El final de un mito: El último pistolero

john-wayne

El último pistolero. No haría falta decir mucho más, con permiso de Clint Eastwood. Curiosamente, y sin que tenga nada que ver en esta película, hay mucho de Eastwood en ella, o mejor dicho, mucho de ella, y también del resto de la filmografía de Don Siegel, en buena parte del cine de Eastwood. No en vano, Sin perdón, el último de sus westerns hasta la fecha (y parece que definitivamente) iba dedicado a Don y a Sergio (por Leone). Y es que si unimos por un lado Solo ante el peligro de Fred Zinnemann y por otro Sin perdón de Clint Eastwood, le damos unos toques de Sam Peckinpah pasados por el coladero habitual de Quentin Tarantino, y le ponemos unas gotitas de telefilm de sobremesa salpicado de viejas glorias del cine casi olvidadas, removemos, y lo dejamos reposar durante noventa y nueve minutos, como resultado tenemos esta película de Don Siegel filmada en 1976, la última película del último pistolero, insistimos, con permiso de Eastwood: John Wayne. El adiós de un mito, el hasta luego del western.

John Bernard Books no es sólo el último personaje de Wayne: es John Wayne en sus últimos años. Es un personaje de leyenda, un pistolero que forjó su fama a golpe de revólver, siempre al mejor postor pero siempre con una intachable moral a la hora de escoger patrón, nunca un bandido, nunca un ladrón, un hombre que acababa con todos aquellos forajidos a los que la ley no atrapaba o a los que los cazadores de recompensas no podían enfrentarse. Ahora es anciano, los días de tiroteos en el centro de la calle y de cabalgadas por Monument Valley han pasado. Sólo le quedan sus armas, su caballo y la ropa que le cabe en un bolso de viaje. Y un cojín en el que apoyarse cuando la silla de montar muerde sus doloridos huesos (qué impresión, que imagen más sencilla, cruel y devastadora de mostrar la decadencia: John Wayne teniendo que ayudarse de un cojín para montar a caballo). Y recuerdos. Y remordimientos. Y el lugar donde nació, casi disuelto en la bruma de la memoria. Y ese lugar donde nació es el que ha escogido para terminar sus días, como un cementerio de elefantes. Porque John Bernard Books está enfermo, moribundo, tiene ya anotada la fecha de caducidad. El cáncer no es como una bala, no mata tan rápido… pero no falla (al menos a principios de siglo XX). El cáncer es un traidor, siempre mata por la espalda. Su culata está llena de muescas por las vidas a las que ha puesto fin, y John Bernard Books es su última víctima. Pero para John Bernard Books la lista no está completa. Antes de que el cáncer se lo lleve aún tiene una última misión, tres bandidos a los que cazar y quitar de enmedio como último legado, como postrero servicio a sus semejantes, como advertencia para quienes, ya ansiosos de modernidad, sienten la tentación de pasar página de aquellos viejos días de gloria escritos a fuego de Colt o a impacto de Winchester: el oeste puede poblarse de automóviles, de teléfonos, de farolas de gas, las ciudades de madera pueden ser ahora pobladas urbes de ladrillo, con paseos, jardines y tranvías, los salones pueden ser sustituidos por lujosos cafés, los pieles rojas pueden haber quedado confinados en una trastienda, pero sigue siendo el oeste y los problemas se resuelven como se ha hecho siempre, como manda su ley. Una ley que dice que un pistolero muere de frente y con el revólver en la mano, no postrado en una cama mientras su cuerpo se pudre lentamente. Por eso John Bernard Books ha vuelto: a matar y a morir, pero a morir de pie.

A esta película se le objeta con justicia su estética de telefilm, realmente decepcionante, aunque la historia, al huir de los lugares abiertos y narrar un canto de cisne crepuscular, poético, melancólico, del fin de una época, de un mito, exige poco más. Visualmente resulta triste, anodina, como desgastada, cansada. Como su protagonista. Se ha hablado, todavía con mayor justicia, de su pésimo doblaje al castellano (se aconseja, más que nunca, ver la versión original; la voz de Wayne llega a doler). Se ha dicho que durante una hora de película el guión, basado en la novela de Glendon Swarthout, no es más que un pretexto, una excusa, un marear la perdiz antes del glorioso final, una manera lenta, estática e innecesaria de dejar pasar el rato hasta el apoteósico colofón, que anda falta de tensión, de intriga creciente, que resulta lánguida, hastiante, agónica. ¿Y qué es, si no, la llegada traidora de una muerte por enfermedad para un héroe del revólver? Siegel nos conduce a través de una historia poblada de viejos (atención al reparto, casi un resumen de cincuenta años de western, y de cine: James Stewart -cara habitual en westerns de John Ford o, sobre todo, Anthony Mann-, Richard Boone -compañero de Wayne en El gran Jack o El Álamo-, John Carradine -recuérdese a aquel caballero jugador de La diligencia-, Harry Morgan o, en otro orden, nada menos que Lauren Bacall, Scatman Crothers, o el por aquel entonces Ronnie Howard, más tarde Ron Howard, director de bodrios y de alguna película ocasional) que nos hablan también de la muerte de un género. Estos magníficos, entrañables y agotados personajes simbolizan entre todos la desaparición de los códigos del western, de un cine que moría con su principal exponente, un John Wayne que participó en esta película a sabiendas de que la enfermedad de John Bernard Books era la suya propia, y que quería tener en el cine el final que nunca podría tener en la vida real.

Las objeciones son legítimas y fundadas, no puede negarse. ¿Y? ¿Puede eso restar valor a la crónica del final de un mito, de un género que es tan antiguo como el cine y que le ha brindado, siendo localista y a menudo panfletario como es, y no obstante también transmisor como pocos de una memoria y una cultura eternas, algunos de sus más preciados logros artísticos? Ver El último pistolero es asistir a la muerte de John Wayne, a la muerte de un género, de una época, a la muerte de una forma de mirar el cine. Un espectáculo grandioso, un homenaje de primer orden a través de una película pequeña, imperfecta, discreta, casi escondida a pesar de los gigantes que la pueblan, y no obstante sublime, con una partitura inmensa de Elmer Bernstein, con mucho cine dentro que se desborda en cada fotograma, tanto por lo que es en sí como por los recuerdos que genera, la memoria cinematográfica de décadas de cabalgadas, duelos, retos, horizontes y cielos abiertos. Pero la película es sobre todo John Wayne, un mito para el que ya no hay sitio en esas ciudades del oeste que ya no lo son, que están iluminadas con gas, cuyas calles comienzan a convertirse en venas de asfalto para los automóviles en los comienzos de un nuevo siglo. Y John Wayne, John Bernard Books se va, sí, pero no sin hacer ruido, no sin dictar, por última vez, su ley.

35 comentarios sobre “El final de un mito: El último pistolero

  1. Anda, qué bueno. Ya entonces los trailer te contaban casi toda la película. Pensaba que era una mala costumbre contemporánea.

  2. El western es, claro, el género épico cinematográfico por excelencia. Siempre se ha dicho: caballeros (sic) centauros. La figura de Wayne sobresale en el género, como le personaje de Ulises en la epopeya clásica. Impresionante paralelismo de ficción y de realidad. Fusión definitiva: buena elección la de Wayne.
    Y me ha encantado la forma de narrarlo por tu parte, que conste.

    Bss

  3. Pues me temo que no, Jmongil, la cosa viene de lejos. Recuerdo especialmente el trailer de «Duelo de titanes», de John Sturges: destripe total. Lo que ahora ocurre cada vez más a menudo es que el trailer es mejor que la película.

    Gracias, Luisa. Es que John Wayne y John Ford son el alma del western. Todos lo que ha venido después (y me atrevo a exceptuar a Anthony Mann o a Henry Hathaway) se lo deben todo, Siegel y Leone, y por supuesto, Eastwood. En el rodaje de esta peli Wayne ya sabía que iba a morir, que en lo suyo no había solución: algunas de sus frases son realmente impresionantes a la luz de este hecho.
    Besos.

    Gracias, Carlos. Como digo arriba, es que ver a John Wayne consciente de su final e interpretándose a un Wayne más real incluso que él mismo, el héroe del western por encima del hombre, del actor, resulta conmovedor, impactante. Supongo que el texto está afectado por esa emoción.
    Saludos.

  4. Redescubrí esta película justo cuando la vi en versión original. Uno de los peores doblajes que recuerdo, al punto de que en original es otra película, pura emoción.
    En el doblaje se nos deja claro que Wayne llega al pueblo con el propósito de cargarse a los tres tipos. En el original no es así. Lo que sigue es un spoiler, si alguien no la vió sin ser doblada mejor que deje de leer.
    Tengo una escena clavada en la mente, esa en la que James Stewart, el doctor, tras la pregunta de Wayne sobre si su muerte será dolorosa, le confiesa que él prefiriría morir de otro modo. Prácticamente una invitación al suicidio. Entonces Wayne prepara su muerte, ata todos los cabos necesarios y decide enfrentarse contra tres, malo será que alguno no consiga matarle. Pero se equivoca, de ese enfrentamiento sale vivo.

    Para mí el western clásico no murió hasta esta película. Es la muerte de un género y la de su icono.

  5. A mi esta película me entristeció mucho. Ver a Wayne tan envejecido y prácticamente moribundo me resultaba patético. Y eso que siempre me cayó bastante gordo, salvo en películas muy concretas como «La diligencia» o «El hombre tranquilo» (ambas me privan) y pocas más.
    Saludos

  6. Curioso. Esta madrugada, a eso de las 4 am, rendido ante un insomnio invencible, he estado leyendo, a propósito de la fantástica reseña que sobre Centauros del Desierto se hace en la magnífica recopilación «Cine de los 50′» de la Editorial Taschen, algo sobre esta película relacionado, obviamente, sobre la figura de Wayne, y el paralelismo entre el ocaso del mito y el fin de un género, que tú también apuntas.

  7. Efectivamente Zitor, Books busca una muerte honorable para no morir postrado y abandonado. Ya que el resultado es inevitable, que sea en la brecha.

    Carmen, sí que es triste. Yo sí le tengo cariño a Wayne, más allá de su persona o de sus cualidades como actor. Y verlo aquí duele.
    Saludos.

    Conexiones subterráneas, amigo Raúl, de ésas inexplicables pero que, como ves, suceden.

  8. Su manera de andar,inconfundible.Como si le pesaran los pies.Creo que debió patentar la forma de sacar el arma y disparar,nadie lo hacía como el.La diligencia,El hombre tranquilo,El Álamo etc etc.Me encantaba WAYNE .De pequeña una de mis películas preferidas era Hatari.Estoy de acuerdo en lo que dice Zitor.Con esta película murió un género ,y por supuesto,su icono.39,lo mismo te digo con respecto a lo de los trailers ,ahora es mejor que la película .Y lógicamente te fías y te tragas cada rollo…… Saludicos.

  9. 39, llámame fascistoide si quieres, pero viendo cómo funciona la Justicia muchas veces que nos hace creer que los crimenes más sanguinarios quedan impunes a veces me gustaría ser un tipo valiente y sin miramientos como los Clint o Wayne de las pelis y ¡hala!…
    Naturalmente, no te escandalices, que no voy armado y me faltaría el valor…y la falta de escrúpulos.

  10. Pero Carlos, sabes tan bien como yo que de la Justicia sólo se habla para mal… Por otro lado, también sabes que los tipos como Clint o Wayne en la vida real no se limitan a lo mismo que en las películas. La buena salud de una sociedad radica en que esos elementos no se den, que los instrumentos para combatir las disfunciones sociales que proporciona la ley sean suficientes. Y si no lo son, un Wayne o un Clint no resuelven absolutamente nada. Al contrario, son un problema añadido.

  11. casi todos los trailers son mejores que las películas… y ya los anuncios de la tele, aún mejores… ¡es lo normal! Ah, Don Siegel era un director al que creo que no se ha valorado lo suficiente, o que no es lo bastante conocido. Un abrazo

  12. ¡Plas!¡Plas!¡Plas!
    ¡Me ha gustado y emocionado!

    Tanto, que a pesar de haber visto esta película en un par de ocasiones, me pongo a buscarla en versión original, porque seguro que tu buen consejo de escuchar la voz del Duke mejorará la ya de por sí buena experiencia de disfrutarla de nuevo.

    Yo creo que todas esas viejas glorias aparecen como rindiendo homenaje de amistad a Wayne, como queriendo participar en la que sería su última aparición en el cine.

    Saludos.

  13. En efecto, Sam, vivimos en la época de los mensajes concentrados, que nada dure mucho para que nos dé tiempo a consumir mucho… de todo.
    Un abrazo.

    Gracias, Josep, es que la peli es emocionante. La película cambia muchísimo en versión original, es como si fuera otra. Pasa de ser un vulgar telefilme de sobremesa a un bello canto de cisne.
    Saludos.

    Dana, de ahí que hablemos de mito, más que mito, un icono reconocible en (casi) cualquier parte. Una leyenda que merecía esta final, y no otro.

  14. Grandioso post,mi querido amigo.Wayne es uno de los mayores iconos de toda la historia del cine.Desde la Diligencia,pasando por Centauros del desierto,El hombre tranquilo y esa película impagable del poeta John Ford,El hombre que mató a Liberty Valance con esa escena final del tren que se aleja,lo cual quiere decir,que es el final de toda una época del viejo Oeste.
    Tu gran post hace mención a toda una generación de cineastas insuperables.Magnífico y olvidado Anthony Mann,creo que fue el mejor que hizo uso del Cinemascope.Grandioso Sam Peckinpah,poeta del crepúsculo y de unos héroes que se atrevieron a cruzar el horizonte,ese horizonte que oteaban los personajes de Ford.Grandioso Fred Zinnemann,que dejó a un hombre solo ante el peligro de los nuevos tiempos.
    Como tú eres mi gran aspiración,ya estoy escribiendo un post sobre John Ford y esa leyenda errónea por parte de los ineptos que le tacharon de facha.Una de mis películas favoritas es Pasión de los fuertes,pero pienso escribir también sobre La diligencia y Centauros del desierto.Por cierto,en Pasión de los fuerte Henry Fonda interpreta al legendario Wyatt Earp.Décadas después,su hijo Peter Fonda rompería las taquillas de los años 60 con su Buscando mi destino y su personaje se llama curiosamente Wyatt.Pues bien,quiero escribir sobre todo eso.¿Ves lo que pasa cuando uno lee en los 39escalones?

    Un fuerte abrazo,amigo.

  15. Muchísimas gracias, Francisco. Espero ese texto sobre el gran Ford mordiéndome los muñones (aquí sólo he hablado de él una vez, hace mucho tiempo, sobre El hombre tranquilo) y me alegra servirte de inspiración. Qué suerte tenemos de saber y poder apreciar una de las grandes cosas de la vida: el buen cine.
    Abrazos.

  16. Una película fascinante, donde se explicita la nostalgia por un cine que nunca volverá (a pesar de los dignos intentos de «San» Clint Eastwood). Genial despedida del cine (y de la vida) de John Wayne interpretándose a sí mismo. Que Don Siegel sea el reconocido naestro de Clint Eastwood es altamente significativo

  17. Es la muerte de una época, de un cine, de una forma de entender incluso los Estados Unidos… Digamos que Siegel es uno de sus maestros. Recuerda la dedicatoria de Eastwood en «Sin perdón»: «A Don, a Sergio».

  18. Estoy seguro que el director español Jose Luis Garci vió esta película y se inspiró para su «Volver a empezar», a mí personalmente siempre me la recuerda, encuentro paralelismos…y que conste, las dos me gustan muchísimo.
    Saludos.

  19. Buscando imágenes para un post que ya tengo escrito sobre El último pistolero entre aquí,amigo.Menuda sorpresa.Como ando algo reseco de ideas me he decantado un poco más por el western y mi vieja afición a las novelas de Karl May,Zane Grey,Marcial Lafuente,José Mallorquí,El Coyote y todas esas viejas historias de mis libros roñosos.Así ando,amigo, roñoso y decrépito de ideas.
    Bueno me salgo de esta puerta para seguir buscando imágenes,porque a través de mi balcón solo veo bolas de rastrojos que empuja el viento.

    Un abrazo,amigo.

  20. No me creo para nada que andes escaso de ideas. Puede que en algún momento te falte tabaco, pero lo que es ideas… Ni de coña. Otra cosa es que andes en pleno ataque de vagancia galopante, cosa que se entiende tras la temporada tan prolífica que llevas, tío.
    Yo tengo sobre mi mesa «Warlock», de Oakley Hall, lista para leer. Es una novela del Oeste que ganó o casi el Pulitzer en los cincuenta. De ella se hizo una película irregular, con Henry Fonda y Richard Widmark, creo, «El hombre de las pistolas de oro», cuyo título original es, justamente, «Warlock». Pero vamos, como novela del Oeste son casi ochocientas páginas…
    Un abrazo, y ten cuidado con el balcón, no se te vaya a colar algún zombi… (es lo que nos falta, una peli de zombis en el Oeste).

  21. Gracias por tu confianza,amigo.Sí,tengo ideas,sobre todo si busco en el pasado.Me pasa como a Garci,siempre estoy estirando la memoria.Recuerdos de películas y lecturas.Cómo llevé a tal libro o cómo salí de la sala en tal película,etc.
    He visto innumerables veces esa novela que mencionas Warlock.A mí me gusta mucho las buenas novelas del western,no hay que olvidar que las grandes películas vienen de ellas.Tengo una buena colección,amigo.Cuando era niño ya en mi provincia gris solía pasar esas bolas de rastrojos y yo sentía que faltaba algo más.Me imaginaba que en la limitación del pueblo entre el polvo se veía la silueta de un llanero solitario subido a su caballo.Imaginaba que pasaba por allí,pero sin detenerse,una diligencia cubierta de polvo y acribillada de flechas.¡Joder!¡Menuda idea! Ya tengo un artículo.
    Por cierto,la novela de Charles Portis,Valor de ley es buenísima.Uno de mis escritores favoritos es McMurtry,es un John Ford filmando con máquina de escribir.

    Un abrazo,amigo.

    PD:No deja de ser curioso que tengamos una conversación en el año 2009 en un espacio titulado El último pistolero.
    ¡Otro artículo!

  22. Me encanta compartir inspiraciones, o servir de inspiración, aunque sea viajando en el tiempo tres años atrás. Eso sí es bucear en el pasado…
    Buscar en la memoria es la única forma de explicar lo que somos, así que no es mal camino.
    Recuerda que en los derechos de autor de esas ideas que se te han ocurrido pasando por aquí, vamos a medias.
    Abrazos

  23. Quedarás recompensado forastero.Mañana te lo dedico.Por cierto me he quedado sin plutónio en mi DeLorean DMC-12 y no se si podré volver.En el futuro la basura también está muy cotizada.En estos momentos La amenaza fantasma está en 3D.Hay que joderse.

    Un fuerte abrazo.

  24. Pues sí, «La amenaza fantasma» en 3D, y detrás toda la saga. Bueno, así la gente podrá ver en 3D lo malas que son. Ay, Lucas, que cada día se parece más a los ewoks…
    Si no chuta el DeLorean, prueba a ponerle super; total, ya va tan cara como el plutonio o más.
    Abrazos

  25. Todavía me queda algo de plutonio,amigo y es el último viaje que hago por aquí para no hacerme pesado.Mira te comento una noticia de última hora.La editorial Valdemar acaba de publicar un magnífico libro que inaugura una colección titulada Frontera.Tapa dura y portadas con pinturas de Frederic Remington.El primer volumen se titula Indian Country con una selección de relatos,por primera vez en España de la autora Dorothy M.Johnson,creadora de maravillas como Un hombre llamado caballo y El hombre que mató a Liberty Valance,incluidos en el libro.La colección tiene prevista de publicar a los autores desconocidos que escribieron originalmente los relatos que se basaron en los mejores westerns de la historia del cine.Busca en google y ya verás.Te recomiendo la colección,amigo.De momento solo ha salido el número uno.

    Respecto a lo que me dices en un comentario sobre mi sequía es verdad.He publicado el último post sobre el western porque no me quiero hacer el pesado ni repetirme con el tema.

    Me voy.Está a punto de caer un rayo sobre el reloj de la torre.Nos vemos en el futuro.

    Un fuerte abrazo,amigo.

  26. Llego arrastrándome por los suelos desde el futuro como Clint Eastwood en Sin perdón después de la monumental paliza que le propina el cabrón de Gene Hackman.Acabo de modificar el final de mi último post añadiendo unos nombres.No he he pedido permiso,pero allí sales tú entre otros.
    ¿Y cómo voy a volver ahora? Tendré que ir de inglés a lo Richard Harris para que me propinen también otra paliza por el nefasto Hackman y aprovechar que me introduzca en una diligencia de vuelta a casa.

  27. Tu texto no sólo está a la altura de la película sino que yo diría que, artísticamente hablando, la supera en cuanto a forma (que no en su fondo, que está empatada).
    Una película con un personaje (y actor) que duele. Cada diálogo que pronuncia Wayne, cada frase que le mencionan otros sobre su ya irreversible final, sin saberlo, es un aguijón que se clava dentro. Un film que sobrepasa la ficción y se convierte en una especie de testamento por parte de esa leyenda que fue John Wayne. Un actor que me fue gustando a medida que iba cumpliendo películas (y las que me quedan, todavía, por ver).

    Como bien dices, y han apuntado muchos entendidos, se le podrá tachar a esta película de Siegel (me gustan mucho sus películas; hasta la fecha, no hay ninguna, de entre las suyas, que me haya decepcionado) de poseer una estética de telefilm de sobremesa, pero la verdadera raíz radica en su contenido metacinematográfico y de regresión a un tiempo pasado, a un cine que moría junto a su protagonista, a la leyenda, al mito y, en suma, a la poética que Wayne imprimía a sus personajes. Si hay una sola palabra que yo emplearía (cosa harto difícil, pero allá va) para «El último pistolero» es entrañable.

    Besos.

  28. Jejeje, gracias. El momento en que para repasar la vida de Books utilizan un montaje de las películas de Wayne deja a las claras de qué va esto. Entrañable, sí, pero también escalofriante, triste, pero también consciente de lo enorme que fue el actor y de la importancia de su figura como icono universal. Por encima de todo, no obstante, pura emoción. Piensas en esta película y recuerdas la última aparición de Wayne en público, en la ceremonia de los Óscar del año en que murió, tan delgado, tan demacrado, y no puedes evitar conmoverte.

    Besos

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