CineCuentos – La tumba de Pasha ‘el perdedor’

En un rincón apartado y descuidado del Memorial Mamayev Kurgan de Volgogrado hay una tumba sin nombre apenas visible bajo la capa de tiempo que ha ido amontonándose sobre ella. Pero, según me cuenta Irina, la traductora sin cuya ayuda estaría perdido en mi viaje, Vasili, el anciano achacoso y encorvado que, luciendo orgulloso sus medallas descoloridas y oxidadas en el bolsillo de su raída americana oscura, hace de cicerone por este monumento al horror y la muerte, jamás deja de enseñarla a quienes, cada vez en menor número, se acercan a rendir homenaje a los dos millones de espectros de un pasado que nutre nuestro presente. Síganme, síganme, va repitiendo mientras asciende por la colina con un ánimo y una fuerza impropios de su edad en dirección al último muro de ladrillo que separa el complejo funerario de la hermosa pradera de flores silvestres que brotan para honrar los recuerdos, justo al otro extremo de la impresionante figura de piedra que, representando a la Madre Patria, desde lo alto de la colina, blande una enorme espada al cielo ruso. Al llegar por fin junto a la tumba, apenas una baldosa cuadrada de ni un metro de lado cubierta de césped y hierbajos, Vasili se detiene y nos observa curioso y divertido. ¿Sabe quién descansa aquí?, pregunta por la dulce voz de Irina. Aguarda con su sonrisa metálica y desdentada que me dé por vencido y entonces añade: el buen Pasha, el hombre cuya desgracia salvó mi vida.

A los diecisiete años, relata el anciano a través de Irina, yo había matado ya a media docena de hombres, casi todos alemanes, pero nunca había besado a una chica. Cuando llegué en el invierno del 42 no me hacía ilusiones de que fuera a salir de aquí con vida; nadie se las hacía. Pensé que moriría sin sentir los labios de una joven contra los míos, el calor de su cuerpo, la tensión de sus muslos… Y casi estuvo a punto de ser así, si Pavel, porque ya no era tan joven como para seguir llamándolo Pasha, no se hubiera cruzado en mi camino. Y jamás hubiera venido a Stalingrado a encontrar la muerte en mi lugar si, muchos años atrás, Larissa no le hubiera abandonado por Yuri Zhivago.

El viejo notó mi sorpesa cuando escuché por boca de Irina el nombre de Zhivago. La novela de Pasternak, la película de David Lean, con Omar Sharif, Julie Christie, bellísima, Alec Guinness, Rod Steiger… Una historia de amor ambientada en la Revolución Rusa y la posterior guerra civil, rodada en buena parte en Soria y con equipo y actores españoles. Pero, yo al menos, desconocía que la obra de Pasternak estuviera basada en personajes reales, de carne y hueso, personas a las que él hubiera podido conocer y tratar, y mucho menos que, a la larga, su historia fuera a desembocar entre las ruinas de Stalingrado, hoy Volgogrado, en el invierno de 1942-43, con la derrota de Paulus y el principio del fin del III Reich. Además, por lo que yo recordaba, Pasha había muerto mucho antes, se había suicidado al enterarse de la marcha de Lara con Komarovski o, capturado en la guerra civil por los rusos blancos, había logrado matarse antes de que lo fusilaran cerca de Yuriatin. Por supuesto, me dispuse a escuchar con la mayor atención todo lo que el anciano tuviera a bien decir mientras intentaba hacer memoria y recordar quién daba vida a Pasha en la película, el jovencito con gafas redondas y gorra a lo Trotski que, enamorado de Lara, la hermosa Lara, volcaba en la causa bolchevique toda su frustración, el desamor acumulado durante años… Sí, recordé al fin, Tom Courtenay. Un revolucionario por amor, quién lo diría viendo a Lenin o Stalin, a Beria o Molotov, los crímenes de Magadán o Kolymà.

Pero el viejo no dijo nada más. Hizo el signo ortodoxo de la cruz y ya daba media vuelta cuando, con la ayuda de Irina, le pedí que me contara algo más de Pasha. Pavel Antipov, se limitó a contestar, un perdedor. Se hizo bolchevique para olvidar el amor, dio lo mejor de su vida por una causa que creyó justa pero que terminó por desengañarle como a todos, para terminar aquí, uno más entre millones de fantasmas, sin nadie que lo recuerde, que sepa que, si Lara le hubiera amado, si él hubiera dedicado su vida a hacerla feliz, yo llevaría años muerto. Él me salvó, ni siquiera se sacrificó por un general, por el partido o por la patria; lo hizo por un humilde y desconocido carpintero de Novosibirsk. Gracias a él sobreviví a Stalingrado, y a Varsovia, y al frente húngaro, y al cruce del Elba, y a la toma de Berlín. Gracias a él me casé con una buena mujer, trabajé décadas en una fábrica de tractores. Gracias a él tuve dos hijos que ahora se ganan la vida en occidente…

¿Cómo ocurrió? ¿Cómo le salvó la vida?, le preguntó Irina traduciendo mis palabras. ¿Qué más da?, contestó. En la guerra ocurren esas cosas continuamente. A nadie le importan de verdad los Pavel Antipov de este mundo, sólo a mí. Ni siquiera quien relató su historia tuvo el detalle de dejar constancia para la posteridad del digno y heroico final que tuvo. Perdió su amor, perdió su vida y ha perdido hasta el recuerdo.

Tras limpiarse las lágrimas con un pañuelo sucio y lleno de agujeros, sacó algo del bolsillo de su americana, un libro pequeño y de pocas páginas. Trabajosamente, se inclinó sobre la tumba y lo colocó encima sujeto con una piedra. Sin más, echó a andar colina abajo.

Un momento después, levanté la piedra y ojeé el libro, una vieja edición de los poemas de Yuri Zhivago. En la primera página, la fotografía de una hermosa mujer de rasgos delicados, rubia, con el pelo recogido. Al pie, un texto. Irina lo leyó: «Larissa Fiodorovna Guishar». Lara Antipovna.

20 comentarios sobre “CineCuentos – La tumba de Pasha ‘el perdedor’

  1. Hermoso relato, compa Alfredo; me veo ya rescatando ese peliculón del viejo maestro Lean durante el (largo, aunque con poco tiempo libre, mecachis…) fin de semana «puenteado». Al menos, se intentará. De tus letras, en todo caso, ya he disfrutado…

    Un fuerte abrazo y buen puente.

  2. Sólo el hecho de que hayas elegido como piedra angular, como objeto de la historia a un personaje como el de Pavel Anotpov dice tantas cosas de ti… Habla de tu reconocido amor al cine y del conocimiento que tienes de la materia; por ejemplo.
    El cuento es realmente interesante. de verdad.

  3. Maravilloso cine cuento.Estupenda la música que le acompaña.
    Estoy un poco ,mas bien mucho,fuera de juego ,no puedo opinar más de lo que digo arriba.
    Repito ,maravilloso.Gracias .
    Saludicos.Que puedas descansar estos días.

  4. Muy bonito el cuento, me ha hecho recordar la primera vez que ví Doctor Zhivago, no tendría ni 8 años y estuve pegado a la tele toda la tarde.
    Enorme la elección de Waterboys

  5. Que va, bastante más tarde, por desgracia, gracias a ese monumento de canción que es «Fisherman´s Blues». Pero más vale tarde que nunca
    Recuerdo que de pequeño cuando ví Doctor Zhivago, me había llamado mucho la atención el color que tenía la película, no sé por qué, cuando la volví a ver años después, no le encontraba nada especial al color.

  6. Bello relato que suscita y levanta las ganas de revisar con calma esa gran pieza de David Lean, que ví hace la tira de años y casi ha quedado olvidada; seguro que una revisión, pasados tantos años, le dará nuevas sensaciones.
    Muy buena esa versión musical que desconocía por completo.
    Saludos sabatinos.

  7. Siempre hay personajes secundarios a los que darías más vida. Y tú lo has hecho. Son personajes que de alguna manera te dejan con hambre, quieres más. Y eso ocurre con Pasha, ese joven comprometido y enamorado de corazón roto que al final abraza una causa como pieza fundamental en su vida y litros de desencanto y tristeza. Siempre amó a Lara a pesar de saber que ella nunca estaría en sus brazos como mujer enamorada.
    Otra mirada posible a Doctor Zhivago, bella película.
    Gracias y besos
    Hildy

  8. Muy buen texto, Alfredo lo que me recuerda que esa gran película de Doctor Zhivago tenía una banda sonora inolvidable. Creo que has recogido la esencia de la música con tus palabras, algo muy difícil de realizar.

  9. Es que, Hildy, ese personaje tiene él solito para una historia en una narración tan compleja y en la que pasan tantas cosas.
    Gracias a ti.
    Besos.

    De Maurice Jarre, Dana, pedazo de banda sonora, of course.
    Gracias.

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