Aquí tenemos a un joven Kirk Douglas mostrándole su aparato (la trompeta en este caso, aunque intentó por todos los medios enseñarle mucho más, como tenía por costumbre, por otra parte, hacer con casi todas sus compañeras de reparto y, en general, con toda fémina de buen ver que se pusiera a tiro) a la pavisosa de Doris Day, que ya por entonces hacía méritos para encasillarse en el papel de mojigata cursi con tendencia a los gorgoritos y a la sonrisa ‘profident’ que la consagró para los restos, en una fotografía promocional de El trompetista (Young man with a horn, Michael Curtiz, 1950), drama interesante pero fallido que tiene como protagonista central a un muchacho que pasa de una infancia desgraciada y solitaria a tocar la trompeta en algunos de los locales con más clase de Nueva York.
El principal defecto de construcción del film reside, no obstante, en la música, y a dos niveles diferentes. En primer lugar, porque la cuestión musical queda reducida a un mero pretexto argumental; el jazz, lejos de adquirir un papel esencial en el desarrollo de la trama, no es más que un elemento más de la puesta en escena, un aditivo decorativo que reviste el arquetípico objeto de la acción: Rick Martin, un joven pobre, con una infancia triste (sus padres fallecen prematuramente y él se cría en el desestructurado y caótico hogar de su hermana) encuentra en la música, en particular en la trompeta, la vía para huir de su presente y aspirar a una vida con la que sólo puede soñar; convertido, ya talludito (Kirk Douglas) en un virtuoso del instrumento (seguimos hablando de la trompeta) gracias a las enseñanzas de un maestro negro, Art Hazzard (Juano Hernandez), echará a perder su carrera y su futuro cuando se enamora de la mujer equivocada, Amy North (Lauren Bacall), e intenta paliar los sinsabores que le produce con la ingestión masiva de alcohol. La amistad de Jo Jordan (Doris Day), en realidad enamorada de él, no le sirve para reconducir la situación, y el sueño de su vida, encontrar la nota que nadie ha logrado hacer sonar antes, la melodía añorada que sólo existe en el dibujo difuso e inaprensible de su mente, se le escapa para siempre… Es decir, nos encontramos con una historia típica de ambición, ascenso, desengaño, traición, frustración y redención, con la música como simple escenario. Por otro lado, los números musicales que el director regala a Doris Day para el lucimiento de sus cualidades vocales no hacen sino interrumpir el desarrollo dramático de la acción, entrecortando sin necesidad una historia en la que los músicos y el jazz deberían contar con la mayor cuota de protagonismo.
No todo son errores, desde luego. El planteamiento, la narración en flashback de toda la historia por parte del personaje de Willie ‘Smoke’ Willoughby (Hoagy Carmichael), pianista al que Rick conoce en su primer trabajo como trompetista para una orquesta (en el ball-room ‘Aragon’, por cierto), que queda limitado a abrir y cerrar el film, evitando la reiteración del recurso a la voz en off, resulta un acierto, y las interpretaciones, tanto de Douglas como de Bacall, son voluntariosas e intensas. A pesar de ello, y de su gran amistad de años (ambos estudiaron en la misma escuela neoyorquina, y Bacall, ya instalada en Hollywood, hizo mucho por conseguir que Douglas pudiera dar el salto de Broadway al cine), en pantalla carecen de química, de sintonía, y no resulta creíble en ningún modo su arrebatada atracción inicial ni tampoco el desarrollo dramático de su relación, que va de la exaltación inicial al odio mutuo, y que es el detonante del fracaso vital de Rick: a partir de ahí no sólo da la espalda a Jo y a Willie, sino que se enfrenta a Art hasta el punto de renegar de él y de las enseñanzas que recibió de su parte. El alcohol constituye su único horizonte vital, hasta que, por exigencias del Código Hays, el guionista Carl Foreman (adaptador de la novela de Dorothy Parker) debió introducir con calzador un apresurado final feliz -relatado por Willie pero no mostrado ni bien engranado con el desarrollo de la película- en el que Rick encuentra de nuevo el camino, grabando discos con una orquesta, acompañado de la voz de Jo y el piano de su amigo.
Melodrama sentimental con interludios musicales más que musical en sí, historia ceñida a los cánones de superación, auge, caída y redención, la pericia de Curtiz en la dirección consigue dotar a un film esquemático y previsible de brío y buen pulso, y esto lo consigue, más que nada, el papel residual que le concede a la música (la partitura de la película es de Max Steiner, con apuntes jazzísticos de Ray Heindorf), en especial a las sesiones que los músicos improvisan en los distintos locales nocturnos y tugurios de la ciudad (con gran interpretación de Douglas en su simulación del toque de trompeta, instrumento que intentó aprender por sí mismo para representar su personaje de manera realista), así como a la inclusión de algunos de los más célebres clásicos de la época, todos ellos reconocibles, que hacen más ágil e inteligible para el espectador no iniciado en el jazz la comprensión que el significado de esa música tiene para Rick, sus ansias de saltarse las partituras y dejar volar la melodía de su trompeta hacia la búsqueda de esa nota, de esa secuencia de notas, escrita sólo en su imaginación.
Película para disfrutar más con detalles puntuales que por la solidez del conjunto, permanece no obstante en la memoria cinéfila como uno de los escalones que posibilitaron el ascenso al estrellato de Kirk Douglas, un actor carismático, temperamental y muy independiente, que llegó a Hollywood por la puerta grande y que, en el momento de escribir estás líneas, es el último actor masculino vivo del Hollywood dorado.
Esta película la vi de casualidad hace unos meses en la tele, ya empezada, y me gustó bastante: parece que relata hechos más o menos verídicos de no recuerdo qué trompetista de jazz: sí recuerdo que la música de la trompeta se confió a Harry James. He de buscarla porque me falta por ver el primer cuarto de hora, por lo menos…
Me parece que fías mucho en la virtuosa Doris: malas lenguas aseguran que no era tan pudorosa como aparece en pantalla….
Lo que no sabía es que Lauren Bacall hubiese coincidido con Kirk en sus inicios.
Un abrazo.
Efectivamente, su inspiración es real. Sin embargo, a mí me parece que queda reducida a una historia bastante esquemática de ascenso y caída, con ingratitud y endiosamiento de por medio, como paso postrero hacia la redención y, por consiguiente, al éxito.
En cuanto a Doris, eso, malas lenguas. En Hollywood, en cuanto te casas cuatro veces ya te colocan fama de casquivana…
La relación de Bacall y Douglas la cuenta él muy bien en sus memorias, «El hijo del trapero». Y cuenta que fue de las pocas actrices jóvenes de su tiempo que se le resistió. En escena y fuera de ella.
Un abrazo
Como dice Josep, la trompeta que suena durante la película (impresionante, por cierto, la potencia de su sonido) está interpretada por Harry James que precisamente se caracterizaba por hacer sonar el instrumento con mucha fuerza. Y Kirk Douglas, como dices, resulta muy creíble en todas las escenas en las que se encuentra con la trompeta. Tenía muchas ganas de leer tu artículo sobre esta películas que, dicho sea de paso, se encuentra entre una de mis favoritas precisamente por uno de los problemas que destacas: la música. Todavía recuerdo con claridad esas escenas en las que Martin (Douglas) después de terminar los ensayos, continúa ensayando en su habitación. La ciudad de madrugada, el eco del sonido de la trompeta… Creo que es una escena inolvidable. El mayor fallo de la película, no obstante, creo que es el que viene impuesto: el final irreal. Además, como dices, tampoco creo que parezca creíble la relación entre Martin y North. Por lo demás, me gustó mucho. Es cierto que, con ciertos números musicales de Doris Day, se interrumpe el ritmo de la trama. Pero, aunque Doris Day haya resultado siempre tan repelente, creo que este fue su mejor momento, musicalmente hablando. Lo que más me gusta de la película, además de la sensacional interpretación de Douglas, son dos de los actores secundarios: Hoagy Carmichael (siempre que aparece, lo hace bien) y Juanjo Hernandez. Abrazos.
Harry James aparece, con su trompeta, en el más divertido segmento de «Una encuesta llamada milagro» (1948), compartiendo escenario -más o menos- con los «músicos» Henry Fonda y James Stewart.
Esos aspectos que señalas, en cambio a mí me parecen poco atractivos o no muy bien tratados, algo esquemáticos y previsibles, aunque no tanto como la historia del personaje central que encarna Douglas de manera excelente.
Un abrazo
Me encanta, querido Alfredo, lo complementarios que somos a la hora de mirar ciertas películas.
Tú pones el énfasis en todo lo que chirría.
Y yo en todo lo que me parece destacable y bien construido y armado…
Para mí EL TROMPETISTA fue un buen descubrimiento.
La vi hace cinco años así que no la tengo absolutamente fresca en la memoria. Pero sí recuerdo las sensaciones que me produjo. No fueron malas. Coincido con Josep. Y sobre todo me quedé prendada de un personaje: el que interpreta Juano Hernández. No tengo los conocimientos musicales de Marcos (qué apunte más bueno el suyo) pero recuerdo que fue algo que me llamó la atención y que me hizo también disfrutar de la película. Además de algunas maneras (que señalas) de contar con la cámara de Michael Curtiz.
Ya sabes, que aunque te cause urticaria y ataques de risa, últimamente defiendo la carrera cinematográfica de Doris Day. Creo que fue algo más que la novia virginal de América (ja, ja, ja… y te adelanto que me gustan sus comedias con Rock Hudson).
Besos
Hildy
Bueno, me encanta que nos complementemos, pero no siempre soy tan cenizo… For example: http://www.diarioaragones.com/especiales/canalcultura/13223-sabor-a-ya-visto-the-fighter.html
Supongo que el prisma depende de si la película, en conjunto, me ha gustado o no. El punto de vista (virtudes y apuntes sobre los defectos, o problemas de base paliados en parte por las virtudes, o el horror total) depende finalmente de en qué medida pesan lo que para mí son aciertos y errores.
Lo que yo busco en un film, a la hora de valorarlo, es el equilibrio entre sus elementos y que todo sume o, al menos, navegue en la misma dirección. Por eso, en mi manera de mirar, la discordancia pesa tanto, de manera que puedes salvar momentos puntuales por su excelencia, pero aquellos que no están equilibrados o compensados, terminan por afectar al conjunto y rebajarlo, como un promedio. En mi opinión, claro. Por otro lado, y no digo que sea tu caso, ni siquiera digo que sea malo, pero yo intento poner poco de mí mismo -formas de pensar o, especialmente, de sentir- cuando veo una película, prefiero asistir a ella en blanco. De este modo, cuando demasiadas cosas chirrían o me recuerdan demasiado a otras, mejores o peores, malo. En este caso, me parece que las cuestiones accesorias están plagadas de aciertos, pero que el concepto de base -la psicología del personaje de Douglas y su relación con Bacall- no terminan de funcionar, y eso le quita efectividad a sus virtudes. No obstante, ver la película es una experiencia gratificante.
Eso sí, de Doris Day, nanay del Paraguay…
Besos
Creo que una vez dije que el cine americano no supo nunca tratar el tema de la música de jazz y maltrató a sus músicos más distinguidos. El gran Ellington, posiblemente el músico por excelencia del siglo XX, fue tratado de una manera ridícula por Otto Preminger en Anatomía de un asesinato (banda sonora buenísima).Lo puso a tocar el piano con un traje ridículo dentro de una cabaña sureña. Armstrong era el negro feliz en sus intervenciones.Lo vi una vez en una película haciendo de cocinero (joder el músico más importante del siglo XX).Y la película Nueva Orleans donde salen músicos tan grandes como el propio Armstrong,Holliday,Young y tantos otros.Pues bien, la película es una puta mierda.Ahora bien,cuando en las películas sales las estrellas de cine los pones a a tocar música como si fueran maestros y la chapuza se nota,como aquella película donde Paul Newman toca con Armstrong.Ahora Douglas, después de Niro en New York,New York tocando el saxo. No. Una de las mayores portaciones de la cultura americana es precisamente su música;la música de jazz, y no veas,hijo,lo torpe que eran los del cine cuando trataban sobre este tema.
Abrazos y para ya que ya sabes lo que me gusta el jazz.
Te lo he oído decir muchas veces, y creo que tienes razón. Quizá la única excepción, a mi juicio, sea «Bird», de Clint Eastwood, no sé qué opinas tú… Pero, como intento decir en el texto, esta no es una película sobre música, y ahí creo que está el problema. Es una película de auge, desengaño, caída, redención y final feliz que utiliza la música como pretexto, pero que podría ser igual de tratarse del boxeo, los negocios, la literatura o cualquier proeza deportiva, aventurera o, en general, física. No es una película sobre música, sino sobre el problema de digerir mal el éxito, en la que la música ocupa un segundo plano muy discreto, casi como parte de la puesta en escena más que como elemento consistente con solidez. Por eso, a mi juicio, se queda a medias.
Abrazos
Glacial como un Bacall-ao de Terranova . Esa es la impresión que me da siempre esa actriz (bueno, las pocas veces que la he visto con Bogart) Así es que resulta algo extraño imaginarla con Douglas, tan diver él.
Je,je,je… Me atrevería a decir que la excepción es Bogart. Con Bogart sigue aparentando ser fría, pero ojo cuando abre la boca…
A la película de Clint le falta swing y su banda sonora es un camelo. A pesar del esfuerzo que hace el siempre magnífico Forest Whitaker le pesa el saxo de entre las manos. No es un gran filme de jazz desde luego,aunque está por encima de otras películas con más pretensión,como por ejemplo Round Midnight (1986), de Bertrand Tavernier. Y es una lástima porque aquí podemos contar con el gran saxofonista Dexter Gordon y a él si que no le pesa el saxo.En la película lo vemos alcoholizado y es que lo estaba realmente. Sus expresiones son auténticas y cuando toca se te pone la piel de gallina.Ya digo,la película es fallida pero vale la pena verla solamente para ver al gran Dexter tocando e interpretándose a sí mismo.
Más abrazos,amigo
Ok, entendido. Apuntada queda.
Abrazos
Facebook me trae aquí y disfruto leyendo este estupendo post y los estupendos coments.
Un placer.
Saludicos.
Y eso que no tocamos la trompeta, sino la cuchufleta…
Saludos