Ensayo sobre la felicidad: Horizontes perdidos

Este título con reminiscencias saramaguianas (valga el palabro) bien podría ser la síntesis de esta película de Frank Capra de 1937, una de las más recordadas de entre su filmografía sin que haya navidades de por medio y también una de las que mejor evidencia una de las características más notables del realizador, la superioridad de su estilo y de su capacidad de narrar, de una muy notable calidad y complejidad técnica y artística, por encima de la fuerza y la perfección de los argumentos, los guiones y de los mensajes e ideas utilizados, generalmente esquemáticos, simples y facilones. La película, filmada en el clima prebélico de la carrera armamentística y diplomáticamente intimidatoria de Alemania e Italia que derivó en la Segunda Guerra Mundial, puede considerarse efectivamente, además de un alegato en favor de los valores más humanistas de paz y entendimiento entre los pueblos, como un tratamiento de los pros y los contras de la hipotética llegada de ese estado idílico que todos identificamos con la idea de felicidad, y que bien puede devenir en auténtica pesadilla cuando comprendemos que lo absoluto no existe más allá de las matemáticas.

Un famoso y prestigioso diplomático británico (Ronald Colman) es enviado a China para salvaguardar la integridad personal de los ciudadanos europeos amenazados por una revuelta. Tras lograr organizar la evacuación, él mismo, junto a su hermano y un puñado de pasajeros, huye en el último momento de territorio chino en el último avión fletado por su gobierno. Sin embargo, a causa de una traición, el avión cae en picado sobre el Himalaya y se estrella, aunque, milagrosamente, sus pasajeros son rescatados con vida por los habitantes de Shangri-La, un lugar protegido por las montañas en el que la nieve y el hielo han pasado de largo y donde todos sus habitantes viven plácidamente, felices y sin envejecer, sin que existan conceptos como la maldad, la envidia, la codicia, el crimen o la mentira, y satisfaciendo todos sus caprichos materiales gracias a las incalculables riquezas que poseen. Esta utopía convertida en realidad de manera inesperada motiva distintas reacciones que van desde la euforia a la mayor de las desconfianzas entre los occidentales, y no tardarán en comprobar que las jaulas de oro, aunque vayan recubiertas de tan preciado metal, no por ello dejan de ser una prisión.

Premiada en su edición correspondiente de los Premios de la Academia al mejor montaje y a la mejor dirección artística, la película destaca en un primer momento por las localizaciones (la gran mayoría de ellas recreadas magníficamente en estudio), la monumentalidad de los decorados y la riqueza en la ambientación, los vestuarios y los medios utilizados en una llamativa variedad de escenarios. Algo más justa en cuanto a interpretaciones, son el protagonista Ronald Colman, H.B. Warner y el siempre secundario de lujo Thomas Mitchell quienes dan solidez al reparto y también algo más de profundidad a una historia, por lo demás, un tanto lineal y previsible, por no decir plana y vulgar (por ejemplo en lo tocante a las historias de amor que salpican la trama) aunque huya con acierto (no del todo) del sentimentalismo del que tanto se resienten otros filmes del director, aunque sí conserve su perspectiva ingenua, casi infantil, de aquellos temas que aborda. Lo principal en la película, por supuesto, es la historia y el número y profundidad de lecturas que transmite, desde las más evidentes, como son la búsqueda permanente de la felicidad, la insatisfacción de una vida cómoda en lo material pero falta de alicientes de otra especie, la naturaleza de sentimientos como el anhelo o el deseo, la necesidad de utopías que jamás puedan cumplirse o, en un plano menos desarrollado, fenómenos como la colonización, aunque, insistimos, con trazos gruesos y superficiales y con innecesario edulcorante para niños que hace tiempo que no lo son.

Desgraciadamente perdidos para siempre, algunos fragmentos de la película cuyo sonido, no obstante, sí se conserva, han desaparecido del metraje original y han sido sustituidos por fotogramas y foto-fijas de esas escenas en los metrajes que circulan en las versiones puestas a la venta. El mismo deteriorio del negativo hace que haya grandes saltos de calidad fotográfica en diferentes momentos de la cinta. Pero el mayor acierto y a la vez la mayor objeción que puede ponerse a la película lo constituye la propia historia, un bello, fantasioso, por no decir disparatado (y empalagoso) cuento de hadas con final triste para algunos, o la edulcorada e ingenua visión de la condición humana para otros. Un Capra menor alejado de los grandes filmes de su carrera (para un servidor, Arsénico por compasión y Un gángster para un milagro) al que la propia evolución mundial en los años posteriores obligaría a despertar a una pesadilla o le haría caerse del guindo a palos. En cualquier caso, algo que él mismo se barruntaba cuando tituló su película. Anthony Flags (Antonio Banderas) tiene razón cuando dice que la felicidad es una brisa que te toca la cara de vez en cuando. O quizá es un breve resplandor que te ilumina la cara por un instante, a veces proveniente del sol, otras gracias a una simple lámpara de petróleo.

27 comentarios sobre “Ensayo sobre la felicidad: Horizontes perdidos

  1. Magnífica reseña, compa Alfredo; además de que está muy bien que se glosen pelis de un maestro como Capra que se salgan del sempiterno tópico del Qué bello es vivir (aunque ésta sea también un «peaso» de película).

    Un abrazo y buen fin de semana.

  2. Horizontes perdidos es una buena obra para captar el espíritu de Capra. A mí es un realizador que me llega y creo que, a veces, no se le hace justicia del todo cuando se señala tan sólo su ingenuidad o su visión edulcorada de la vida. Porque también es un hombre amargo y crítico que consigue finales felices sólo a través de sus películas. Creo que es un realizador interesante y con una visión, si me apuras, idealista de la vida, pero conoce las virtudes y defectos de los seres humanos y los plasma en sus películas. Me parece un director que además reflejó como nadie el crack del 29 y también los ideales del New Deal. Es decir, logró reflejar el espíritu de una época. Y un director de actores genial cuidando hasta la intervención del último figurante, a todos les creaba una historia, y hay rostros en las películas de Capra inolvidables.
    Son muchas las películas de Capra que me parecen grandes o me llegan además de las que mencionas en tu magnífico texto: Arsénico por compasión y Un ganster para un milagro (su propio remake de Dama por un día). Yo vibro cada vez que veo Sucedio una noche, El secreto de vivir, Vive como quieras, Caballero sin espada, Juan Nadie (que me parece grande, grande) o qué bello es vivir (que se ha quedado como producto navideño cuando es mucho pero que mucho más que eso. Me fastidia los horribles DVD que salen de sus obras, cuidando poco el producto, deseo que alguien realizara buenas ediciones ya…)
    En fin, es hablarme de Capra y me disparo. Sobre todo aún me quedan por descubrir sus primeros pasos junto a uno de los cómicos mudos más olvidados, Harry Langdon, que espero solucionar algún día.
    Besos y como siempre gracias
    Hildy

  3. Por cierto, ensayo sobre la felicidad me parece un título genial no sólo para Horizontes perdidos sino para toda su obra. Brillante.
    Besos
    Hildy

  4. Preciosa frase final con la que culminas una excelente reseña, Alfredo. «Horizontes perdidos» es una de esas películas en las que acepto de buena gana la invitación para soñar. Desconocía los de las escenas perdidas que hoy en día no se conservan. Viendo la película parece mentira que la mayor parte de la cinta transcurra en decorado porque parecen paisajes de verdad. El decorado es genial. Yo de Capra adoro «Arsénico por compasión» o «Un gángster para un milagro» (coincido contigo en estas dos obras) pero «Horizontes perdidos» es una de las indispensables para mí. Por cierto, hace unos años Mark Knopfler nos obsequió con un disco llamado Shangri-La cuyo single del mismo título es un homenaje precioso.

  5. Pues en mi opinión, Hildy, su forma de tratar las cosas sí resulta ingenua, plana y edulcorada y está muy por debajo de su estética o de sus cualidades visuales. Simplemente, porque esboza las cuestiones pero no profundiza en ella, y porque abusa mucho de los arquetipos, porque hay falta de verdadera contradicción, de auténtico drama más allá de los sentimientos. Y como prueba de ello, presento algunos diálogos de, sin ir más lejos, esta pregunta. Como eslóganes son realmente facilones.
    A pesar de lo cual sus películas, casi todas (no «Juan Nadie» precisamente) me parecen extraordinarias.
    Ah, y gracias por elogiar el título, fue espontáneo, pero lo vi clarísimo.
    Besos.

    Gracias, Dana. Gran disco, por cierto.
    Un abrazo.

  6. Ay, Alfredo, que me he perdido en una frase de tu respuesta. «Y como prueba de ello, presento algunos diálogos de, sin ir más lejos, esta pregunta. Como eslóganes son realmente facilones.»
    Que me he liado. No sé a qué pregunta y a qué diálogos te refieres. He leido otra vez el texto…, y no lo entiendo.
    A no ser (sniff, sniff, sniff, lloro con mi pañuelo blanco tristes lágrimas) que te refieras a mi respuesta.
    Besos, siempre
    Hildy

  7. Nada, Hildy, que como hago cuatro cosas a la vez, y como soy hombre y todo el mundo sabe que no podemos hacerlas más que de una en una, pues la pifio. Sustituye «pregunta» por «película» y creo que se entiende…
    Pero para nada me refería a tu comentario, por Dios, no pienses eso. Simplemente, que creo que la moral y los anhelos políticamente correctos en sus películas están demasiado subrayados, no te deja espacio emocional para, en el supuesto de que quieras, discrepar del mensaje del director.
    Tu comentario me parece una opinión de lo más correcta, además de mayoritaria y, por tanto, de lo más respetable. En ningún momento me metía con él en mi respuesta, al contrario; es sólo que he puesto una palabra donde no debía. Lo cual me lleva a la siguiente pregunta: «¿dónde he escrito, pues, la palabra película?»…
    Muchos besos

  8. Esta la vi hace muchísimo tiempo en la tele y no he tenido ocasión de revisitarla: la magnífica reseña habitual en este sitio hace que sienta ganas de rescatarla y me apena saber que lo que hay por ahí está cercenado y en mal estado. No lo comprendo, pues en TVE deben tener una copia de la que yo ví siendo adolescente. Un día habrá que montar un atraco a los archivos de TVE que seguro ni saben lo que tienen. En fin…

    Capra, con sus defectos, tiene para mí la condición de «autor», pues su cine entiendo que tiene un fuerte cariz personal, agrade o no, que esa ya es otra cuestión. Y estando Ronald Colman por en medio, motivo de más para recuperar esa cinta.

    Saludos.

  9. Una pena, sí. Yo esperaba que ante la ausencia de publicidad tiraran de archivos y nos cayera algo, pero, de momento, va a ser que no.
    El cine de Capra, personal, sin duda, sí es.
    Saludos.

  10. La tengo ,como Josep,por ahí perdida en mi memoria.La vi hace muchooooooooooooooooo.Me gustaría volver a verla.A ver si RTVE NOS DA ALGUN DÍA ESA ALEGRÍA.Yo hasta me sentaría delante de la tele………….
    ¡Como me gusta Que bello es vivir !.
    Si es que en el fondo me gustan los finales felices. Y eso que, desde que subo por aquí ,he aprendido un poquico a ver cine de otro tipo gracias a ti.
    Estupendo post.Y lo de reminiscencias saramaguianas,pedazo palabro.
    Saludicos.

  11. Pues a mí me pareció más una apología del fascismo que otra cosa (inintencionada, por supuesto). Esos lamas que viven en un palacio opíparamente gobernando a un pueblo ignorante y sumiso, que no sabe ni leer y vive en condiciones de pobreza extrema, pero «felices y dichosos»; detalles como ese piano traído pieza a pieza del mundo exterior (y viendo la película, uno no puede dejar de pensar cuántos sherpas darían su vida sólo para que el Gran Lama viese cumplido su CAPRICHO); así como las referencias del Gran Lama a una misión, a un guía que debe unir a las naciones bajo la experta guía de los conocimientos e ideas que él le inculcará. Esa idea banalizada del superhombre, del conducator que surgirá de esa sociedad cerrada y rígidamente estamental es horripilante.
    Casi prefiero la honestidad de Leni Riefenstahl, oiga.

  12. Lo dudo mucho, Carmen, que TVE no está para muchas alegrías…
    Gracias por todo.
    Saludos.

    Bueno, Wannabegafapasta, tema muy interesante el que apuntas (haces honor a tu nick…). Dos cosas: son claras las similitudes que apuntas, incluso lo fueron para los propios nazis, como bien sabrás. Segunda, que no deja de ser una comparación relativamente falsa, dado que con quien más similitudes guarda el régimen feudal de los lamas es con la monarquía absoluta, especialmente el «modelo vaticano». Pero es que además, para Capra es el vehículo para mostrar los peligros de la felicidad entendida como ausencia de preocupaciones e inquietudes, y de que ésta no está en cederlas a otros entes. Sí, la idea que apuntas es horripilante, pero no te fijas en que Capra no la elogia, sino que la denuncia. Valga, además de para responder al clima prebélico de su tiempo, para denunciar a todos los seguidores de Nietzche, por ejemplo.
    Yo de Riefenstahl sólo aprecio su pericia técnica. Lo demás (ni siquiera honestidad, porque ella misma se ha declarado nazi furibunda y víctima de las circunstancias según le ha interesado), me da ganas de vomitar.

  13. Bueno, cuando digo que Riefenstahl era honesta me refiero a que hacía una apología del nazismo y no intentaba ocultar el hecho de que era una pieza de propaganda, preciosamente hecha, pero propaganda.
    Ya no valoro las ideas personales de la señora (que con su pan se las coma), aunque valen como arquetipo de toda una generación alemana, que primero se jactó y disfrutó de la «prosperidad» nazi y luego se autojustificó diciendo que eran unos inocentes bajados del cielo que lo ignoraban todo sobre sus líderes.

    1. A ese tipo de honestidad me refería exactamente, a la olvidadiza… Pero, insisto, la cosa de los lamas (que también andan justitos de honestidad) va más ligada, en mi opinión, a un absolutismo primitivo que al fascismo, o a éste en cuanto remite a aquél.

  14. Un comentario muy bien planteado con el que no estoy nada de acuerdo. El mensaje o ideas que plantea la película (como en el caso de otras de Capra) no me parece ni facilón, ni simple ni esquemático (esto último tal vez, por todo lo «esquemático» que puede tener una película, que adapta al fin y al cabo un libro).
    De todas formas, más allá de que no esté de acuerdo con tu, hay algo que me ha sorprendio. Al igual que Josep, yo vi una versión en «perfecto» estado de esta película en un ciclo sobre el cineasta que emitió TVE… No había sonido sobre imágenes fijas, si mal no recuerdo (igual me engaña la memoria)… No sé. Eso sí me ha sorprendido. En cuanto a la simpleza del mensaje. Fíjate cómo lo ve wannabegafapasta, yo… Por si te interesa: http://safarinocturno.blogspot.com/2009/11/capriana-diversidad-de-criterios.html Un saludo.

  15. No andamos tan en desacuerdo: lo superficial del mensaje permite interpretarlo y acomodarlo a cada cual.
    En cuanto a las versiones, supongo que la clave es la duración. La versión que yo he visto, con escenas fotografiadas y sonido superpuesto corresponde a una versión de 134 minutos. La que habéis visto Josep y tú, ¿dura más, menos o lo mismo? Yo la he visionado este año…
    Saludos.

  16. Sí estamos en desacuerdo. Un mensaje superficial no tiene muchas interpretaciones, me parece a mí. En todo caso nos encontraríamos con un mensaje «ambiguo» que permite interpretarlo y acomodarlo, como tú dices… Pero no superficial o simple. Y si es simple, es simple con la grandeza que tiene ese adjetivo en ocasiones…
    Pero vamos, no estamos de acuerdo porque para mí el cine de Capra de simple o superficial tiene poco. Un saludo.
    PD: Lee esto en un tono absolutamente cordial, aclaro. No estoy de acuerdo,pero no pasa nada, vamos (ja,ja).

  17. Excelente reseña, Alfredo. No he visto esta película de Capra, pero sí un remake con Liv Ullman, Peter Finch y Michael York que echaron en la tele un día de hace mil años. Habrá que hacerse con una copia de los «Horizontes Perdidos» originales…
    Saludos

  18. Recuerdo ese remake. Lo ví también de niño… Me dio hasta miedo la escena final cuando envejece la «acompañante»… De hecho, vi el remake bastantes años antes que la de original.

  19. Pero es que la ambigüedad, como su nombre indica, oscila entre dos interpretaciones… Si hablamos de un totum revolutum, no cabe la ambigüedad, sino una deliberada falta de profundidad o una tibieza implícitas. Para entendernos, no es que sea simple en su construcción o en su planteamiento, sino en su ejecución, en la ausencia de profundidad.
    Tranquilo, discrepar es sano.
    Saludos.

    Pues a mí me falta ese remake, Carmen, gracias, tomo nota. Aunque tal como está el mundillo de los remakes, igual paso…

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