En varios de las comentarios de Alfred Hitchcock en libros y entrevistas queda muy claro cuál era el panorama en la cinematografía británica de los años veinte y primeros años treinta del pasado siglo: la mayor parte del pastel se lo repartían los distintos estudios que, como sucursales de las grandes firmas norteamericanas, abrieron instalaciones en Gran Bretaña atraídas por los menores costes de producción, la gran calidad de los intérpretes británicos, y la facilidad del idioma para crear equipos artísticos y técnicos conjuntos. El resto quedaba en manos de la escasa producción autóctona, concentrada casi al cien por cien en la adaptación a la pantalla de obras universales de la literatura inglesa o bien en el rodaje de dramas historicistas que recogieran episodios bélicos o políticos del pasado. Eso, hasta que Hitchcock llegó y parió la cinematografía británica. Pero hasta entonces, la única excepción al dominio que el cine norteamericano ejercía sobre el británico era el tándem formado por los hermanos Korda, quienes, siguiendo esa misma línea tradicional de la incipiente industria británica, se han hecho un hueco en la historia del cine gracias a sus películas históricas (La vida privada de Enrique VIII) y a sus adaptaciones de clásicos de la literatura inglesa, preferentemente relacionados con la época del imperio (Revuelta en la India, El libro de la selva, Las cuatro plumas).
La cúspide de la colaboración entre Zoltan y Alexander Korda es esta magnífica obra de 1936 sobre el famoso pintor neerlandés, protagonizada por el genial actor británico Charles Laughton, con toda seguridad, uno de los más grandes intérpretes de todos los tiempos. Dirigida por Alexander (en uno de sus escasos trabajos tras la cámara) y producida por Zoltan (cuya filmografía como director es mucho más amplia) dentro de la London Film Productions, la película parte del año 1642, cuando Rembrandt, aclamado como el mejor y más famoso pintor de Europa, se halla en un punto de inflexión en su vida y carrera. En ésta se encuentra ya asqueado, cansado de recibir cumplidos, de pintar por dinero, de atender a los gustos de los burgueses ennoblecidos gracias al comercio de la flota holandesa por todo el mundo. Sintiéndose perdido, se rebela contra su acomodada vida y empieza a pintar acorde con su forma de ver el mundo, y no ya tanto por el encargo de una visión determinada a cambio de un puñado de florines. La presentación en sociedad de La ronda de noche hace que sus mecenas resulten escandalizados: visto que el maestro se ha apartado de los colores y temas habituales y ha ideado una pintura oscura, triste, aparentemente absurda por su falta de tema, se revolucionan todavía más cuando el pintor les explica de viva voz el motivo de su pintura, la hipocresía, la falsedad, la repulsa hacia una clase podrida, hedionda. La pérdida del favor de sus mecenas en aras del mantenimiento de su independencia como creador y ciudadano se une a la muerte de su esposa, que le sume en una profunda depresión. Sólo la llegada de Hendrickje (Elsa Lanchester, a la sazón esposa de Laughton), una joven criada, le permite sobrevivir a su estado decadente. Catorce años más tarde, Rembrandt continúa con su vida orgulloso del mantenimiento de su autonomía: a la condena de los ricos se ha unido la falta de exposición de su obra en público y el ostracismo social por el mantenimiento de una vida plenamente conyugal con la joven sin pasar por el matrimonio. Con todo, Rembrandt vuelve a pintar inspirado por la vida tranquila y recogida que disfruta junto a su amante. Mediante una triquiñuela legal, la constitución de la joven en marchante y propietaria de los cuadros que el maestro va pintando, logran escabullirse del ejército de acreedores que Rembrandt ha acumulado en catorce años de sequía, y la felicidad vuelve a la vida del pintor.
Alexander Korda consigue algo muy difícil, convertir el ambiente oscuro y recogido de la vida en el estudio de pintura en un espectáculo grandioso, visualmente magnífico, incluso tratándose de blanco y negro, hermosamente retratado, y en una fecha tan temprana como mediados de los años treinta. Con referencias visuales que, como en la fotografía superior, enlazan directamente con la obra de cineastas como Dreyer, entonces en pleno apogeo de su carrera, y de pintores como Velázquez o Hammershoi (al que ya dedicamos un texto en esta escalera), ofrece una película entretenida y rigurosa con la biografía del autor, sin concesiones emotivas o sentimentales y sin huir de la crítica social y política a la sociedad puritana de la época, buen trasunto para la eterna dicotomía británica entre lo sobrio y lo gamberro. Especialmente memorable resulta la interpretación de Laughton, realmente soberbio, tanto en la recreación del hombre derrotado y sin salida, como en la composición de la esperanza y en el orgullo del creador que se sabe excelso, sin por ello dejar de conseguir transmitir en todo momento la idea de que se trata de un hombre sencillo que se permite pintar y filosofar.
Plena de aciertos visuales, con elaboradas angulaciones y magnífico talento a la hora de colocar la cámara (esa forma de filmar a Laughton a través del pequeño espejo que Rembrandt va a utilizar para pintar su más famoso autorretrato), la película es una breve delicia de apenas ochenta y cuatro minutos, impresindible joya de un cine que ha proporcionado tantas, inmejorable para asistir a las posibilidades de Charles Laughton como actor, auténtica maravilla para los aficionados a la pintura que, a buen seguro, habrá disfrutado decenas de veces ese enfermo de Rembrandt que es Peter Greenaway. Una gran película que entretiene, instruye, emociona y hace pensar, que resulta bella, sencilla en su maravillosamente elaborada puesta en escena, y que indaga y profundiza en la figura del creador, en el significado del arte y en las dudas, contradicciones y motivaciones del artista: Vanidad de vanidades. Todo es vanidad.
No la he visto. Me la apunto para buscarla en vacaciones.
Saludos.
Bueno, Doctor, no sé yo si es lo más idóneo para las vacaciones; éstas piden entretenimiento, ligereza. La película es cortita pero nada ligera, sino cargada de cosas interesantes.
Saludos.
La desconocía, por completo, vamos. Y eso que me gusta la pintura y suelo estar al tanto de biopics de autores. Así que intentaré hacerme con ella.
Abrazos
Entonces te gustará. Laughton está espléndido.
Abrazos.
Suscribo, como casi siempre, tu estupenda reseña, Alfredo. Esta la ví en la tele hace tiempo y recuerdo que ma pareció un excelente retrato de un pintor y su época, porque a la magnífica actuación de Laughton se une, como muy bien apuntas, una escenografía maravillosa.¡Y sin digitalismos!
Sí que es una buena película para revisitar, sea en vacaciones o no, paradigma de una forma de hacer cine que sentó cátedra en una época en que, además, Hollywood pesaba mucho.
Saludos.
Apetece verla. Otra desconocida para mi. Otro agradecimiento para ti, por enseñarnos y proclamar el mejor cine.
Gracias, Josep. Eso es lo importante, que se pueden hacer, y muy bien, un montón de cosas sin ordenata.
Saludos.
No, Dana, a vosotros por querer verlo y leerlo. Creo que ésta te gustaría especialmente.
¡Pasada de post!.No conocía esta peli,pero no me la puedo pasar por alto.
La veré .Me encanta Laughton,siento predilección por los actores británicos. Gracias otra vez Alfredo por estar ahí y enseñarnos cine de esta manera tan deliciosa.Realmente ,(y de verdad que no es coba),eres un lujo.
Saludicos.
No se como narices he salido como anonimo.Soy yo,carmen je,je.
Saludicos
Gracias a ti, Carmen, al final me lo creeré y no habrá diios que me aguante… La película es un breve pero sensacional compendio de biografía, reflexión sobre el arte, crítica social y lección de interpretación y dirección. Eso sí es un lujo.
Saludos.
Una joya, una delicia, una maravilla. El imperio de la fotografía, del estilo, del perfeccionismo.
Bravo, Alfredo. Estupendo post.
Besos,
Marta
De este hombre, Laughton, quería yo hablarte. Y es que aparte de Espartaco, vi hace unos días Testigo de Cargo en la que está entrañable y de lo más gracioso y en su faceta de director vi La noche del cazador. Ésta última me decepcionó por un lado porque yo pensaba que estaría en la línea de suspense de El cabo del miedo, pero por otro lado me pareció un cuento con escenas mágicas del mundo de los sueños como la barca en el río o el cadáver de la madre de los niños con el cabello hondeando en el fondo del lago…vamos que me dejó perplejo: no sé si iba dirigida a los niños o a los adultos y tampoco sé si es una de suspense un poco chapuza con destellos de magia ó al revés una mágica peli para niños con tintes de thriller. El caso es que pr encima de todo me parecíó bella y aumentó la estima que tenía por este actor-caballero.
Guau!, tras semejante comentario, cualquiera se la pierdeee….
Gracias por las bienvenidas.
Hace mil años quela vi. Mil, creo.
Laughton es de los actores que hacen las cosas bien aún sin querer. Los genios (como Rembrandt, supongo) no pueden evitar serlo. Así es Laughton.
Gracias, Marta. Es sorprendente como una película en blanco y negro y tan antigua puede transmitir sensaciones tan dependientes de la forma y del color. Pero es así.
Besos.
Carlos, tienes un post sobre «La noche del cazador» en este mismo blog. Búscalo si te interesa. La película se llevó muchos palos en su día, tantos que Laughton ya no quiso volver a dirigir. Y el tiempo, en cambio, la ha convertido en obra maestra indiscutible. El tono de cuento infantil es deliberado, ya que se cuenta la historia desde el punto de vista de unos niños y se hace, con gran acierto, desde su punto de vista psicológico (cómo conciben ellos no sólo el miedo, sino su forma). A mí me parece una obra magnífica, y el personaje de Mitchum es muy superior al de De Niro en «El cabo del miedo» (a su vez basado en «El cabo del terror», con Mitchum, precisamente, en el papel de De Niro). Hazme caso, dale una oportunidad más y verás como «El cabo del miedo» es la que al final te decepciona bastante.
Ah, y en «Testigo de cargo», está soberbio.
Gracias a vos, Minerva. La película bien lo merece. Eso sí, no deja de ser de los años treinta, aviso.
En efecto, Raúl, los mejores actores son esos que parece que no están trabajando, que son el personaje. Y Laughton, en eso, era un genio absoluto.
Acabo de leer tu texto sobre La Noche del Cazador. Muchas gracias, 39. Estoy completamente de acuerdo en la belleza de la peli y en el retrato del malo. He de decir que me refería al original El cabo del terror ya que la de De Niro, la verdad, no la he visto, precisamente asociaba estas dos pelis por Mitchum al que aprecio mucho y cuya muerte sentí sinceramente en su día.
Gracias a ti por verlo. La de Scorsese vale la pena por De Niro, poco más, sobre todo la famosa escena de «¿abogado?»…
Esta no la he visto. Tomo nota.
Saludos
Apunta, apunta, Carmen. Te gustará, si es que logras verla: hablamos de blanco y negro, años treinta.
Saludos.
Magnífico texto,muy bien documentado y a la altura del filme,de la época.Charles Laughton está estupendo.Fue un actorazo y siempre lo recordaré por el papel en Testigo de cargo,de Wilder.
Un fuerte abrazo.
Uno de los grandes, Francisco, condicionado más adelante por su físico y su edad pero siempre derrochando talento.
Gran película la que citas; habrá que recuperarla.
Abrazos.