Groucho, en su salsa: una morena, una rubia y pista para menear el esqueleto. Uno de los más hilarantes momentos de una de sus últimas grandes comedias.
4 comentarios sobre “Mis escenas favoritas – Un día en las carreras (A day at the races, Sam Wood, 1937)”
Si a mí me preguntaran desde el futuro con quién quedarse del siglo XX (consulta que no parece probable) yo les aconsejaría que optasen por Groucho y lo demás se lo dejaran a los especialistas. El siglo de Groucho Marx: con eso basta, realmente. Pero no tendremos tanta suerte… En efecto, no parece que vayamos a tenerla. Aunque probablemente sea mejor así.
Ya hemos dicho muchas cosas sobre estos hermanos anarquistas, encantadores, geniales, inolvidables, sobre todo de Groucho el único ser humano que valió la pena que una madre pariera, pero, precisamente, amigo mío, la escena que aquí nos pones dice otra cosa, o al menos a mí me lo parece. Cuando está muriéndose de aburrimiento con la maravillosa Dumont y ve a la no menos maravillosa Esther Muir; sale de rodillas por la pasarela como un niño travieso que se fuga de casa dejando atrás a una madre convencional que le exige todo lo que a él no le interesa porque lo considera absurdo (casa, niños, trabajo, fidelidad…) ¿Qué rostro tiene aquí la Muir? ¡Es otra niña traviesa! Si nos fijamos bien, cuando están bailando al son de La cucaracha son dos niños desmelenádose; dos niños que han crecido sin haberse dado cuenta. Ay, qué tipo, qué figura la suya: agachada y veloz de patinador loco funciona primero como detector de esa grave dolencia para luego servir de antídoto contra ella. Las personas que se toman a sí mismas con perfecta seriedad van muy erguidas, inflexiblemente tiesas… por fuera y por dentro. En cambio, Groucho se desliza doblado entre los rígidos, como una alcayata sarcástica donde cada cual puede colgar el gorro de carnaval de su falsa cordura.
Ah, Paco, Groucho está cada día de mayor actualidad. Abres los periódicos, al menos en España, y tienes la sensación de que no es el pasado, sino que siempre fue el futuro. Eso sí, sus «emuladores» involuntarios, no tienen ni puñetera gracia.
El momento rumba de Groucho con Mrs. Muir (que no es ningún fantasma, por cierto) es desternillante. ¿Recuerdas el homenaje a Groucho que hace Woody Allen casi al final de «Todos dicen I love you»? Casi lloro de la emoción cuando lo vi la primera vez.
¡Esos bailarines en la fiesta de Groucho! Es bien sabido lo que adora el viejo Woody a Groucho y sus hermanos; síntoma de sentido común. Por cierto, hace poco me regalaron un dvd la mar de curioso: una película para la televisión de La extraña pareja interpretada por Woody y Peter Falk, y a cargo del mismísimo Neil Simon y dirigida por John March. Es un remake de La pareja chiflada de Herbert Ross con Walter Matthau y George Burns. ¿Y sabes quién es la enfermera del remake? ¡Whoopi Goldberg! Lo curioso del caso es que aunque esta película se hizo para la televisión, no se llegó a estrenar en Estados Unidos, vendiéndose directamente a algunas televisiones europeas. Ay, sin cine, sin libros y sin música uno empezaría a dejarse barba, a no lavarse y a emitir gruñidos…
Te prometo que cuando llegó ese momento en la película, sin esperarlo, se me pusieron los pelos (mis pocos pelos) como escarpias. O como alcayatas, que se dice fuera de Aragón…
Si a mí me preguntaran desde el futuro con quién quedarse del siglo XX (consulta que no parece probable) yo les aconsejaría que optasen por Groucho y lo demás se lo dejaran a los especialistas. El siglo de Groucho Marx: con eso basta, realmente. Pero no tendremos tanta suerte… En efecto, no parece que vayamos a tenerla. Aunque probablemente sea mejor así.
Ya hemos dicho muchas cosas sobre estos hermanos anarquistas, encantadores, geniales, inolvidables, sobre todo de Groucho el único ser humano que valió la pena que una madre pariera, pero, precisamente, amigo mío, la escena que aquí nos pones dice otra cosa, o al menos a mí me lo parece. Cuando está muriéndose de aburrimiento con la maravillosa Dumont y ve a la no menos maravillosa Esther Muir; sale de rodillas por la pasarela como un niño travieso que se fuga de casa dejando atrás a una madre convencional que le exige todo lo que a él no le interesa porque lo considera absurdo (casa, niños, trabajo, fidelidad…) ¿Qué rostro tiene aquí la Muir? ¡Es otra niña traviesa! Si nos fijamos bien, cuando están bailando al son de La cucaracha son dos niños desmelenádose; dos niños que han crecido sin haberse dado cuenta. Ay, qué tipo, qué figura la suya: agachada y veloz de patinador loco funciona primero como detector de esa grave dolencia para luego servir de antídoto contra ella. Las personas que se toman a sí mismas con perfecta seriedad van muy erguidas, inflexiblemente tiesas… por fuera y por dentro. En cambio, Groucho se desliza doblado entre los rígidos, como una alcayata sarcástica donde cada cual puede colgar el gorro de carnaval de su falsa cordura.
Me voy que ya me estoy poniendo nostálgico.
Abrazos y buen finde, amigo.
Ah, Paco, Groucho está cada día de mayor actualidad. Abres los periódicos, al menos en España, y tienes la sensación de que no es el pasado, sino que siempre fue el futuro. Eso sí, sus «emuladores» involuntarios, no tienen ni puñetera gracia.
El momento rumba de Groucho con Mrs. Muir (que no es ningún fantasma, por cierto) es desternillante. ¿Recuerdas el homenaje a Groucho que hace Woody Allen casi al final de «Todos dicen I love you»? Casi lloro de la emoción cuando lo vi la primera vez.
Abrazos
¡Esos bailarines en la fiesta de Groucho! Es bien sabido lo que adora el viejo Woody a Groucho y sus hermanos; síntoma de sentido común. Por cierto, hace poco me regalaron un dvd la mar de curioso: una película para la televisión de La extraña pareja interpretada por Woody y Peter Falk, y a cargo del mismísimo Neil Simon y dirigida por John March. Es un remake de La pareja chiflada de Herbert Ross con Walter Matthau y George Burns. ¿Y sabes quién es la enfermera del remake? ¡Whoopi Goldberg! Lo curioso del caso es que aunque esta película se hizo para la televisión, no se llegó a estrenar en Estados Unidos, vendiéndose directamente a algunas televisiones europeas. Ay, sin cine, sin libros y sin música uno empezaría a dejarse barba, a no lavarse y a emitir gruñidos…
Más abrazos
Una pieza de museo… ¿Whoopi Goldberg? ¡Por dios!
Te prometo que cuando llegó ese momento en la película, sin esperarlo, se me pusieron los pelos (mis pocos pelos) como escarpias. O como alcayatas, que se dice fuera de Aragón…
Abrazos