Había un guionista llamado Merle Miller que escribió que la gente en Hollywood siempre te está sobando, no porque les caigas bien, sino porque quieren ver lo tierno que estás antes de comerte vivo.
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Por lo que a mí respecta, no soy muy aficionado a los estrenos de películas, ni, si a eso vamos, a las gigantescas fiestas que se celebran a continuación. Para empezar, cuestan cerca de un millón de dólares, una cantidad demencial que se suma a las cifras ya terriblemente infladas de la mayoría de las películas de gran presupuesto. Además, ni siquiera se pueden justificar los costes como parte de la campaña de publicidad y promoción. El estreno en sí, todos los fans, las cámaras de televisión, los reflectores, los paparazzi, es lo que tiene repercusión en los medios. La fiesta posterior no es sino una paja que se hacen en honor a sí mismos. Y, por último, resulta que es, lisa y llanamente, una estupidez. No nos engañemos: pagar un millón de dólares por una fiesta es igual que pagar mil pavos por una botella de vino en un restaurante. Es posible que sea un gesto ostentoso, pero por muy buen vino que sea, seis horas después habrá que mearlo.
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En sus mejores momentos [el mundo del espectáculo] es mágico, ingenioso y emocionante. Hacer una película o una serie de televisión buena de veras es igual que atrapar un rayo dentro de una botella. Incluso cuando llega a ocurrir, uno nunca sabe a ciencia cierta cómo ha sucedido, pero tiene la seguridad de que un grupo de artistas y artesanos se han unido para crear algo que es mejor que la suma de sus partes. Y quien lo haya vivido sabe que es la mejor sensación del mundo. Has creado algo, o al menos has colaborado en algo, que ha permitido disfrutar, reír, llorar y descubrir cosas nuevas a un inmenso público. Has influido en la vida de la gente, y es difícil superar algo así.
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Muerte en Hollywood. Steven Bochco (Ediciones B, 2003).
¿Steven Bochco …? ¡Ése me suena al director de Canción triste de Hill Street! Auella serie me encantaba. Recuerdo que era bastante tristona…y la música inicial, mostrando el bullir cotidiano en las calles mojadas por la lluvia de Nueva York (supongo) era preciosa aunque también muy melancólica. Recuerdo especialmente al capitán Furillo, al sargento que planificaba la tarea diaria y a una pareja de agentes, uno negro y otro regordete y graciosillo… ésos eran los que más me gustaban.
Pues yo también estoy de acuerdo con lo que piensa Bochco, especialmente con esos gastos superfluos que son extrapolables a tantos eventos…especialmente si son instituciones públicas las que lo pagan (inauguraciones de obras públicas, etc). Son gastos ostentosos, pretenciosos y de los que muchos se inflan los bolsillos.
No me extraña, si lograrlo es tan milagroso como atrapar el rayo en la botella, que las obras de arte se consigan en contadas ocasiones.
El mismo, Carlos, y «Policías de Nueva York», y alguna que otra más. La ciudad de «Canción triste de Hill St.» era Chicago, eso sí. Supongo que recuerdas la frase: «tengan cuidado ahí fuera». Es curioso: ahora el tema de las series está sobredimensionado, se ven genialidades por todas partes, existen webs, blogs y redes sociales dedicadas en exclusiva a ellas… Y no hay ni una ni media, a excepción de «Los Soprano», que le llegue a la suela del zapato a «Hill St. Blues».
Ten en cuenta, no obstante, que estos párrafos son parte de una novela, y que quien habla es un representante-agente de actores y guionistas.
En cuanto a los fastos, eso forma parte de uno de nuestros absurdos cotidianos: la gente mediocre, politicuchos sobre todo, buscan perpetuarse en una placa conmemorativa, en un libro de registro, en el nombre de una calle. Creen que así queda algo de su legado, se rebozan de la pátina de la trascendencia, pasan a la Historia. Son unos gilipolllas, en suma.
Pero ¡qué descubrimiento! Se me acumulan los libros recomendados. ¡No conocía esta novela-thriller! ¿El protagonista, un guionista en Hollywood? ¿Un asesinato que puede salpicar a celebridades de dicho lugar?
¿Merece la pena conseguirla? DIme, dime… y aumenta mi baúl de novelas pendientes.
La fotografía me encanta: los tres llevarían a cabo una película que adoro: EL TERCER HOMBRE. ¿Por qué la fotografía? Hay similitudes con lo que se narra en la novela…
Besos tras la pista… que me lleve a la resolución del misterio
Hildy
Mi querida Hildy, si te digo la verdad, es un libro-pasatiempo, poco más. Yo lo adquirí en una feria de libro viejo y antiguo (y es de 2003, que conste) por apenas 5,00 euros, y me lo leí en dos tardes (tiene 253 páginas, muy ágiles y amenas).
Trata precisamente de un crimen «pasional» casi justamente bajo el letrero de «Hollywood», y de su ocultación y aprovechamiento para que, a costa de él y de sus circunstancias, un guionista con bloqueo de inspiración retome con ánimo, fuerza y expectativas de gran negocio su oficio. Permite hacerse un retrato ajustado de ciertos estereotipos hollywoodienses y hay un buen puñado de reflexiones interesantes tanto sobre el lugar como sobre el negocio y quienes lo frecuentan. En suma, sin ser gran literatura, resulta agradable (quizá se abuse en cierta manera del lenguaje soez y del recurso al sexo, en un plano bastante sucio, todo hay que decirlo).
Pero quédate tranquila: la foto no tiene que ver con la novela; me parece, eso sí, que ilustra por sí misma como evocación de todo lo que rodeó tanto a «El tercer hombre» como en sus respectivas carreras, al menos en parte, las ideas de los tres párrafos que he seleccionado.
Besos
No sé qué me gusta más… el texto o la foto. La foto, sí. Bueno no, el texto. No, la foto. El texto… ¡Ambos!
Un abrazo
Afortunadamente, no estamos obligados a elegir. Lo queremos todo… cuando es bueno.
Abrazos.
Menudo trío,joder.Hoy si los pongo en mi lista de preferencias pondría primero a Graham Greene porque sigo leyéndole con pasión.En segundo lugar a Carol Reed,porque su cine me sigue gustanto tanto como al principio y continúo descubriendo cosas de él muy interesante,y, el tercero a Selznick porque fue un productor de dieciocho kilates.
Abrazos
Pues más o menos por ahí mismo irían mis tiros. Selznick, la verdad sea dicho, siempre me ha caído bastante gordo, a pesar de sus méritos, etc., etc. Pero, no sé, cuando pienso en alguno de sus célebres memorandos de producción me viene a la cabeza un bloque de hormigón armado en caída libre sobre mi cocorota, y claro, me cae antipático. Los otros dos, mucho mejor. Será el aire a lo British…
Abrazos