La tienda de los horrores – Sin límites

Menuda cogorza debía de llevar encima el británico Paul Morrison cuando dirigió en 2008 el subproducto Little ashes (Sin límites), plana e intrascendente, casi más bien insultante, aproximación a la relación de unos jóvenes Buñuel, Dalí y Lorca en su estapa en la madrileña Residencia de Estudiantes. El presunto delirio de sustancias alcohólicas o psicotrópicas ha de hacerse extensivo a Philippa Goslett, perpetradora del guión (se supone que inspirado en los diarios del propio Dalí, reinventados por ella como si el propio artista no se hubiera inventado ya bastantes cosas sobre su vida y autoproclamada genialidad), al reparto, en el que destaca el mamarracho-guaperas de turno, ídolo de quinceañeras mentales y supuesto actor Robert Pattinson, y a los españoles, tanto productores como intérpretes que aceptaron colaborar en semejante denigración de los retratos ofrecidos de tres de los mayores genios de la cultura española, a su vez tres de las más importantes figuras del panorama mundial durante el siglo XX y hasta la actualidad.

El pecado es aún mayor si pensamos en las excelentes obras -como las de Ian Gibson o Agustín Sánchez Vidal- que han profundizado en el estudio y explicación de aquella relación a tres bandas tan peculiar y decisiva para la cultura mundial, y que, afortunadamente, nada tienen que ver con la inventiva de director y guionista de esta burda patraña, esperable por otra parte de aquellos productores y autores extranjeros que se detienen en las superficiales etiquetas de los lugares comunes a fin de crear estereotipos y narraciones planas y alimenticias que les hagan la mitad de la campaña de publicidad para el estreno. Así, Morrison y compañía no dudan en mentir, falsear datos o incluso de enorgullecerse de sus metidas de pata históricas, cuando no deliberadas tergiversaciones (la presentación de Gala, posterior esposa de Dalí, la extraña e inexplicable ausencia de Pepín Bello, el eslabón oculto entre los tres genios), a fin de que la realidad tan bien conocida en España no les estropee sus infantiloides giros de guión y su emotividad tontita y barriobajera. Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Sin límites»

Mis escenas favoritas – Mystic River

Aprovechamos el trailer de la emocionalmente compleja e intensa Mystic River, dirigida por Clint Eastwood en 2003, para invitar a los escalones presentes a una nueva edición del ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores y FNAC Zaragoza-Plaza de España, que tendrá lugar el próximo martes, 2 de noviembre, a las 18:00 h. En esta ocasión, junto a servidora, participarán Miguel Ángel Yusta y todo un hombre del Renacimiento, David Mayor.

Mystic River es una de las películas más aclamadas de la filmografía de Clint Eastwood, probablemente el último de los cineastas clásicos de Hollywood. Basada en la novela de Dennis Lehane, con guión de Brian Helgeland, se trata de un desgarrador drama de violencia contenida en torno a la relación discontinua de tres antiguos amigos de la infancia de nuevo reunidos a causa de un hecho luctuoso. Sobria, majestuosa, emotivamente devastadora, destaca principalmente por sus interpretaciones, a cargo del difícilmente igualable reparto que conforman Kevin Bacon (posiblemente su mejor papel), Laurence Fishburne, Laura Linney, Marcia Gay Harden, Eli Wallach y, por encima de todos, Tim Robbins y Sean Penn, ambos premiados con el Oscar al mejor actor de reparto y al mejor protagonista, respectivamente, en la correspondiente edición de los Premios de la Academia.

VI sesión del ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores y FNAC Zaragoza-Plaza de España. Martes, 2 de noviembre de 2010: Mystic River, de Clint Eastwood.

18:00 h.: proyección
20:15 h.: coloquio con Miguel Ángel Yusta, David Mayor et moi
21:15 h.: birras

La última película: Groucho Marx

Una de las más célebres anécdotas apócrifas del viejo Hollywood es la referida al supuesto epitafio que figuraría en la tumba del gran Groucho Marx, uno de los mejores y mayores cómicos y de los más importantes filósofos de la Historia de la Humanidad. La falsa anécdota -como queda atestiguado mediante la prueba documental adjunta- cuenta que la frase lapidaria -nunca mejor dicho- que adornaría por los siglos de los siglos el sepulcro marxista sería, en la línea de cortesía inversa explotada por Groucho en sus comedias, especialmente a la hora de tocarle los ovarios a la pobre Margaret Dumont: «Perdone que no me levante».

El recuerdo del cómico, que figura con su nombre real y no con el de pila, Julius Henry Marx, ocupa un discreto lugar entre otros fallecidos incinerados en el Eden Memorial Park de Mission Hills, California.

En cualquier caso, mejor recordar a los genios en su plenitud, aunque sea en su última aparición pública en un programa televisivo de Bill Cosby, en 1973.

Música para una banda sonora vital – Diana Krall

Diana Krall se hizo popular a nivel mundial con su versión del tema The look of love, compuesto por Hal David y Burt Bacharach y que, interpretado por Dusty Springfield, aparecía en la banda sonora de Casino Royale (1967), película apócrifa de James Bond, rocambolesco proyecto codirigido por John Huston, Kenneth Hughes, Val Guest, Robert Parrish y Joseph McGrath, y gracias al que un popular cómico neoyorquino llamado Woody Allen vio por vez primera un guión suyo trasladado a imágenes. En 2003, Krall hizo una breve aparición al piano en su película Todo lo demás.

Humor costumbrista en estado de gracia: Café irlandés

Tres kilos y medio.

Pero… ¿es un pavo o un bebé?

– ¡¡Es un bebé!!

Aaaah… Es un bebé hermoso… Pero como pavo…

Stephen Frears es uno de los cineastas actuales que con mayor acierto y éxito ha conseguido mantenerse en el esquizofrénico equilibrio que muchos europeos en Hollywood buscan mantener durante toda su carrera. Constantemente a caballo entre las costosas y comerciales superproducciones repletas de estrellas y el cine pequeño, popular y casi artesanal de bajo presupuesto, en 1993 buscó recuperarse del reciente fiasco de Héroe por accidente con una película hecha a su medida, un fresco de la realidad irlandesa a medio camino entre el cine social y la comedia costumbrista.

En The Snapper (título imposible de traducir al castellano), Frears parte de una premisa dramática, como es un embarazo no deseado, y la reviste de un humor verborreico, irreverente, mordaz, sarcástico: una familia irlandesa tradicional, aunque no excesivamente religiosa, se ve sacudida cuando Sharon (Tina Kellegher), la hija mayor, una joven adolescente cuya vida discurre entre un trabajo mal pagado y las nocturnas (y etílicas) salidas con sus amigas, anuncia que está embarazada; obviamente, es soltera, ni siquiera tiene novio formal, y además persiste en mantener oculta la identidad del padre por mucho que le insisten en que la revele. La noticia cae como una bomba, y los distintos miembros de la familia reaccionan cada uno a su manera, desde la curiosidad de sus hermanos pequeños, la indiferencia de los medianos, o la violenta actitud del mayor, recién llegado de un país árabe en el que ha servido con los Cascos Azules, que se ofrece a apalear al responsable. Los padres, en cambio, oscilan desde la bronca y el conflicto hacia, en el caso de Dessie (un magnífico Colm Meaney), la hostilidad pasiva, y la comprensión y la asimilación por parte de la madre. Pero la mirada socarrona de Frears no se limita a la familia: compañeros de trabajo o de borrachera de Dessie, el grupo de promiscuas y malhabladas amigas de Sharon, el gentío del pub o del colegio son objeto de la burlona mirada del director británico, que utiliza los chascarrillos, comentarios y habladurías del personal sobre el inminente alumbramiento de la joven para ofrecer un retrato del gusto de las sociedades tradicionales, generalmente depositarias de valores religiosos, por la rumorología, el esparcimiento de bulos y el humor de trazo gordo cuando de cachondearse del vecino se trata. Así, Frears muestra igualmente un fresco de la sociedad irlandesa previo al boom económico de la isla, el momento de un entonces todavía tímido despertar de una colectividad en su camino por conciliar los valores tradicionales más asociados a su devenir histórico y cultural con las nuevas modas y costumbres introducidas por la vida moderna. Eso sí, sin un minuto de descanso en el retrato de tipos y situaciones delirantes, disparatados, acrecentados cuando por fin se conoce la identidad del inesperado padre. Continuar leyendo «Humor costumbrista en estado de gracia: Café irlandés»

Mis escenas favoritas – Forajidos de leyenda

Comienzo del fenomenal western de Walter Hill, The long riders (1980), revisitación de la historia de Jesse James y su banda, compuesta por varios grupos de hermanos, hecho auténtico fantásticamente reflejado con la presencia en el reparto de Keith, James, David y Robert Carradine, James y Stacey Keach, Christopher y Nicholas Guest, y Dennis y Randy Quaid. A destacar, la maravillosa música de Ry Cooder y el decadente aroma del western moribundo. Uno de los últimos cantos de cisne del género hasta el William Munny de Clint Eastwood.

Historias de la radio: El Padrino, un proyecto familiar

Historias de la radio, además de una célebre película española de Sáenz de Heredia, es la sección en la que se van a recopilar algunas de las colaboraciones radiofónicas de este blog en el microespacio Distrito Cine, de la emisora TEA FM (Zaragoza: 98.9 de la FM).

Distrito Cine es un espacio en el que, además de recopilar comentarios, escenas y curiosidades de la historia del cine, queda constatado que quien escribe, otra cosa no tendrá, pero voz… tampoco.

En esta primera entrega hablamos de los curiosos lazos familiares que rodean la trilogía de El Padrino, de Francis Ford Coppola.

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(Duración: 03:05 minutos)

La tienda de los horrores – La guarida

Cuando uno se sienta a ver una película de terror, espera que la sensación de desasosiego y tensión que provocan las peripecias de los protagonistas sean causadas por un guión interesante, unos golpes de efecto bien trabajados, alguna que otra sorpresa en forma de susto y, a poder ser, una solución final que evite los tópicos de los caminos más trillados. Nada de eso ocurre en La guarida, engendro filmado por Jan de Bont, responsable de cosas como Speed o las chorradas de Tomb Raider y Lara Croft, entre otros desaguisados, en 1999. Sin embargo, la película acojona, sí, resulta pavorosa… de lo mala, mala que es.

La premisa no puede ser más tópica: mansión gótica de estilo victoriano, con cienes y cienes de años de antigüedad y en la que en el pasado ocurrió alguna clase de hecho luctuoso que remite directamente a fenómenos extraños (esto es, de irse pencas abajo) que haría las delicias de Iker Jiménez… El caso es que un listillo profesor universitario, David Marlow (Liam Neeson, que no se sabe qué narices está haciendo en este bodrio), se propone realizar un estudio sobre la naturaleza del miedo y del poder de la sugestión para despertar el terror, y para ello contrata a un grupo de voluntarios que se presten a pernoctar en el susodicho inmueble para pasarlas canutas con ruiditos, sensaciones de presencias extrañas, escalofríos, temblor en los menudillos y demás mieditis aguda. El grupo lo conforman tres estereotipos: el gracioso (Owen Wilson, actor, o lo que sea, incapaz de aparecer en un film que no sea una idiotez supina), la buenorra (Catherine Zeta-Teta-Jones -antes de que se cabreen los/las sensibles, aclararemos que, si una actriz conforma su carrera a golpe de enseñar muslamen, no puede pretender que se la tome por actriz del método o por musa shakespeariana, que se la juzgue de otro modo que aludiendo a sus atractivos anatómicos convenientemente recauchutados en el quirófano-), bisexual confesa, para más inri (¿qué sería del terror sin sus gotitas de morbo erótico posteriormente eliminadas sin dejar rastro del guión?), y la chica feúcha y sensible (Lili Taylor, antaño tierna y sensible Ann en Cosas que nunca te dije, de Isabel Coixet, para llevársela a casa y abrazarla como un peluche en aquella película…). El cuarteto maravillas empezará a comprobar en sus propias carnes en qué consiste la naturaleza del miedo cuando se den cuenta de que nada de lo que está ocurriendo está previamente preparado por el responsable del estudio para tomar sus notitas y hacer sus estadísticas y gráficas, sino que el canguelo proviene de la propia historia de la casa, una cosa de asesinatos, cuerpos sepultados entre sus muros y bajo sus suelos, etc. Y claro, no pueden faltar las escenas desagradables de ilusiones ópticas, visiones fantasmales, decapitaciones, sangre a chorros, etc… Continuar leyendo «La tienda de los horrores – La guarida»

Diálogos de celuloide – Los viajes de Sullivan

¿Cómo puedes hablar así, en un momento como este, cuando el mundo se está suicidando, cuando en las calles se amontonan los cadáveres, cuando la muerte te acecha en todos los rincones y la gente es sacrificada como un rebaño de ovejas?

A lo mejor quieren olvidar todo eso.

¿Entonces por qué esta [obra] estuvo cinco semanas en el music-hall? ¿Para los acomodadores?

En Pittsburg fue un fracaso.

Un fracaso total.

¿Y qué entienden en Pittsburg?

Saben lo que les gusta.

Si supieran lo que quieren nadie viviría en Pittsburg.

Sullivan’s travels. Preston Sturges (1941).