Observando la filmografía de Martin Scorsese, es evidente que hay dos terrenos, a menudo complementarios y que ha mezclado sabiamente, en los que se maneja como pez en el agua y gracias a los cuales ha conseguido mantener un nivel homogéneo de calidad y de éxito de crítica y público a lo largo de cuatro décadas de profesión y a pesar de fracasos de taquilla puntuales, algunas películas incomprendidas, otras fallidas, y cuestiones personales que han influido para mal en su trayectoria, desde sus complejos, sus complicadas relaciones sentimentales y, sobre todo, su loco periodo de inmersión en las drogas. Nos referimos en concreto a, por un lado, la música popular y su capacidad para vestir imágenes (en documentales como El último vals o No direction home pero en general en la elección de las bandas sonoras para sus películas, repletas de clásicos del soul, el rock y el rythm & blues), y, por otro, a la crónica profunda con ribetes shakespearianos (heredados directamente de Coppola) del lado más oscuro del ser humano, de sus debilidades, flaquezas y temores, y de, en definitiva, su capacidad de autodestrucción en un mundo desagradable, violento y hostil, generalmente personificadas en elementos marginales (Travis Bickle en Taxi Driver o Jake LaMotta en Toro Salvaje) o de los bajos fondos (desde Malas calles a Infiltrados, pasando por Uno de los nuestros). Examinando su obra, cabe afirmar que son los dos ámbitos en los que más y mejores tantos se ha apuntado Marty en su haber (no exentos de errores, como Al límite), mientras que, aunque fuera de ellos logra mantener gracias a su oficio y competencia un excelente nivel de calidad (ahí está La edad de la inocencia, por ejemplo, o After hours), cuando se sale de los caminos que él mismo se ha trillado, sus películas comienzan a revelar blanduras, inconsistencias, equivocaciones, mecanicismos y lugares comunes impropios de uno de los genios del nuevo cine americano de los setenta (Kundun, El aviador, Gangs of New York, Shutter Island o, en parte, la propia Infiltrados). Casino, de 1995, la vuelta de Scorsese a los temas que domina a la perfección tras su experimento sobre la historia de la aristocracia neoyorquina del siglo diecinueve filmada dos años antes, es paradigma tanto de sus aciertos como de sus errores.
Marty vuelve a una historia de gángsters y de complicadas relaciones de hermandad y amistad a varias bandas, de fidelidades dudosas y amenazas de inminente traición, esta vez alejada del Nueva York que retrató en anteriores filmes y cuyas tramas bebían directamente de las propias experiencias de juventud del cineasta en un barrio italiano de la gran ciudad, trasladada a Las Vegas, la ciudad de la luz y el juego en medio del desierto de Nevada: Sam Rothstein, apodado “Ace” (Robert De Niro, una vez más fetiche para Scorsese, gracias al cual obtuvo una reputación que nunca lo abandonaría, al menos no hasta la contemplación de los subproductos que acepta protagonizar hoy; una relación, la de Scorsese y De Niro, riquísima en matices y veritcuetos de lo más interesantes) es un exitoso corredor de apuestas de caballos que, requerido por un grupo mafioso, se erige en director del Tangiers, uno de los más importantes casinos de Las Vegas, un negocio que sirve de puente a los criminales para sus operaciones en la costa oeste del país y además como lugar para blanquear de manera rápida y segura buena parte de los ingresos obtenidos con sus actividades ilegales. Su misión consiste, simplemente, en mantener el lugar abierto y en orden y velar por que el flujo de caja siga circulando y llegando a quienes ha de llegar. En la ciudad cuenta con la compañía de Nicky (Joe Pesci, del que se podría decir otro tanto que de De Niro), escudero, amigo, consejero, asistente, fuerza bruta (demasiado) ocasional y también vigilante y controlador, ojos del poder que permanece lejos esperando sus dólares. Y además está Ginger (Sharon Stone, actriz muy justita que consigue aquí, en un personaje de apariciones discontinuas y registros muy limitados, el mejor papel de su carrera, que le valió una nominación al Oscar), la mujer de la que Sam se enamora y a la que consigue hacer su esposa (casi podría decirse que la compra), una mujer ambiciosa, inestable, enamorada más del nivel de vida de “Ace” que de él, que, según las cosas vayan complicándose entre ellos, apostará por vivir al límite que tanta comodidad y dinero puede proporcionarle, alejándose de él, superando cualquier cortapisa hasta, incluso, devenir en tormenta a tres bandas (tema recurrente en Scorsese, la infidelidad entre hermanos o amigos) con la relación entre Ginger y Nicky, convertida para Sam en obsesión enfermiza que hará mella en la vida de los tres, mientras intenta capear el día a día que en Las Vegas que, como director de un casino exitoso sostenido por la mafia, supone alternar, convivir y enfrentarse con políticos, millonarios, tipos de dudosa calaña, matones, aventureros, bribones, pobres desgraciados, chicas fáciles, perdedores, juguetes rotos y fracasados de la vida. Con todos estos elementos, y haciendo acopio de todos los tópicos que de inmediato asociamos con Las Vegas (la constante música de las tragaperras, los gorilas de seguridad y la intimidación a quienes no paran de ganar, las chicas que sirven bebidas, las partidas de black jack, póker o los giros de la ruleta) o con los crímenes que en ella evocamos (desde cuerpos enterrados en el desierto –inolvidable la escena del desierto, famosa por su violencia verbal y su lenguaje malsonante- hasta el empleo de la extorsión, la amenaza o el atraco), Scorsese construye una historia épica, insistimos, a lo Shakespeare (o mejor dicho, a lo Coppola, incluso en cuanto a la presencia del pariente «tonto» del mafioso como responsable de las tragaperras que, como Freddo en la saga de Coppola, hay que mantener en su puesto pese a su estupidez para no enfadar al jefe), acerca de cómo la mafia de Chicago, Nueva York y Los Ángeles se hizo con el control de Las Vegas en los años sesenta y setenta, de cómo convirtieron a la ciudad en un gigantesco casino en medio de ninguna parte, llevando a la ciudad de las tragaperras y los moteles baratos nacida como calle de salones y burdeles en la época del viejo oeste, a un icono del juego y el libertinaje en cualquier sentido reconocible en todo el mundo, y de cómo, una vez hostigados, perseguidos y destruidos por su propia codicia y los enfrentamientos constantes entre ellos mismos, los criminales fueron poco a poco (presuntamente) perdiendo el control sobre ella, cómo les afectó y también cómo cambió la ciudad una vez (presuntamente) liberada de su tutela.
Partiendo de un hecho cierto como es el desembarco masivo del crimen organizado en Las Vegas tras la Segunda Guerra Mundial y hasta los ochenta, y su control de casinos como el Stardust, ya retratado por ejemplo en El Padrino II y cuya seña más evidente, en cuanto a su huella en el negocio del espectáculo fue la presencia del rat pack (Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y compañía) y sus adláteres en la ciudad (incluida Marilyn Monroe), Scorsese construye una crónica épica, una vez más, de ascenso y caída, en la que los diversos acontecimientos relacionados con la vida “profesional” de Sam van paralelamente ligados a su relación con Ginger, un personaje poliédrico que bien puede verse como trasunto de la propia ciudad (en este punto no puede evitarse hacer, por ejemplo, referencia al abigarrado, excesivo y luminoso vestuario que luce Sharon Stone durante el film, poseedor de cierto estilo y a la vez exponente de esas chabacanas, vulgares y pretenciosas ansias de ostentación tradicionalmente asociadas a los nuevos ricos o a las fortunas de un día para otro) e incluso del guión del filme, situada a mitad de camino de varios frentes que se ciernen sobre ella y pugnan por gobernarla o disfrutarla pero que persiste en vivir libre, a su ritmo, únicamente para la diversión, para su propia satisfacción, en un estado de fiesta permanente. Scorsese diseña una película realmente cautivadora en lo visual, gracias a la fotografía de Robert Richardson que explota de manera inteligente y estéticamente muy hermosa tanto el poderío luminoso de Las Vegas, sobre todo del Riviera Hotel, el lugar del rodaje, como, como contrapunto, los espacios oscuros, los rincones, lo que de tinieblas se esconde tras ese escaparate de excesos luminiscentes. Además, Marty permanece fiel a su costumbre e introduce una banda sonora magnífica que, además de temas instrumentales bellísimos, contiene toda una recopilación de éxitos del momento que incluye nombres como Brenda Lee, Nilsson, Muddy Waters, The Moddy Blues, Roxy Music, Fleetwood Mac, B.B. King, Otis Redding, Dinah Washington, Eric Burdon, Cream, Tony Benett, Little Richard, Lou Prima y, por supuesto, Dean Martin, que acompañan o sirven de fondo sonoro a algunos de los momentos más bellos, y también más violentos, de la película.
Y sin embargo, algo hace que Casino, resultando una película más que notable, no llegue a la altura de las más grandes cintas de Scorsese, y la causa no es otra que el exceso. La película es un tributo al exceso, no sólo en lo abigarrado de la puesta en escena, en su estirada duración (sobrepasa por unos minutos las tres horas) y en la cantidad de tonos, subtramas y episodios esporádicos con que adorna una historia central que no deja de ser lineal y un algo previsible, sino también por el cansino y reiterado abuso que Scorsese hace de uno de sus recursos fílmicos preferidos: la dichosa voz en off. Son muchos, incontables, demasiados, los pasajes de la cinta en los que, además de estar viendo lo que ocurre, Scorsese se empeña en subrayar los hechos con la maldita voz de Sam relatando distintos antecedentes y secuelas de lo que vemos, en contarnos historias en lugar de que el director nos las muestre, en decir demasiadas veces cómo son distintas cosas o cómo se comportan diferentes personajes sin que tengamos la ocasión de comprobarlo por nosotros mismos. Marty, pecando de querer contar demasiado y no atreviéndose o no pudiendo, bien sintetizar en un único film de duración normal descartando material, bien osar convertir su historia en saga (por suerte no lo hizo), insiste en apabullar por cantidad, que no siempre por calidad o necesidad, a través de una voz que, al estilo de Uno de los nuestros, contándolo todo. Un recurso que, añadido a la constante compañía de la música o del ruido de la ciudad, convierte la banda de sonido de la película en un concierto continuo sin respiro, agobiante, excesivo, probablemente también innecesario. Es imposible retener tantos hechos, nombres, vivencias, circunstancias que se nos cuentan y que no vemos sin tener la sensación de exceso y sin que, porque el cerebro tiene límites, olvidar, omitir una buena parte de lo que nos quieren transmitir. Un recurso del que, como los adjetivos, no cabe abusar, porque el exceso conlleva el efecto contraproducente al que se intenta, y Casino adolece precisamente de eso, de pesadez, de tedio, de innecesariamente estirada, alargada, todo a causa del relato inacabable de un narrador que cuenta demasiado y enseña, proporcionalmente, muy poco, y que a veces incluso termina haciendo derivar a la película en un catálogo episódico de diferentes modalidades de violación de la ley por la mafia.
Con todo, incluyendo posibles lastres capitales como este, constituye una obra mayor, deslumbrante en lo visual, aceptable en lo interpretativo (sobre todo Pesci), aplastante por acumulación en cuanto a lo narrativo, pero que Scorsese consigue manejar sin naufragar a pesar de cierta pérdida del ritmo, de una artificiosa manía por alargar situaciones a la vez que despacha otras que quizá requerían mayor atención o despertaban más interés. Marty crea un monumento, una epopeya que atrapa y hace suyo el camino del exceso que Las Vegas lleva recorriendo más de un siglo, y lo sirve en un envoltorio descarnado, violento, sugerente, bellísimo y tan contradictorio como la propia naturaleza del paraíso del juego.
Gran post! sólo 3 cosas:
– Sharon Stone jamás ha estado tan guapa, sexy, atractiva… en otra película cómo en esta.
– Otro blog sobre cine que no incluye ficha técnica (aunque sea escueta) de la película, sobre todo cuando son «clasicos». o por lo menos enlace al imdb.
– El tamaño de la letra es matador!!
Pero muy buen post, eh! aunque discrepo bstante pero ya he discutido bastante por hoy…
Coincido con usted en su visión del realizador italoamericano. Concretamente me siento muy sólo diciendo que Shutter Island está realizada sin personalidad, he crecido viendo su cine, y estoy totalmente de acuerdo con usted en las dos bases de su filmografía. Pero a mi me encantó en su momento Jó qué noche! Muchos dijeron que eran para modernillos, pero a mi me entretuvo y me pareció original en su momento. Casino es máss de los mismo, pero dígame usted el nombre de una película mala de gangsters, bueno sí, «american gangster», yo creo que esa es la excepción. Y a pesar de que Casino no esté a la altura de Uno de los Nuestros, no deja de ser una película de calidad.
Amén, Alfie.
Evaluación sobre ‘Casino’ en la que percibo una comprensible ambivalencia, adecuadamente razonada que se agradece. Sin embargo, encuentro mayores excesos en ‘Goodfellas’ y, blasfemo como puedo ser, opino que Scorcese redimió en ‘Casino’ inconformidades estéticas y dramáticas en las que incurrió con la anterior cinta – cosa que logró a mi satisfacción. El recurrente de la narración ‘en off,’ es un recurso acertado para ‘Ace’ Rothstein: su generación no es locuaz ni tuvo educación formal formación: no dialoga para compartir reflexiones con el espectador – ‘Ace’ dialoga para, de la mejor manera que le es posible, interiorizar su vivencia.
Es otra de las que tengo pendientes. Recuerdo cuando se estrenó «Casino» que estaba loco por ir a verla al cine pero no pude encontrar el momento. Me llama la atención lo que dices de De Niro porque es algo que yo también pienso a menudo. Es increíble que un actor de su talla hoy en día acepte trabajar en porquerías como las que forma parte. Supongo que hay que hacer de todo pero podría ser más selectivo. Por otra parte decir que «Infiltrados» me gustó mucho pero creo que me gustó más aún «Uno de los nuestros». Un abrazo.
Manuel, tres cosas:
– Pero a la amiga Sharon se le notan los añitos, sobre todo cuando al principio la quieren hacer pasar por joven con esas arrugas en los ojitos.
– Lo de no poner ficha técnica es deliberado. No hay cosa que aborrezca más que los listines de teléfonos. Lo de los enlaces, asimismo, ídem de ídem. Una página como imdb que tiene publicada la lista de las mejores películas que tiene no tendrá mi enlace; desde luego que no.
– A la letra te acostumbrarás. Llevamos así tres años y todavía no hemos dejado ciego a nadie. Al revés; una vez cambiamos la plantilla y nos echaron la bronca.
No he dicho yo lo contrario, mi querido Alfie, sobre todo si recuerdas el post que le dediqué a esa joyita (enlazado está, además), aunque me gusta más el título original, «After hours» que su traducción al español, tan sosa y devaluada que pretende limitar la película a mera comedia.
Manuel: yo soy ateo.
Puede ser, Mauricio, pero si quiso corregir algunas inconformidades, cayó en otras mucho mayores. Discrepo sobre el supuesto acierto de la voz en off. No niego que la naturaleza del personaje sea la que comentas, pero el efecto es contraproducente: si tú te pones a ver una película con un amigo quieres verla, no que el amigo te la cuente susurrada al oído mientras en el equipo de música pone sus discos favoritos. Pues Scorsese hace eso: molestar para que no veas ni oigas nada por ti mismo.
Es que para rascar tres horas, Marcos… Lo que pasa es que De Niro tiene muchos negocios que mantener, empezando por el Festival de Tribeca, y le hace falta pasta. Eso sí, lo de «Infiltrados» no lo he entendido jamás. A mí me pareció una película normalita, del montón, me hubiera gustado quizá en otras manos pero a Scorsese le exijo más. Y no entiendo lo de los Oscars que ganó. ¿Has visto «Infernal affaires» («Juego sucio»), la peli que copia? Cuando vi «Infiltrados» me entretuvo, incluso me pareció que no estaba mal. Cuando vi la película original, la hongkonesa, pensé que «Infiltrados» no es más que un timo. Y cuando veas la original (que la verás, supongo), te darás cuenta de por qué.
Un abrazo.
Perdona te mal interpreté. Cierto es y me doy yo mismo la colleja. Perdón.
Me pareció larga, sí, me aburrió un poco, pero me gustó. Al final, si te quedas viéndola y no la apagas será por algo… Un post muy interesante, la diseccionas de maravilla. Apunto en la lista «Juego sucio»…
Besos
Excelente, Alfredo.
Tenemos opinión común en cuanto a esta película y tambiéen en cuanto a las excelencias y defectos del director.
A mí, Casino sólo me gusta porque sé que es de Scorsese, es decir, porque identifico sus «marcas». De no ser «una de las suyas» creo que no la soportaría. Sin embargo su exceso en todo (lo de la voz en off toca los cojones, pero el recurso videclipero del plano detenido es la acabose) la convierte en cuasi prescindible.
Yo tampoco entiendo los premios que se llevó su último remake.
Me encanta Scorsese, pero reconozco que «Casino» me pareció demasiado parecida a «Uno de los nuestros». Mismo guionista, casi mismos actores, trama parecida… En fin, que me gustó más «Uno de los nuestros», y ésta me resultó como un apéndice en el que se intentaba emular la consabida fórmula. A repetir hasta que guste, que dirían Faemino y Cansado. Con todo, es una película notable.
Apúntala, pero me temo que quizá no sea tu estilo.
Besos.
Pues sí, Raúl, es una película marca de la casa, que no engaña ni ofrece algo distinto a lo que promete (que es mucho); lo malo es que lleva asociadas otras cosas que no compensan tanto.
Sí Roberto, da la impresión de que volvió a un camino trillado cansado de tanta pompa y ceremonial decimonónico. La vuelta no está nada mal, pero renunció a arriesgar, a contar algo nuevo, lo que el Scorsese de los setenta no hubiera renunciado a hacer.
39 escalones, me parece estupendo que seas ateo… pero no creo que ninguna religión tenga la exclusividad del Latín…
No puedo estar más de acuerdo respecto a Infiltrados, yo había visto antes la original que la del tío Martin… te puedes imaginar la cara que se e quedó.
Aprendiendo,siempre aprendiendo.Subir por aquí es lo que tiene.
Magnífico post,Alfredo.
No la he visto ni creo que la vea.
Me gustó un montón «After hours»la cual compré y vi por tu recomendación.
Saludicos.
Por cierto;el titulo en español de «After hours»es horrible.
¿Por qué no dejaron el original?.
Saludicos.
La primera vez que visionas «Casino», te sorprende sobremanera que la voz en off sea tan pertinaz a lo largo de la película y llega a molestar. No obstante, en posteriores visionados me ha parecido muy acertada. En esto de las voces en off hay que tener cuidado, no sea que te ocurra como «Blade Runner» que al prescindir de ella eliminas el tono de cine negro que le hacía tan especial. Estoy de acuerdo en que «Jo que noche» es mejor de lo que puede parecer a simple vista. «Infiltrados» me parece excelente y, por primera vez, me di cuenta que Leonardo DiCaprio puede ser realmente un actor.
Pues me pasa como en otras ocasiones: me gusta mucho más tu fenomenal disección que la propia película; me pareció larga en exceso, pesada, redundante y aburrida en definitiva, salvando los muebles el amigo Joe Pesci y para de contar, porque Robertito cumple apenas y la nenita, bueno, es que no me parece que sea actriz.
Como ya han dicho, me parece una secuela de Uno de los Nuestros que le da mil vueltas a ésta. Una película de tres horas tiene que ser muy buena para no decepcionar en un momento u otro.
Un poco al margen, respecto a Infiltrados diré que, sabiendo que era un remake, me ocupé de ver el original antes de ir al cine y lo lamenté a los cinco minutos de empezar la película, porque me pasé el resto maldiciendo mi escasa intuición…
Saludos.
Joder, si al final Casino va a ser mala… con lo que la disfruté yo en su momento…
Las cosas como son: Con la cantidad de morralla que hay por ahí, Casino es una peli bastante por encima de la media, cómo se venía diciendo al principio, es una peli notable, para mí es un notable alto; Tiene bastantes secuencias de autentico disfrute, que ya es mucho.
En eso te equivocas, Manuel: el latín sólo es la lengua oficial de una religión, y amén es una partícula utilizada al final de los salmos y oraciones religiosas: «así sea». Aunque personalmente me importa un bledo.
Gracias, Carmen, pero aun así yo la vería al menos una vez. No es una mala película; puede resultar cansina, tediosa, pero vale un visionado al menos.
El título original de «After hours» además encaja mejor con lo que es la película.
Saludos.
Pepe, te veo muy indulgente con DiCaprio: yo no lo he visto como actor hasta «Revolutionary Road». Y también te veo muy indulgente con «Infiltrados», que no pasa de ser una copia discreta de una película mejor. Tampoco estoy de acuerdo, obviamente, con lo que apuntas sobre la voz en off. Cuestión de percepciones personales, pero para mí es un lastre insalvable que se agrava con cada visionado: de hecho «Casino» es la que menos veces he visto de Scorsese.
El amigo Martin, Josep, debería haber usado tijeras, porque hay pasajes completos que no aportan absolutamente nada y que bien podrían haber reducido la carga de minutaje.
Saludos.
Nadie dice lo contrario, Manuel. Pero comprenderás que la gente puede decir su opinión o lo que quiera. Es más, la casi total unanimidad invita a pensar que el notable que le pones no es tan alto.
Vaya, por una vez suscribo todo lo que dices. Y añado que ha hecho cosas tan estupendas que podemos perdonarle eternamente todo lo malo que haga. Amén.
Vaya, ¿sólo una vez?
Pues sí, el viejo Martin, aunque a veces le exijamos más, tiene bula. Por los servicios prestados, más que nada. Venga, vale, que así sea…
Por lo menos reconoce que a DiCaprio se le había quitado ya esa cara de niñato que le podría haber encasillado en películas ñoñas.
Sí, pero no puedo jurar que la cara que se le ha puesto ahora sea mejor… Nada peor que verlo imitar a Orson Welles en «El aviador».
Pues la desconocía, Alfredo. La veré.
Me parece que nos equivocamos los dos… Amen no es ni de lejos Latín. Pero de lo que sí estaba seguro es de que «así sea» es la tradución popular… y que en realidad siginifca: «es verdad» o «ciertamente».
Y lo de «el latín solo es la lengua oficial de una religión…» ?¿?¿?¿ emmm… lo dices de coña, no?? Y los romanos que hablaban… suajili? Me parece estupendo que el vaticano diga que es lu lengua oficial, aunque no la practique nadie… El latín tiene mucha más historia que la religión católica.
Pues no, no nos equivocamos: amén viene del latín tardío, adaptación de un vocablo griego heredado a su vez del hebreo, y en éste, en hebreo, significa «ciertamente». Sólo que en latín es «así sea».
Y sí, el latín ES (he usado el tiempo presente, y si no me dices lo contrario, hace días que no se ven césares por ahí) la lengua oficial del Vaticano. Y, aunque no te lo parezca, es tan oficial como el castellano aquí y se practica: de hecho en mi trabajo recibo de vez en cuando documentos provenientes de allí y redactados, por supuesto, en latín. Yo con el latín no bromeo…
pesado a veces, reiterativo, repetitivo, recurrente, pero sigue siendo un director con ese algo, The Knack, tan escaso.
Si claro, en el Vaticano la gente se para por los pasillos y se ponen a hablar en latín… Una cosa son los rollos burocráticos y otra cosa es el idioma hablado… no me imagino yo al Papa pidiendo un calzone en Latín…
Pues sí, muchacho, más de lo que te crees. En particular algunos grupos ligados al Opus y ciertos sectores jesuitas hablan entre ellos en latín, y el otro día justamente una profesora de mi trabajo comentaba que con el cardenal que supervisa la Biblioteca vaticana conversa en latín. Que uno no habla por hablar.
Pero tío, si van a hablar de teología un ratito me lo creo… pero ya me diras cómo tú cómo se tiene en latín cualquier charla coloquial hoy en día:
«te paso la pasión de cristo en dvd o en blu-ray? o bueno si lo prefieres te la ripeo y paso los archivos del ordenador a un pendrive que fijo que tu plasma tiene lector de usb» o
«llámame al teléfono movil antes de subir al avión» o «ayer, vi en la tele un programa sobre curas pedofilos la mar de interesante…»
Pues lo hacen de la misma manera que quienes hablan euskera, húngaro o finés, lenguas muy antiguas anteriores en su desarrollo a las modernidades actuales. O de la misma forma que en castellano adaptamos «DVD» o «Blu-Ray» u «ordenador». Las lenguas se mueven; el latín no se ha quedado en los libros. De hecho, con aquellos diccionarios Vox, si recuerdas, que usábamos en los institutos, iba un apéndice en el que palabras como patata o lugares topográficos de América, Australia o África se adaptaban al latín.
vamos, que de cada 10 palabras 2 son latín.
Sólo si consideras que de diez palabras que usas dos son castellano o si crees que «ordenador» no lo es.
Jajaja, ok ok, que duro eres 39. anda publica otro articulo, que te estoy entreteniendo y esto ya cansa.
Es que el latín es como la mili: imprime carácter. Para el artículo toca esperar a la noche.
por eso fui insumiso, con visita de militares al domicilio de mis padres incluida… y no es coña.
Yo me libré in extremis, pero hace poco conocí a uno que llegó a estar en la cárcel por insumisión. Menudas cosas me contó…
Nada, yo me libré porque quedaban dos años para que la quitaran y tenía un conocido militar…, pero estuve muy cerca también… monté un buen circo…
Joder, hay que tener cuidado con las recomendaciones: un primo mío echó mano de un tío general para que le tocara un buen destino y de Zaragoza acabó en una fragata en Galicia y en ésta de maniobras en la costa turca…
JAjajajaj!!! ahí hay una peli tío! lo malo es que habría que hacerla con actores españoles…
Nada nada, un remake de «Cateto a babor», en plan Dogma 95 para que no se note, y listo.
Tiro la toalla con DiCaprio, no sea que al final termine en el club de fans y no era esa mi intención.
Hombre, Pepe, tampoco es eso… En «Shutter Island» también está bien, y eso a pesar de lo pésimamente dibujado que está el personaje que le toca.
Siempre me ha gustado mucho la sutileza e inteligencia que muestran las películas de mafia. Personajes como Michael Corleone o Carlito Brigante, pero de esta me impresionó mucho y para bien en su día, me quedo con la matanza de Nicky (Pesci) con su bolígrafo en un bar.
Por cierto. ¿Pacino ha trabajado con Scorsese?¿No verdad?¿Por qué será?
Excepto, diría yo, Larraz, las de Guy Ritchie, en las que pesa más el humor que la inteligencia y, sobre todo, la sutileza.
Me quedo también con esa escena; desde entonces me siento frente a la puerta de los bares…
Pues lo de que Scorsese y Pacino no se hayan encontrado nunca no deja de ser curioso, porque ambos se han interesado a menudo por historias parecidas y bien podrían haber coincidido. Quizá la explicación sea que algunos proyectos setenteros de Scorsese para los que sonó Pacino no cuajaron, o finalmente se hicieron sin éste, y que después la asociación Scorsese-De Niro ha jugado en contra por culpa de esa idea, un poco tonta, de rivalidad entre Bob y Al.
Don’t worry, Alfie, nada de disculpas (ni de collejas).
Si me lo permites voy a ser álgo intransigente con esta propuesta ‘elefantiásica’ del Scorsese más ególatra:
Hay excesos desde los títulos de crédito, dónde vemos a Robert «Dinero» volando por los aires envuelto en llamas,-parábola cinematográficamente desacertada: el Diablo va al infierno, señor Scorsese, no hacia el cielo, éso debería saberlo usted mejor que yo, ya que estudió para sacerdote-.
A continuación vienen excesos de sobreactuación por parte del, ahora tristemente errático, Robet «Dinero» y de un inaceptable Joe Pesci imitando descaradamente y sin rubor alguno a James Cagney.
Yo prefiero «Uno de los nuestros»; en «Casino» Scorsese en lugar de depurar su estilo se ahoga en el chiclé y en el exceso.
Respecto a Rober «Dinero», ¿porqué será que muchos actores después de haber sufrido en el infierno del «cine de temática dura» quieren ser los mejores amigos de Mickey Mouse?; ¿no és ésa una forma más cruel de tortura para el espectador?
Te lo permito, te lo permito, faltaba más. Vas un poco en la línea de lo que todos hemos comentado ya antes.
Creo que es una de las grandes películas de Scorsese y por la cual me hizo confiar de nuevo en este director tan perdido en los últimos años.
Menuda reseña amigo.Fenomenal.
Un fuerte abrazo.
Gracias, amigo. Película grande en todos los sentidos, Francisco, pero quizá demasiado aparatosa, en la mejor línea de Scorsese, pero construida sobre el exceso.
Abrazos.