Diario Aragonés – Moneyball

Título original: Moneyball
Año: 2011
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: Bennett Miller
Guión: Aaron Sorkin y Steven Zaillian, sobre el libro de Michael Lewis
Música: Mychael Danna
Fotografía: Wally Pfister
Reparto: Brad Pitt, Jonah Hill, Philip Seymour Hoffman, Robin Wright Penn, Chris Pratt, Kathryn Morris, Tammy Blanchard, Glenn Morshower, Erin Pickett, Sergio Garcia, Jack McGee
Duración: 133 minutos

Sinopsis: Billy Beane es un antiguo jugador de baseball que, tras abandonar su carrera y convertirse en mánager de los Athletics de Oakland, consiguió a principios del siglo XXI llevar a un equipo de modesto presupuesto a varios éxitos deportivos gracias al empleo de fórmulas estadísticas y cálculos informáticos para confeccionar la plantilla, especialmente con el fichaje de jugadores descartados por otros equipos por considerarlos incompletos, conflictivos, acabados o amortizados.

Comentario: Realmente llama la atención lo baratas que se venden últimamente (nos referimos a los últimos treinta años) ciertas nominaciones a los premios Oscar. Nada menos que seis atesora Moneyball, de Bennett Miller, escrita por dos de los niños mimados del guión norteamericano, Aaron Sorkin y Steve Zaillian, sin que, a juzgar por lo visto, la cosa sea ni mucho menos para tanto.

Con un trabajo formal muy correcto, cuya mayor virtud consiste en reducir al mínimo la recreación de secuencias de los partidos, complementadas por fragmentos filtrados por imágenes televisivas que llegan así de segunda mano al espectador, las supuestas virtudes del guión se concentran en los dos primeros tercios de la película. El punto de partida, la necesidad de Billy Beane (Brad Pitt, nominado a mejor actor no se sabe por qué) de reconstruir un equipo para la nueva temporada después de haber vendido a los mejores jugadores, da paso a lo esencial de la cinta, su relación personal con Brand (Jonah Hill), el licenciado en económicas que se convierte en gurú de los números que permitirán rehacer el equipo, y también a la exposición de cómo es el mundo del deporte en los despachos y las relaciones dentro del club (con entrenador, ojeadores y técnicos) y fuera de él (las negociaciones con otros equipos para el intercambio o fichaje de jugadores). Todo está bien contado, aunque se echa en falta mayor profundidad y desarrollo en los personajes y una mayor intensidad y tensión dramáticas. Igualmente, la presencia de flashbacks con episodios del pasado en algunos momentos confunde más que ayuda, mientras que no se sabe muy bien qué pintan en la historia las relaciones familiares de Billy con su ex esposa (Robin Wright Penn) y su hija. Por otra parte, hay personajes que en el guión prometen resultar muy importantes como fuente de conflicto y enfrentamiento (en particular el entrenador, interpretado por Philip Seymour Hoffman), pero que finalmente quedan diluidos [continuar leyendo]

Diario Aragonés – La invención de Hugo


Título original:
Hugo (Hugo Cabret)
Año: 2011
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: Martin Scorsese
Guión: John Logan, sobre el libro de Brian Selznick
Música: Howard Shore
Fotografía: Robert Richardson
Reparto: Asa Butterfield, Chloe Moretz, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Jude Law, Emily Mortimer, Michael Stuhlbarg, Ray Winstone, Christopher Lee, Richard Griffiths, Helen McCrory, Frances de la Tour
Duración: 127 minutos

Sinopsis: Hugo es un joven huérfano que vive a cargo de su tío en una estación de ferrocarril parisina durante los años 30 del siglo XX. Mientras su tío se emborracha y vaguea, Hugo se hace cargo de su trabajo, el mantenimiento de los relojes de la estación. Un día encuentra la manera de poner en funcionamiento el único recuerdo que le queda de su padre, un autómata escribiente recuperado de un museo. El robot no es más que la puerta de un maravilloso misterio de magia y sueños en el que Hugo estará acompañado de una chica, la nieta de un viejo vendedor de juguetes de la galería comercial de la estación al que llaman Papá George.


Comentario:
La última película de Martin Scorsese resulta totalmente atípica en su filmografía. Presidida habitualmente por poderosos dramas humanos casi siempre ligados a una violencia cruda y descarnada, en esta ocasión la labor del director se concentra en poner imágenes a un exitoso libro infantil lleno de magia y sensibilidad orientado al público familiar, y que al mismo tiempo es un homenaje directo al cine y a su nacimiento como teatro de sueños. Ello no es óbice para que Scorsese (que se reserva un simpático cameo como fotógrafo) nos regale una película magnífica, a medio camino entre los dibujos animados, el cuento de época y la fantasía en tres dimensiones, un tanto alejada de la cinefilia a la que nos tiene acostumbrados, pero por otra parte encadenada a los orígenes del séptimo arte como vehículo de ensoñaciones, ilusión y esperanzas.

La historia toma como origen el auténtico final vivido por George Méliès, uno de los padres, junto a David W. Griffith, del cine como medio de narración de historias. En sus últimos años, apartado del cine tras los horrores de la I Guerra Mundial, Méliès sobrevivió gracias a una tienda de juguetes y artículos curiosos que regentó en una estación de tren parisina, con los viajeros y la gente de paso como principales clientes [continuar leyendo]

La tienda de los horrores – Xanadú

Dedicado, es de ley, a mi querido amigo Francisco Machuca, gran escritor, gran intelectual y mejor persona, culpable máximo de que haya perdido unos buenos minutos -y no pocas neuronas- en la ardua tarea de glosar esta memez. Paco lanzó el guante cuando aquí nos metimos -más de ley todavía- con esa cosa llamada Super 8 con la que el presunto genio J.J. Abrams pretendió convencernos de que sabe hacer algo más que copiar, y como somos más chulos que un Super 8, pues aquí queda el resultado para mofa y escarnio de quien lo propuso, de quien lo ha escrito y de quien lo lea.

No, no es una fotografía del último video-clip de Scissors sisters… Es una captura de uno de los mejores momentos (de los más repulsivos momentos) de Xanadú, bodrio exorbitante dirigido por Robert Greenwald en 1980, protagonizado por Olivia Newton John, Michael Beck y, snif, snif, ¡¡¡Gene Kelly!!! El caso es que después de esta película-o-lo-que-sea, las carreras de todos aquellos que no estaban ya jubilados, se vieron finiquitadas de manera fulminante. Con un título inspirado en un poema de Coleridge sobre Kublai Khan (tomado igualmente por Orson Welles para dibujar el entorno vital de su Charles Foster Kane en su obra maestra de 1941), y basada libremente en el musical La diosa de la danza (Down to Earth, Alexander Hall, 1947), protagonizado en su día por una Rita Hayworth en todo su esplendor (pero a la que, como siempre, dobló una cantante de verdad en cuanto abría la boca para hacer gorgoritos), Xanadú es un cagarro integral a la altura de muy pocos, a pesar de que con los años Greenwald desarrollara una interesante labor en el documental, poniendo al descubierto las miserias y mentiras de la guerra de Irak o analizando la perniciosa labor de Rupert Murdoch en el mundo del periodismo más amarillista, manipulador y embustero (casualmente nuestro ex presidente Aznar es consejero suyo; si es que Dios los cría… Cuánta basura junta en un mismo post, qué horror…).

Ni más ni menos lo que se espera viendo la historia en cuestión: Kira, hija de Zeus y Leto (Olivia Newton John, en la cresta de la ola tras el éxito de Grease dos años antes), una de las tres vírgenes diosas de la mitología griega, y a la vez una de las encarnaciones de la triple diosa lunar helena, es además una de las musas de las artes (menuda tarjeta de visita tenía que tener la moza, con tanto cargo desempeñado al mismo tiempo…; imaginamos que sólo cobraría un sueldo y que de lo demás sólo percibiría las dietas, justo al contrario que la Cospedal, que encima de virginal no tiene nada). El caso es que semejante elementa, y aunque la humanidad pasa olímpicamente (qué bien traído) de los dioses griegos desde hace más de dos mil años, decide teletransportarse a la Tierra para aparecerse a un pintor americano (mira que hay gente en el planeta y la tía se va a Estados Unidos en 1980; está claro que, mucha diosa, mucha musa y mucha virgen, pero no conocía a Ronald Reagan…), Sonny Malone, al que de buenas a primeras morrea para que surja la inspiración en su moribunda creatividad. Por supuesto, ella, que es virginal pero está más salida que el palo de un churrero, y él, que le va la marcha que no veas, se encandilan a más no poder, y además de la inspiración, surge la necesidad constante del intercambio de fluidos entre ambos dos, todo convenientemente azucarado, almibarado y caramelizado para que sea dulzón y empalagoso hasta más no poder (de hecho, la visión de esta película está prohibida para los diabéticos, así como se recomienda a quien ande escaso de glucosa). El encandilamiento mutuo que se profesan origina toda una serie de consecuencias zodiacales que se complican cuando la pareja se involucra en el sueño de un viejo músico de abrir una sala de fiestas a la antigua usanza, ocasión que el filme no pierde de «fusionar» lamentablemente el recuerdo del Hollywood clásico con la horterada sin sentido propia de los ochenta (como puede comprobarse en la foto).

La película es posiblemente el mayor horror que ha pasado por estas galerías (que ya es decir). La abominable puesta en escena, tan cursi y ridícula como el argumento, va acompañada de la que quizá es la peor banda sonora jamás compuesta para un musical, en la que los temas de la ELO (Electric Light Orchestra) brillan con luz propia. Tanto es así que, un servidor, falto de inspiración y de estómago para narrar pormenorizadamente el amplio catálogo de insensateces, bobadas, cagadas y repugnancias que la película contiene, sin musa griega y virginal que venga a morrearle para ello, y convendido por una vez de que no tiene por qué sufrir la película él sólo, se complace en compartir al menos el trailer con sus queridos lectores:
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Mis escenas favoritas – La vida privada de Sherlock Holmes

¿Hay algo de cierto en los rumores que dicen que entre Sherlock Holmes y el doctor Watson había algo más que amistad y camaradería? Billy Wilder, en 1970, analiza esta cuestión, entre muchas otras, en su magistral La vida privada de Sherlock Holmes.

Escena que aprovechamos para invitar a nuestros queridos escalones a la segunda sesión del III Ciclo Libros Filmados, organizado por Fnac Zaragoza-Plaza de España y por un servidor de vuecencias, que tendrá lugar el próximo martes 28 de febrero de 2012 a las 18:00 h. Un absoluto gozo de película que en su día fue un fracaso de crítica y público; sin embargo, con el paso del tiempo no hace sino crecer en calidad y maestría. Estaremos encantados de compartirla con la asistencia y de disfrutar una vez más de un buen rato en compañía de los personajes de Conan Doyle. Pasados, eso sí, por el filtro canallesco de Wilder, pero sin perder su esencia y su naturaleza. No como hacen otros…

III Ciclo Libros Filmados. Fórum de Fnac Zaragoza-Plaza de España.
– 18:00 h.: proyección
– 20:10 h.: coloquio con un servidor, en el que, además de darle una patada en el culo a Guy Ritchie y a sus porquerías sobre Sherlock Holmes, hablaremos del «Enigma Wilder»: ¿por qué se desentendió Billy Wilder de un proyecto que acarició durante años y que pudo abandonar antes de finalizar el montaje sin motivo aparente? Un buen caso para Holmes y Watson.

Música para una banda sonora vital – Laura

David Raksin compuso para Laura (Otto Preminger, 1944) una de las más inolvidables partituras del cine negro. Se ajusta como un guante a este melodrama criminal de bajas pasiones magníficamente fotografiado por Joseph LaShelle (Oscar por su trabajo) y protagonizado por una Gene Tierney que enamora a todo el mundo, acompañada del genial Clifton Webb y el pasmado de Dana Andrews como detective MacPherson, trío complementado con secundarios de lujo como Vincent Price o Judith Anderson.

Una pieza evocadora, espectral, pesadillesca, neurótica, que nos introduce adecuadamente en el torbellino emocional de una película imprescindible.

La humanidad en peligro (II): La doctrina del shock

Una humanidad más en peligro que nunca es lo que retrata este magnífico documental de Michael Winterbotton en el que, a través de las palabras de la sabia canadiense Naomi Klein, se analiza la confrontación -inevitable, según parece, e irreconciliable, según nos tememos- entre democracia y capitalismo.

A través de distintos episodios históricos recientes -el golpe militar en Chile contra Salvador Allende, las dictaduras del Cono Sur americano, la guerra de las Malvinas, la caída del Muro de Berlín, el golpe de Estado en la URSS en 1991 y la implantación del gobierno pseudodemocrático de Boris Yeltsin, el 11-S y la falsa «guerra contra el terrorismo», las invasiones de Afganistán e Irak- y la aproximación a figuras económicas -como Milton Friedman, fundador de la Escuela de Chicago, ideólogo de la miseria moral en la que vivimos- y políticas decisivas para entender la crisis que padecemos hoy -Augusto Pinochet, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, entre otros-, el documental advierte de las incompatibilidades existentes entre el Estado social y democrático de derecho y la implantación de la actual situación de desregulación de los mercados financieros, y a sus consecuencias sobre la paz social y el aprovechamiento que muchos regímenes políticos hacen de la situación de crispación colectiva para recortar derechos económicos, sociales y políticos a la población.

Igualmente, el documental explora las manipulaciones políticas a fin de introducir representantes de la Escuela de Chicago en los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, Latinoamérica, Rusia y algunos otros países del Este de Europa, fenómeno extrapolable a la actual presencia de tecnócratas en los gobiernos de media Europa que no han recibido su legitimidad a través de un proceso de elección democrática (o a través de procesos de elecciones que, como en España, han puesto al zorro a cuidar de las gallinas).

Muy recomendable. Muy lúcido. Muy inteligente. Difícilmente rebatible. Después de su -obligatorio- visionado, cabe preguntarse: ¿nos informan de algo los medios de comunicación o son meras pantallas de maquillaje del mundo que nos rodea?

Diario Aragonés – Caballo de batalla

Título original: War horse

Año: 2011

Nacionalidad: Estados Unidos

Dirección: Steven Spielberg

Guión: Lee Hall y Richard Curtis, sobre la novela Michael Morpurgo

Música: John Williams

Fotografía: Janusz Kaminski

Reparto: Jeremy Irvine, Emily Watson, Peter Mullan, Niels Arestrup, Tom Hiddleston, David Thewlis, Benedict Cumberbatch, Celine Buckens, Toby Kebbell, David Kross, Nicolas Bro, Leonhard Carow, Eddie Marsan, Patrick Kennedy, Liam Cunningham

Duración: 146 minutos

Sinopsis: Historia de la amistad entre un joven y su caballo en el marco de la I Guerra Mundial.

Comentario: Da la impresión de que Steven Spielberg ha querido sintetizar en Caballo de batalla las dos vertientes de su filmografía, el cine infantil y juvenil, en el que es un maestro, y sus películas, digamos, “maduras”, en las que tradicionalmente casi siempre se queda corto o resulta fallido. En esta ocasión adapta una novela convertida en obra de teatro con un protagonista muy particular, Joey, un caballo sacado de su plácido hogar en la campiña para ser utilizado por el ejército británico en los combates de la Gran Guerra.

Filmada con elegancia, lirismo y corrección formales, la película adolece, por un lado, de personajes que superen las fronteras de lo arquetípico o de lo decorativo, lo cual acarrea que los intérpretes, siendo eficientes, no destaquen especialmente (a excepción, quizá, de Peter Mullan como padre del protagonista humano), y por otro, de un verdadero interés que no dependa del mero sentimentalismo. Construida sobre una estructura episódica, de pequeñas historias que, con Joey como hilo conductor, nos presentan distintos personajes y situaciones, unos domésticos y otros bélicos, que poco o nada tienen que ver entre sí y que fragmentan la narración con saltos de ritmo y rupturas de tono, ninguna de ellas resulta verdaderamente profunda o intensa en lo puramente narrativo, ya que sirven únicamente como pretexto emocional de la trama, esto es, la separación y el reencuentro de dos amigos, uno humano y otro equino, con un trasfondo bélico en cuyas causas, historia y consecuencias apenas se entra.

La simpleza emocional y narrativa de la cinta no se traslada a la puesta en escena, de dirección artística sobresaliente y con un gran trabajo de ambientación y un impecable tratamiento de primer nivel en la recreación de las secuencias y de los escenarios bélicos [continuar leyendo]

La humanidad en peligro (I): Them!

La humanidad en peligro (Them!), breve película (apenas 90 minutos) dirigida por Gordon Douglas en 1954, es una de las mejores cintas de ciencia ficción de serie B volcadas en el mensaje de advertencia acerca de los peligros de la carrera nuclear inherente a la Guerra Fría. Douglas posee una filmografía extensísima que abarca cinco décadas, si bien sus títulos, algunos de ellos de cierto renombre (sin ir más lejos, su trilogía detectivesca con Frank Sinatra en los sesenta), permanecen en un segundo plano con respecto a los más importantes directores del periodo clásico. No obstante, este artesano (en el mejor sentido) extrae un notable partido a una historia que parece destinada a alimentar las sesiones matinales de fin de semana del público escolar para convertirla en una estimable aventura acerca del ser humano enfrentado a una naturaleza mutante desbocada.

La historia está llena de matices y posee distintos tonos y formas que van acoplándose al desarrollo de la trama. Se inicia con una dinámica de averiguación y suspense: la policía de una pequeña ciudad del suroeste de Estados Unidos encuentra a una niña abandonada que parece encontrarse en estado de shock. Incapaz de hablar y explicar lo sucedido, cómo ha llegado hasta allí o dónde está su familia, sólo parece reaccionar ante determinados estímulos que parecen retrotraerla a un momento de auténtico horror. Este comienzo, contado en clave policíaca, nos sitúa ante las investigaciones del sargento Peterson (James Whitmore) en torno a lo ocurrido a la familia de la niña, un caso que se excede a sí mismo cuando empiezan a llegar noticias de corte similar: desapariciones, extrañas muertes y desastres en los enclaves humanos de los alrededores. Todo ello hasta que el secreto, finalmente, se desentraña: las hormigas de la zona, a resultas de las radiaciones recibidas por las pruebas nucleares que el ejército norteamericano está desarrollando en el desierto, han mutado hasta crecer y volverse gigantescas y construir enormes hormigueros en los que almacenar los cuerpos humanos para alimentarse de ellos.

El segundo tramo de la película activa el resto de los mecanismos narrativos introducidos por Douglas y su guionista, Ted Sherdeman, que se inspira en uan historia de George Worthing Yates, autor de obras de ciencia ficción como La Tierra contra los platillos volantes o La conquista del espacio. Las autoridades locales echan mano de los expertos en insectos para que les ilustren acerca de cómo combatir a las hormigas y erradicar su presencia en los alrededores. El profesor Medford (Edmund Gwenn) y su hija Pat (Joan Weldon) se ofrecen a colaborar con la policía e incluso llegan a ilustrar a los personajes y al público con una entretenida e ilustrativa charla entomológica acerca de las hormigas, sus características físicas, sus costumbres y su sociedad. Al mismo tiempo, durante esta fase de la historia, se ponen en marcha las primeras operaciones contra los hormigueros más cercanos, a la vez que se empieza a saber que el mal se está extendiendo se tienen noticias de otros puntos del país o de México en los que se está produciendo el mismo fenómeno. Continuar leyendo «La humanidad en peligro (I): Them!»

La tienda de los horrores – Rafi, un rey de peso

Si se traslada Un yanqui en la corte del rey Arturo de Mark Twain al tiempo presente, se la despoja de toda gracia y talento y se omite cualquier lectura crítica y sarcástica acerca de los sistemas de gobierno y las relaciones de la sociedad con la política, nos queda la novela de Emlyn Williams, probablemente de un involuntario tono infantil, en la que se basa este aborto fílmico, King Ralph, titulada en España, por si el ridículo no fuera ya suficiente, Rafi, un rey de peso, dirigida en 1991 por un tal David S. Ward, cuyo mayor éxito es sin duda una cosa llamada Abajo el periscopio (1995), otra ¿comedia? igual de espantosa que ésta.

El argumento se resume pronto: un accidente acaba con toda la familia real británica, por lo que el Estado tiene que exprimir el orden sucesorio para encontrar a un nuevo ocupante del trono, que no es otro que Ralph Jones (John Goodman), un obeso pianista de Las Vegas acostumbrado a la comida rápida, el lenguaje obsceno, la moda hortera, los programas de televisión y los pellizcos en el trasero a las coristas, vedettes y demás morralla de la ciudad del juego. Pero claro, las oportunidades que se le abren le obligan a trasladarse a Londres a asumir el trono, lo cual le fuerza a un cambio radical de hábitos y aficiones, orientado en todo momento por su cicerone en la corte, guía práctico, consejero y profesor de modos y maneras (Peter O’Toole). Esta necesidad de adaptarse a toda velocidad al estricto mundillo de la realeza, rodeado de lujos y riquezas pero también de obligaciones y servidumbres, centra las presuntas gracias de la película, que gracia, lo que se dice gracia, la tiene en el culo.

La película pretende asentarse sobre tres de los pilares básicos de la comedia de todos los tiempos. A saber: en primer lugar, el tema del «pez fuera del agua», esto es, un personaje trasplantado por azar a un entorno no habitual repleto de situaciones en las que se siente extraño, ajeno, lo cual debe propiciar situaciones absurdas e hilarantes fundamentadas en la falta de comprensión y los equívocos constantes. Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Rafi, un rey de peso»