Obra maestra del cine fantástico: King Kong

Fue la belleza lo que mató a la bestia

Pocas películas en la historia del cine son capaces de aunar fantasía, emoción, terror, aventura y carga simbólica, ideológica y ética como el clásico de 1933 codirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, King Kong, una maravilla que en su día destacó por su avanzada utilización de los efectos especiales y que, casi ochenta años más tarde de su filmación, sigue suponiendo un hito en el cine fantástico y de aventuras protagonizado por criaturas fabulosas muy pocas veces igualado (y nunca superado, no hay más que ver las versiones de John Guillermin y Dino de Laurentiis de 1976 y la de Peter Jackson de 2005), ni siquiera por productos de mayor presupuesto, repartos y equipos técnicos más reconocidos (incluido el empleo del ordenador para la creación de efectismos) o, a los ojos del espectador de hoy, más «modernos». Al mismo tiempo actualización del mito de la Bella y la Bestia, pasada por cierto aire romántico a lo Frankenstein, y plasmación del conflicto entre desarollo y naturaleza, entre civilización y vida salvaje, entre ecosistema natural y escenario urbano, King Kong sigue siendo a día de hoy una historia vibrante, de ritmo trepidante, de imágenes inolvidables, poderosa, hechizante, irresistible, un cheque en blanco a la aventura tal como se vivía en los sueños de la niñez, y a la vez la prueba fehaciente de que la serie B, que en su día era una cuestión de presupuesto, no tiene que ver necesariamente con la inteligencia, la pericia o la capacidad técnica de quienes se dedicaban a ella, ni con la calidad final de su trabajo.

Todo el mundo conoce el argumento: un director de cine lleva a su equipo a una ignorada isla del Índico cercana a Sumatra para rodar una misteriosa película de la que no ofrece más detalles que su presunta magnificencia. Para convencer a los estudios y conseguir la financiación, se ha visto obligado a incluir en la expedición a Ann (Fay Wray, que se ganó la inmortalidad gracias a su personaje), una chica desgraciada y sola, aspirante a actriz, que ha conocido en un café de Nueva York. Arribados a la isla, llamada de La Calavera, descubren la existencia de una antigua tribu anclada en un remoto pasado prehistórico que secuestra a Ann para ofrecerla como sacrificio a una bestia a la que se refieren como Kong, y que no es otra cosa que un gigantesco gorila, una rémora de un pasado anterior a la aparición del ser humano, perteneciente a un mundo dominado por los dinosaurios que habitaron la Tierra antes de su desaparición fulgurante a causa del impacto de un meteorito. A diferencia de otros casos, Kong se siente atraído por la chica, rubia y de piel clara, nada que ver con las nativas de la isla que ha devorado hasta entonces: por ella se enfrenta hasta la muerte con otras bestias tremebundas, igualmente restos de la prehistoria, que pueblan la isla, pero, utilizándola como cebo, el equipo de la película captura a Kong con la finalidad de trasladarlo a Nueva York y hacer negocio con su presentación pública en Broadway, en lo que siempre fue desde el principio la intención del director de la película.

Espectacular, grandiosa, fascinante, imperecedera, parte de su trascendencia viene derivada de la conversión del personaje principal, el monstruoso simio del principio, en una criatura humanizada, capaz de desarrollar y demostrar sentimientos, y de la apuesta por un final triste que permita triunfar a la barbarie impuesta por lo que conocemos como civilización por encima de los instintos naturales y el amor, la piedad o la compasión. Así, esa lucha entre el hombre «civilizado» y el monstruo, entre el «progreso» y la naturaleza, invierte la carga de la prueba, y termina demostrando que el ser humano, recubierto por la piel del aprendizaje, la cultura y los impostados valores de esa necesaria convivencia que llamamos sociedad, no se ha visto abandonado ni por un segundo de sus instintos animales ligados a la crueldad y la violencia, que bajo la convivencia organizada, las convenciones y los derechos, se halla, sin necesidad de rascar mucho, un carácter puramente animal, bestial. Así, la bestia enamorada, secuestrada, encadenada, trasladada a un mundo que no es el suyo y exhibida como una atracción de circo, un ser cuyo único crimen ha sido encapricharse de una mujer hermosa, es, en una loca huida que causa no pocas muertes y destrozos, perseguida, acosada y tiroteada hasta la muerte por criaturas supuestamente superiores, civilizadas, cuya inteligencia, mediatizada por el egoísmo y la codicia, no supo ver el peligro potencial de la situación ni pudo prever un desenlace desligado de las armas y la muerte. El mono se humaniza, se comporta como un ser acosado que utiliza la violencia en defensa propia y termina exponiéndose, sacrificando su vida para evitar que hagan daño al objeto de su amor, mientras que el ser humano supuestamente inteligente, racional, moderno, desarrollado, se bestializa y no encuentra otra salida con que responder a lo que desconoce y teme que la crueldad y la violencia, inspirado por el miedo a unas fuerzas de la naturaleza que se siente incapaz de controlar.

Pero, más allá de mensajes, la película contiene otros muchos atractivos apreciables. La secuencia del barco entre la niebla con el descubrimiento del perfil de la isla y las desarrolladas en el poblado y la jungla son impresionantes, tanto desde el punto de vista técnico como en lo relativo al manejo del ritmo, del suspense y de creación de interés y emoción en el público, desde la aparición de Kong y los combates con las otras bestias a las peripecias del grupo de expedicionarios en busca de la muchacha retenida, y los escenarios neoyorquinos (el teatro, las excepcionales y meticulosas maquetas de Nueva York por entre las que se mueve el monstruo, el final en el Empire State…) constituyeron en su momento, y aun hoy, hitos nunca vistos en el cine americano hasta entonces, y muy difíciles de igualar con posterioridad. A ello contribuyen los magníficos efectos especiales de Willis O’Brien, (apoyado por un joven Ray Harryhausen), decisivos para mutar al antagonista perverso en monstruito simpático. Esa es, precisamente, la mayor virtud de King Kong, el toque especial que la diferencia de la gran mayoría del cine fantástico basado en criaturas amenazantes que se ha filmado en las ocho décadas posteriores de cine: Kong tiene alma, siente, sufre, padece. En pocas palabras, Kong resulta más humano que los humanos, mientras que éstos se muestran como más animales que la criatura a la que llaman bestia. No fue la belleza la que mató a Kong: será la codicia desmedida, la loca carrera hacia una modernidad sin rumbo ni destino, la lucha cruel por un beneficio instantáneo, por la explotación brutal de la naturaleza (en esto, con las décadas, la película ha adquirido un inesperado mensaje ecologista), lo que acabará con ella; la única bestia se llama ser humano. La muerte de Kong, un antepasado del ser humano, a manos de éste mismo, no es sino un símbolo de la pérdida por parte del hombre de sus referentes, una metáfora de su autodestrucción.


¿A que es majo? Una auténtica monada…

25 comentarios sobre “Obra maestra del cine fantástico: King Kong

  1. … No puedo dormir.
    Así que de pronto me meto en tu página y veo nuevo post.
    King Kong siempre la he vivido como una triste historia de amor.
    La bestia enamorada perdidamente de la bella, que grita que es una maravilla.
    Todo un clásico y todo un símbolo. ¿Alguien no ha visto ese gorila enorme en rascacielos gigante luchando contra los aviones y depositando dulcemente a la chica en la cornisa? ¿Alguien no ha visto los ojos tristes de la bestia cuando se sabe vencida y se despide de la amada?

    Besos y buenas noches
    Hildy

  2. Y al mismo tiempo es una metáfora de cómo, en nuestra evolución natural, han sido sentimientos como la piedad, la compasión o el amor los que, ocasionalmente, han pulido nuestro salvajismo hasta hacernos humanos. Excepto cuando se nos olvida, claro.
    Besos y buenos días, espero que hayas descansado.

  3. Todo lo que has dicho, y algo más.
    Defiendo, que es una de las historias de amor más bellas que se han filmado. AMOR en mayúsculas. Nada de tonterías.
    Al respecto, hace ya unos años leí un artículo que hoy recupero (no recuerdo quién lo firmaba) y que utilizaba esta película como parangón del amor, en contraste con otroas figuras y sentimientos como, por ejemplo, la pasión o el deseo. Decía así:

    «La diferencia existente entre el deseo y el amor consiste, precisamente, en que en el deseo lo importante es el propio ser que desea, mientras que en el amor, al contrario, lo es el objeto del deseo. Es decir, el deseo no es más que el apetito, y en él lo importante es tan solo el hambre. En cambio en el amor, lo importante es el alimento en sí, el alimento que, a la vista de nuestros ojos enamorados, se ha convertido en el mejor de lo manjares…»

    Y continuaba diciendo a propósito de los destructivo de tan alto sentimiento:

    «El sufrimiento amoroso reside en el constante cuidado por la cosa amada, por la persona a la que se ama. Y eso produce un lento desconsuelo, con lo que podríamos decir, que desde el primer instante en el que surje el amor, éste empieza ya a desvanecerse, a apagarse lentamente, por lo que nuestros desvelos se desbocan desde ese inicial instante en un infructuoso intento por mantener encendida la rutilante llama. Quien anteriormente a haberse enamorado era fuerte y poderoso, se debilita y resquebraja al convertirse en amante. ¿Acaso no es eso lo que ocurre a King Kong?.»

    Pues eso. Una fantástica (de verdad) película, y una historia de amor que da hasta para postulados pseudocientíficos al respecto.

  4. Pues chico, qué quieres que te diga… Esos extractos del artículo me parecen de una lucidez esplendorosa, gracias por aportarlos, porque la película es nada más y nada menos que eso. Entre otras muchas cosas, sí, pero sobre todo eso.

  5. Estupendo Alfredo, no se puede explicar mejor. Me encantá King Kong, nunca me canso de verla. He escuchado que cuando King Kong es retratado en primer plano el rostro que vemos era solo una cabeza y, cuando sale de cuerpo entero, es otro muñeco completamente distinto. Veo que no has podido resistirte a incluir uno de mis fotogramas favoritos, cuando Kong está siendo acribillado por los avione y se ve todo Nueva York al fondo. Se supone que Kong está encima del Empire State pero en fotografías he podido comprobar que el tejado del Empire no es como sale en la película. También he escuchado que hay escenas eliminadas por su alto contenido erótico (como si ya no hubiera suficiente) en las que Kong iba desnudando a la protagonista quitándole pedazos de vestido. En fin, sea como sea, es un estupendo ejemplo de la película fantástica de aventuras. Memorables todas las luchas con los dinosaurios (incluido el T-Rex, representdo aquí según los patrones antiguos de cómo se creía que era) y esa primera visión de la isla entre la niebla. Un abrazo.

  6. Efectivamente, Marcos, en ningún caso se trató de un único muñeco, sino distintas partes convenientemente filmadas de manera parcial.
    También es correcto que la cima del Empire se retocó adecuadamente conforme a las necesidades del final (pero no lo de la foto, que es el momento previo a que aparezcan los aviones), y lo mismo ocurre con las escenas eliminadas (que yo sí que vi en su momento por cierto, y que, efectivamente, consisten en que el dedo del mono libera parte del vestigo de Fay Wray y puede contemplarse su pecho desnudo).
    Eran otros tiempos antes de «Jurassic Park». Abrazos.

  7. Por alguna curiosa razón, los comentarios anteriores (el introductorio y los de Hildy y de Raúl, particularmente) provocan experimentar de nuevo el recuerdo de ‘El Bello Antonio’ (Il bell’Antonio) de Mauro Bolognini (1960) y ‘Los Amantes de Maria’ de Andrei Konchalovsky (1989). Quizás podrían juntas las tres ser parte de un ciclo sobre amores imposibles.

  8. Bueno, el cine, Mauricio, como la vida, está repleto de amores imposibles y posiblemente sería el ciclo más amplio que podría programarse, no acabaríamos. En cualquier caso (la de Bolognini me falta por ver), no sería mal programa para una sesión triple. Eso sí, a prueba de corazones sensibles o de enamorados no correspondidos.

  9. No falta ni sobra una sola palabra, en este ,»FANTÁSTICO»,post.
    Espectacular,grandiosa,fascinante,imperecedera,y añado ,llena de ternura y amor de un ser tan enorme y feo hacia algo tan frágil y bello.El ser humano siempre demuestra que es la peor de las bestias.
    Unas ¨5 ó 6 veces me la habré visto y no descarto verla alguna más.
    Gracias.
    Saludicos.

  10. Obra maestra, y de las grandes, grandes de verdad (como el amigo Kong, vaya…). Es una peli, compa Alfredo, que tengo ligada a dos infancias: a la mía propia, que fue el momento en que la ví por primera vez, en un pase televisivo por LA cadena (la que había, la única, la 1 de TVE…), y en riguroso blanco y negro (como todo el resto de la programación, vaya; el color aún no había llegado a la tele…), una experiencia que me dejó impactado por muchos, muchos días; y a la de mi peque, que se encaprichó hace cuatro años de la peli -cuando tenía cuatro-, y me obligó (bendita obigación…) a volver a verla (y lo digo sin ánimo de exagerar…) unas veinticinco ó treinta veces (eso sí, al estilo peque: «ahora ponme cuando lucha con el dinosaurio»; «ahora quiero ver cuando se carga a la serpiente gigante»; «dale p’atrás, que quiero ver otra vez como se come al negrito»; y poco más o menos…). De una forma u otra, de chico o de viejuno, una auténtica delicia, a la que tu fantástica reseña hace justo y rendido honor, todo sea dicho…

    Un fuerte abrazo y buena semana.

  11. Te ha quedado un texto tan hermoso como la peli. Si señor.
    Ay! Qué bien cuando las películas iban al grano. Y no como la última.
    Y qué decada tan maravillosa para las cintas de miedo. No recuerdo, ¿ésta también era de la Universal? Hay que reconocer que los de esta casa le echaron un montón de imaginación al tema fantástico. ¡Vaya tíos!

  12. Pura memoria sentimental del cine, Manuel, como bien acreditas con tus vivencias personales. Creo que todos tenemos anécdotas ligadas a esta película: por ejemplo, que yo me perdí el final la primera vez que la vi porque tenía que irme a la p… catequesis. Así he salido de ateo; si hay Dios, nunca hubiera permitido eso…
    Abrazos

    Gracias Carmen; si la belleza mató a la bestia, los millones y los efectos especiales mataron a las otras versiones.
    Besos.

    Y eso sin exagerar… Ay, Noe, que viva Bilbao…
    No me extrañaría nada, por otra parte, porque la peli atrapa nuesta niñez rediviva.

    Gracias, Carlos, pero como la peli va a ser que no… Dices una cosa bien cierta: la película empieza y a los cinco minutos ya estás en plena aventura. Ahora todo se demora con prolegómenos absurdos para lucir presupuesto.
    En efecto, Universal, pero también otras, fue una puerta abierta a la fantasía de la que todavía se beneficia Hollywood.

  13. Es curioso o mejor significativo comprobar la absoluta vigencia de la película y el efecto que produce siempre en quien la ve por primera vez: mi padre, que cuenta 91 años, la vió en el cine de estreno, y al parecer el público salía del cine maravillado, afectado, asustado, totalmente impresionado por la trama y por los efectos especiales. Hoy, tantos años después, habiendo visto miles de películas repletas de efectos digitalizados, sigue sorprendiendo y afectando por la fuerza de la trama y el vigor del discurso cinematográfico, ajustado perfectamente al tempo preciso, sin nada que sobre ni falte.
    Una obra maestra, vaya.
    Saludos.

  14. Películas como esta, Josep, son la palpable muestra de que el cine de aventuras, acción y efectos especiales no tiene por qué ser plano, gratuito y efectista. Si antes podía hacerse, ¿por qué no ahora? La respuesta está en sus remakes.
    Un abrazo.

  15. Siempre he dicho que King Kong es una película que si no la has visto de niño difícilmente se pueda hablar de ella cuando se es mayor.La atracción del mosntruo de corazón sensible.El corazón surgido de las mismísimas tinieblas de la jungla,de la isla mágica de todos nuestro miedos atávicos.Nunca podré olvidar cuando la vi a los once años por la televisión.No puedo imaginarme si la hubiera visto en pantalla grande.Luego vi la versión de John Guillermin y lloré de pena.Luego,la de Peter Jackson y me dije que no había nada que hacer.King Kong patinando sobre hielo.Su isla mágica convertida en un parque temático a lo Spielberg lleno de dinosaurios…
    Excelente texto para una película inolvidable y para todos aquellos que llevan en su interiorlo más de una muerte por culpa de una belleza.
    Por cierto;el Empire State para mí siempre será King Kong,Charles Boyer,Irene Dunne,Cary Grant y Deborah Kerr en Tú y yo.
    Sí,está guapísimo.Se acerca elecciones en Cataluña y la ciudad está llena de políticos en primer plano.No sé,no sé.Prefiero al amigo King Kong.
    Un fuerte abrazo.

  16. Es posible, Francisco, una puerta abierta a nuestra infancia, a la magia que el cine era capaz de insuflar en la imaginación de la gente, mucho antes de que a algún capullo se le ocurriera explicar cómo se hacen los trucos en los extras del DVD…
    Ah, el Empire State, «Tú y yo». Habría que recuperarla por aquí, tomo nota.
    Pobres, con las elecciones; vaya pejiguera que tenéis que aguantar. Bueno, y nosotros. Supongo que, con buen criterio, votarás a King Kong…
    Abrazos.

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