Pero, mi querida Hildy, cuánto entusiasmo, y qué expresión, más propia de un camionero tarantiniano que de toda una señorita cinéfila por dios… 😀
Tienes razón, supongo que porque los trenes perdidos se prestan al lenguaje simbólico de la frustración amatoria. Me temo que soy un experto en el tema.
La llegada de un tren a la ciudad: las primeras imágenes filmados por una cámara de cine. La llegada de alguien a una estación, de noche, a poder ser, misterioso tras la niebla, o la partida de alguien para siempre. Estas escenas son perfectas, sin embargo, cuando se introducen en mitad de una historia no funcionan demasiado bien, a no ser que sea de terror o amenaza, como en Solo ante el peligro. Las llegas y las partidas. Recuerdo que la novela Nada de Laforet empieza con la llegada de una chica en tren a la hostil ciudad de Barcelona y nada más poner los pies en el suelo de la estación no le espera nadie; esto vaticina todo lo que será la historia, y bueno, también el título. Breves encuentros, conspiraciones de silencio, muerte en los talones y las mejores historias de amor. Es conmovedor ver a esos personajes, ya sean hombres o mujeres, verles correr tras el tren para aprovechar hasta el último momento, sobre todo porque el cine alarga más de lo normal ese avance del tren que parece que no se decida del todo a coger la velocidad que le corresponde. Es lo que tiene el cine y le falta a la vida. Me imagino una escena donde deben despedirse una pareja de amor imposible. Ella está ya en el interior del AVE y él está allí, en el andén mirándola desesperadamente. La fuerza de sus miradas hace que el potente tren no pueda arrancar. Gómez de la Serna tiene una bella greguería que dice así: “Se miraron de ventanilla a ventanilla en dos trenes que iban en dirección contraria, pero la fuerza del amor es tanta que de pronto los dos trenes comenzaron a correr en el mismo sentido.”
Un fuerte abrazo.
PD: Entiendo muy bien el motivo de este post. Por eso lo hace especial.
Querido Paco, el tren y el cine… Encajan mejor que el pan y el chocolate. El tren permite el ajuste simbólico a cualquier argumento. ¿Y los trenes de Hitchcok? La sombra de una duda, Extraños en un tren, Con la muerte en los talones… El AVE, la modernidad se ha cargado también eso…
Abrazos
PD: es lo que hay, amigo; pero lo que no te mata te hace más fuerte, ¿no?
Qué tendrán las escenas de trenes y amantes que siempre son tan jodidamente bonitas…
Me ha entrado gana enorme de volverla a ver.
Beso
Hildy
Pero, mi querida Hildy, cuánto entusiasmo, y qué expresión, más propia de un camionero tarantiniano que de toda una señorita cinéfila por dios… 😀
Tienes razón, supongo que porque los trenes perdidos se prestan al lenguaje simbólico de la frustración amatoria. Me temo que soy un experto en el tema.
Besos
La llegada de un tren a la ciudad: las primeras imágenes filmados por una cámara de cine. La llegada de alguien a una estación, de noche, a poder ser, misterioso tras la niebla, o la partida de alguien para siempre. Estas escenas son perfectas, sin embargo, cuando se introducen en mitad de una historia no funcionan demasiado bien, a no ser que sea de terror o amenaza, como en Solo ante el peligro. Las llegas y las partidas. Recuerdo que la novela Nada de Laforet empieza con la llegada de una chica en tren a la hostil ciudad de Barcelona y nada más poner los pies en el suelo de la estación no le espera nadie; esto vaticina todo lo que será la historia, y bueno, también el título. Breves encuentros, conspiraciones de silencio, muerte en los talones y las mejores historias de amor. Es conmovedor ver a esos personajes, ya sean hombres o mujeres, verles correr tras el tren para aprovechar hasta el último momento, sobre todo porque el cine alarga más de lo normal ese avance del tren que parece que no se decida del todo a coger la velocidad que le corresponde. Es lo que tiene el cine y le falta a la vida. Me imagino una escena donde deben despedirse una pareja de amor imposible. Ella está ya en el interior del AVE y él está allí, en el andén mirándola desesperadamente. La fuerza de sus miradas hace que el potente tren no pueda arrancar. Gómez de la Serna tiene una bella greguería que dice así: “Se miraron de ventanilla a ventanilla en dos trenes que iban en dirección contraria, pero la fuerza del amor es tanta que de pronto los dos trenes comenzaron a correr en el mismo sentido.”
Un fuerte abrazo.
PD: Entiendo muy bien el motivo de este post. Por eso lo hace especial.
Querido Paco, el tren y el cine… Encajan mejor que el pan y el chocolate. El tren permite el ajuste simbólico a cualquier argumento. ¿Y los trenes de Hitchcok? La sombra de una duda, Extraños en un tren, Con la muerte en los talones… El AVE, la modernidad se ha cargado también eso…
Abrazos
PD: es lo que hay, amigo; pero lo que no te mata te hace más fuerte, ¿no?