El quinto asalto. Pasaporte a la gloria. Posteridad de un cinturón de campeón con mi nombre. “Tranquilo”, dijo, “él ya sabe lo que tiene que hacer”.
No es que me sintiera orgulloso de ganarle así a un tipo al que hubiera podido rompérselo todo con el brazo derecho atado a la espalda si no hubiera creído a Marsellus y no hubiese pasado la noche entre chicas, nadando en alcohol, anfetas y coca a espuertas. Pero nadie quiere riesgos: demasiado dinero en juego para pensar en imprevistos. Además, nadie osa llevar la contraria al gran hombre cuando decide cómo van a ser las cosas. O casi nadie, debería decir. En otro caso yo seguiría vivo.
No es verdad que cuando mueres tu vida desfile ante tus ojos como diapositivas. Sin embargo, algo sucede. Apenas unos flashes breves, intensos, irreales, como espasmos reflejos de un último atisbo de actividad cerebral que busca recuerdos de lo que ha sido para seguir sintiéndose vivo, para prolongar de forma ilusoria lo que inmediatamente va a dejar de ser. Las peleas callejeras en Cleveland, el primer gimnasio, esa derecha que alguien describió en su columna de un periódico de California, el contrato, el viaje en autobús de la Greyhound por la ruta 66, combates, victorias, cejas rotas, hielo y protector bucal, reporteros rivalizando por colar una pregunta en la rueda de prensa de mis pesajes, mi nombre en letras enormes en los carteles y en las páginas de deportes, filas de seguidores emocionados como adolescentes lloriqueantes para verme entrar o salir de cada velada (qué ironía, llamar velada a una noche de tipos sudorosos partiéndose la cara), pidiendo un gesto, una firma, un choque de palmas, chicas colándose en mi hotel de Austin, Chicago o Vancouver, haciendo cola en recepción para darle el reposo del guerrero al campeón… Imágenes auténticas se cruzan con hipótesis delirantes de lo que debió ser y nunca fue. ¿Marsellus dijo que Coolidge se dejaría caer en el quinto o lo soñé? ¿Fue cierto o mi cabeza está vaciando la papelera? “En el quinto, su culo irá a la lona”, retumba su voz potente, como recuerdo o alucinación, en mi maltrecho cerebro, lo invade todo, ahora que está a punto de dejar de existir junto al resto de mi triste humanidad. El bueno de Marsellus Wallace, el gran hombre, quien decide cómo van a ser las cosas, quien dijo que todo era seguro, rápido y fácil.
Alguien me contó, aunque ya no sé si es un hecho cierto u otro exabrupto de mi conciencia moribunda, que la tira de esparadrapo de su cabeza pelada es un recuerdo del diablo. Se desconocen los términos de la transacción, pero se dice que Marsellus le vendió su alma y que el diablo, excelente cirujano, extirpa quirúrgicamente su preciada compra por la nuca con una pequeña incisión, y, cual órgano a trasplantar, la guarda en un maletín de combinación 666. Algo, no obstante, salió mal con Marsellus: el diablo, que es sabio por edad pero no tanto para saber que con Marsellus no se juega, olvidó pagar lo convenido. A Marsellus no le gustó y mandó a dos de sus esbirros a recuperarla a tiro limpio. Y lo consiguió, según dicen. Pero el diablo, el Gran Cabrón, jamás se rinde ni paga el precio que él mismo fija; lo quiere todo y se lo lleva todo. Yo soy su respuesta: por una venganza, por orgullo profesional, por dinero, Floyd Ray es historia.
Que hermoso cuento contado por quien ya no está, tumbado en un vestuario, muerto. El boxeo que no gusta a muchos (me incluyo) ha dado los mejores guiones para el cine y las mejores películas. Historias de perdedores, de redenciones, de traiciones, de lujuria, de codicia, lo tiene todo.
Y sobre todo hombres como Marcellus.
Saludos.
En efecto, Alma, el boxeo se presta a una especial épica de los perdedores, de trucos sucios y vidas al límite. No me gusta el boxeo, pero resulta difícil resistirse a las historias que lo tienen como germen.
Saludos.
«ya no sé si es un hecho cierto u otro exabrupto de mi conciencia moribunda, que la tira de esparadrapo de su cabeza pelada es un recuerdo del diablo»
Jo, qué bueno…
Detesto el boxeo, me espanta, pero por coincidí en un bed and breakfast con un boxeador que me rompió algunos esquemas que tenía. Fue interesante hablar con él. Y sí, el cine lo ha utilizado bien en ocasiones, otras no tanto.
Me encanta el texto. Un poco más, please…
M
Estupendo texto Alfredo.No tiene desperdicio.Ese trocito de que cuando mueres no es que tu vida desfile ante tus ojos como diapositivas.Pero sin embargo algo sucede………………..para prolongar de forma ilusoria lo que inmediatamente va a dejar de ser.Me ha gustado mucho.Lo siento por la gente que se ha dedicado y se dedica al Boxeo.Me parece algo sucio en todos los sentidos.Saludicos
Gracias, Marta. Esa línea precisamente me la escribió el amigo chimpancé al que le pido que repase lo que escribo…
A mí tampoco me gusta el boxeo, pero hay grandes apasionados de él que consiguen hacerme dudar de mis planteamientos. Cosa que no consiguen, por ejemplo, los taurinos.
Besos.
Gracias, Carmen, se lo diré a mi amigo el chimpancé…
Yo no veo el boxeo como algo tan sucio (los primeros deportes de la humanidad fueron los de contacto), pero que sí lleva aparejada un montón de basura aneja que, si bien es cierto que casi nunca es como en las películas, invita a alejarse de él. Al menos a mí.
Saludos.
Fíjate Alfredo.No me gusta el boxeo,no me he expresado bien.Tienes razón,no se puede generalizar llamándolo algo sucio.Como tu bien dices,es la basura aneja ,que invita a alejarse de el.A lo mejor me contradigo,pero recuerdo una película de Boxeo que me emocionó,a pesar de no gustarme este ¿deporte?.Fue MILLION DOLLAR BABY.Saludicos
El boxeo!. Cierto es que ha ofrecido de lo mejor en leyendas y realidades, tampoco soy apasionada en ello, quizá porque no lo entiendo, y para muchos puede parecer que algo miserable lo envuelve, pero en verdad es de lo más digno que conozco, como personas destrozan su propio cuerpo, por defender un sueño. Un texto genial 39.
–Cuando notes una punzada en tu cerebro, no te preocupes, es tu conciencia que intentará joderte.
Siempre he sido fan de esa frase.
Gracias amiga Yutokitumi (por cierto, ¿era la conciencia o el orgullo…?). Algo de noble y bello dicen que hay en el boxeo, ciertamente. No me cuesta imaginarlo, evocarlo, incluso sentirlo así, en abstracto. Pero soy incapaz de verlo en un combate. No sé si será porque la sangre evita cualquier atisbo de nobleza o por la gente que chilla como energúmenos y que serían incapaces de cualquier gesto enriquecedor. No sé, tengo un cacao mental con este asunto…
Algún día me contarás de dónde viene tu nombre o me darás alguna referencia…
Encantada, mi nombre es una broma entre amigos, hablo muy mal el inglés y de pequeña era fan de Robert de Niro, bueno aún lo soy, mira la escena de Taxi Driver delante del espejo.
La gente que va a ver los combates, lo puedo respetar pero no lo entiendo, habría que estudiar caso por caso, pero… yo me refería, como Carmen, que menciona Million dollar baby, que nunca se sabe lo que hay detrás de cada caso y que algo te lleve a destrozar tu propio cuerpo o tu dignidad, no se todo se ha de mirar con calma y que conste que no me gusta.
Estupenda película, Carmen. Supongo que muchas películas de boxeo funcionan porque éste siempre es un pretexto para hablar de cuestiones que van mucho más allá. Y sin embargo, cuando la cinta es «de boxeo», flojea. Supongo que es un asunto en el que muchos nos contradecimos continuamente. Fíjate en mi caso: no me gusta el boxeo, pero cuando veo esas cosas amateurs o en los JJ.OO., cuando se pelea con careta, aún me gusta menos…
Saludos.
Yutokitumi, me has matao… Yo que andaba buscando haikus y referencias japonesas para ubicarte… Are you talking to me? Recuerdo una broma que De Niro le hizo a Clinton con el dialecto neoyorquino y la frase «forget about it»: fogerabari…
Tienes razón, y evidentemente el boxeador asume la destrucción de su propio cuerpo como instrumento de trabajo. Ahora bien, no estoy seguro de que suponga también perder la dignidad. Al menos no en mayor medida que los que nos dedicamos a otras cosas en apariencia menos violentas pero quizá también dañinas. No me refiero al cine, sino al trabajo, claro.
Ya tengo más claro lo de tu nombre.
Es divertido 39, soy como Candiman, repite un número de veces a una velocidad considerable Are you talking to me delante del espejo, y verás como te sale mi nombre. Es una broma eh!
A propósito, si te gustan los haikus, busca el libro de «El monje desnudo» de Taneda Santôka.
No hay remedio
El viento sopla
contra mis incoherencias
Un personaje interesante, ese monje.
Booooh! Que bueno! Que bién me lo he pasado, casi tan bien, como cuando le di el masaje en los pies a la mujer de Marcellus Wallace, justo antes de salir volando por la ventana. Y eso que había perfeccionado tanto mi técnica, que llegaba a no hacer cosquillas!
Por cierto, se me pasaba la mención especial al gran Quique Gonzalez y la comparación de las «veladas»
Maravilloso texto Alfredo, muy bueno. Me encanta que hable el personaje desde la muerte. Me ha encantado el viaje por la ruta 66 (¿o tiene algo que ver con que la combinación de la caja sea 666 y con el diablo?), pagaría por viajar por esa ruta. La verdad es que el mundo del boxeo de para mucho. «Million Dollar baby» me encantó pero creo que éste texto bien lo pudiera haber narrado «Toro moreno» si no se hubiera retirado a tiempo en «Más dura será la caída». Pero Humphrey estuvo ahí para impedirlo… otra gran película. Felicidades por el texto, da gusto leer cosas así en este momento de la noche.
Gracias por la recomendación, lo buscaré. Lo he intentado, pero De Niro es mucho De Niro…
Quique es mucho Quique, amigo Braichy. En realidad el relato parte de su canción y no al revés, qué cosas… Nunca entendí lo del masaje en los pies. Desde luego no es como coger a la mujer de Marsellus y darle lengüetazos en su sagrado agujero, no es la misma jodida cosa, no es la misma liga, ni siquiera es el mismo deporte…
Gracias, Dana, aunque ya ves que no hay nada original en él (acuérdate de Joe Gillis, por ejemplo, bocabajo en la piscina de Sunset Blvd.). Lo de la ruta 66 (yo también pagaría, de hecho creo que no hay forma de ir por ella sino pagando…) y el maletín (en la película realmente es ésa su combinación) era una coincidencia tan evidente que es tan fácil de utilizar como difícil de evitar. Por eso me invento que Floyd era de Cleveland, para que tuviera que ir a California por esa ruta…
No olvides «Fat city» de John Huston: inolvidable «cita en Stockton».
«Desde luego no es como coger a la mujer de Marsellus y darle lengüetazos en su sagrado agujero, no es la misma jodida cosa, no es la misma liga, ni siquiera es el mismo deporte…» es de lo mejor de la película xDDDDD
Yo lo del masaje en los pies sí que lo entiendo…
Depende de quién sean los pies, amigo Braichy…
Magnífico,de verdad Alfredo.A mí no me gusta el boxeo,pero adoro los relatos,las novelas y la mayoría de las películas de este género.Es la gran metáfora de la condición humana,de los supuestos vencedores y de los radicalmente vencidos. Desde el extraordinario, relato de otro luchador por la vida,Jack London;Por un bistec,hasta Toro Salvaje,nos hemos emocionado,nos hemos apretado los nudillos debajo de la chaqueta,pero no por la pasión del boxeo,sino por la indignidad de muchos aspectos de nuestra vida.Por haber besado la lona en más de una ocasión sin haber tenido la oportunidad de un asalto.
Me repito:excelente relato.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Francisco. «Toro salvaje», otro gran clásico que citas. Incluso «Rocky», de Stallone, siendo notoriamente inferior. Quizá es por eso, por su valor metafórico, por los que a tantos nos atraen unas historias sobre un fenómeno que en el fondo nos repele.
Un abrazo y gracias otra vez.
Acabo de leer esta frase dentro de un articulo sobre boxeo.Me ha parecido oportuno subirla.»El boxeo es un deporte repleto de historias tristes.No todo se decide en el ring».SaludicosP.D.Por cierto, el artículo en cuestión ,es estremecedor.
Muy oportuno texto, Carmen, gracias. Es la constatación de que historias así son constantes, aunque sin el «glamour» que les da el cine, lo cual las hace aún más tristes por anónimas, desapercibidas.
Saludos.
Muy buen relato, 39escalones; es cierto que el boxeo, esa especie de ¿espectáculo? , ha dado lugar a muchas y muy buenas películas. Es curioso; quizás sea por la representación de la lucha cuerpo a cuerpo, adornada por miles de trampas e intereses inconfesables: pobres boxeadores que usualmente aparentan ser exitosos cuando son víctimas; cuan diferentes de otras «disciplinas deportivas» que siempre merecen otro tratamiento.
Sin embargo, nos resulta más fácil hacer una lista de películas alrededor del boxeo que de cualquier otra actividad física…
Saludos.
Josep,por supuesto.¡Pobres boxeadores!Su vida es tan intensa que sus años son más bien como los de los gatos.Un año es para una persona normal lo que 5 ó 6 para ellos.Un boxeador ,llamemoslo x,tras varios años de pelear como profesional ,siendo de segunda fila,pasó a ser el más temido del planeta y alcanzó la fama internacional,tras destruir a otro.Este fue pulverizado en menos de un round,y otro contrincante suyo casi perdió una oreja al llegar al décimo.¿ Y por qué no alegrarse ?.De La noche ala mañana su suerte cambió.Se había convertido,casi de pronto,en un terrible noqueador.La página de Facebook pasó de unos cuantos admiradores a varios miles……….Y la historia sigue .Esto lo he sacado de un articulo escrito por un periodista deportivo en otro blog.Saludicos
A mí si que me gusta el boxeo, o cuanto menos, me merece el mayor de los respetos; sin ser un consumidor del mismo. Empezaré por ahí, y así captaré al instante tanto tu atención, como quizá también la del lector que compare comentarios.
No me gusta la violencia me horroriza y me acobarda, pero es que además creo que poco tiene que ver con lo que estamos hablando, con lo que tú tan bien has escrito y descrito (ese tercer párrafo del relato está lleno de maticez, todos geniales). Me gusta el elemento de superación que impregna boxeo, un elemento eminentemente deportivo, el de la superación.
Lleno de prejuicios, hace no demasiado años decidí acercarme a ese deporte con el punto de mira del que observa desde la barrera. Un amigo boxeador, al que adoro, me hizo de cicerone y me dejó visitar sus entrenamientos, y uno de los combates en los que intervino. Así descubrí la compleja sencillez que rige esa disciplina; sólo hay tres movimientos de ataque, y pocos más defensivos, y sin embargo, la combinación de los mismos (más bien la elección de cada uno de ellos) lo convierte en algo muy difícil.
Y qué decir del cine de boxeo, ese casi género que tantas maravillas nos ha dado a ti, a mi y a muchos.
Supongo que la diferencia está, amigo Josep, en la épica y en que es un deporte «fácil» de filmar. Los sucesivos acercamientos del cine a los deportes de masas han fracasado por la imposibilidad de trasladar sus emociones y derivas a la pantalla, la incapacidad para hacer creíbles esas emociones al espectador al mismo tiempo que se ven en la pantalla, por más que en otras situaciones sí que puedan sentirlas. Pero con el boxeo y los deportes de lucha no es así. Podemos captarlo todo incluso mejor que en un combate real (con más literatura, con una emoción que va más allá del cuadrilátero). De ahí que donde el fútbol o el basket fracasan en el cine, el boxeo triunfe incluso entre quienes no lo seguimos o no nos gusta.
Saludos.
Carmen, cierto, es así en ocasiones, por eso el cine en torno al boxeo explota todo lo que puede el fenómeno de los ascensos y caídas. Y constituye una fenomenal metáfora de la vida misma, de ahí su aceptación, creo (me refiero al cine, no al deporte).
Saludos.
Puede ser, Raúl, y a eso me refiero con lo de la épica. Pretendía decir, supongo, y bastante mal, eso mismo cuando hablaba de toda esa épica que suponemos alrededor del deporte, todo ese «romanticismo» que lo impregna. Y yo decía que, en efecto, todo ello me desaparece cuando veo un combate real. Es que todo eso que imagino, que supongo, que siento al pensar en el boxeo o en el cine de boxeo, no lo veo, imagino, supongo ni siento cuando veo un combate real.
Asi lo entiendo .Pero no deja de ser paradójico,ya no solo en mi caso,que nos repela el boxeo en la realidad y en el cine no.Yo misma desde que he leído todo lo que aquí se ha dicho,estoy hecha un lio.Saludicos
Excelente. El boxeo siempre me ha parecido un deporte duro y muy noble. Por encima de toda esa suciedad aparente.
Abrazos
Duro, noble, sacrificado, y rodeado de muchas telarañas, sin duda. Pero esa visión «romántica», por más que también es muy real, no soy capaz de tenerla presente cuando veo un instante de cualquier combate. Cosa mía, lo sé.
Abrazos.
Correcto, Carmen. Lo que pasa es que, a lo mejor, de todo esto, termina desprendiéndose una cosa: que sí nos gusta el boxeo…