intérpretes. Película que le valió el premio Oscar a la mejor actriz a Joan Fontaine por delante de la Ingrid Bergman de Casablanca, camuflada entre otras más reconocidas, y a menudo no mejores, del realizador británico, sin embargo ha propiciado un buen puñado de fotogramas memorables e imprescindibles para cualquier catálogo de la Historia del cine, como el que recoge la fotografía superior. En pocos casos resulta tan apropiada la atribución del adjetivo magistral como en esta magnífica joya que no destaca únicamente por poseer un guión milimétrico, una fotografía espléndida, una música sensacional o unas interpretaciones pluscuamperfectas por parte de todo el elenco, el principal y el de reparto, sino también por la manera de narrar visual y textualmente de un director que era un auténtico genio como pocos.

La historia es conocida: Johnnie (Cary Grant), un atractivo vividor, seductor nato, cuyo carisma y encanto es capaz de abrirle cualquier puerta, se encuentra por casualidad en un compartimento de un tren con Lina (Joan Fontaine), la hija treintañera de un matrimonio acomodado de la burguesía rural británica. El caradura de Johnnie se ha metido en un vagón de primera clase a pesar de que su billete es de tercera, y sólo el oportuno hallazgo de un sello de correos en el bolso de la joven con el que poder pagar la diferencia de importe le libra de cargar con la pertinente multa o su expulsión del tren. Lina se siente atraída por él de inmediato, a pesar de que enseguida lo toma por lo que es, un tramposo con estilo y atractivo que no deja por un minuto de comportarse como un niño grande. Por eso interpreta que las señales que la avisan de que Johnnie está interesado por ella no son más que otra de sus trampas o bien un mero divertimento para ridiculizarla. Nunca ha tenido suerte con los hombres y lo último que podría pensar es que un hombre a todas luces mujeriego se interesaría sinceramente por ella. Sin embargo, la insistencia de él y unas palabras del padre de la joven (Sir Cedric Hardwicke, que repetiría con Hitchcock en La soga, de 1948) hacia su mujer en las que se muestra escéptico ante las posibilidades de que Lina un día llegue a casarse y la califica de solterona sin remedio, la predisponen a seguirle la corriente a Johnnie y a vivir con él un corto romance que acaba en un matrimonio rápido. Tras la boda, Johnnie no da muestras de haber madurado y sigue viviendo su vida al día, sin un centavo en el bolsillo a pesar de que siempre habla de trabajar, ganarse la vida o montar negocios con su amigo Beaky (Nigel Bruce). Muy al contrario, parece dedicarse a dilapidar la fortuna familiar y la dote de la boda, incluso vendiendo parte del mobiliario de la casa para apostar a los caballos. Éstas y otras señales la hacen pensar que tanto su matrimonio como la amistad con Beaky son fruto de un calculado interés de Johnnie por hacerse con dinero rápido y mantener su tren de vida sin necesidad de trabajar. Tras esta idea no tarda en surgir otra: que Johnnie tiene intención de matarla para quedarse con toda su fortuna.

Una vez más Alfred Hitchcock demuestra por qué es un genio y cómo puede hacerse cine pensando en el público, contando activamente con sus apreciaciones y mecanismos de raciocinio pero sin faltarle el respeto. Porque, a diferencia de otros cineastas que, o bien omiten información esencial al público o bien la manipulan o retratan de manera parcial y selectiva con el único fin de despistarlo y sorprenderle con un desenlace inesperado, el espectador de Sospecha asiste y comparte las reacciones de Joan Fontaine al mismo tiempo que ella empieza a sentir que Johnnie no es trigo limpio: mira junto a ella, se sorprende con ella y deduce en un mismo sentido a la vez que ella. En ningún momento el personaje de Lina dispone de información ajena al público, éste mira por los ojos de ella, de ahí que comparta sus evoluciones psicológicas y pueda sentir la angustia del suspense que se avecina. Ello radica no en una elección selectiva de los hechos que se muestran u ocultan, sino, muy al contrario, en la interpretación de los hechos a través del prisma de la sugestión: dado que, gracias a la pericia visual y narrativa de Hitchcock, compartimos la sospecha de Lina de que Johnnie pretende asesinarla, interpretamos los hechos cotidianos y objetivos que presenciamos como oscuras maniobras criminales con el único fin de llevar adelante el plan. De este modo el espectador no asiste a la exposición objetiva de unos hechos, sino que se introduce en ellos desde el punto de vista de uno de sus personajes.

La perspectiva de esta mirada aumenta exponencialmente la sensación de empatía con el personaje de Lina (o de Beaky, en un momento dado) y nos hace dudar exactamente igual que ella de la catadura moral de Johnnie, que en todo momento es presentado como portador de un encanto avasallador pero también con cierta distancia y prevención cautelosa, una vez más, con la magistral forma de narrar del maestro británico. La consciencia de que el público puede interpretar de manera divergente acciones, rostros y comportamientos a priori neutros, que pueden sugerir una interpretación y la contraria, sirve a Hitchcock para, sin mentir ni tergiversar información en ningún momento, sino a través de un magnífico aprovechamiento de los recursos narrativos y visuales que maneja a la perfección, sembrar una duda en el espectador que es la misma que surge en la protagonista, y que casi podamos olisquear el veneno que sin duda creemos que está mezclado con la leche (fenomenal efecto de una escena ya clásica consistente en la introducción de una bombilla dentro del vaso mientras que la escena se filmaba en una penumbra casi de expresionismo alemán aprendido por Hitch durante su estancia en la UFA en sus primeros años como cineasta).

Pero como siempre ocurre en Hitchcock, la película muestra mucho más de lo aparente; Sospecha no carece de lecturas más íntimas y personales estrechamente ligadas a la propia psicología, a menudo patológica, del director. El desenlace alternativo al finalmente rodado que Hitchcock había dispuesto y al que tuvo que renunciar por imposición de los estudios (éstos no aceptaban que una estrella, un galán reconocido siempre en personajes positivos, fuera retratado abiertamente como un criminal) recogía el cierto envenenamiento de Lina y la culpabilidad manifiesta de Johnnie, quien, como último favor hacia su mujer antes de su muerte echaría al correo su última carta, una misiva en la que revelaría su conocimiento de las intenciones de su esposo de envenenarla y revelaría los pasos metódicos que éste había seguido para lograr su propósito. Así, Johnnie, feliz y satisfecho por la consecución de su plan, mientras echaría al buzón con un alegre silbido la carta de su esposa, estaría haciendo llegar a la policía las pruebas de su culpabilidad. Esto, unido al siempre interesante para Hitchcock tema de la doble personalidad, del mundo de las apariencias, de la reputación pública y la verdad privada, la hipocresía de la vida en sociedad y las mentiras que esconde de puertas adentro, tema tan explotado por él en todos sus personajes, y más si pensamos en su propia biografía y en su continuo juego de perversiones morales, irónicos engaños, mentiras piadosas y tergiversaciones publicitarias, nos da un nueva perspectiva acerca de cómo debemos acercarnos al personaje de Johnnie. Si además tenemos en cuenta que Alma Reville, la esposa de Hitchcock que tanto tuvo que sufrir sus represiones morales y sus frustrados y delirantes proyectos para vencerlas, aparte de todo el resto del catálogo de manías del genio londinense, es una de los tres guionistas de la película, y que, Joan Harrison, veterana colaboradora del director, secretaria, guionista, persona de confianza, asistente y fuente de inspiración intelectual y de deseos sexuales difícilmente soportados por Hitch (y no se sabe hasta qué punto consentidos o alimentados por Harrison, que provocó una honda depresión en el director cuando le comunicó su próximo matrimonio y su deseo de arrancar una carrera propia como directora), es otra, el personaje de Johnnie, su duplicidad, el final que en principio debía ser rodado y también el de Lina, sus miedos, impresiones, temores, dudas y complejos, cobran un sentido mucho más amplio y escalofriante que acrecienta el ya de por sí riquísimo, inquietante, espeluznante e intrigante desarrollo de esta joya magistral, una delicia de principio a fin con la que a punto estamos de vernos en caída libre por un acantilado por cuyo borde siempre nos movemos.

68 comentarios sobre “Alfred Hitchcock presenta – Sospecha

  1. Cierto, Doctor, no es de las más proyectadas ni de las más recordadas, vaso de leche aparte. Desde que la vi exijo que abran las botellas o los bricks de leche delante de mí…
    Saludos.

  2. Una de sus, muchas, grandiosas películas…A mí me gusta el ambiguo final, que nos hace a todos un poco asesinos…Si la «chica» hubiera sido otra, menos enternecedora, hubiera estado abiertamente del lado de Cary Grant, siempre tan encantador y elegante…

  3. Desde luego es difícil hacer una mala crítica de cualquier película de Hitch,mi querido Alfredo.Te puede gustar una más que otra,pero en su conjunto,no hay que decir nada malo al respecto.Por ejemplo,a mí una de mis películas es La sombra de una duda,creo que para él también lo era.Los pájaros,según palabras de Federico Fellini,era en sí todo un poema.Yo también estoy de acuerdo.Sospecha es una película de cuya historia se sostiene gracias a la habilidad del maestro y la presencia de Cary Grant.Sus historias son cerradas,como Crimen perfecto o La soga,pero el genio nos sitúa,como bien dices,al borde de un precipicio en sus espacios cerrados,pero nada claustrofóbicos.
    Has escrito un texto excepcional,Alfredo.Me has hecho pensar que en Mi tiempo ganado,todavía no he dicho nada de Hithcock y ya me he puesto a escribir algo.
    Gracias maestro.
    Un fuerte abrazo.

  4. Cierto, amigo Cacho de Pan. Hitchcock insistió para que no fuera tan ambiguo, los estudios presionaron para que la inocencia de Grant fuera indudable, y al final el maestro tiró sutilmente por el camino de enmedio. Porque… ¿quién no ha pensado que la solución real de la película no quede realmente en suspenso?
    Grant debía ser elegante hasta en el baño…
    Saludos.

    Gracias a ti, Francisco (maestro es una palabra muy fuerte). «La sombra de una duda», aunque con las típicas reservas cuando de palabras de Hitchcock se trata, era, según él mismo, su película favorita de entre las suyas. Sabio Fellini al ver en «Los pájaros» todo aquello que le falta a las películas que han pretendido explotar su fórmula por la vía del terror y se han olvidado de la carga de profundidad que posee (por cierto, se anuncia remake, aparte de la infame «Los Pájaros 2» que se hizo para T.V.). Y, efectivamente, Hitchcock nos coloca en el filo en el que a él mismo le hubiera gustado estar y que, por miedo, siempre rehuyó.
    Espero ese texto hitchcockiano; estoy seguro de que será magnífico.
    Un gran abrazo.

  5. Muy buena, como siempre, reseña de una de esas películas del maestro que uno no se cansa de ver.

    Para mí el final siempre es una duda, lo que ahora se llama final abierto, porque Hitchcock consigue imprimir en nuestro ánimo la sospecha de tal modo que, tras el fin, uno se queda todavía dubitativo de lo que pasará tras la cortinilla de cierre.

    Apenas has mencionado el superlativo trabajo de Cary Grant y me parece injusto, porque sin él la sospecha no tendría motivo: esa ambigüedad permanente, ese letal atractivo del vividor poco escrupuloso, individuo solitario y enigmático, tienen un magnífico exponente en una verdadera exposición magistral de uno de los mejores actores de cine de todos los tiempos: una muestra palpable de la ceguera perenne de los académicos de Hollywood.

    Ya me están entrando ganas de repasarla de nuevo, mira… 🙂

    Saludos.

  6. Mis aplausos. Entre la excelente reseña y que Hitchcock es uno de mis directores favoritos, hoy me has alegrado el día. Este hombre no tenía desperdicio. Hasta sus películas «menores» eran buenas.
    Por cierto, a mi me gusta muchísimo Vértigo (además de otras muchas de sus obras maestras, claro).
    Un abrazo

  7. magistral comentario, Alfredo, ya se hacía notar la ausencia de Hitch en esta escalera… qué película, y qué final tan soberbio había planeado el maestro… y esa imagen que has escogido, la imagen… esto es un regalo, y además hoy subo mi peldaño 35, qué suerte, un abrazo

  8. Pues tienes razón, Josep, el trabajo de Cary Grant hay que reivindicarlo como merece, porque sin él la película difícilmente se sostendría o al menos resultaría creíble (cuántas películas se estropean por la insuficiencia de galán o de villano…). Por más que lo digamos, no haremos justicia a su calidad como intérprete.
    Y muy cierto lo del final, como si Hitchcock se hubiera negado a seguir al cien por cien las directrices de los estudios y se saliera un poco con la suya.
    Saludos.

    Carmen, no me extraña que te guste «Vertigo», es un peliculón, y también contiene buenas dosis de fantasmas hitchcockianos. Algún día aparecerá por aquí, como es lógico.
    Un abrazo.

    Gracias, Sam, hacía mucho tiempo que no poníamos algo de Hitch, y eso que tiene sección propia.
    Por cierto, feliz trigesimo quinto peldaño: que sea para seguir subiendo.
    Un abrazo y buen día.

  9. La tengo y disfruto a veces con ella. Gran película SUSPICION sí señor, como el 95% de lo que hizo «Hitch».
    La escena de las escaleras que pones con el vaso iluminado (por una bombilla) es de lo mejorcito del filme pero hay otras escenas como la de la carretera con él al volante que también son grandiosas.

    Saludos de otro fan de sir Alfred.

  10. Querido,has puesto por escrito algo que creo fundamental y en lo que no había reparado de forma consciente: la habilidad que tenía para crear y mantener un suspense sin engaños. Claro, ese es seguramente uno de sus méritos: Hitchcock era capaz de presentar la realidad y a través de ella dirigir nuestro pensamiento por los caminos que necesitaba para sugestionarnos, asustarnos, sospechar, sufrir….. Genial.
    Recuerdo esta peli: la ví un montón de veces, seguro, pero hace demasiado tiempo. Ahora toca revisarla desde tus palabras, que siempre merece la pena.
    Besos.
    PD Ah, y totalmente de acuerdo con Cary Grant. Creo que se ha simplificado demasiado el origen de su éxito.

  11. Me gustó Gary Grant si, pero tambien esa Joan Fontaine que nos va presentando Alfred desde el momento del tren con sus gafas y su libro hasta esa otra que al decidir casarse se presenta mas tranquila que Johnny y afirma: «A mi tambien me sorprende, pero debe ser porque, por primera vez en mi vida, se lo que quiero». En unas pocas escenas nos presenta la realidad de un personaje que aún así nos deparará sorpresas.
    Lo que viene despues es otra historia.

    Te he leido con gusto, estupenda disección de un mejor que clásico

  12. El maestro del suspense fue capaz de varias cosas a la vez: contar buenas historias, ser un realizador muy bueno y eficaz abierto a todo tipo de fórmulas técnicas y experimentos que le sirvieran para contar una historia, tener visión acertada a la hora de seleccionar a sus actores y actrices… entretener, emocionar, hacer al público siempre partícipe de lo que está narrando cinematográficamente, hacernos pasar miedo, suspense, hablarnos de amor y de sexo, envolvernos con sus ambientes e historias… El maestro del suspense es grande. No sabría con cual quedarme de sus historias o con qué escenas (buenísima la de la escalera… sospecha total). Siento cierta predilección por tres en concreto -cariño, recuerdos, sentimientos-: ENCADENADOS (qué gran joya), CON LA MUERTE EN LOS TALONES (jamás me aburre) y LA VENTANA INDISCRETA (esa comunidad de vecinos que me fascina).
    Un beso
    Hildy

  13. Ahí están los genios, Alberto, uno puede ver sus películas cientos de veces sabiendo qué va a pasar, y sin embargo uno se emociona y duda incierto como si fuera la primera vez. Qué grande, literalmente, era Hitch.
    Saludos.

    Mima, a él lo que más le inspiraba respeto era el público. Una película que él considerara buena le parecería una birria por muy bien hecha que estuviera si nadie hubiera ido a verla. Ahora ocurre justamente al revés: mucho cretino cree que hace buen cine porque un público en buena parte «asilvestrado» acude a ver sus bodrios. Y así nacen ídolos de pacotilla.
    Besos.
    PD: aún tienes que contarme sobre Gran Torino…

    Eso es Alma, Joan Fontaine siempre parecía que no estaba, que era irrelevante o que cualquier otra actriz podía hacer sus papeles: totalmente incierto, desde luego.
    Un abrazo.

    Tampoco sé con cuál quedarme, todas me gustan, cada una por un motivo diferente. Yo me quedaría con un inmenso collage con trocitos de aquí y de allí. Creo que, por muy diferentes que sean sus películas de tiempo y lugar, un refrito con recortes de aquí y allá tendría más sentido y sería mucho más apreciable que mucho del cine actual. Cualquiera de las tres que comentas vale muchísimo la pena y por supuesto irán saliendo aquí, claro.
    Tus comentarios siempre resultan certeros y sensacionales.
    Un beso.

  14. No se puede decir más,está todo dicho, genial ,magnífico, único, y añado ,irrepetible este hombre gordito con cara de no haber roto un plato en su vida..La foto,preciosa.y tú ,como siempre,inmenso Saludicos. P.D.felicidades Sam

  15. Gracias, Carmen. La verdad es que cualquier película de Hitchcock daría para mucho más, para hablar interminablemente, para analizar cada escena, casi cada plano y buscar todo aquello que el maestro quería expresar (u ocultar). Pero ya lo decía Voltaire: el secreto de aburrir consiste en decirlo todo, y siempre es mucho mejor ver la película que leer de ella.
    Saludos.

    Pues, Noe, te recomiendo el Cola-Cao. Yo la probé con estricnina durante un tiempo y me daba acidez…

  16. Ay, ese vaso de leche es memorable, inmejorable, inimitable.
    Ahora me voy a por un vaso de leche, en mi caso de avena, of course.
    Una de mis pelis favoritas de Alfred. La veo callada, no se me ocurre ni hablar. Impecable.

    Besos,

    M

  17. Yo creía que sería de soja, fíjate tú.
    Me gusta eso de que la ves callada; últimamente, no sé por qué, me parece que cada vez la gente habla más cuando ve cine, y no sólo por el móvil. Y no me gusta nada, nada.
    Besos

  18. Por fin me has desvelado lo del vaso de leche. Siempre había creído que llevaba luz dentro, pero se me hacía extraño que Cary Grant transportara un vaso de leche con luz dentro. Lo del final alternativo es, realmente, un final que te planteas inevitablemente durante toda la película porque creo que es una de las cintas en las que más juega Hitchcock con la mente del espectador. Nos engaña constantemente ayudado, eso sí, por la ambigüedad y gran interpretación de Grant y las «caritas» de «carita de mono» Fontaine. Me encanta esta película, y me encanta la coletilla en el pelo que le hace Cary Grant a Joan Fontaine al principio de la película…inolvidable. Por cierto, los que se alejan en el coche en el final de la película ¿son ellos?…yo llegué a pensar que son otros actores porque se les ve de espaldas y, la verdad, no parece Grant. Quizá por el «final alternativo».

  19. Lo de la luz, Frank, lo revela Hitch en su famosa entrevista con Truffaut (libro imprescindible, por cierto).
    Buen apunte el que haces acerca del final; efectivamente, se trata de un plano añadido al final por las razones que comentábamos más arriba, para que quedara claro que Grant no la mataba. Y efectivamente, no parece Grant.

  20. Gracias por el refresco, la tengo que revisitar desde hace mucho. Me gusta la pareja Grant-Fontaine. Y que hayas enlazado a La Soga, curiosamente hace un par de días hablaba de ella con unos amigos, no en vano es de mis favoritas de El Maestro.

    Abrazos

  21. La Soga, según el propio Hitchcock, no era más que un divertimento a través del cual explorar nuevas técnicas cinematográficas. Narrativamente, él la valoraba muy poco. A mí, sin embargo, me encanta.
    Un abrazo.

  22. Un día, hablando de cine con un buen amigo, me dijo al respecto, «de Hitchcok, me gusta hasta Marnie». Yo sonreí, y asentí, dándole un buen trago a la copa que tenía entre manos.
    Con respecto a Sospecha, y al hilo de lo que contáis tú y Francisco en los comentarios, coincido en que es mayor la virtud del director, que la historia que nos cuenta, y que la presencia del mejor actor que ha dado el cine, hace el resto.
    Escribe usted muy bien, querido amigo.

  23. Gracias, Raúl, mira quién va a hablar…
    Un comentario muy típico el de tu amigo en relación a Marnie. No sé si Grant es el mejor actor que ha dado el cine (quizá falta mayor diversidad en sus personajes y en sus proyectos para juzgar verdaderamente esta cuestión), pero sí que es inolvidable.

  24. JE,JE,JE,ya la tengo metida dentro del vídeo. Me he ido a buscarla a casa de mis padres donde tengo en V.H.S. muchas pelis, pelis. Hacía algunos años que no la veía y el otro día se me pusieron los dientes largos leyendo tu entrada de «SOSPECHA». Bueno, ciaoooooo me voy a darle al ¡play!. Saludicos

  25. Vaya artículo Alfredo, impresionante, en serio. Y además me viene que ni pintado, porque mañana me dan una demostración práctica de como se realiza ese efecto del vaso iluminado con la bombilla, justo mañana a primera hora, junto con otros no menos míticos de la historia del cine. Me quedo con toda la película, pero ya que viene al caso por el tema luz y similares, decir que ese excepcional plano que has puesto es la demostración más palpable de lo que es el cine en si mismo. En los tiempos que corren los cineastas se encargan de describir con los diálogos, tan reiterativos que cansan, cuando el cine es un arte visual, y los grandes como Hitchcock supieron dignificar esa tendencia.
    Es el mandamiento numero 1 de un buen cineasta, describe en imágenes lo que puedas ahorrar en palabras.
    Y sobre Hitchcock, lo dicho…jaja.
    Saludos Alfredo

  26. Bueno, ya me he puesto al día. Fin de semana Hitchcock. Sospecha, Recuerda, La ventana indiscreta y Vértigo. Todas las había visto ,pero he vuelto a disfrutar. Alfredo, gracias por hacernos «recordar «. Saludicos

  27. Gracias Iván; sobre todo no te bebas la leche…
    Una regla tan sencilla y primordial como la que comentas resulta extrañamente (o no tanto) obviada en la mayor parte del cine actual. La pregunta es por qué: ¿falta de talento, de creatividad? ¿Falta de interés por quienes ponen el dinero por algo distinto y sin embargo esencialmente cinematográfico? ¿Influencia de la televisión? En cualquier caso, otra de las señales de la decadencia del cine.
    Abrazos.

    Vaya empacho te has dado, Carmen, una cosa es recordar, y otra metérselo en vena… Aunque puestos a pasar un fin de semana de cine, Hitchcock es una excelente elección.
    Saludos.

  28. Exceptuando en Historias de Filadelfia, es en éste y en Encadenados donde más me gustan los personajes de Cary Grant. Habrá quien simpatice con Fontaine y, desde luego, es entendible (aunque, personalmente, no es una actriz que me entusiasme; quizá se deba a la profusión de papeles de mujer atormentada, ingenua y bondadosa – justo lo que no parecía encontrarse en la vida real, al parecer, en su relación con su hermana Olivia -).
    En todo caso, cuanto más ambiguo y perverso es Grant más me «pone» cinematográficamente. (y no es físicamente mi prototipo de hombre), explotándose ese carácter todavía mejor en, obviamente, Encadenados.
    «Ámame mientras me matas» parece decirnos Hitchcock por boca de Fontaine en esta modélica película (a la que lo único que le sobra, bajo mi punto de vista, son los desmayos de la misma, que quedan un poco decimonónicos) y cuyo abierto final no hace sino incentivar la duda del espectador. Y es que la incertidumbre a morir por parte de la persona amada es, para mí, el mejor disparador orgásmico. Dan buena prueba de ello actores como Dan Duryea, el Al Pacino de El padrino (parte I y, sobre todo, II), Dirk Bogarde, Christopher Lee y, por supuesto, Lee Marvin (ganas de darle unos tortazos a la tonta de Donna Reed, cuando lo rechaza en la película Los forasteros). Actores capaces de ofrecer simultáneamente placer y peligro. Combinación morbosa donde las haya.

    ¡Besos!

    1. Estoooo… Ejem… Eeeeeh… Disparador orgásmico… Combinación morbosa… Eeeeein… Vaya…

      Totalmente de acuerdo contigo sobre Joan Fontaine (debería ser Tontaine). Se pasa media película (casi da igual la película que digas, salvo alguna excepción en los años cincuenta, como Más allá de la duda, de Fritz Lang) poniendo caritas a la cámara. A mí me pone bastante enfermo, y salvo alguna fotografía más que resultona, incluso me repele como tipo de mujer.

      Respecto a Cary Grant… A mí me encanta su vis cómica en cintas como Luna nueva, por ejemplo. O en La pícara puritana. No me interesa tanto cuando aparece como galán puro, pero cuando se desmelena o arrastra algún grado de tormento interior, sí. Qué decir de Con la muerte en los talones… Si el James Bond cinematográfico es una fotocopia suya…

      Ya no recuerdo si lo decía en el texto, porque lo escribí hace mucho y te contesto sin leerlo de nuevo, pero el final viene impuesto por las circunstancias; Hitch quería que Grant fuera realmente culpable, y que este fuera señalado en la carta que echa al buzón, de modo que él mismo estaría enviando la prueba de su culpabilidad; la ambigüedad y la conciliación final vienen de que todos temían el efecto en la carrera de Grant por haber intepretado a un villano, al tiempo que se temía también que la Oficina de Joseph Breen tomara cartas en el asunto.

      No sé si he entendido bien tu comentario sobre el «disparador orgásmico». ¿Te refieres al hecho de morir a manos de la persona amada? ¿Entiendo bien? Un comentario sumamente arriesgado, en estos tiempos, aunque el corazón (y otras partes) tiene razones que la razón no entiende y quede plenamente justificado por los nombres que citas.

      ¡Besos!

  29. Jejejeje. Sí, sí, has entendido bien. Y si es morir en pleno orgasmo, tanto mejor (qué mejor final). Y sí, en los tiempos que corren algo como lo que yo manifiesto aquí sería motivo de abucheo por parte de algunas (o muchas, quizá) feministas y otros colectivos. ¿Por qué crees que tengo tanta inquina a estas organizaciones? Lo único que hacen es promover e incitar a determinadas y perjudiciales actitudes y modos de pensamiento (o el puñetero pensamiento único, aghh).

    ¿Por qué una figura literaria como Drácula ha tenido tanto éxito? Seguramente (entre un largo ramillete de factores) por cosas como ésta (la idea de la succión de sangre como paralelismo a la relación sexual, mientras una va perdiendo progresivamente la vida). Y, yéndonos al cine, algunas de las love stories que más me hacen vibrar son aquéllas que se establecen entre un asesino/a (o persona peligrosa e, incluso, hasta sádica) y una persona normal (por decirlo de algún modo). Creo que este tipo de relaciones dan muchísimo juego en una película y, para qué vamos a engañarnos, a una que le va la marcha, jajaja.

    Tontaine, jajaja. Tal cual. Totalmente de acuerdo contigo, su mejor papel e interpretación está en Más allá de la duda (qué sabio Fritz Lang, la ata en corto, como tiene que ser). En Sospecha, y otras, me entran ganas de entrar en la pantalla y darle un sopapo. Incluyo aquí, también, a la petarda de June Allyson (si te gusta la actriz lo siento, querido Alfredo, yo personalmente no la aguanto). Para que veas lo mala, malísima que soy: en Los tres mosqueteros disfruto un montón cuando la vitriólica (y guapísima) Lana Turner (aka Lady de Winter) la mata. Esa pareja formada por ella y Vincent Price, para mí, es lo mejor de la película (una de mis favoritas, por cierto, del género de aventuras).

    Respecto a Cary Grant (comedias a parte, en las que siempre está estupendo), hay un papel suyo que me sorprende muchísimo, que es en El asunto del día, de George Stevens. Es simpático pero en algunos momentos un poco antipático. Una película, por cierto, curiosísima y bastante atípica. No es la clásica comedia, ni tampoco un drama, parece más bien una película de tesis con pinceladas cómicas y que encierra una acertada crítica social. En cualquier caso, mi personaje favorito es el de Ronald Colman. La peli da la sensación de entrever una relación triangular. Al llegar al final yo estaba deseando que Jean Arthur se quedase con los dos o, por lo menos, con Colman – que es, a mi juicio, el personaje mejor desarrollado.

    ¿Sabes qué final me hubiese gustado a mí para Sospecha? El mismo que Hitchcock con una salvedad: que Grant abriera la carta y la destruyera. De este modo se iría de rositas y… a seguir viviendo la vida loca.

    Besos de una heterodoxa.

    1. Un final improbable, por eso de que el Código de Producción exigía el «justo» castigo a la villanía en pantalla para evitar la transmisión de mensajes poco o anda «edificantes». Habría que esperar todavía un poco para que pudieran ganar los malos…

      Una película bastante olvidada, la de Stevens (como casi toda su filmografía, exceptuando Raíces profundas y Gigante). Ronald Colman me resulta especialmente entrañable por cómo encaraba su paso a un segundo plano después de haber sido grande de verdad antes de la guerra. Cierto que Grant está ahí más matizado (mejor atarlo en corto: Capra lo dejó suelto en Arsénico por compasión y, para mí, está muy pasado), aunque no tan antipático como en Solo los ángeles tienen alas, por más que su antipatía venga «justificada», como casi siempre si hablamos de estrellas, en el guion. En cuanto a su versión payasa, no hay que olvidar el brigadoon que se marca en Indiscreta, de Stanley Donen.

      Odio a June Allyson, así que, por tanto, tu comentario subraya lo que yo mismo opino de ella y de su presencia en Los tres mosqueteros. Me paso el rato esperando que Gene Kelly la mande a paseo y se enrolle con la Turner, que es la que mola. El pasaje que no me gusta nada es el que transcurre en Inglaterra, la captura, el asesinato y la huida de Milady, pero por lo demás, es la chica guay de la función. La otra, pues el prototipo de pavisosa para el nuevo milenio. Cursi, azucarada, con cara de torta (de darle una torta, quiero decir). Me encanta el calificativo de «petarda», lo uso mucho. Y a la sosa de la June le va como anillo al dedo.

      El éxito de Drácula… Tema muy interesante. Básicamente, porque es todo lo opuesto al puritanismo victoriano: vive de noche, se da a la mala vida, es soltero, se enrolla con todas, y le pega que no veas al sexo oral. Es decir, eso que los caballeros hacían en Whitechapel pero no en los salones, él lo hacía en los salones. Y claro, escandalizaba, pero con ese tipo de escándalo que se limita a lo público, mientras que se entreabren los dedos de la mano con la que se tapa uno la cara para no perderse nada o sueña en privado con emular o recrear. Hipocresía social. Hay más elementos (el auge del gótico, el cambio de siglo, el choque tecnológico resultante de la revolución industrial, etc.), pero en particular, como en casi todo el género de terror, es el sexo la pulsión que palpita debajo.

      Creo que tienes razón, y eso explica por qué determinados asesinos y criminales reciben cientos de cartas de amor, o incluso propuestas matrimoniales, algunas de las cuales acaban en boda, aunque sea entre rejas. Algo hipnótico o instintivo hay en esas fantasías de control, dominación y sometimiento, todo lo cual está desterrado hoy de la moral pública, por supuesto. El problema del feminismo, como de otros fenómenos de «pensamiento» de masas, es que terminan convirtiéndose en una religión (como el nacionalismo, el movimiento LGTBi, el credo político o hasta el fútbol). No solo asumen un punto de vista intransigente, despótico y autoritario al tratar de imponer su moral particular e identificarla con la moral pública (que los espacios públicos sean neutros implica que todos podamos utilizarlos sin más restricciones que el respeto a la ley, no que determinados usos reciban el aplauso mientras que otros deban desterrarse sobre la base de la particular moral de ciertos ámbitos), sino que crean sus santos, sus liturgias, sus mecanismos de control, propaganda y dominación, e incluso asumen la idea de pecado original. El concepto de heteropatriarcado, por ejemplo, o la culpa congénita de nacer hombre. Como dice alguien (tal vez yo): Dios nos guarde de las religiones laicas (o, contra Dios vivíamos mejor).

      Besos

  30. En tu último párrafo has explicado mejor que yo lo que pretendía en mi comentario. Me gustan mucho (cuando se hacen bien) ese tipo de relaciones en el cine. Ejemplos maravillosos: El carnicero, El ojo de la aguja, el episodio cubano de Topaz, Sansón y Dalila de DeMille (esos insinuantes tintes sadomasoquistas de la relación) y el amor que quema a Athos por Lady de Winter en la peli de Sidney . El imperio de los sentidos, de Oshima, no la he visto todavía (y no sé si me gustará ya que prefiero las sugerencias).
    Hay una película de Mario Bava que fue muy controvertida precisamente por abordar esta cuestión de manera directa, El cuerpo y el látigo (con, precisamente, Christopher Lee, al que si se hubiera emparejado con Barbara Steele, mmmm, hubiese sido más excitante, a mi parecer).

    Como ves, un tema, para mí, muy suculento y poco propenso a desarrollarse adecuadamente en el cine.

    Besos. Espero no haberte aburrido con mi parrafada anterior.

    1. En cierto modo es el reverso, más explícitamente cruel, salvaje y sanguinario, por lo general, de la atracción irrefrenable de los protagonistas masculinos del noir por la mujer fatal, por esa encarnación del «fatum» que es la clave del género (esa muerte de Topaz, con el vestido abriéndose como una flor de muerte mostrado en plano cenital…; no me resisto a hacer un chascarrillo: lo de El imperio de los sentidos es más bien plano genital… Juas). Efectivamente, la sugerencia encaja mucho mejor con la naturaleza y la filosofía del medio que lo explícito, además, en todos los ámbitos, tanto en el terror como en el erótico (por algo son géneros tan próximos) o incluso en la comedia, aunque la gente suela pensar lo contrario. Esa película de Bava, en todo caso, no podría hacerse, con toda seguridad, hoy. Otra muestra de adónde nos están llevando está actual ola de mierdosa corrección política. Yo diría que, justamente por eso, se desarrolla poco en el cine, y no digamos ya fuera. Salvo en el ámbito privado, claro.

      Nada de aburrimiento, un gusto. Qué iba a hacer yo aquí si no…

      Besos

  31. Por cierto, cuando mencionas lo del sexo oral referido a Drácula, no he podido retrotraerme a la escrna dd Agente esoecial, de H. Lewis…. escenón.

    1. Peliculón. A mí me gusta llamarla con su título original (me encanta eso del Big Combo). La tengo sobre la mesa de trabajo, con otras doscientas, para revisionarla este verano. A ver si me da para tanto…

  32. Si para tí es un gusto, para mí un auténtico placer. Te confieso que todo lo que te cuento sobre este asunto no podría hacerlo con casi nadie más. Qué obtusa es la gente. Por eso es un gusto hablar contigo. Amplitud de miras es lo que hace falta y tanto escasea hoy.
    Me tildarían de salida, creo yo. Cuando es un tema del que se puede, y debe, tratarse seriamente. Si te fijas, cuando se habla sobre sexo, en cualquier reunión social, siempre se hacen por lo general con chascarrillos y risitas. Falta madurez hasta en esto.

    Besos.

    1. La conversación es un arte, o un gusto, que se ha perdido en casi todos los ámbitos. La charla no, la conversación (los ritmos, los silencios, las pausas, las digresiones…), sí. Es muy complicado asistir a una, no digamos ya participar. Primero, porque los espacios públicos que sirven hoy de centros de encuentro (bares, restaurantes, locales varios…) no están acondicionados/pensados/dedicados a eso, sino, subliminalmente, al consumo, y este se fomenta a través de la distracción (ruido, luces, música, jaleos varios). Por eso, cuando ocurre, es fantástico. Tengo la suerte de contar con la amistad cercana y profunda de personas con las que esta costumbre puede mantenerse, conversaciones de horas, de días, de meses, retomadas en el punto el que quedaron en el último viaje, en la última coincidencia en el mismo espacio y tiempo. Conversación implica hablar, escuchar, entender, aprender, argumentar e incluso dar opción a poder cambiar de opinión o de mirada sobre algo, o a ayudar a otros a hacerlo.

      Ya no hay temas serios (el sexo casi nunca lo ha sido en el cine, salvo en su tratamiento subliminal, o bastante poco subliminal, como en Baby Doll…), todo queda absorbido por el (anti)humor y por la desinformación. Apariencia, superficialidad y escasez de profundidad y de rigor. Luis Buñuel ya advirtió en sus memorias (escritas por Jean Claude Carrière) contra la sociedad de la información, avisando, precisamente, de esto.

      ¿Te llamarían «salida»? Ahora te llaman de todo en cuanto te sales una coma del pensamiento dominante, que responde a una serie de posicionamientos morales que implican la adhesión inquebrantable y sin matices al discurso «buenista» oficial. Y ojo se te ocurra, aunque estés de acuerdo, argumentar algo…

      Besos

      1. Pues precisamente a este gente que practica el discurso oficial les iba a dar yo argumentos como ametralladoras. Y yo sí les tildaría de hipócritas. Por ir de buenistas de cara a la galería y luego, de puertas para adentro…
        En mi grupo de amistades casi siempre soy yo la que saco este tema. Me miran, sonríen, pero no suelen decir nada. La única que se moja soy yo y me da una rabia.

      2. Nadie quiere sailr de su «zona de confort» (expresión que aborrezco, por cierto), entendida esta como aquel marco en el que no es necesario exponerse y someterse al juicio ajeno. Es un producto de esta sociedad en la cual lo que prima no es el razonamiento o la argumentación, sino el juicio moral. La gente, en general, lo que llamamos masa, solo manifiesta abiertamente su postura cuando numéricamente resulta hegemónica (o da impresión de serlo o se presenta como si lo fuera), de tal manera que se sientan protegidos y acogidos por la tribu y eviten el riesgo de ser condenados, más todavía si pueden serlo en público. La disidencia, la opinión diferente, el matiz, la reserva, chocan con el bloque, no con el individuo (que a su vez se ofende «en lo personal», a veces aparatosamente, porque tiene detrás un grupo que lo sostiene), al mismo tiempo que se intenta vencer la controversia (o imponer el criterio colectivo), no a través de la calidad del razonamiento o del argumento, sino a través de la fuerza del número y, por qué no decirlo, de la intimidación que proporciona. Esto es a lo que nos ha llevado una sociedad pobre en lo intelectual y sobreestimulada en lo moral. Luego la gente, qué sé yo, ve películas de Buñuel, que no compraba este tipo de discurso (primordialmente de izquierdas, a pesar de ser él mismo un hombre de izquierdas, aunque crítico y contradictorio), y se escandaliza porque aparecen personas «desfavorecidas» que son auténticos lagartones, y eso les repele. La dictadura de lo moral es uno de los mayores peligros para la democracia.

  33. Querría apuntar otro ejemplo que antes se me pasó por alto. La secuencia, de El tercer hombre, en la que el personaje de Alida Valli duerme en la cama de su ex anante y se levanta de la misma vestida con el pijama de él. Difícil ser más erótico e íntimo con algo tan simple y que muestra tan bien el amor que ella siente por ese carismático canalla.

    1. Extraordinario momento. Toda la caracterización de Valli es sublime. A mí hay otro ejemplo que me maravilla, que es la relación entre Jo Van Fleet y Kirk Douglas en Duelo de titanes, de John Sturges. Todas esas relaciones tóxicas (ojo, en la pantalla, siempre) son una fuente inagotable para el drama. Van a lo más hondo de nuestra tradición literaria y cultural.

  34. Jo, hace la tira de años que no veo Duelo de titanes. La tengo muy difuminada en la memoria. Me gusta que hagas alusión a ella, eso me incentiva para desempolvarla del cajón de mi memoria y volver a verla.
    Respecto a las relaciones tóxicas, ¿quién no ha vivido alguna vez en su vida un vínculo así? Es un tema que me interesa especialmente (otro más) por cuanto de experiencia vital.

    Qué gusto hablar así, por dios.

    Besos.

    1. Siempre vale la pena volver a ella, y a un buen puñado de películas de Sturges (Fort Bravo, Estación polar Zebra, La gran evasión, El último tren de Gun Hill, Los siete magníficos…). Siendo películas destinadas, en lo primordial, al entretenimiento, son soberbias tanto por lo que contienen como por lo que proyectan. Esta en particular es una de mis favoritas, de Sturges, del western y en general; si hiciera una clasificación de Películas Personales Favoritas Que Veo Siempre Con Agrado Hasta El Final Aunque Las Pille Empezadas (PPFQVCAHEFALPE), no faltaría.

      La toxicidad, voy a hacer el chiste del conductor suicida: ¿una?¡¡Todas!! Hablando en serio, es inevitable, y no solo en las relaciones de pareja, sino en las familiares, amistosas o laborales. Un sinvivir…

      Besos

  35. Hablábamos antes de la época victoriana que retrata Stoker. Hoy, precisamente, vivimos una especie de victorianismo social, que lo impregna todo. ¿Hoy se editarían las obras de Henry Miller, Masoch o Sade? Me da que no. ¿O la novela de Lewis, El monje? Creo que tampoco.
    ¿Y tú? Yo ya me he posicionado y argumentado. ¿Tú qué opinas de esa vertiente sexual?

    1. Desde luego que no. Pero es que difícilmente se editaría a nadie anterior a 1968, o se financiarían sus películas.

      Como todo, mientras sea la persona la que controla el estímulo, y no al revés, todo va bien. Ayer mismo he tenido una conversación sobre eso, sobre cómo la idea de juego va mutando con la edad, y con la madurez, y transformándose en otros ámbitos y otros aspectos que los meramente infantiles y juveniles (de ahí que, al menos mi cabeza, no contemple a gente de mi edad que todavía juega a videojuegos o lee tebeos: el concepto de juego no puede anquilosarse en el juego de la adolescencia). Para mí ese campo es uno de los que se impregna de ese juego «adulto», y por tanto, es «jugable». Me cuesta más «mojarme» públicamente en ese tipo de cuestiones. Digamos que hay que ponerle condimentos al guiso y que, cuando el condimento ha sido ese, el guiso ha salido bueno.

  36. Más ejemplos. ¿Qué es el Antiguo Testamento más que las pasiones humanas desenfrenadas, incesto, prostitución, etc.? Busca todo lo relativo a la hierogamia, que se practicaba en Mesopotamia. Civilizaciones interesantísimas en cuanto a sexo se trataba (y todo lo demás).

    Besos.

    1. Claro, es que uno de los conceptos que se ha perdido es el de lo sagrado, y la relación de lo aparentemente mundano (lo agrícola, lo comercial, lo artístico, lo íntimo…) con ello. Tendemos a pensar en la idea de evolución para explicar el devenir humano, pero esto no es correcto. Porque no solo hay determinadas fases de involución, como pueda serlo la presente, sino también conocimientos, prácticas y saberes que se han perdido. La fusión de lo personal con lo trascendente, con lo universal, es una de ellos. Ahora, con suerte, te fusionas con lo viral…

      Besos

      1. En tu comentario sintetizas todas las razones por las que me encanta el estudio de estas culturas.

        Besos.

  37. Gracias Alfredo. Hitchcock no era el único que lo sufría. Pero te puedo asegurar que me ha hecho más fuerte (aunque no me haya quedado otro remedio). Y de todo se saca algo positivo, hasta de algo así.

    Es muy reconfortante hablar contigo. Me ayuda y me libera, hasta de mí misma y mis propios demonios.

    Besos.

    1. Bueno, mi tocayo también iba bien provisto de toxicidades… Eso ocurre también con frecuencia, unas se nutren de otras y se propagan.

      Bueno, mujer, lo mismo digo. Da gusto. Lástima que esto de la virtualidad no vaya provisto de funcionalidades para incorporar cañas…

      Más besos

      1. Eso digo yo! Ya me gustaría a mí quedar para tomar unas limonadas y charlar de todas estas cosas.

        Cuando tengas un evento quiero saberlo y que me dediques el libro.

        Otros tantos besos más.

      2. Eso, mejor limonadas, que soy prácticamente abstemio.

        ¿Pero tienes mi libro? Qué digo, si lo tienes, lo tienes, pero si no lo tienes, también lo tienes, porque yo te lo mando.

        Besos

  38. Ehh, bueno, aquí las limonadas son con alcohol, jejeje.

    ¡Vaya juego de palabras que te has marcado!
    ¿Lo dices en serio? A mí sí que me has dejado sin palabras.
    Mira, lo tengo pedido y estoy esperando que me llegue. Pero he de reconocer que me has dejado descolocada. No hay mucha gente que esté dispuesta a hacer esto. En fin…

    Besos.

    1. Caramba… Ya no hay limonadas como las de antes…

      Desde luego, no me haré rico con la escritura, así que… No te puedo ofrecer ejemplares de todo lo que he publicado (que son tres libros y pico, tampoco gran cosa) porque solo me quedan de alguno de ellos, pero si me pasas una dirección postal (al email del blog, por eso de que no sea pública) donde hacerte un envío, ya te llegará alguna cosa… Sin compromiso, naturalmente.

      Besos

  39. Eres… no sé cómo decirlo sin que resulte ñoño… un verdadero encanto. Gente así no abunda en este maldito mundo. Dices que no me puedes ofrecer mucho. No estoy de acuerdo. Es un tesoro lo que me estás ofreciendo. Pero he de decirte, antes de aceptar, ya que me está resultando muy, muy difícil rechazar una oferta así (venga, que suene la música de Nino Rota), que no me parece justo ya que tiempo, esfuerzo y sudor te ha tenido que llevar.

    Besos.

  40. Mira, lo estoy pensando bien y, como tengo tu último libro a punto de que me llegue, acepto tu anterior libro, el de Cartago Cinema. Y el otro lo compro yo muy gustosanente.

    Besos.

  41. ¿De verdad crees que te ofrezco mucho? ¿Que soy un encanto? Espera a leerla… Una novela espantosa…

    Ahora mismo no tengo ejemplares de Cartago Cinema, pero hace días que tengo hablado con la editorial hacerme con algunos para, precisamente, prever estos casos. Mi contacto está de vacaciones la semana que viene, pero la siguiente le pondré un mensaje para hacerme con unos cuantos y te envío uno, faltaba plus.

    El primero no podrás encontrarlo, es casi objeto de culto (más bien «de culo»); a ver si puedo localizar alguno, o me queda en algún cajón, tirado por ahí.

    Besos, y buen finde.

  42. No te devalúes, por favor. Y de espanto… déjame que sea yo la que opine al respecto.

    Millones, millones de gracias, de verdad. No te doy un abrazo real porque la distancia lo impide, que si no… te ibas a enterar.

    Con un libro que me envíes, llega. Déjame que te retribuya de alguna manera.

    Esta tarde te envío el correo con mis datos.

    Besos infinitos.

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