Cine de verano – Morir en Madrid, de Frédéric Rosiff

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Nominado al Oscar al mejor documental en 1966 y ganador de un BAFTA en 1968, este documental reúne algunos de los episodios más célebres de la Guerra Civil española y de la represión franquista, desde el asesinato de Federico García Lorca a la participación internacional o el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. Impresindible su visionado por más que sea un tema recurrente del que no pocos espectadores españoles ya están más que cansados. Así nos va.

Cine de verano – Octubre, de Sergei M. Eisenstein y Grigori Aleksandrov

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Volvemos al genial cineasta ruso, esta vez codirector de esta genial obra de 1927, una de las obras maestras del periodo mudo del cine, como siempre en Eisenstein, ideologías aparte. En esta ocasión la película es un compendio de hermosas e impresionantes imágenes y de escenas complejas ricamente elaboradas para tratarse de la década de los veinte. Todo un lujo.

Cine de verano – El hombre con la cámara, de Dziga Vertov

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Denis Abramovich Kaufman, conocido como Dziga Vertov, realizó esta cinta experimental en 1929. Concebido como un documental urbano, la película supone un retrato de San Petersburgo (Leningrado) a partir de una serie de tomas de su devenir cotidiano que el cineasta retrata a través de la mágica figura de un hombre que con su cámara y mucha imaginación va filmando la realidad, no exenta de retazos de ilusión y espejismos, que lo circunda. Obra maestra indiscutible, curiosa película que merece sin duda un visionado.

Cine de verano – La sal de la tierra, de Herbert J. Biberman

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Película entre el drama social y el cine documental filmada en 1954 por Herbert J. Biberman como respuesta al veto y ostracismo sufrido en su país tras las acusaciones vertidas contra él por el senador McCarthy, que lo incluyó en la famosa lista de «los diez de Hollywood» junto a otros destacados profesionales del cine norteamericano, grupo presuntamente filocomunista. Rodada en Nuevo México con actores no profesionales, es una obra imprescindible del cine americano de los cincuenta, en buena parte vigente hoy en día.

Puedes más sobre ella en el artículo que le dedicamos aquí hace algún tiempo. Se ofrece íntegra, si bien en su versión original sin subtítulos.

Cine de verano – Vampyr, la bruja vampiro, de Carl Theodor Dreyer

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Obra maestra rodada por el genial cineasta danés Carl Theodor Dreyer en 1931, tuvieron que pasar muchas décadas para que su calidad se viera reconocida. Rotundo fracaso en su día, Dreyer no volvió a filmar hasta doce años después. Dreyer nos ofrece su particular concepción del terror: un ambiente onírico, inquietante, poblado por extrañas criaturas, espectros, sombras, fotografiados primorosamente en planos bellísimamente aterradores, más por lo que sugieren que por lo que muestran, dando más importancia a la forma que al fondo, a la estética que a la trama.

Un viajero, un castillo, extrañas alucinaciones, una mujer atacada por una criatura inconcebible… Pasen y tiemblen.