La magia del terror: La mujer pantera (Cat people, 1942)

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Es extraño, los gatos siempre se dan cuenta si hay algo que no está bien en una persona (la dueña de la tienda de animales de Cat people, 1942).

El cuarteto formado por el productor de origen ucraniano Val Lewton (de verdadero nombre Vladimir Leventon, sobrino de la gran actriz del cine mudo Alla Nazimova), el director Jacques Tourneur, y los montadores y futuros directores Robert Wise y Mark Robson (a veces con la colaboración del guionista Curt Siodmak, el hermano del director, Robert), creó para la productora RKO toda una serie de obras maestras del cine de terror caracterizadas por unos argumentos siempre ligados a una intriga sobrenatural de aires góticos, horror sobrecogedor y romance truncado. La mujer pantera, junto con Yo anduve con un zombi (I walked with a zombie, 1943) y El hombre leopardo (The leopard man, 1943), es la mejor y, por encima de ellas, la más popular, ejemplo a su vez de las notas características de las películas de miedo de este periodo: atmósferas misteriosas captadas con sutil elegancia y turbios juegos de luces y sombras, mágica capacidad para sugerir inquietud y romanticismo, y un clima intranquilo que bajo su equívoca placidez apenas esconde el torbellino de confusión psicológica e incertidumbre vital de unos personajes abocados a luchar por su vida frente a  unos fenómenos que escapan a su comprensión, a la ley natural y a la de los hombres.

La fuerza de la película radica en la ambigüedad de su protagonista, Irena Dubrovna (magnífica Simone Simon, inolvidable en su personaje, traslación al plano femenino de la simpática monstruosidad que, en lo masculino, fue capaz de despertar Boris Karloff como el monstruo de Frankenstein para James Whale), una joven dulce y atractiva de origen serbio en la que se fija Ollie Reed (Kent Smith), mientras ella está dibujando una pantera negra en el zoológico. El súbito idilio desemboca en matrimonio, pero Ollie no tarda en captar que algo no va bien: ella se muestra fría, distante, como abstraída, y su obsesión por los grandes felinos parece aumentar en la misma medida que el desinterés por su nuevo esposo. Ni siquiera el gatito que él lleva a casa sirve para contentar o contener esa fijación obsesiva ni para despertar unos instintos más tiernos que la lleven a ser más cariñosa con su marido, hasta que la verdad estalla en toda su crudeza y Ollie asiste al imposible espectáculo de una leyenda tenebrosa que cobra vida.

La película se maneja de forma excepcional sobre la duplicidad de personajes y situaciones. Asentada sobre un triángulo romántico formado por Irena, Ollie y Alice (Jane Randolph), la compañera de trabajo de él que le ama secretamente (o no tanto), es la doble caracterización de cada personaje lo que amplía y enriquece la polivalencia del drama. ¿Es Irena una mujer reprimida sexualmente cuyos miedos le impiden consumar su matrimonio, como defiende su psiquiatra (Tom Comway)? ¿O es que quizá tiene demasiada fe en el cuento de viejas de su aldea natal que habla de que la lujuria, la ira, los celos o cualquier otra pasión exacerbada puede despertar el espíritu maligno que la habita y que cobra la forma de una pantera asesina? ¿Es Alice la chica fuerte, independiente, afectuosa y digna que aparenta, el nuevo tipo de mujer trabajadora resultante de la incorporación de su sexo al primer plano de los asuntos públicos propia de los años 40 en Estados Unidos, o sólo es una fachada que oculta su vulnerabilidad emocional? ¿Y Kent? ¿Es tan papanatas como parece o es su arma para seducir a las mujeres o para disimular su orgullo profesional? Estas ambivalencias, mantenidas a lo largo del brevísimo metraje (73 minutos), dotan a la película de una amplitud de puntos de vista y alicientes narrativos que permiten crear una absorbente y poliédrica estructura de miedos, recelos y pasiones que atrapan al espectador en una tupida red de frustraciones y terrores implacables, un sutil reinado del terror cuya poderosa carga se deposita en una puesta en escena hipnótica, con gran dominio del espacio, de la luz, de las sombras y, a pesar de emplear a menudo planos generales, haciendo hincapié en gestos, miradas, silencios, huyendo de cualquier tentación de uso desenfrenado de la violencia o del morbo de unas muertes sangrientas y efectistas (a diferencia del horrible remake de 1982 dirigido por Paul Schrader, mucho más interesante por lo que ocurría tras la cámara entre el director y Nastassja Kinski que por la propia película en sí).

Esta preponderancia del contenido dramático sobre el empleo de los efectos especiales puede hacer que la película resulte hoy algo anticuada en su forma, pero no le resta ni un ápice de su poder cautivador. Algunas de sus secuencias permanecen en la memoria colectiva como de las mejores del género, como por ejemplo la de la cena, cuando la inquietante mujer extranjera llama la atención de Irena y abre la puerta a su extraño vínculo mágico con su pueblo natal; o la de la tienda de animales, que reaccionan nerviosos, histéricos, furibundos, desesperados, ante la “presencia” de un felino amenazador; o, por supuesto, la de la piscina situada en el sótano, cuando Alice no se atreve a salir del agua, presa del pánico, mientras escucha sonidos misteriosos que indican un peligro mortal y percibe el perturbador reflejo acuoso de unas sombras trémulas de muerte y sangre, y el posterior descubrimiento de un albornoz rajado de parte a parte por unas garras iracundas…

Magníficamente interpretada, especialmente por Simone Simon y Jane Randolph, y también por el odioso Tom Conway (hermano, por cierto, del odioso por excelencia de la pantalla, George Sanders), algo menos por Kent Smith, actor demasiado plano y soso, el poder de la película descansa sobre todo en el atractivo de una historia fundamentada más en la sugerencia que en lo explícito, en la caracterización frágil, dubitativa y desesperada de Irena, y en lo inagotable de su tema central, la capacidad del ser humano para destruir aquello que más ama.

Dos años después, Robert Wise dirigió un remake, El regreso de la mujer pantera (The curse of cat people, 1944), igualmente superlativa en la construcción de la atmósfera y en lo hechizante de sus imágenes, pero insatisfactoria en su intento de recuperar una trama absorbente y poderosa que justifique la existencia de la secuela.

18 comentarios sobre “La magia del terror: La mujer pantera (Cat people, 1942)

  1. ¡Qué buena e inolvidable es la escena de la piscina!
    Yo estos días me estoy dando un baño de Tourneaur… Y es una gozada.
    Aunque aún me queda por descubrir mucho de su filmografía (espero un día poder ver sus westerns).
    Besos
    Hildy

  2. Pues mira, de sus westerns recuerdo «Wichita» y «Una pistola al amanecer». No son gran cosa, pero no están mal. De sus otras películas, aparte de la maravillosa «El halcón y la flecha», me quedo con «La mujer pirata», obviamente, «La comedia de los horrores», y esa extraña rareza diabólica que se llama «La noche del demonio». Curiosísima. Seguro que Íker Jiménez se pone en órbita con ella…
    Besos diabólicos

  3. Esta película es inolvidable,amigo Alfredo,totalmente inolvidable.La vi de niño por televisión y me dejó marcado,sobre todo esa escena en la piscina.No he
    vuelto a verla pero tengo muy buena memoria.Por cierto,hoy está de moda decir que no se tiene memoria.No lo entiendo. Y, efectivamente,vi en el cine un domingo por la mañana en el ciclo infantil El halcón y la flecha.Hoy la tengo en deuvede (me gusta escribirlo así).Es maravillosa.La noche del demonio me parece estupenda,tanto como La comedia de los horrores.Sus westerns,sinceramente,nunca me gustaron,pero ahí está el gran Tourneaur para la memoria.Perdona,pero desde que me enteré de la inminente muerte del celuloide soy mucho más condescendiente con el cine.Ando escribiendo una
    reseña de La strada con Rota,una trompeta,Gelsomina y Zampanó.

    Un fuerte abrazo

  4. Por cierto,hablando de monstruos,acabo de enterarme que ayer murió a la edad de 92 años el maravilloso Ray Harryhausen,padre de las maravillosas criaturas de películas como Simbad y la princesa o Jasón y los Argonautas.Este hombre sin el digintal y los gráficos informáticos me maravilló con su ejército de esqueletos y toda la mitología griega puesta al servicio de la aventura.

    Abrazos

  5. Te entiendo. Digamos que lo políticamente correcto hoy, lo más acorde con los tiempos, la moda del momento, es no tener memoria. Olvidar fácil permite consumir antes, que es lo que importa y, por otro lado, utilizar la mentira y la manipulación, que importa todavía más. Lo peor de todo es que esa falta de memoria es una consecuencia de la dictadura de «lo moderno»: vive deprisa, compra mucho, olvida rápido, acumula, suma, más, más = mejor, no mires hacia atrás, ni siquiera por el retrovisor, corre y compra, corre y compra, corre y compra… Lo clásico, lo antiguo, precisan de la memoria. El mayor delito de nuestro tiempo es no ser moderno, es decir, no sustituir una moda por la siguiente a la velocidad de vértigo. Tener memoria hoy es un delito.
    He visto algo de lo de Harryhausen antes, sí. Uno de esos genios del cine que merecen reconocimiento y homenaje.
    Abrazos

  6. ¿Pero en Serbia hay panteras?…
    He oído hablar mucho de esta peli y creo que algo vi de niño, al igual que «Yo anduve con un zombie» de la que recuerdo poca cosa: muchos tambores y no «un» sino «una» zombie. Si no me equivoco.
    Lo cierto es que me gustaría un montón ver todas estas películas de terror que mencionas.

  7. Hoy no, desde luego. Pero Serbia, como otros lugares del antiguo Imperio Otomano, luego bajo el Imperio Austro-húngaro, como los Cárpatos, Transilvania y Valaquia, por ejemplo, durante tantos siglos apartadas de las rutas principales y del primer plano de la atención mundial, dan mucho juego para este tipo de cosas, su desconocimiento, las confusas ideas sobre la oscuridad de su mezcla cultural a lo largo de las centurias, y su condición de frontera secular, montañosa y remota, contribuyen al misterio. De todas formas, me voy a meter un poco contigo: ¿es que acaso en las películas de Drácula te preguntas si en Rumanía hay vampiros? ¿O en las del espacio si hay extraterrestres? Además, puede que en Serbia (en mis tiempos de estudiante, no hace tanto -cursé COU en 1994- se escribía Servia, con uve, ¿qué leches a pasado con la grafía?) no haya panteras, pero sí hay maldiciones y señoras con muy mala leche que te echan mal de ojo a la menor ocasión. Vamos, como aquí.
    En «Yo anduve con un zombi» tus ecos son correctos; es una mujer enferma la que cataliza la trama al principio, aunque luego hay de todo. Pero el título original habla de «a zombie», lo que puede entenderse por él o ella, o incluso por el género neutro, y así hablaríamos de un zombi, en general, al que luego cabría añadir el género, masculino o femenino.
    En cuanto a la nueva plantilla, renovarse o morir. Esto estaba a punto de morir, así que era cambiar o cerrar. Y de paso nos adecuamos a los nuevos tiempos y a la desaparición definitiva del celuloide, fijada para 2015.
    Saludos.

  8. Para, para ¿cómo a punto de morir? Te propusiste aguantar hasta los 39… ¡que aún queda material Alfredo! Respecto al celuloide ¿qué le vamos a hacer? El desarrollo tecnológico es imparable y nos lo meten a la fuerza y tragamos, con sus cosas buenas y las malas. Supongo que más buenas que malas aunque la técnica digital aplicada en todos lo oficios, desde los coches hasta la medicina, no haya quien la entienda, me parece a mí. Antes hasta yo mismo podía reparar un montón de artilugios pero hoy hay que morir al palo y depender de la información y utillaje de la casa fabricante. Si hubo una democratización en la comprensión de la técnica, (la F.P, para bien o para mal contribuyó mucho a ello) hoy se está perdiendo. Lógico, mirándolo desde el punto de vista del fabricante… pero perdona por contarte estas cosas que a ti no te pueden interesar. lo que quiero decirte es que -te lo decía el otro día- no me gusta nada esta época que estamos viviendo porque, entre otras cosas, y esto sí que tiene que ver con la producción de nuevas historias para el Cine o la Literatura, en estos tiempos de fabricación masiva e investigación sistemática, pues ya parece que no hay nada nuevo por descubrir, diseñar o inventar por uno mismo.

    Ah y de la Mujer Pantera decirte que, ayer comencé a verla y me parece estupenda, sin pretenderlo se me escurrieron 30 minutos sin darme cuenta, hoy continuaré con el resto.

    1. Pues precisamente por eso el cambio, para llegar a los 39, como poco… Hay que reciclarse, refrescarse, aunque sea estéticamente, para eliminar esa cosa tan peligrosa que es la rutina (eran seis años de plantilla…).
      Es muy interesante todo lo que apuntas; por no embolicarnos, te dejo un par de ideas: 1) con la muerte del celuloide y su sustitución por el digital, se pierde; es decir, se trata de una de esas raras veces (como el VHS con el BETA, por ejemplo) que se impone una tecnología de peor calidad sobre una que ha demostrado ser mejor bajo el único prisma del presupuesto y de un falso espíritu de modernidad; con el sistema digital perderemos, seguro, calidad en sonido y en iluminación, en fotografía, todo quedará rebozado de esa pátina fría, quirúrgica, pixelada, nubosa, de lo digital, y además se perderá el efecto de determinadas técnicas como el zoom, la profundidad de campo, los claroscuros…; 2) una de las peores cosas de nuestro tiempo es la saturación (ya lo advirtió Buñuel); estamos saturados de todo, y al mismo tiempo se nos compele a seguir consumiendo aquello de lo que estamos saturados: ¿cómo hacerlo? Inoculando la desmemoria, el olvido, que esa modernidad permanente se convierta en la memoria del pez, en la amnesia continua.
      Y, sobre la película, me alegra mucho que te esté gustando; es justo lo que pretendemos, hacer un boca-oreja. No somos críticos ni gurús, somos gente que recomienda a otra gente que vea (o no) esto o aquello. Y me alegro cuando se entiende y se aprecia.
      Eso sí, formo parte del Frente Radical Contra el Visionado Fragmentado de las Películas (FRCVFP), o sea que me toca un poco las narices que una película de apenas 74 minutos la veas a cachos, y no de tirón. ¿Dejarías un polvo a medias hasta el día siguiente? ¿Por qué una peli…?
      Saludos

  9. ¡Yepa! ¡Vaya cambio de decoración, Alfredo! Si a tí te gusta, a mí, con que sigas escribiendo tan bien reseñas como la presente, me da igual el continente…

    De la película únicamente suscribir lo que cuentas sin poder añadir nada, más allá de la fascinación y magnetismo con que Tourneur sabe ofrecer y contar la trama que, ciertamente, al modo clásico, apunta cuestiones que como espectador ya va uno completando, ¡que no somos tontos del todo, carajo!

    Acabo de enterarme, leyendo los comentarios, lo del 2015 como fecha tope para el cine digamos que analógico, y creo que ahí habría mucha tela que cortar, muchas ventajas y desventajas, pero debo contradecirte cuando insinúas que ni el zoom ni la profundidad de campo tendrán lugar: si así fuere, no será porque la tecnología del vídeo digital no lo permita: será porque tanto directores com operadores de cámara sepan -o no sepan- lo que tienen entre manos….

    Lo que está claro es que la calidad visual no será la misma hasta que los proyectores digitales sean capaces; mucha tela, vaya…

    Un abrazo.

    1. Uf, no estoy muy seguro, Josep. Lo digital puede emular, aproximar, reproducir, simular… Pero no puede hacerlo igual. Puede quitarle el color a la imagen y hacerlo en blanco y negro, pero no puede rodar en blanco y negro directamente, por ejemplo, con su luz y sus sombras propias. Es así, me temo, al menos de momento. Y con lo demás, pues igual. Es como un CD: en principio, superficialmente, parece el mejor sonido concebible. Pero si prestas atención, tiene esa fría perfección de laboratorio tan falsa y calculada como simulada.
      ¿Podría hacerse «Cat people» en digital? Estoy seguro de que no.
      Abrazos

  10. Siempre te quejas del doblaje de las películas al español…
    Pues aún hay algo peor, algo que a mí me irrita un montón: que una peli española la rueden en Inglés. Como Romasanta… que da una sensación de postizo que me pone malo.

    1. A ver, no me quejo exactamente del doblaje de películas al español. Durante décadas, los actores de doblaje españoles han sido espléndidos, probablemente los mejores del mundo, incluso a veces superando las voces del original (reconocido a menudo por los mismos interesados extranjeros). Ahora, aunque ya no llega a los mismos niveles de excelencia, sigue siendo superior a la media.
      De lo que me quejo es de que el doblaje sea obligatorio y sea prácticamente el único cauce para acceder a una película, y también de sus problemas colaterales: la imposibilidad de percibir en todo su conjunto la labor interpretativa de los actores extranjeros (por ejemplo, en «El discurso del rey» el 99% de la gente ha oído tartamudear a un actor de doblaje español, no a Colin Firth) y además el daño que el no acostumbrarse a escuchar otras lenguas y a no leer subtítulos al mismo tiempo que se ven imágenes (cosa perfectamente posible) ha hecho al conjunto de la sociedad con respecto al aprendizaje de otros idiomas.
      Por otra parte, llamar película a «Romasanta» es un ejercicio de generosidad por tu parte. Que se ruede directamente en inglés no es tan problemático (hay algunas películas españolas estupendas rodadas íntegramente en inglés, como «Remando al viento»), excepto, como en este caso, cuando marcas de forma tan aguda el espacio donde transcurre la historia: siendo españoles, no rodar esa cinta en castellano o gallego puede ser un crimen, en efecto. Pero, insisto, lo de la lengua es secundario. Fíjate al límite de absurdo al que nos llevaría esa objeción llevada al extremo…

  11. Pues no te voy a contradecir respecto a Romasanta. A mí tampoco me gustó cuando la vi en el momento de su estreno (bueno, lo confieso, bajada de Internet. Aunque no por mí ¿eh?… Ayer vi el comienzo y me fui a fregar. La calificaría de ¿pretenciosa?
    Yo me acuerdo de crío haber visto a Jose Luis López Vácquez haciendo de hombre lobo y del miedo que me dio.

    1. Digamos que es autocomplaciente. Intentan seguir todos los clichés del género sin salirse de la pauta, y por eso se queda corta y resulta vulgar. No da ni siquiera lo que parece que promete.
      Hablas de «El bosque del lobo», de Pedro Olea, si mal no recuerdo. Interesante película, más cercana -no del todo- al hecho real de Manuel Blanco Romasanta que a la leyenda tantas veces rebozada en tonterías vampíricas. A mí es un hecho que me resulta curioso, porque luego, tras su captura, juicio y condena, obtuvo el indulto firmado por Isabel II. ¿Por qué? ¿Quién intercedió por él? ¿Dónde fue después? ¿Cómo acabó? ¿Hubo más muertes allí donde fue? Eso me parece mucho más interesante que cualquier mierda de peli de terror de tres al cuarto, pero lo que ocurre hoy es que al público no suelen interesarle más que mamarrachadas.

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