Cine en serie – El rey del juego (The Cincinatti Kid)

THE CINCINNATI KID(DVD66986)

POKER DE FOTOGRAMAS (I)

Retomamos el ritmo habitual tras el merecido periodo vacacional con una nueva entrega de Cine en serie compuesta de doce capítulos y dedicada en esta ocasión a abordar las relaciones entre el cine y el juego, y más concretamente, al apasionante, turbio y sugestivo mundo del poker, juego de cartas que tantos y tan vibrantes momentos ha vivido gracias a la pantalla grande. No sólo es adecuado pensar que sin la influencia del cine probablemente no estaríamos hablando de uno de los juegos de naipes más conocidos y practicados del mundo, sino que también podemos afirmar que el poker, por su facilidad para ser tomado como metáfora de la propia existencia humana, por su aire épico tan cercano al western clásico como al mejor cine negro, ha protagonizado alguno de los momentos más recordados del cine con mayúsculas. En ello pretende incidir la sección que hoy comienza.

Abrimos fuego, o mejor dicho, repartimos juego, con este clásico de 1965 dirigido por Norman Jewison (¡Qué vienen los rusos!, En el calor de la noche, El caso de Thomas Crown, El violinista en el tejado, Jesucristo Superstar, Hechizo de luna, Huracán Carter…), con toda seguridad su mejor película y probablemente también la mejor película sobre poker. Kid (un eficaz Steve McQueen) es un joven entusiasta, capaz, dinámico y algo inconscientemente seguro de sí mismo, tan aficionado a las cartas como a otros placeres mundanos, incluso contraproducentes para su principal hobby, que acude a una partida de poker que se celebra en Nueva Orleans para enfrentarse al mejor jugador del momento, “El Rey” Lancey Howard (espléndido, magistral Edward G. Robinson en su recreación del jugador profesional veterano, orgulloso y un tanto soberbio, en un personaje escrito inicialmente para Spencer Tracy), con la esperanza de arrebatarle el prestigio de ser reconocido como el número uno. Alrededor de ellos van a darse cita toda una serie de personajes de lo más variopinto, comenzando por la propia novia de Kid, Christian, (Tuesday Weld), una chica ingenua y sencilla que pretende disfrutar de una vida serena y apacible junto a su amor y que por ello intenta por todos los medios que abandone el mundo de noche y humo, de copas y tensión, que poco a poco lo está separando de ella. En lo que parece el último capítulo antes de su victoria definitiva, tiene que luchar por Kid frente a Melba Nail (magnífica Ann-Margret), prototipo de mujer fatal más propia del cine negro que de los lances de cartas, partidaria de hacer trampas en la mesa y en sus relaciones con las personas, que intenta utilizar al chico una vez más para satisfacer su crueldad con Shooter, su esposo y también el mejor amigo de Kid (Karl Malden, soberbio en su composición de hombre bienintencionado, cándido y pusilánime). Junto a ellos, la fantástica Lady Manitas (Joan Blondell, que se lleva la película de calle con su inolvidable interpretación), el pérfido Slade (estupendo Rip Torn), y la trouppe de acólitos (Jeff Corey, Jack Weston o el soulman Cab Calloway) que desean sacar un buen puñado de dólares del gran duelo o, simplemente, asistir a una lucha sin cuartel entre el veterano y el joven aspirante al título que seguro será memorable y que en el futuro podrán contar a quien quiera escucharles.

La caracterización de los personajes, a través de diálogos y situaciones tan sutiles como ilustrativas, y el planteamiento de todas las relaciones subterráneas a varias bandas entre ellos consumen algo más de la primera mitad de la película, con un tono que transcurre entre lo romántico y lo melodramático. La segunda, en cambio, con un aire que conecta la historia, por un lado, a los clásicos del cine sobre boxeo o a la épica del western (la idea de duelo a muerte –entendiendo el poker como única forma de vida válida para los involucrados en esta partida – no deja de estar presente en cada fotograma), y por otro, con una estética (el panel de colores de la primera mitad se torna en ambientes sombríos y decadentes) y una profundidad psicológica y temática más propia del cine negro, está consagrada casi por completo a la gran partida, probablemente los mejores minutos sobre poker jamás filmados, un prodigio en el manejo de la tensión en la narración cinematográfica (sobre todo a través de la gran habilidad en el uso de primeros planos y los planos de detalle con los que el nerviosismo de jugadores y mirones y la incertidumbre de la partida supera la pantalla e invade al espectador), con un clímax (el destino dependiendo tan solo de una carta) que entra directamente a formar parte del reducido club de los más logrados en celuloide. Magníficamente rodada durante estos largos minutos, la película no sólo se limita a relatar la crónica de un enfrentamiento entre dos jugadores profesionales por la supremacía en el poker, sino que apunta cuestiones trascendentales como la idea de la venganza, el poder de la ambición, la hipocresía subyacente en cuestiones como la dignidad y la honorabilidad frente a terceros o, y éste es quizá uno de los puntos de mayor acierto de la cinta, la condición y la imagen del perdedor, casi con connotaciones pugilísticas, del hombre al que el destino le ha noqueado arrebatándole todo, como arquetipo imprescindible del cine y la literatura modernos, a menudo dotada de un aire romántico, en sentido decimonónico, que a la vez que nos seduce en la ficción, nos repugna en la realidad. En este punto, la pelea de gallos, el desfile de carnaval y, sobre todo, la última escena, resultan tan magnéticas como evocadoras por la enorme y riquísima carga simbólica que atesoran.

Con una división tan relevante entre las dos partes de la película, queda claro que toda la parte inicial no es sino un largo prólogo hacia la consecución del verdadero leit-motiv de la cinta, la escenificación de la lucha por la superación, de una búsqueda infatigable de la autorrealización, por una parte, o de la conservación de la autoestima cómo única forma de dar sentido a lo que queda de vida, por otra, que sólo puede satisfacerse mediante la destrucción del contrario, una narración que utiliza al poker como metáfora y reflejo de una sociedad construida sobre valores de éxito y reconocimiento públicos que rara vez son compatibles con la propia conciencia de uno mismo o la felicidad íntima. De este modo, parece quedar patente, dada la diferencia en cuanto a calidad, intensidad e interés de ambas partes, qué aspectos forman parte del tratamiento original de la cinta que elaboró Sam Peckinpah a partir de la novela de Richard Jessup, y cuáles son obra de la intervención final de su sustituto Jewison, incorporado al proyecto tardíamente (ésta es su cuarta película como director) tras las discrepancias entre el director y el productor, Martin Ransohoft, que condujeron al cambio en el timón del film. La filmografía de ambos parece arrojar luz a esta cuestión.

Capítulo aparte merece la música: el tema central de la película, interpretado nada menos que por Ray Charles, en versión cantada e instrumental, resulta inolvidable (aunque un poquito cargante y un tanto desfasado ya a estas alturas), mientras que el argentino Lalo Schifrin logra una de sus partituras más recordadas acompañando el juego de amores y ambiciones con temas que acentúan tanto los sentimientos exacerbados de la primera parte como la tensión e incertidumbre del enfrentamiento final, una apoteosis, en la línea de los mejores westerns, en la que se hace depender de un instante, de un breve suspiro, la vida o la muerte, un momento sobre el que gravitan la codicia, el honor, el respeto mutuo, la conciencia, el amor y el odio, con la aniquilación del adversario como única manera de seguir ocupando un lugar de privilegio, de obtener una victoria que siempre es parcial, incompleta y sobre la que pende una fecha de caducidad, que encierra en su interior como parte de sí misma, como reverso de la misma moneda, la mayor de las derrotas, cruel e inevitable, de la que quizá sólo es posible escapar perdiendo a tiempo, renunciando a un trono, a un éxito, a un reconocimiento que se asienta sobre una tormenta de ambición y pasiones desbocadas que no aguardan ya sino al sustituto, al nuevo rey que haga olvidar al antiguo. Un lugar que, en el poker, como en la vida, a menudo depende de la suerte de una carta.

Post realizado con la colaboración de pokerlistings, una de las mejores páginas de poker online

28 comentarios sobre “Cine en serie – El rey del juego (The Cincinatti Kid)

  1. ¡¡¡Bienvenido!!! Qué alegría tenerte de nuevo -aunque no te nos has ido del todo con ese especial ciclo de cine de verano- y arrancas con fuerza. Y es que el cine no hay tema que no toque. Ahora cine y poker, curioso binomio y segura de que no he visto casi ninguna (no sé jugar al poker pero tampoco sé jugar al billar y siempre me ha gustado El buscavidas). Steve McQueen es uno de los actores que tengo que descubrir poco a poco. Es asignatura pendiente. Sólo he visto El coloso en llamas, Papillon, Amores con un extraño, La gran evasión y Los siete magníficos y algunas de las que nombro hace un montón de tiempo. Asi que aquí tengo otra más de mis películas ausentes que tendré que lograr ver algún día.

    Besos de proporciones enormes y espero que hayas descansado y desconectado lo suficiente.

    Hildy

  2. Gracias Hildy, por estar aquí aguardando el regreso. Sí que hemos podido descansar algo, aunque no todo lo que quisiéramos.
    El tema del poker es que está muy cerca del tema del duelo, de la lucha a muerte entre dos iguales, como comento en el post, muy cercano a la épica del western y/o del boxeo. Por eso da tanto juego.
    De McQueen no olvides «Bullit» o «El caso de Thomas Crown».
    Besos.

  3. No la he visto, no. Pero entre tu descripción argumental, el trasfondo simbólico (me pirra lo simbólico) y la insistencia en la buena factura de las interpretaciones me han entrado unas ganas «barbaras», la verdad. Con Macqueen siempre he tenido una sensación muy ambivalente: me gusta (teniendo en cuenta diversos aspectos), pero a menudo no me convence; no sé: rarezas, a lo mejor, de una. Lo que sí está claro es que como bien dices las pelis relacionadas con el mundo del juego, sobre todo con el mundo de la trastienda del juego y el humo, son altamente sugestivas y ahí, en el dispareadero del duelo, se insertan muy bien todas las secuencias pasionales de los pobres seres humanos.
    Besos de vuelta, granaino.

  4. Gracias Luisa; seguro que si la ves te gustará. Es que todos están estupendos. Quizá el menos bueno sea el propio McQueen, sobre el que comparto tus reservas más allá de su carácter icónico casi generacional. Y además Nueva Orleans le da un aire más que conveniente al tema.
    Besos.

  5. Brillantísimo post,mi querido Alfredo.Todo él se lee como una historia a parte de esta gran película que se encuentra entre una de mis favoritas.No sé si McQueen fue un gran actor,pero la mayoría de sus películas me marcaron en mi infancia.Creo que tenía una atracción brutal ante la cámara,y que no me hablen de los Cruise,los Deep,los Pit y compañía.
    La hambientación de la película me parece colosal y los actores secundarios no tienen precio.
    Creo que no podría escribir una reseña sobre esta película,tras haber leído la tuya.
    ¡Chapo!

    Un fuerte abrazo y feliz regreso.

  6. Gracias, amigo, pero estoy seguro de que escribirás un post espléndido sobre la película. No creo que McQueen fuera un as de la interpretación, pero poseía un carisma difícilmente igualable, y además sabía usar las manos, cosa que ninguno de esos que comentas (exceptuando quizá a Deep) sabe hacer.
    Un gran abrazo, y aquí estamos dispuestos a compartir y aprender.

  7. ¡¡ Pedazo post !!.Ya sabes que intentaré verla y te cuento.
    Has venido con fuerzas recuperadas.
    Oye Alfredo explicame eso de hablar en plural.Hemos podido descansar aunque no todo lo que quisiéramos……..
    Perdona pero … ¿Sois más de uno? .Y yo en la inopia.
    Saludicos.

  8. Gracias, Carmen, ya me contarás.
    Hablamos en plural porque somos 39… Soy yo solo, pero tengo la (mala) costumbre de usar el plural mayestático casi siempre cuando escribo cosas en primera persona públicamente.
    Aclarado.
    Saludos.

  9. Me alegra comprobar, 39escalones, que el merecido descanso te ha dado fuerzas para empezar el nuevo curso con una entrada maravillosa.

    Más aun: el inicio de una serie de cine-póquer es un anunciio de lo más jugoso, una idea muy buena, sí señor.

    Saludos.

  10. No la he visto y te he de reconocer que no me atrae demasiado el póker (ni el mundillo del juego en general) pero me dejas picada, como siempre. Vale, si aparece por ahí no la evitaré.
    En cuanto a McQueen, reconozco que me gusta pero probablemente porque en mis tiempos sucumbí a la imagen que la industria del cine nos ha dado de él (con las motos, ya sabes). Bueno, y que en La Gran Evasión me encantó.
    Besicos de retorno querido. Este verano has estado clasicazo ¿eh?..

  11. Efectivamente, Raúl, todo un presagio.

    Las películas sobre poker, mi querida Mima, siempre hablan de mucho más. McQueen lo que tenía era un magnetismo irresistible.
    Besos de vuelta.

    Gracias Alma, volvemos a la brecha. Mucha psicología hace falta para ser buen jugador.
    Un abrazo.

  12. Alfredo: no la he visto!
    Supongo que estaría pasando alguna etapa mística, porque con ese poker de ases (Margret, Malden, Robinson, Weld y Steve) ya es suficiente para pagar entrada, o alquiler, con verdadera alegría.
    Se agradece que vuelvas con brío.
    Un abrazo

  13. Me parece una gran idea la serie que va iniciar mi estimado 39 escalones. Se lo que cuesta hacer post de esta envergadura, así que me lo he leído religiosamente. Coincido con usted en casi todo, a mi me encanta Steve McQueen como actor, creo que no he visto una de él que haya salido absolutamente disgustado. tenía olfato apra los proyectos. Me encanta como retrata el señor Jewson los bajos fondos. Por otra parte, con el argentino Lalo Schifrin mantengo una relación amor/odio y esta me parece de sus partituras más logradas, por lo menos es eficaz, aunque donde esté Ray Charles que se quite el Lalo, lo siento. En síntesis que creo que usted una vez más, y con toda la sabiduría del mundo, ha escogido un film a reivindicar, que mucho hablar de «El golpe» en la blogosfera, que sí, que no es mala, que es una joyita, ok. Pero también existe y existirá «The Cincinatti Kid». QUe sepa que me ha encantado.

  14. Cáspita, amigo Alfie, veo que compartimos sensaciones sobre el señor Schiffrin, tan sublime en ocasiones como vulgar en otras. Con McQueen me ocurre lo mismo; a veces sus papeles resultaban de lo más plano, pero tenía un carisma que ya quisieran muchos hoy.
    Intentaremos no ir de farol con tanto post sobre poker.
    Saludos.

  15. Como ya te he dicho en alguna que otra ocasión, querido amigo, provocas en mí necesidad. De ahí que hoy haya vuelto a revisitar esta magnífica pelicula. Acabo de haerlo ahora mismo.
    Un saludo.

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