Deliciosa locura: Noises off

funcion

Que Peter Bogdanovich es uno de los cineastas surgidos del nuevo cine de los setenta que más amor siente y más le debe estilísticamente al gran cine clásico americano es una aseveración sólo comparable en su exactitud a la de que además de todo eso es uno de los más agudos estudiosos y divulgadores de las grandes obras y los grandes personajes de ese periodo del cine. Sus libros, artículos y entrevistas sobre los clásicos y los más relevantes personajes del Hollywood dorado son referencia obligada. Todas sus películas en mayor o menor medida, pero en especial las de su mejor época, los setenta (la magistral La última película, la comedia loca ¿Qué me pasa, doctor? o la estupenda Luna de papel), son tributarias de una forma de hacer cine perteneciente a los más grandes directores del periodo clásico hollywoodiense, como punto de referencia en cuanto a estilo y puesta en escena, pero también como permanente y nostálgico homenaje a un tiempo ya desaparecido (en ese sentido, inolvidable monólogo de ese gran actor llamado Ben Johnson en esa joya que es La última película). Quizá por eso, por mantenerse alejado de los gustos y modas del momento, es por lo que su carrera ha ido poco a poco diluyéndose y su presencia ha ido cada vez más ligada a los documentales y a los estudios sobre cine, e incluso a la representación de pequeños papeles en películas y series de televisión (como ese psiquiatra de la gran serie Los Soprano), que a la dirección de películas (de siete películas dirigidas en los setenta pasó a filmar dos en los ochenta, cuatro en los noventa y de nuevo dos en el siglo XXI, una de ellas un documental musical sobre el rockero Tom Petty). Con todo, en 1992 aún tuvo tiempo para filmar este desternillante tributo a los viejos tiempos de la screwball comedy titulado Noises off (literalmente algo así como Ruidos fuera), estúpidamente traducida en España según la habitual tendencia a infantilizar todo lo relacionado con la comedia y el humor, ¡Qué ruina de función!.

Basada en todo un clásico de la escena norteamericana, habitual tanto de los escenarios de Broadway como de las representaciones de teatro de aficionados o las funciones de fin de curso de las High Schools, escrito por Michael Frayn, la película, muy fiel al sentido y al texto originales hasta el punto de tratarse posiblemente de una de las mejores aproximaciones del cine al teatro o de teatro filmado, nos sitúa en pleno Broadway el día del estreno neoyorquino de una comedia titulada Nothing on. Mientras los últimos rezagados llegan a la sala, Lloyd (Michael Caine), el director de la obra, huye consumido por los nervios, la tensión y el pánico: no se trata sólo del trance ya conocido al llegar el día de cada estreno; es más bien que se huele la catástrofe tras los desquiciados acontecimientos que ha padecido la compañía desde que la obra echó a rodar (en lo que aquí llamaríamos provincias) a lo largo y ancho del país en preparación del estreno en Nueva York. Así, a través de un enorme flashback, nos cuenta Bogdanovich las peripecias de este grupo de actores desde los últimos ensayos antes de estrenar en Des Moines, Iowa, el principio del fin. Todo va mal desde el comienzo: los actores todavía no dominan el texto de la enrevesada trama, falta coordinación entre ellos y los encargados del atrezzo, aún quedan aspectos por pulir sobre luces y vestuario… El espectador de la película es introducido de lleno en el último ensayo previo al día del estreno y va a conocer a los personajes según vayan saliendo a escena. El escenario es una recreación de una casa de campo, un antiguo molino del siglo XVII reconvertido en vivienda rural, una sala de estar con una escalera que comunica al piso superior, todo lleno de puertas al servicio de los enloquecidos equívocos de la trama con personajes entrando y saliendo constantemente sin encontrarse.

Soberbiamente narrada en tres capítulos que se corresponden con el estreno en tres ciudades diferentes, Des Moines, Miami y Cleveland, y que equivalen igualmente a los tres actos habituales de las comedias teatrales clásicas, cada uno de esos episodios tiene una finalidad concreta sin que por ello dejen de asomar las carcajadas. El ensayo en Des Moines sirve de presentación al espectador; gracias a él el público conoce tanto la historia que cuenta la obra que están representando, Nothing on, como a los personajes, «reales» y ficticios, que tiene delante. Nothing on es la típica comedia de enredo: Carol Burnett es Dotty, actriz consagrada, una de las divas del momento pero ya entrada en años y algo necesitada de éxito, que da vida a Mrs. Clackett, la atolondrada criada del matrimonio dueño de la casa que da por sentado que al estar sus jefes en España va a poder pasar un fin de semana tranquilo, sola, disfrutando de la televisión por cable y de las sardinas que tanto le gustan. El malogrado John Ritter es Garry, uno de los actores más conocidos y valorados de la escena americana, que da vida a Roger, agente promotor inmobiliario que, encargado de la venta de la casa, pretende utilizarla como nidito de amor al creer que sus dueños están de viaje. Le acompaña su ligue del momento, Vicki, interpretada en la obra por Brooke Ashton (Nicolette Sheridan), típica mujer florero de la comedia, rubia oxigenada, despampanante criatura que se pasa la obra en ropa interior, cerebro de mosquito, preocupada constantemente por insignificancias y por mantener las lentillas dentro de sus ojos, realmente incompetente para memorizar sus textos y entender el sentido de cada situación, que da vida a una increíble inspectora de Hacienda llevada a la casa por Roger para pasar la noche juntos entre sábanas y champagne. Ninguno de los tres cuenta con el regreso de los dueños de la casa, Philip y Flavia, interpretados respectivamente por Frederick Dallas (Christopher Reeve), un actor obsesionado con las motivaciones e introspecciones de su personaje, especialmente en las situaciones más absurdas, que taladra al director con constantes cuestiones relacionadas con la meticulosa construcción del personaje y la comprensión de todas y cada una de sus acciones, y Belinda Blair (Marilu Henner), la chismosa del grupo, la que está al tanto de los amoríos, encuentros, líos de cama y separaciones de toda la compañía, incluyendo las relaciones de todo el personal femenino, incluida ella misma, con el director de la obra. Completa el cuadro un ladrón que se meterá a robar justo cuando todos esos personajes se hallan en la casa, interpretado por un veterano, medio sordo y alcoholizado actor de antiguo prestigio llamado Selsdon (el ya desaparecido Delholm Elliott, precisamente el único que falta en la fotografía superior). Además de los personajes que interpretan la obra, el reparto de la película se completa con el director, ya mencionado, con la responsable de escena, Poppy (Julie Hagerty, famosa por ser la azafata de Aterriza como puedas) y el encargado del funcionamiento de todo, Tim (Mark Linn-Baker, visto en aquella serie televisiva titulada Primos lejanos).

Así pues, si Des Moines es una magnífica introducción, Miami es un no menor desarrollo. Una vez que el espectador está ya situado, conoce el escenario de la obra, la trama y los movimientos de los personajes en escena, la acción de la película transcurre entre bastidores. La situación entre quienes componen la compañía se ha deteriorado: Dotty y Garry han discutido por culpa de Frederick, al que Garry toma por amante de su novia, los líos de faldas de Lloyd se han vuelto más enrevesados y son de público conocimiento, a Selsdon le ha dado por retomar su afición a la botella en plena representación… Bogdanovich aquí se supera: mostrándonos las acciones tras el escenario, las discusiones y enfrentamientos de los actores y equipo técnico de la obra mientras deben conservar las apariencias ante el público, se eleva aquí hasta un nivel estratosférico, equivalente tanto a los más sublimes momentos de la comedia clásica americana como a las mejores coreografías de lo más granado del musical: las constantes entradas y salidas de escena de los actores combinadas con la comicidad de las situaciones propiciadas por las continuas discusiones y agresiones físicas y el constante intercambio de objetos (desde un cactus a una botella de J&B, pasando por un hacha, el sempiterno plato de sardinas y todos los juegos de ropa habidos y por haber que se utilizan en la obra) ofrecen un soberbio y aparentemente simple y cómico vodevil que, no obstante, oculta una construcción y ejecución tan precisa, tan exacta, tan milimétrica a la vez que desternillante, que puede tachársela sin duda de magistral sin exagerar un ápice.

Pese a todo, en Miami la obra logra concluir sin que el público del teatro haya pecibido ningún desajuste reseñable en el resultado final salvo ciertas imprecisiones y dudas, algunas caídas de más y algún que otro sobresalto. Sin embargo, la compañía ha estado permanentemente al borde del infarto. En Cleveland, en cambio, los enfrentamientos llegarán al punto de que antes de que la obra comience las discusiones entre los actores puedan escucharse desde el patio de butacas; un presagio de lo que sucederá a continuación: el grado de encono entre todos ha llegado hasta tal punto que los enfrentamientos pasan de detrás del decorado a la propia escena. En este punto, Bogdanovich realiza igualmente un trabajo magnífico en los alocados momentos en que la trama de la obra es constantemente modificada sobre la marcha a medida que los actores, más concentrados en sus rivalidades personales que en la representación de sus papeles, van olvidando sus textos, cambiando las acciones que tenían que llevar a cabo, perdiendo el pie que deben dar a sus compañeros para que introduzcan sus frases, y debiendo improvisar constantemente en un patético, desesperado e inútil intento de reconducir una obra que se les ha escapado inevitablemente de las manos. Nothing on es así convertida en un híbrido extraño, con partes del texto original cada vez más irreconocibles y una buena cantidad de morcillas introducidas al buen tuntún por cada uno en la necesidad de mantenerse ante el público con cierta lógica y dignidad. Así, no es de extrañar que cuando la obra llega a Nueva York, con toda la prensa especializada en los palcos y primeras filas, a Lloyd le den ganas de abandonar el teatro y perderse entre los taxis amarillos de la ciudad…

Criticada a menudo por, presuntamente, resultar demasiado teatral (la película apenas abandona el escenario o su parte de atrás), la película es un excepcional tributo de Peter Bogdanovich a la comedia de enredo americana de los años treinta y cuarenta, y resulta fácilmente imaginable en blanco y negro con actores de la época. Al mismo tiempo, es un homenaje también a los escenarios de Broadway, al teatro y a las compañías itinerantes que recorren el país de punta a punta sin que, a veces, lleguen a los grandes escenarios y ocupen páginas en los periódicos o en las revistas del colorín. Pero, sobre todo, es una comedia brillante, lúcida, excepcional, con un estilo comercial y sencillo para cuya consecución en cambio hay una gran labor de arquitectura detrás, tanto de guión como de puesta en escena, que demuestra que la accesibilidad a un producto no está para nada reñida con la calidad cuando se trabaja con competencia, cuando se cuidan los materiales y se tiene respeto por el público, sin necesidad de acudir al humor soez, machista, zafio y de letra gorda al que los actuales «genios» de la comedia americana nos tienen acostumbrados con sus películas para adolescentes hormonados de cualquier edad. Que aprendan de Bogdanovich. Que aprendan de los que saben.

25 comentarios sobre “Deliciosa locura: Noises off

  1. Gracias, Doctor. Absolutamente recomendable (como siempre, pero mucho más en este caso) la versión original. El cambio de modos y maneras de cada actor según entra o sale de escena es parte de la comicidad que en el doblaje español se pierde.
    Saludos.

  2. ¡Lo que me habré reido todas las veces que la he visto!
    Su ritmo es endiablado, el guión es brillante, con esas tres partes y sus estrenos en otras tantas ciudades, que vienen a ser los tres actos clásicos. Los actores están todos muy bien. Las peliculas de esos «genios», esas que algunos llaman pomposamente «Nueva Comedia Americana» no le llegan ni «a la suela del zapato» a esta delicia de función que es Noises Off.
    Muy buena recomendación para empezar la semana a carcajadas.
    Saludos

  3. Una verdadera gozada, sí señor.
    Bogdanovic es un tipo que siempre me ha resultado de lo más interesante.
    Adora el cine, y eso, para un cienasta, es la mejor tarjeta de presentación posible.

  4. Es muy buena Alfredo, me reí todo lo que quise y los actores están espléndidos.
    Si tienes un rato pásate por La Calavera… hay algo para ti si me perdonas la licencia.

    Un abrazo.

  5. sí que es una delicia, y es que Bogdanovich es para seguirle el rastro, y también como actor, también aparece en la ya clásica serie Los soprano, y los títulos que comentas son ya parte de la historia del cine, como sus libros de cine, antológicos. Un saludo.

  6. Es que ando necesitado de risas, amigo Leolo, y nada mejor que compartirlas. Es una película desternillante y perfectamente coreografiada, funciona con la precisión de un reloj suizo.

    Exacto, al contrario, la película se reboza de teatro en el fondo y en la forma. Y, al contrario que en muchas ocasiones, para bien.

    En efecto, Raúl, lo que pasa es que eso en América, en cierto modo, es jugar a la contra. Así le ha ido. No obstante, hay que reconocer que en los ochenta fue perdiendo muchos enteros.

    A mí me pasa cada vez que la veo (aunque la he visto sólo tres veces), me duele la mandíbula, aunque más de sonreír (es que para el humor soy un poquitín duro).
    Muchas, muchas, muchas gracias por tu regalo: me has alegrado un lunes que pintaba muy mal…
    Abrazos.

    Sam: Bogdanovich, más que cinéfilo, cinépata. Y qué suerte que sea así. Su labor ha sido impagable y única durante años.
    Saludos.

  7. Casualidades de la vida, aquí estoy estos días disfrutando de lo lindo con el primer volumen El director es la estrella de Peter Bogdanovich donde entrevista a varios directores del Hollywood clásico (mi adorado Hawks, Hithcock, Stenberg, mi admirado Lang, Walsh y Dwan). Y es que Bogdanovich como dices es cinépata y este libro rezuma pasión en cada una de sus páginas. Ya deseando leer el segundo tomo (son mis adquisiciones este año en la feria del libro).

    Te escribo con pena porque la película que comentas no la he visto aunque me muero de ganas. Nunca la he visto (ni las veces que la han puesto en televisión) y me es difícil encontrarla en dvd. Pero seguro que lo conseguiré. Con tu magnífico post me apetece aún más verla. Claro, eres otro cinépata.

    Para mí el descubrimiento de Bogdanovich como director fue con La última película que me dejó bastante tocada, me encanta. Después vinieron qué me pasa doctor, luna de papel, Máscara y Texasville.

    Besos
    Hildy

  8. Es que ha sido empezar a leer tu reseña y ponerme a reir a carcajada batiente, porque esta es una de mis películas preferidas (aunque ahora me doy cuenta que perdí la grabación) y siguiendo tu estupendo relato estaba viendo una y otra vez a todos esos estupendos actores moverse de forma milimétrica y a una velocidad endiablada encadenando gags uno tras otro.

    Se da la circunstancia que ví la obra de teatro antes que la película; allá a finales de los 80, Juanjo Puigcorbé la protagonizó en el Teatro Tívoli y fue una experiencia divertidísima. La obra, traducida al catalán, se llamaba Pel Davant i Pel Darrera (Por delante y por detrás)

    Cuando ví la película de Bodganovich (firmo todo lo que sobre él has escrito; tengo una en lista, de hecho) unos años después, tenía la sensación del dejà vu al principio, pero me entusiasmó tanto, me hizo reír de tal forma, que no fue hasta días después que caí en la cuenta del origen teatral.

    Bodganovich consigue que parezca fácil algo que es realmente difícil y que está en muy pocas manos su consecución: aun siendo más fácil en el cine, por aquello de repetir, el «vodevil de puertas» requiere una mente privilegiada para pisar el acelerador a fondo consiguiendo que el espectador no se pierda, no se aturulle ante la ingente información que se le viene encima.

    Para eso precisa, como no, de unos actores que posean dominio del tempo idóneo de la comedia cómica, y eso, aun es más difícil de conseguir. Ver a Christopher Reeve como comediante puro es un lujo (de hecho, ya en el primer Supermán apuntaba maneras) y el resto del elenco está que se sale: el pobre Elliot viendo la botella ir y venir de cien manos, el ramo de flores que va como una bala de amante en amante, en fin… que no tengo más remedio que buscarla como sea para poder disfrutarla de nuevo, porque, como dices, Alfredo, es de esas películas que conviene tener siempre en la estantería para levantar de inmediato el ánimo en un día gris.

    Muchas gracias por habérmela recordado.

    ¡Y las sardinas! ¡Las sardinas! Es que me parto… 🙂 🙂

  9. Hildy, «La última película» es una maravilla, como digo más arriba, ese monólogo de Ben Johnson, esos últimos cines de pueblo… Absolutamente grandiosa. Te recomiendo ésta, en una línea totalmente distinta, pero igualmente magnífica.
    Estamos entre cinépatas.
    Besos.

    «¡Las sardinas! ¡Cuelgas el teléfono, coges el periódico, y dejas las sardinas…!» Un comienzo tremendo. Totalmente de acuerdo contigo, Josep, en lo de Reeve, un pedazo de actor que también padeció los males del encasillamiento. Pero todos están fantásticos.
    Y dices bien, yo solito me partía de risa mientras iba recordando la cinta a medida que escribía. Una joya.
    Saludos.

  10. Al igual que Josep había visto la obra de teatro en la que me reí un montón. La película aúna lo bueno de esa obra y lo bueno del cine,¿que mas se puede pedir?. Como dirían en alguna revista cinematográfica, recomendable para todos los amantes del cine y del teatro.

    Saludos

  11. ¡En esto de cine tengo unas lagunas guapas,¿ se nota ?…….
    No la he visto, y ojalá la encuentre o me corto las venas.
    Ultimamente lo que busco parece que se esconde.
    Alfredo,fantástica reseña.
    La veré,tarde o temprano,y ya sabes que siempre vuelvo para contarte.Se me resiste la de la Papaya,pero yo insisto.Aragonesa que es una.
    En lo de Reeve ,de acuerdo ,de acuerdo.
    Admirable su lucha por vivir,me dio mucha penica su muerte.
    Saludicos

  12. Pues sí, Alma, muy recomendable. Sobre todo para quienes disfrutan de esas pseudocomedias bobas que produce el cine americano recientemente.

    Tampoco creo que te resulte fácil encontrar ésta, Carmen, por desgracia. Pero merece mucho, mucho la pena.
    Saludos.

  13. Esta la vi hace tiempo y me reí mucho. Coincido en lo de Reeve: le recordaremos siempre como Superman, cuando hizo muchas otras cosas y las hizo bien. También me dio mucha pena cuando quedó tetrapléjico. Tuvo muy mala suerte.
    Una de mis favoritas de Bogdanovich es «¿Qué me pasa, doctor?» (¿verdad que parece inspirada en cierto modo en «La fiera de mi niña? de Hawks»?).
    Saludos

  14. Me encantó ésta película en la única ocasión que la vi. Me gustaría volver a verla porque me reí mucho. Aunque la película que más me gusta de Bogdanovich es «¡Qué me pasa doctor!»… me encanta, la tengo venerada.

  15. Me ha encantado tu entrada. Y la película es una de mis favoritas. Creo que es una de las mejores comedias que he visto. Las entradas, salidas, los tiempos, el ritmo son como una maravillosa y excéntrica danza.
    Sólo añadir que Bogdanovich también hizo algunas apariciones en «Doctor en Alaska», además haciendo de sí mismo. En el mundillo de las series, creo que fue la primera en romper moldes. Lo bueno, no envejece.

  16. En efecto, Carmen va en esa línea. Con todo, mi preferida es «La última película»: uno ve un mundo que, literalmente, se muere, el del cine clásico, y otro que nace, justo al comienzo de los setenta. Es soberbia, de verdad.
    Saludos.

    Lo mismo digo, Dana; estoy seguro de que a ti «La última película» te iba a chiflar. Segurísimo.

    Gracias, Magda. Probablemente, dices bien, sea una de las mejores comedias de los últimos veinte años.
    Buen apunte el que haces, había olvidado lo de «Doctor en Alaska», serie que me encanta, por cierto.

  17. En el libro que ya comentamos ambos,Moteros tranquilos,toros salvajes de Peter Biskind,me hizo cambiar un poco el concepto que yo tenía sobre Peter Bogdanovich.Creo que tuvo un inicio muy prometedor,pero se quedó sólo en eso.Gran cinéfilo y gran escritor que cayó en desgracia por asuntos muy turbios.Con Noises off vuelve Bogdanovich a renacer como buen director que es.Y para añadir,tengo pendiente un post sobre La última película.
    Magnífico post,Alfredo.

    Un fuerte abrazo.

  18. Estoy en busca del texto de Noises Off «Deliciosa Locura» o «Que ruina de funcion!» si alguine mo lo pudiera enviar le estaria agradecido, es para realizar con un grupo de teatro en Buenos Aires, Argentina. Abrazos.

  19. Soy profesor de teoría y técnicas de la actuación en la Escuela de Arte Dramático del Estado Aragua, en Venezuela. Desde que la vi por primera vez, hace siete años, inicio mis clases con un foro acerca de esta extraordinaria película. For que va desde ahora a enriquecerse con esta ingualable crítica.

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