Otro cine español fue posible: La hora incógnita

Si pensamos por un momento en los hermanos Ozores, inmediatamente los asociamos con las películas herederas del landismo, Andrés Pajares y Fernando Esteso, el destape, el humor de trazo grueso y mucha caspa hispánica a puñados. Y sin embargo, en 1963, mientras el cine en España era casi un monopolio exclusivo de los modos y maneras franquistas, las comedietas de medio pelo y las películas consagradas al lucimiento del niño prodigio de turno, del cómico de vía estrecha o del patético cantante de moda que tan del gusto son de Televisión Española los sábados por la tarde, Mariano Ozores dirigió una película sobre nada más y nada menos que un futurible holocausto nuclear, tema serio donde los haya, y en tono a mitad de camino entre el drama costumbrista y el thriller catastrofista: La hora incógnita.

Con ecos de La hora final (On the beach, Stanley Kramer, 1959), la historia nos sitúa en una indeterminada ciudad de provincias de la España profunda que está siendo evacuada por las autoridades debido a que un misil perdido, cuyo impacto debía haber tenido lugar en algún punto del Pacífico, se dirige hacia allí a toda velocidad. Como es imposible su neutralización, es preciso trasladar a toda la población al otro lado del área de seguridad marcada por los técnicos pero, por unas razones u otras, una docena de personas se queda en la ciudad: una pareja que acepta el sacrificio a cambio de poder disfrutar unas horas libremente de su amor prohibido, el jefe y la empleada de unos grandes almacenes, un borrachín, una prostituta, un delincuente y el policía que le persigue, un par de marujas que aprovechan para fisgonear en las casas de sus conocidas, un saqueador que pretende hacerse rico a costa de la desgracia general, un anciano que ama a los gatos, un sacerdote… Todos ellos deambulan por la noche de una ciudad patas arriba, trasplantada en apenas unas horas y cuyo destino es su conversión en cenizas y polvo de uranio, e invierten su tiempo en pensar qué han hecho de su vida, buscando respuestas, redención o simplemente que la noche pase rápido.

La película, sin embargo, carece de profundidad. La diversidad y el potencial de temas que abre es apreciable, pero no obstante, su nivel de análisis y de pormenorización resulta tópico, superficial. Abandonando por completo el tema del pánico y de la angustia de una muerte inminente e irremediable, del terror y la locura que provoca, la película se concentra en el tratamiento de «verdades existenciales absolutas» (la película iba a titularse Dios eligió a sus viajeros, pero, afortunadamente, se cambió de opinión en aras de la mayor comercialidad del filme) examinadas desde un punto de vista crítico y bienintencionado respecto a los vicios del ser humano (la mentira, el odio, la envidia, la violencia, la intolerancia, el egoísmo, etc.) mientras se ofrece de manera tópica el continuo y ejemplar consejo acerca del comportamiento cívico y conveniente (la sinceridad, el desinterés, el bien común, el respeto mutuo, la comprensión, la esperanza…). Así, la película no utiliza el punto de partida inicial para concentrarse en un desgarrador relato de terror, muerte y desolación, sino que edifica una narración coral de carácter moralizante, en la que los personajes negativos son arrastrados a la redención personal, al reconocimiento de sus errores y a un propósito de enmienda que, adivinamos, si de nada ha de servirles ya en esta vida, sí les da un ticket en clase turista para la otra… Sólo así puede entenderse el último apartado de la película, en el que el grupo se refugia en una iglesia.

El estupendo reparto (Fernando Rey, Emma Penella, José Luis Ozores, Antonio Ozores, Mabel Karr, Mari Carmen Prendes, Luis Prendes, etc.), que navega como puede entre el drama y los pequeños toques de humor, no consigue hacer reflotar el argumento, y tampoco la puesta en escena, que sí resulta muy notable en cuanto a la recreación de un lugar abandonado súbitamente por el hombre y a su explotación de las atmósferas y situaciones del cine negro, pero que no anda en la línea del mensaje de buenas intenciones del filme, subrayado por el texto final que aparece en pantalla una vez la trama ha quedado resuelta. Falta de tensión, con aspectos fundamentales de la trama abandonados (los intentos, muy poco desesperados, de los recluidos por conseguir un medio de locomoción con el que abandonar la ciudad dan paso casi de inmediato a la resignación y a los contenidos de índole moral y religiosa), la pelicula, bien tratada por la crítica de la época especialmente en lo referente a su ambición formal y temática y la mezcla de géneros que contiene (costumbrismo, drama social, thriller, drama político), fue sin embargo rechazada en masa por el público, lo que provocó el hundimiento de la productora de Mariano Ozores y su posterior inclinación a los productos cómicos de fácil consumo para el público español de la época, un cine que le permitiría desarrollar una carrera, aunque vulgar, de lo más prolífica y prolongada en el tiempo.

Con todo, la película resulta hoy una estimable y agradable rareza del cine español, la muestra de que existe otra cinematografía más madura y ambiciosa apartada de la morralla que la propaganda franquista y postfranquista sigue endilgándonos. Y también de que el público es a menudo mucho más responsable de lo que él mismo tiene a gala reconocer en cuanto al hecho de que en las carteleras se ofrezcan continuamente mediocridades. Entre caspa y madurez, los espectadores eligieron lo primero durante cuarenta largos años. Hoy, cuando el periodo más lúcido y brillante del cine español ya ha tocado a su fin, la caspa ha vuelto para quedarse. Son muy pocos los que se resisten todavía a entregarse a las comedietas de adolescentes, a los trasplantes televisivos y a las superproducciones de imitación made in USA. Como en 1963, es responsabilidad del público escoger qué cine español quiere. Lamentablemente, Mariano Ozores no será el último en sacrificar sus gustos en favor de los del público. Y así el cine español se parecerá cada vez más a lo que jamás debió parecerse. Un cine puramente colonial.

12 comentarios sobre “Otro cine español fue posible: La hora incógnita

  1. El segundo párrafo me ha abierto un hambre de ver esta película propio de Haití, después ya se me ha ido indigestando. Qué lástima.

  2. Gran texto para un tema importante:el cine español.¿En qué nos hemos quedado? ¿Qué conocemos realmente? La mayoría;muy poco.Ahora ando escribiendo una reseña de La vida en un hilo,de Edgar Neville,director injustamente olvidado,como tantas cosas.
    Como bien dices de La hora final de Kramer,la Crisis de los Misiles de Cuba (1962)no solo aconteció en todo el planeta excepto Spain y tuvo que venir Mariano Ozores para dar nuestra versión,y,muy correcta,todo hay que decirlo.Años más tarde,cuando el peligro se esfumó,Mercero conmovió con otra extraña amenaza mundial;un hombre atrapado en una cabina.¿Qué sentido tenía? Pues que la Gioconda empezaba a estar triste y la España calé todavía se preguntaba:¿Quíen puede matar a un niño? Ya sabes,las Historias del otro lado.
    Un fuerte abrazo,amigo.

  3. Efectivamente, Dante, reparto internacional. Ella aparece en muchas películas de la época junto a Fernando Rey.

    Gracias, Francisco. Al menos era un cine que, más allá del resultado final, poseía una ambición de la que sus coetáneos carecían. Y de la que muchos carecen incluso hoy.
    Abrazos.

  4. Me suena un poco esa película que reseñas y diseccionas, pero no pondría la mano en el fuego para asegurar que la he visto en la tele, así que, como rareza estimable, me la apunto. El reparto ya de por sí es atractivo.

    No estoy muy de acuerdo en esa parte de responsabilidad que atribuyes al público español, porque las escasísimas producciones patrias que intentaban de algún modo escapar a la caspa, al celtiberia show, eran consumidas por bastantes aficionados con fruición, aunque también he de aceptar -y no porque el campo de juego sea el tuyo- que quizá ya entonces la mayoría se inclinaba por dejar sus dineros en españoladas, máxime cuando se empezaban a insinuar escotes vertiginosos, minifaldas inexistentes y relaciones «escabrosas».

    Estadísticamente no te falta razón en general, pero hubo excepciones apreciables. Lo curioso es que el postfranquismo no ha traído, como pensábamos, el aire de libertad crítica y la autocensura ha aumentado, si cabe, y seguimos teniendo cine mediocre en general.

    Saludos.

  5. No la conocía, Alfredo pero me he quedado de piedra pues ni imaginaba que el cine español había intentado tratar estos temas. Lo de refugiarse en una iglesia cuando no hay esperanza me recuerda a «La guerra de los mundos». Con lo que me gusta Antonio Ozores ten por seguro que la buscaré. Un abrazo.

  6. Como siempre exprimiendo a lo máximo y estupendamente una peli.
    Al empezar a leer me ha pasado lo mismo que a Carlos,pero se me han ido pasando las ganas.De todas formas ,aunque solo sea por ver interpretar a esos estupendos actores,no la descarto si pasa cerca.
    Saludicos.

  7. Lo sé, lo sé, Josep, lo que ocurre que esas excepciones hoy duermen el sueño de los justos y las pequeñas joyas son desplazadas por el culto al cine franquista de la tele de todos.
    Saludos

    Sí que tiene un aire, sí, en esa parte. Valga que es una película fallida, inconstante, pero cuánta voluntad en un cine tan timorato como el de entcnces.
    Un abrazo

    Se puede ver, Carmen, aunque sea como curiosidad. Si comparamos con una buena parte del cine español de entonces sale ganando.
    Saludos.

  8. Déjame ser oportunista y obvio y decir otra vez aquéllo de que con el Japón la realidad supera al Cine…Y déjame también expresar toda mi simpatía y respeto por ese pueblo tan extraño que, pese a lo que comentábamos el otro día, veo, por lo que nos enseñan en la tele que no ha perdido su sentido del honor y la dignidad. Sin duda se merecen mejor suerte.

  9. Se han hecho así a fuerza de penalidades durante siglos, Carlos, así que si hay alguien preparado para asumir con entereza, dignididad y competencia todo esto, desde luego son ellos.
    Una verdadera lástima, en cualquier caso. Uno no puede evitar pensar, centrales nucleares aparte, que si ha ocurrido esto con un país del primer mundo habituado a prevenir y soportar este tipo de catástrofes, qué hubiera podido suceder en otras demarcaciones menos preparadas.

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