Woody Allen ofrece en Días de radio su peculiar vuelta a la infancia en el Brooklyn de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, utilizando la radio como vehículo de agridulces nostalgias y recuerdos enterrados bajo la edad. La radio, permanentemente encendida en un humilde hogar judío de clase trabajadora, con sus retransmisiones deportivas, sus melodías, los seriales dramáticos, los segmentos cómicos y las historietas de superhéroes, gángsters o vaqueros, con sus concursos o con sus informes de última hora sobre la dura realidad del momento, sirve para articular la vida de unos personajes entrañables y melancólicos.
Entre esas músicas, Carmen Miranda y South American Way. Ganas dan de ponerse un cesto de frutas en la cabeza…
Por supuesto que dan ganas de bailar de esa guisa. De esta película me cautiva su música y por supuesto, sus historias. Es muy divertida. Un abrazo
Me encanta.Para mi ,que nací en los cincuenta , la radio que escuchaba entonces ,(más en casa de mis abuelos ), tiene mucho de nostálgica y me produce melancolía.Esto que has subido ,además,tiene sonido de radio.Mientras la escuchaba me la estaba bailando…Saludicos domingueros.
O, según la Srita. Miranda lo pronunciaba: “Sausamerican.” ‘Días de Radio’ tiene la singularidad de una ficción para nuevas generaciones que se hace sentir auténtica – a la manera del ‘Amarcord’ de Fellini – revelando una época desaparecida a través de la memoria afectiva de alguien que la vivió.
Nada que ver, por cierto, afortunadamente, con “Historias de la radio”…
Un abrazo
Pero, Carmen, si no bailas esto aunque sea con media sandía en la cabeza, me temo que no es igual.
Saludos.
Eso es, MAD, un ejercicio, casi terapéutico, de nostalgia de uno mismo. Lo que ocurre es que, como Fellini, sabemos tanto del personaje por su cine, que casi casi es también parte de nuestro pasado y nos identificamos con él.
Para aficionados al cine y/o con la generación nuestra, sin duda. Pero están también aquellos más jóvenes, que descubren ahora a Federico y a Woody, a quienes deslumbra y cautiva la magia nostálgica e inocente de su cine.
Puede, pero… ¿Tú crees que hay jóvenes por la labor de descubrir a Woody, o mucho menos, a Federico?
De manera incidental o circunstancial, ciertamente. Esta semana fui abordado por alguien a quien doblo en edad (nada extraordinario esto último, por cierto), en quien ‘Amarcord’ ha causado profundo impacto. Supo apreciar la contribución de la música de Nino Rota – semejante a lo que acompaña cada realización de W. Allen -, pero creo haber fracasado en motivar su interés en explorarla más profundamente.
Pues -casi- me has dado una alegría; uno piensa que cosas así ya no son posibles.
Algún día, alguien con tiempo y talento escribirá una tesis donde se explicará la querencia del amigo Allen por las grabaciones, más allá de la mera música: porque elige versiones muy concretas en todas sus películas y juraría que casi nunca al azar, buscando, naturalmente, satisfacer sus demonios personales que, en ocasiones, concuerdan con otros, de ahí su grandeza.
Y, además, lo viene haciendo desde antes de Tarantino, por mucho que algunos lo duden. 😉
Un abrazo.
Pues según dice Allen, se limita a hurgar en su inmensa colección de discos para buscar aquellas canciones o melodías que mejor encajan con cada escena -y con un deseable ahorro en el presupuesto-.
Me gusta que desmitifiques a Tarantino en ese aspecto; en esta cuestión, como en otras (casi todas), no ha inventado nada.
Un abrazo
Allen recrea en esta película la nostalgia… si oyes a Carmen Miranda no sólo te ves con una fruta en la cabeza es que sabes que son otros tiempos donde las extravagancias eran otras. Me gustaría volver a verla… sobre todo se me quedó grabada (porque durante una época me pareció un fenómeno apasionante) la secuencia que reconstruye la retransmisión de La Guerra de los Mundos… qué bueno.
Besos
Hildy
Anda que tú y yo íbamos a estar guapos con un puñado de bananas, un racimo de uvas, una piña y un mango en la cabeza. Por dios.
Si recuerdas la escena, mi querida Hildy, los personajes de la película se ponen a hacer el play-back, o como se llame, de la canción, y a simular que bailan. Esos extraños momentos de armonía que ya no abundan…
Besos
Sobre todo lo del mango en la cabeza, Raúl, esa idea se me hace insoportable…
Si tuviera buen equilibrio me animaría a ponerme ese cesto de frutas en la cabeza pero creo que mejor optaré por retomar el ciclo Allen (antiguo) y disfrutar de nuevo con clásicos como este “Días de Radio” que mencionas.
Abrazos escalonados, mr. 39escalones
Mejor, Alberto, sin duda. La fruta es buena para todo, menos para las cervicales…
Aún recuerdo en esas noches sin TV, buscar en el dial de la radio de mi abuela una sintonía de Onda media entre aquel ramillete de destinos exóticos que aparecían en el dial de la pantalla (Tokio, New York, Londres, Bombay, Sidney … ) de Onda corta -imagino-. A veces se oían, muy débiles, misteriosas voces en otros idiomas.
Ah! Que tiempos aquellos! 😉
Ah claro!, éramos niños! 😦
Muy buena descripción; eso me recuerda también el antiguo aparato japonés -traído de Suiza en 1963- de mi madre (y que aún funciona, por cierto, digo la radio, no mi madre, aunque afortunadamente ésta también funciona), en el que no sólo se podían sintonizar emisoras extranjeras (a pesar de ser un vulgar transistor), sino que se podía quitar la tapa de detrás y, en un pequeño lector con una tosca aguja de tocadiscos, se podían poner vinilos de 33…
Ay, la niñez. Dicen que el poder de evocación radica en el olfato. A veces no estoy tan seguro.
Es una de las películas que más me gustan de Woody Allen. La he visto un montón de veces y siempre me río. Estupendo el modo en que logra que la música acompañe – y subraye – cada escena.
Besos
Y no sólo música. La escena que más me gusta es la oportuna recreación de “La guerra de los mundos” de Orson Welles.
Besos
Desde luego, lo de la fruta pega. Una delicia de película. Abrazos
Cuidado con las frutas, cuando van en cesto, que las carga el diablo…
Abrazos