Música para una banda sonora vital – Una noche en la ópera

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Aunque desafina como una hiena y tiene menos voz que un avestruz con la cabeza enterrada, resulta mucho más amable escuchar I pagliacci, magistral pieza de Ruggero Leoncavallo, tarareado en boca de Groucho Marx por los pasillos del transatlántico de Una noche en la ópera (A night in the opera, Sam Wood, 1935), que observar a Al Capone-Robert De Niro contemplando una representación de la misma composición desde su lujoso palco de la Ópera de Chicago mientras ríe y llora a la vez ante la noticia del pasaporte de plomo que le han dado a Sean Connery en Los intocables de Eliot Ness (The untouchables, Brian De Palma, 1987). En todo caso, obra superlativa.

Y de propina, otro fragmento maravilloso que aparece en la cinta de los Marx, un inolvidable momento de Il Trovatore, de Giuseppe Verdi, ópera cuyo libreto está inspirado en una leyenda asociada a la Torre del Trovador del Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

6 comentarios sobre “Música para una banda sonora vital – Una noche en la ópera

  1. Qué operísiticos estamos hoy, querido Alfredo.
    Me voy al camarote a echar unas risas… y también dos huevos duros.
    Después me meto en la ducha y cantaré mi particular versión de La Boheme con gorgoritos incluidos.
    Dile a la madre de Normar Bates que no se equivoque de ducha, por favor.
    Besos en la Ópera
    Hildy

    1. Pues sí, es lo que tiene cantar en la ducha el viernes…
      Siento decirte que no me hablo con la madre de Norman Bates, no es mi tipo. Diferencias de carácter, supongo. Es que yo soy más de sierra mecánica, como bien sabes.
      Besos

    1. ¿Pero cómo que «era», tío? Quizá no a nivel popular a pie de calle, pero, a través del arte y la literatura, es una ciudad con una presencia de primer nivel, no sólo en la ópera, aunque sea indirectamente, sino en obras como la «Chanson de Roland», el «Quijote» o incluso «Guerra y Paz», de Tolstoi. El distrito universitario, el centro monumental de Bolonia, por tiempos la universidad más importante de Europa, siempre ha sido y sigue siendo el de Saragozza. En muchos lugares la presencia de Zaragoza no ha decaído para nada; fuera de España, claro. La literatura, la pintura -Goya- o el cine -Buñuel- no pasan de moda. Zaragoza es un clásico: por más que su espíritu provinciano siga vigente y su equipo de fútbol esté en Segunda -o Segunda B-, es atemporal. O inmortal, que la llaman algunos.
      Abrazos

  2. Me encanta la música clásica desde hace muchos años y también la ópera,pero escuchada en mi equipo de música,nada de ir a la ópera porque visualmente me parece ridícula de verdad. Verdi el que más,desde luego. No soporto a Plácido Domingo,Josep Carreras ni Pavarotti. Recuerdo con consternación cuando grabaron un disco titulado Los tres tenores y yo lo bauticé con Los tres terrores. De todas maneras la única ópera soportable (visualmente) es Una noche en la ópera. Lo dijo Groucho cuando iba subido en el carruaje y se detiene, justo, en la puerta y le echa una bronca al conductor porque todavía quedan cinco minutos de tostón y él le dice: Dese una vuelta.

    Abrazos

    1. Je,je… ¿Quieres decir que la Caballé vestida de walkiria veinteañera es algo ridículo…?
      Por cierto: tengo ese disco. No me digas que es ridículo oír a Placidoff Domingovitch (como lo llamaban en el doblaje de «Top Secret») cantando rancheras…
      Menos mal que siempre nos quedará Groucho.
      Abrazos

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