Germaine Lefébvre, ‘Capucine’, nació en enero de 1931 en la localidad francesa de Toulon, en la costa mediterránea. Saltó de las pasarelas al cine en la década de los sesenta, logrando amplia repercusión como esposa infiel de Peter Sellers en La pantera rosa (The pink panther, Blake Edwards, 1963).
Antes de eso, además de convertirse en amante de William Holden, ya había aparecido en la pantalla junto a Dirk Bogarde en el biopic sobre Franz Liszt Sueño de amor (Song without end), codirigida por Charles Vidor y George Cukor, y en el western (northwestern en realidad) Alaska, tierra de oro (North to Alaska, Henry Hathaway), con John Wayne y Stewart Granger, ambas de 1960, así como en la atrevida La gata negra (Walk on the wild side, Edward Dmytryk, 1962), que contribuyó a amplificar los comentarios sobre la supuesta bisexualidad de la modelo y actriz.
Compartió reparto con Holden en El león (The lion, Jack Cardiff, 1962) y El séptimo amanecer (The seventh dawn, Lewis Gilbert, 1964), en la que interpreta a una más que improbable guerrillera comunista malaya, y volvió asimismo a repetir en secuencias cómicas con Peter Sellers en ¿Qué tal, Pussycat? (What’s new, Pussycat?, Clive Donner, 1965). Dos de sus trabajos más importantes fueron para Joseph Leo Mankiewicz en Mujeres en Venecia (The honey pot, 1967) y para Federico Fellini en Satyricon (1969), y, tras tocar «chufa» en el cine español con Las crueles (Vicente Aranda, 1969), retornó al western en la «exótica» (producción francesa dirigida por un inglés, con reparto francés, suizo, norteamericano y japonés) Sol rojo (Soleil rouge, Terence Young, 1971).
Durante los años setenta participó en mediocres filmes italianos, especialmente para Sergio Corbucci, y en los ochenta accedió a aparecer en las peores secuelas de la saga de la pantera rosa de Edwards.
Finalmente, en marzo de 1990, Capucine se suicidó lanzándose desde la ventana de un octavo piso en la ciudad suiza de Lausana.
Hola, Alfredo, buenos días; una belleza a lo Joan Crawford la de esta mujer: rasgos un pelín duros, pero, en todo caso, fascinantes. De todas las pelis que enumeras, ya no es que no haya visto casi ninguna, es que de muchas de ellas ni siquiera tenía referencia; en cualquier caso, está claro que no fue la suya una carrera brillante en cuanto a títulos.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
No lo fue, no. O al menos en parte. Pero sí fue una presencia frecuente y elegante. Tampoco fue muy dada a exhibiciones interpretativas. Pero resultaba bastante más decorosa y competente que la inmensa mayoría de los floreros que hoy campan por las pantallas americanas.
Abrazos
Esa gente del cine que saltan al vacío… y son muchas, más de lo que sabemos. El último fue el director Tony Scott. Me has dado una idea,amigo.
Abrazos
Bueno, supongo que todo comenzó con Peg Entwistle, que dio el gran salto desde la letra H del letrero de Hollywood (Hollywooland por aquel entonces, creo, 1932). En fin, si la idea da royalties, iremos a medias…
Abrazos
¿Lo ves come es interesante? Empezar por Peg Entwistle dando un salto desde la letra H del letrero de Hollywood.¿No te parece una buena metáfora? Vale,vamos a medias.
Más abrazos
Pues sí, sobre todo porque acabó en un barranco lleno de escoria y basura orgánica… Puro Hollywood, vamos. Si a eso sumas la gente que se ha pasaportado mediante la ingestión de barbitúricos, podrías escribir un libro con varios tomos…
Abrazo de oso
… Y la verdad es que hasta en sus intervenciones en comedia… Capucine tiene cierta melancolía en el rostro.
Detrás de su belleza, tristeza.
Así forma parte de esa galería de mujeres hermosas… pero trágicas. Desde luego, está claro, la belleza no da la felicidad. Buscamos la fórmula de los momentos felices y es difícil de elaborar pero no imposible…
A pesar de los pesares, disfruté y sufrí viendo El séptimo atardecer… ¿Qué hacia William Holden para enamorar y siempre dar a sus historias sentimentales un triste final?
Besos
Hildy
Bueno, tan triste final como el suyo propio… Hay gente que atrae esas cosas. Mejor dejarlos en la pantalla.
Besos
Una actriz muy guapa. Y llevaba el cine en su nombre. Sin duda enriquece esta sección.
Muy estilosa y elegante, aunque no terminó de descollar como actriz, sí se hizo muy popular. Es lo que suele pasar con casi todas las modelos pasadas a la pantalla, aunque en la época clásica hay unas cuantas excepciones positivas.
¡Ostras Pedrín! ¡Se suicidó! No tenía ni idea. La conocía por «¿Qué tal Pssy Cat?» y por supuesto, «La pantera rosa» (Qué pensa de secuelas, por cierto, tuvo esta saga) También la vi en Las crueles. Caía simpática como espeosa infiel de Sellers. Pero poquito más, me temo. Abrazos.
Sin embargo, la mejor película de la saga de «La pantera rosa», no es la primera, sino la segunda, cuando Edwards se dio cuenta de que quien cortaba el bacalao era Peter Sellers y le dio todo el protagonismo. La primera es sosita y un pelín cursi; si no fuera por Sellers, prácticamente una bobada.
Como películas, las mejores en las que intervino son «Satyricon» y «Mujeres en Venecia». Pero a mí me gusta especialmente «La gata negra», que incluso hoy me sigue pareciendo atrevida para 1962.
Un abrazo