Aquí tenemos al gran Darryl Francis Zanuck, toda una leyenda de Hollywood y miembro de esta tribu del periodo dorado del sistema de estudios que bien podría llamarse «de los productores totales», en su caso, al mando de la Twentieth Century Fox, de la cual surgieron bajo su mandato estrellas como Tyrone Power, Gene Tierney o Henry Fonda. Su característica primordial es que, en la línea del más legendario todavía Irving Thalberg, Zanuck no se limitaba a ser un tipo autoritario y con dinero capaz de sacar adelante cualquier proyecto, sino que contaba con auténtico talento para entender y desarrollar guiones, conformar historias y estudiar seriamente las verdaderas posibilidades de una producción.
Formado en las filas de Mack Sennett, pasó después por la Warner Bros. antes de fundar en los años 30, junto a William Fox y otros, el estudio cinematográfico más reconocible por la música de su cortinilla inicial. De inmediato, Zanuck dio luz verde a algunos de los títulos más míticos de John Ford, como El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, 1939), Las uvas de la ira (The grapes of wrath, 1940), ¡Qué verde era mi valle! (How green was my valley, 1941) -su primer Oscar a la mejor película- o Pasión de los fuertes (My darling Clementine, 1946).
Ideó las famosas películas de Sherlock Holmes con Basil Rathbone y Nigel Bruce antes de que pasaran a los estudios Universal, y produjo algunas de las primeras películas de Elia Kazan, como ¡Viva Zapata! (1952). Sus otros dos premios Oscar a la mejor película fueron por la cinta de Elia Kazan La barrera invisible (Gentleman’s agreement, 1947) y Eva al desnudo (All about Eve, Joseph L. Mankiewicz, 1950).
Darryl F. Zanuck falleció en 1979 a los 67 años.
Es curioso cómo cambia la visión que uno percibe de estos productores poderosos según leamos unas biografías u otras (de directores, actores, guionistas, otros productores…), lo que sí es cierto es que eran hombres que terminaban teniendo una nómina de películas increíble (¡Eva al desnudo! ¡Las uvas de la ira!), que cuando decidían arriesgarse y apostar por una película lo hacían (pero tenían el mismo poder para destrozar otros proyectos) y que a su manera sí que amaban y conocían el mundo del cine.
Lo último que lei de él en las memorias de una guionista no salía muy bien parado. Ocurre lo mismo con Thalberg según quien lo mire hay una imagen u otra.
Besos
Hildy
Sí, claro, con la gente importante ocurre así unánimemente. Por eso digo que «no se limitaba a»… Pero por eso tampoco dejaba de ser el productor-tipo. Lo que pasa es que, entre éstos, los había con fama de brutos (como Louis B. Mayer) y otros con fama de entender de cine (Thalberg). Independientemente de que luego fueran unos bárbaros con sus colegas y subordinados. Porque, incluso entre los bordes, hay clases.
Besos
Esta serie de productores de cine me lleva a una reflexión, amigo. Antes el cine tenía señas de identificación. Me explico. Por ejemplo, Alfred Hitchcock consiguió que el público dijera: Vamos a ver una película de Hitchcock. Yo todavía pude pillar el último momento de la muerte del cine y pude oír innumerables veces cómo los espectadores nombraban a los directores antes que a los actores. Hoy suelo preguntar a la gente que me dice que ha ido al cine quién es el director y me ponen cara de panolis. Tú estás publicando post sobre los productores del cine clásico; todos ellos con grandes personalidades, te guste o no lo que hacían, pero no se le puede desmerecer el conocimiento que tenías respecto a sus trabajos. Pero hoy; ¿quiénes son los que producen las películas? ¿Tienen idea de lo que hacen? Es más: ¿Quiénes son los directores de las películas que van a ver? Cuando era niño iba tanto al cine que conocía en persona al tipo que regentaba el bar. Ya me ponía directamente un Cacaolat frío. Se llamaba Manuel. Otra pregunta: ¿Cómo se llama ese adolescente con problemas de acné que acaba de llenarle el cubo de cartón de palomitas al individuo que ha ido a ver Superman?
Abrazos mil.
Pues igual se llama J.J. Abrams…
Toda la razón, amigo Paco. El cine está en manos de especuladores, publicistas, vendedores y charlatanes desde que el efecto llamada de los grandes ingresos por taquilla atrajo a negociantes que poco o nada tenían que ver con las películas (a dirigentes de compañías de dentífricos, sin ir más lejos, o a fabricantes de coches, armas y maquinaria agrícola, no te lo pierdas…). En fin, lo que hablamos tú y yo de vez en cuando.
Abrazos
Muy interesante la reflexión de Francisco Machuca… Cierto, hubo un tiempo en el que se nombraban a los directores antes que a los actores, aunque también existió otra época, curiosamente, el Hollywood de finales de los treinta y principios de los cuarenta, en la que todavía prevalecía el nombre del productor antes que el realizador y era precisamente a él a quien se le podía atribuir gran parte del resultado final de la película (p.e. Lo que el viento se llevó).
Y estoy totalmente de acuerdo, el cine actual no está en buenas manos… Enhorabuena por el blog! Acabo de descubrirlo y no tengo ninguna duda en incluirlo entre mis sitios favoritos de Diccineario, tanto por la calidad de las entradas como por el buen paladar cinefílico de quienes lo frecuentan.
Un saludo a todos.
Antonio
Gracias, Antonio. Encantado de verte asomar por aquí.
Hubo un tiempo, en efecto, que la película la «firmaba» el productor. Eso llegaba incluso a los créditos, en los que el director aparecía el primero y eran cerrados por el productor.
Saludos
Podríamos muy fácilmente extender la nómina a directores y guionistas que parecen entender poco de cine o por lo menos parecen carecer de la pulsión, la pasión o la vena artística de antaño.
En la época clásica, dejando de lado los comportamientos personales y cuestiones tales como el carácter bueno o malo, claramente tipos como Zanuck se movían -errando o acertando- pensando, en primer en hacer una buena película, porque los beneficios serían consecuentes en buena lógica, salvando excepciones. A nadie se le ocurría que iba a ganar mucho dinero con una mala película.
Ahora sí: ahora el productor ya no es Zanuck sino un tipejo salido de una escuela de negocios que se cree que lo más importante será una buena promoción: ayer leía que la Disney se va a dar otro batacazo -parece que merecido- por la adaptación del tebeo del Llanero Solitario.
Lo curioso es que llevan ya unos cuantos años en ese declive: con tipos como Zanuck al frente de los estudios, esto no pasaría, seguro: porque nos encantaría ir al cine.
Un abrazo.
Pues sí, Josep, ahí está el detalle, que diría Cantinflas… Entonces se pensaba que el negocio estaba en el buen cine; ahora se piensa en el cine como negocio, sin más. Los ejecutivos y los contables han copado los puestos de responsabilidad, y los criterios utilizados son puramente de balance de pérdidas y ganancias, de modo que ls cosas son buenas si triunfan y malas si no dan beneficios. El chocolate del loro, pero sin loro. Ni chocolate.
Un abrazo
Hola, Alfredo, buenas tardes; o sea, que la F era de Francis: nunca te acostarás sin saber una cosa más. En cuanto al personaje en sí, nada que añadir a lo mucho y bueno que ya habéis escrito los demás: como siempre, chapó…
Un abrazo y buen agosto
Pues sí, amigo Manuel, aunque el caso más llamativo de la F. es el «Ford» de Coppola, creo.
Disfruta tú también del agosto, que por ahí, como por aquí, es tremendo…
Abrazos