El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente (Lord Acton, 1834-1902).
Probablemente sea ésta la película de aventuras más hermosa y trepidante de todos los tiempos, uno de los máximos exponentes de arte cinematográfico como compendio de entretenimiento, diversión y contenido didáctico, intelectual, dramático y emocional. Y sí, la forma es, mucho más perfeccionada que en su habitual rincón de la serie B, la de cine clásico de aventuras en una fecha tan tardía para él como 1975, no pudiendo ser de otra manera tratándose del autor que adapta, el inmortal escritor indio probritánico Rudyard Kipling. Pero el fondo, la historia que subyace tras las peripecias de dos aventureros y vividores que hacen del trapicheo, el timo y la cara dura su medio de vida, es tan antigua, tan grande, tan abismal y tan profundamente humana, que conecta lo que en apariencia es mera crónica de un viaje de descubrimiento y conquista de un país desconocido con una magistral introspección hacia el interior de las contradicciones, ambiciones, complejos, dignidades, frustraciones, bajas pasiones y debilidades del alma humana.
Película imposible de no haber sido rodada por John Huston, director capaz tanto de la mayor de las excelencias cinematográficas (filmografía impresionante como pocas: El halcón maltés, El tesoro de Sierra Madre, Cayo Largo, La jungla de asfalto, La reina de África, Moulin Rouge – la buena -, Moby Dick, Vidas rebeldes, La noche de la iguana, Fat city: ciudad dorada, El juez de la horca, El hombre de Mackintosh, El profeta del diablo, El honor de los Prizzi o Dublineses, por citar las más comunes), como de dejarse seducir inexplicablemente por la mayor de las mediocridades, incluso imitándose o plagiándose a sí mismo (Medalla roja al valor, La burla del diablo, Sólo Dios lo sabe, La Biblia, Casino Royale – no obstante, la buena – Annie o Bajo el volcán), sólo un cineasta poseedor del mismo espíritu inquieto, inconformista, un tanto anárquico, errabundo y desencantado, podía lograr filmar esta obra maestra de 129 minutos. No en vano estuvo dándole vueltas al proyecto durante décadas, reescribiendo y readaptando, cambiando múltiples veces de reparto según pasaba el tiempo (de Humphrey Bogart y Clark Gable a Robert Redford y Paul Newman, pasando por Burt Lancaster y Kirk Douglas), hasta que finalmente pudo llevarla a la pantalla con Sean Connery y Michael Caine (a sugerencia de Newman, que al rechazar el papel había comentado la conveniencia de que los personajes fueran interpretados por británicos).
La historia, adaptada por el propio Huston a partir de la obra de Kipling, nos sitúa en la India británica, joya de la Corona de la reina Victoria, autoproclamada emperatriz de la India, en la cúspide de la dominación británica sobre el país, 1880, para mayor gloria y admiración del escritor indio, un auténtico entusiasta de esa idea, en el fondo paternalista y racista, que dominó durante décadas la política exterior británica, imperialista y violenta, enunciada con la expresión «hacer del mundo Inglaterra». En ese contexto geográfico y político, Peachy Carnehan (Michael Caine) y Danny Dravo (Sean Connery), antiguos casacas rojas de un regimiento de fusileros de Su Majestad, sobreviven en el país como pueden, ya sea con sesiones de falsa magia para incautos, ya con rocambolescos negocios de tráfico de armas o de mercancías exóticas. Sus constantes idas y venidas, sus viajes continuos, les llevan a tener noticia de las leyendas que señalan en lejano reino de Kafiristán, más allá del Himalaya, como lugar de fastuosas riquezas, de tesoros incalculables, un Eldorado en las planicies del Asia central.
Como personificaciones de un nuevo Cristóbal Colón para asegurarse su bienestar futuro por sus servicios a la Corona o un nuevo Tratado de Tordesillas a través del cual repartirse el mundo por conocer, Peachy y Danny conciertan por escrito cuáles van a ser sus derechos y deberes, lo que se obligan a aportar y las condiciones del reparto de lo ganado como socios en la conquista de aquel país, y no encuentran mejor instancia ante quien sancionar su acuerdo que el redactor jefe del Morning Star, un tal Rudyard Kipling (estupenda recreación lograda por Christopher Plummer), gracias a su compartida condición de masón. Contada en forma de flashback que no puede desvelarse por respeto a quien no haya tenido oportunidad de verla y que adelantaría quizá demasiado, la película nos lleva en su principio de los bulliciosos y populosos mercados indios al interior del despacho de Kipling en su periódico, donde recibe una misteriosa visita a altas horas de la noche. Así comienza el relato de los avatares de Peachy y Danny, el cruce del Himalaya nevado e inhóspito que casi les cuesta la vida, la forma de eludir el control de fronteras británico con su carga de armas, la puesta en práctica de sus conocimientos militares al servicio de los reyezuelos de la zona a fin de atizar una guerra entre ellos que los destruya entre sí, y por fin, la victoria, el éxito, un lugar de ensueño escondido tras las escarpadas cumbres del Karakorum y que les conecta directamente con la Antigüedad y las raíces de la cultura y el pensamiento occidentales al pisar la misma tierra que el gran Alejandro Magno, Sikander, como lo llaman los nativos del lugar. Una ciudad, un reino perdido que se mantiene anclado, como un oasis en el que el tiempo se detuvo, en el siglo IV antes de Cristo, en un olvidado helenismo, cuyos símbolos exteriores de poder son el ojo, la escuadra y el compás, mucho antes de que la masonería reparara en ellos y los adoptara como emblema, y cuyas riquezas no pueden siquiera imaginarse: oro, telas, armas, palacios, y los ojos de una mujer que conserva en su mirada y en su piel el exotismo asiático tamizado por lejanas reminiscencias de la belleza griega, macedónica, de los conquistadores de antaño que permanecen en la mente y los corazones de los lugareños como presencias míticas, casi divinas, a las que venerar, homenajear y cumplimentar con ofrendas, fiestas y sumisión.
Con un ritmo y una belleza visual incomparables, Huston realiza en Danny y Peachy uno de los más acertados retratos de la figura del perdedor, del desengaño de una vida desperdiciada y de una última oportunidad en la que, a través de todo un tejido de falsas ilusiones que incluyen la defensa y conservación de una dignidad que hace mucho tiempo que olvidaron, conseguir todo aquello que siempre ha formado parte de sus sueños pero que nunca han sido capaces de acariciar con las manos. Del mismo modo, supone un excelente acercamiento al tema de la amistad, ese lazo inquebrantable (al menos queremos creer que es así) que al igual que el amor resulta casi inexplicable pero evidente, que suele entrar en zona de riesgo en cuanto aparece una mujer (Roxana, interpretada por Shakira Caine, la mujer de Michael), una confianza, una falta absoluta de egoísmo, que se rompe cuando los intereses de cada uno cambian de prioridad.
Análisis igualmente de los efectos que el poder mal digerido pueden tener sobre quien lo padece, pero sobre todo sobre quien lo ejerce, su deriva en megalomanía (cuántos ejemplos hemos visto en la Historia y vemos cada día en la esfera pública mundial), sus enfermizas connotaciones, su capacidad para poseer y nublar razones y entendimiento hasta superar la frontera de los sentimientos, de lo que nos hace humanos (la piedad, la compasión o el amor), la película guarda además bajo su historia de aventuras un sustrato histórico muy sólido que conecta la Antigüedad con el siglo XIX, las legendarias internadas de Alejandro Magno en Asia, hasta el Indo, y el recuerdo que de tal inigualable personaje pudiera quedar en aquellas remotas zonas, en este caso como dios cuyo retorno se espera durante siglos, como un Mesías de ida y vuelta, con los verdaderos intentos del Imperio británico por incorporar a sus dominios las tierras al norte del Himalaya y de Pakistán, en permanente rivalidad con Rusia, tierras como sabemos hoy muy apetitosas para occidente por los tesoros líquidos y negros que esconden (y cuya importancia ya se adivinaba entonces) y también por su emplazamiento estratégico a través del cual tender conductos para el transporte de dichos tesoros hacia las zonas de costa, y que le costaron a la Union Jack la mayor masacre militar de su historia (14.000 muertos en las cercanías de Kabul en su intento por conquistar Afganistán), junto a las guerras de África del Sur, hecho convenientemente omitido de sus propios libros de Historia. De este modo, no sólo realiza una aproximación muy estimable, casi majestuosamente shakespeariana, a los perniciosos efectos del ejercicio ilimitado del poder (y no sólo a través del personaje de Connery, sino también de la casta sacerdotal que durante siglos ha controlado un poder y han mantenido un estatus que hoy ven amenazado por el retorno de una divinidad que, en el fondo, nunca creyeron que fuera tanto real como una conveniente creación con la que mantejer sujetos a sus súbditos), sino que también particulariza en cuanto al fenómeno colonial en sí, la conquista de un planeta por los habitantes del más pequeño de sus continentes y, además de la consiguiente profusión de violencia y crímenes, la creación de unas redes socioeconómicas clientelares que todavía son las que rigen el mundo de hoy, con cambios de epicentro tras la Segunda Guerra Mundial, pero no en cuanto a las formas y medios de asentar y acrecentar ese poder.
Pero sobre todo la película es, quizá junto al cine de David Lean, una de las mayores y mejores muestras del cine monumental, de epopeya puesta en imágenes, de quijotesca épica destinada al fracaso, a lo que contribuye la magistral partitura del recientemente fallecido Maurice Jarre. Quizá sea ésta su mayor cualidad, su retrato del fracaso, su elegíaco homenaje a quienes han fracasado a la largo de la Historia en empeños de mayor o menor calado, a quienes han apostado y perdido, y van a padecer las consecuencias el resto de sus días. El final de la película, escuchando esa voz que, entrecortada, fatigada, dolorida, nostálgica y derrotada, relata los últimos días de la empresa, viendo esa figura encorvada y renqueante perderse en la calurosa noche de la ciudad, es uno de los más dolorosos retratos de un sueño roto jamás filmados, no tanto por lo que quizá se ha tenido en las manos y no se ha logrado, sino por todo aquello que siempre ha ido con nosotros y que no hemos apreciado lo suficiente hasta que se ha perdido. Un mendigo quemado por el sol, medio ciego, ayudándose de un palo para caminar: el fracaso.
Muy bien Alfredo, creo que fue una suerte que, finalmente, la protagonizaran Connery y Caine. No me la imagino con Newman y menos con Bogart….y mira que me gusta Humphrey. Pelicula inolvidable sin duda.
Pues la tengo que ver,que remedio.Después de haber leído lo que has escrito,me parece una película fascinante.Y cuando la vea,me volveré a leer tu entrada.Y me pasará como siempre,que aún me parecerá mas genial después de haberla visto,te lo digo siempre Alfredo,tus comentarios ganan quilates.Saludicos
¡Ostras chinas ,como he disfrutado !.Ya te lo dije.La tenía que ver,me hice con ella.Estupenda película,estupendo guión,estupendo director,estupendos actores,estupenda música,maravilloso escenario.
Los mercados Indios maravillosamente escudriñados por la cámara.¡que bella Shakira Caine.Connery atractivísimo con cualquier corona,gorro,sombrero……Buen consejo el de Newman.Dos Británicos para sendos papeles.Como siempre te digo. Tu comentario de la película gana quilates después de verla.Otra vez gracias,Alfredo.Emulando humildemente a Kipling…Algo de mi misma.Saludicos
Cómo me gusta «obligaros» a ver cine… Gracias por todo lo que dices, Carmen.
Saludos.
Efectivamente, Dana. Ocurre a veces que las películas no surgen hasta el momento oportuno. Con repartos hipotéticos de grandes joyas que hoy no imaginaríamos en otras caras podríamos llenar una enciclopedia, desde «Lo que el viento se llevó», en el que el papel de Escarlata lo probaron decenas de actrices hasta que se eligió a Vivien Leigh hasta Indiana Jones, que estaba pensado para Tom Selleck.
Muchas gracias, Carmen. Nada, nada, a verla. Creo que te gustará: pocas combinaciones de tantas cosas resultan tan redondas.
Saludos.
Lo bueno sería que, justo después de sus comentarios, emitiesen la película por TV. Esta, en concreto, la tengo algo olvidada, y, tras leer su comentario, le entran a uno unas ganas de verla irresistibles.
No iría mal, Celebes, recuperar aquel gran programa de Garci en el que las peliculas se diseccionaban. Allí sí que lo hacían bien…
Yo me estoy bajando buena parte de ellas. Con la excusa de recuperar el inglés y tener aquí una buena selección de títulos y comentarios, no hago más que bajármelas en VOS.
Aunque creo que la anterior no la bajaré…
PD:no he terminado de leerla, en cuanto empezaba, «el final de la película…» he pasado a comentarla xD
Me alegra que te motivemos a ver buen cine. Con Huston acertarás la mayor parte de las veces.
Estupendo comentario, 39escalones, de una película que evoca como pocas la narrativa de la novela de aventuras en países por descubrir al mundo occidental: siempre, lo más importante, suele ser el desarrollo humano de esos aventureros.
Una dirección vigorosa de Huston y una pareja de actores que deja en pañales a cualquier «body movie»…
Siempre he pensado que Paul Newman fue un hombre inteligente al rechazar el guión: supo que no era para él. Hoy, muchos matarían por disponer de una oportunidad semejante, sin merecerla.
Saludos.
Gracias, Josep. Newman era brillante hasta para saber lo que no tenía que hacer. A mí especialmente me cautiva ese viaje a un mundo del pasado que es a la vez un viaje interior hacia ellos mismos, esa ruptura, esa caída… Fantástica.
Saludos.
La ví, la vi, el verano pasado…y claro que me gustó. Y también me sorprendió la aparición de la figura de Alejandro, ahí agazapada durante siglos (y es que después de leer El muchacho persa y Alexandros, la peli no la vi y ciertamente me da miedo hacerlo en primer lugar por la carita del protagonista, siento devoción por este personaje histórico). Y aparte, me encantó también el resto de facetas: el secretismo de la masonería en el encuentro en el tren, la propia aventura a través del Himalaya, la transformación del personaje de Connery, el pragmatismo de su acompañante… ¡pero cuánto sabes, 39! donde sólo veo una gran aventura completada con muchos ingredientes tú te fijas en que en realidad es todo un tratado de historia, filosofía, psicología y yo qué sé más. Me descubro, 39. Y acepta este pelotilleo sin ninguna suspicacia, que es sincero.
Hola 39 escalones. He llegado a tu blog por consejo de dana andrews y creo que no ha podido aconsejarme mejor. Es una pasada, me encanta. En cuanto a esta película… he de renovar la copia que tengo en ¡BETA!. Sí todavía conservo un dinosaurio de esos. Felcidades por tu blog
Lo acepto, Carlos, muchas gracias, pero no me parece para tanto. Tú mismo citas, de otra manera quizá, pero lo haces, las mismas cosas que comento yo. Creo que se desprenden bastante bien de la trama, que está surcada de parte a parte, en distintas intensidades y de modos diferentes de una cosa que la hace aún más grande: el misterio de lo desconocido, sea un país nuevo, nuestro propio interior, o los secretos del pasado (y del futuro).
Bienvenido, Antonio, gracias por hacer caso al buen amigo Dana y dejar constancia de ello. Hacemos lo que podemos, lo cual varía según nuestras posibilidades y estado de ánimo.
Guárdate el BETA, cuídalo y repáralo si tiene algún desperfecto. Como objeto de coleccionista no dudes de que se revalorizará mucho con el tiempo; no dentro de mucho habrá un friki que pagará una buena pasta por él.
Gracias de nuevo.
Pues sí. Verdadera heredera de aquellas películas de aventuras colonial. A mi frágil memoria, viene ahora títulos de lo más clásicos; Tres lanceros bengalies, la carga de la brigada ligera, Gunga Din, o Las cuatro plumas, o Kim de la India.
Todos estos clásicos, obviamente cine occidental para occidentales, ofrecen una vision paternalista (colonial, ya digo) en la que la sinrazón del racismo no se discute, sino que incluso sirve de motor de la acción que después apludimos.
La de Huston, que bien pudiera ser la última epopeya del género, tiene un calado crítico mucho más definido, al acabar castigando al blanco por sus desmanes. Es un retrato del fracaso sí, pero el de un fracaso justo y bien merecido.
Como bien merecido tienes el que te volvamos a felicitar por tu entrada. Llego a envidiarte, Alfredo, por lo mucho y bien que te trabajas tu propuesta.
Ayy, estas prisas. El anónimo de antes era yo. Joder.
Gracias, Raúl, me ruborizaría si no fuera por esta palidez de cadáver… Pero mis tornillos se conmueven, te lo prometo.
Efectivamente, Huston da un giro a estas películas en las que siempre los refuerzos de última hora hacían que el bien, o sea, los blancos, vencieran a los malos, o sea, los rebeldes a su superioridad. Aquí todo eso ha sido derribado, nos ofrece una perspectiva totalmente diferente (Alejandro, el primer colonizador está olvidado como hombre, conservado como dios; los nuevos colonizadores acaban como acaban…). Y sí, quizá sirva como personalización de un final merecido o deseable para esa actitud colonial. Incluso como una advertencia…
Gracias de nuevo.
¡Uuff, me ha encantado esta reseña que has hecho! Va mucho más allá del simple comentario de una película, hablando del contexto histórico, de últimas oportunidades, de sueños rotos, de amistad, de la decadencia de los perdedores… ¡Muy buena!
En cuanto a la propia película: es que con gente como Huston, Connery, Caine y Plummer tenía que salir algo bueno por narices. Otra peli para revisar.
Saludos
Huston sentía pasión por los perdedores, por el fracaso,y también por Kipling,por B.Traven (El tesoro de Sierra Madre),por Flannery O’Connor (Sangre sabia),por W.r.Burnett (La jungla de asfalto),por Leonard Gardnel (Fat City).Historias que naufragan y se lleva el viento,pero no son pesimistas,ni mucho menos.Huston,como los novelistas nombrados,nos arrastran hacia la aventura,la pasión por narrar, esto último es donde mejor se percibe en la película que tan bien reseñas en tu estupendo post.El hombre que pudo reinar es una de las grandes películas de Huston.No se si has leído su biografía o, biografías,pero tanto su cine como su vida fueron fascinantes.Es inolvidable saber que ese hombre se fue a África con la cámara al hombro para rodar La reina de África,de que todo el equipo técnico y actores enfermaron excepto él y que se empeñó en cazar un elefante blanco.Dublinesos,su obra póstuma,me parece magnífica,sobre todo las escenas finales,es toda una gran despedida de un hombre que quiso y pudo reinar en el olimpo del viejo Hollywood para entregarnos un puñado de excelentes películas.
Un fuerte abrazo,amigo.
Gracias, Carmen, sudé un poco para escribirla y aún así no terminé satisfecho del todo. La película es evocadora, absorbente y épica como pocas.
Saludos.
Yo creo, Francisco, que efectivamente no es pesimista. Aunque sea el retrato de un fracaso me parece más bien un canto a quienes luchan contra todo sabiendo que probablemente van a fracasar, un homenaje a los valientes capaces de emprender una quimera por la que cualquiera los llamaría locos, y dejarse la piel en ello. Huston es todo un personaje (no iría mal un biopic, aunque viendo cómo son los biopics mejor dejarlo) que, como decía por ahí arriba, hace que la película, sus películas, no puedan entenderse sin él.
Abrazos.
Hola.
Estoy de acuerdo en todo cuanto has dicho sobre esta gran película. Si acaso te corregiría en lo que se refiere a Kipling.
Realmente no era un escritor indio pro-británico, sino que era hijo de un funcionario inglés, nació y pasó parte de su infancia en la india. Si no los conoces, te recomiendo sus relatos cortos.
He tenido la ocasión de leer una antología hace poco y he visto poco o nada del paternalismo y del entusiasmo por el colonialismo que comentabas al principio de tu reseña.
Bueno, al menos eso me ha parecido a mi…
Un saludo y enhorabuena por el blog.
Gracias por tu comentario, Yossarian. Es una gran película.
En cuanto a Kipling y su carácter pro-imperio, no sé, se trata de una apreciación personal, pero me resulta evidente. Por otro lado lo de su origen tampoco me parece decisivo, ya que se da el caso de otros escritores británicos, aunque sea de pasaporte, que no son pro-imperio. Gracias también por la recomendación.
Un saludo.
NAda, que viendo ayer el Informe Semanal, se le cae a uno el alma a los pies viendo la situación de Afganist´n…y parece una risa que pretendan instaurar algo parecido a la democracia allí, que nadie parece saber lo que significa… unas veces me parece que lo mejor es largarse y dejar aquéllo a su suerte y seguramente en manos de los islamistas radicales y confiar en sean incapaces de controlar semajante país tan tribal, aunque me enerve la situación de las mujeres sobre todo (ya sé, ya sé que Occidente presenta a la mujer como una de las excuasas morales aparte de la del terrorismo y la dorga.) Otras, pienso que allí sí que necesitan o necesitamos los occidentales y quizás ellos también un Stalín para sujetar aquéllo, y las m´s de las veces creo que lo mejor que pueden hacer es abandonar la idea de un estado unido y dividirlo de forma natural en cada uno de los grupos étnicos. Francamente, pienso que la democracia occidental allí es una utopía irrealizable. Oye, y te comento estas cosas porque eres el único conocido con criterio, al que le interesan estas cosas, así que no alucines con estas divagaciones mías que supongo que en este blog están fuera de lugar.
Bueno, Carlos, tus comentarios dan para mucho. Primero, Karzai, el presidente impuesto por Estados Unidos a través del simulacro de elecciones que ha implantado (yo llamo simulacro a todas aquellas elecciones en que USA decide qué partidos pueden presentarse y cuáles no) hace siglos que tiene negocios petroleros y armamentísticos con los Bush y los Bin Laden.
Segundo, el problema secular de Afganistán lo ha creado occidente, primero el Imperio Británico, y luego USA, por no mencionar la intervención soviética. USA creó a los talibanes contra la URSS. Lo triste es que Afganistán o Iraq estén pagando un pato que le correspondía pagar a Arabia Saudí, un país del de depende tanto la riqueza americana, que no se le puede hacer pagar su responsabilidad en el tema del 11-S, un atentado cometido por saudíes, financiados por saudíes, entrenados en Arabia Saudí y cuyas familias están apoyadas por Arabia Saudí.
La referencia a Stalin me parece excesiva: lo único que necesitan es no estar sometidos a intereses extranjeros al colocar a sus respectivos gobiernos (tanto los talibanes, colocados por USA, como Karzai, idem de idem) a fin de garantizarse oleoductos y gasoductos que comuniquen Asia Central (el petróleo y el gas de Azerbaián, por ejemplo) con el Índico y los petroleros y oleoductos americanos hacia el sudeste asiático o el proyectado hacia Israel -para lo cual hay que penetrar en Irán igual que se ha hecho en Iraq-).
Afganistán sólo tiene una solución: que no se venda como misión humanitaria lo que es una ocupación en toda regla y que si de verdad se quiere combatir a los talibanes y llevar la democracia, se haga con la ONU en el timón y con las decisiones tomadas por la Asamblea General, no el engañabobos al que asistimos en el que todos ponemos dinero y muertos para que se haga lo que USA quiere.
Tengo que rectificar donde dije …»único conocido con criterio al que le interesan estas cosas…» digo «…único conocido que sabe de estas cosas…»
Cuidado con los remojones, supongo.