Música para una banda sonora vital – Los intocables de Eliot Ness (The untouchables, Brian De Palma, 1987)

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Vesti la giubba, una de las más famosas arias operísticas, perteneciente a la ópera I Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, es uno de los motivos musicales más recurrentes en películas y series de televisión de toda clase, época, condición y procedencia.

En la película de De Palma, Al Capone (Robert De Niro) es informado del asesinato de Jim Malone (Sean Connery), cometido por orden suya, mientras asiste a una representación desde su palco de la Ópera de Chicago y suena precisamente el más célebre fragmento del aria (las lágrimas de Capone-De Niro, conmovido por el dramatismo de la situación, se convierten en una sonrisa histérica), aquí interpretada por Plácido Domingo en un montaje dirigido por el cineasta italiano Franco Zeffirelli.

6 comentarios sobre “Música para una banda sonora vital – Los intocables de Eliot Ness (The untouchables, Brian De Palma, 1987)

  1. Hola, Alfredo, buenos días; volví a ver la escena de marras (bueno, y la peli de marras, ya completa, también) hace unos días, por enésima vez, y la verdad es que es puro De Palma: excesivo, efectista, tramposo, retorcido. Como debe ser, claro… Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

    1. Pues sí. Creo que entre esta, «El precio del poder» y «Atrapado por su pasado» está su mejor cine (imitaciones hitchcokianas aparte). La verdad, cuando me enteré que habían hecho un documental sobre él, pensé de inmediato que entonces podía hacerse de cualquiera… No me entiendas mal; veo sus películas y no me disgustan. Pero tampoco me apasionan, van directas al olvido salvo momentos puntuales de los títulos que señalo aquí.
      Abrazos

  2. En mi serie «Promesa de cine» escribí sobre el viejo Brian, pero al final se quedó en el borrador y dudo que sea publicado alguna vez. Tienes razón a eso que dices sobre su cine: «val directas al olvido salvo momentos puntuales…». Sí, es verdad. Los intocables… la vi no hace mucho y se me antojó tremendamente envejecida. Basta recordar aquellas escenas en la barraca de campo (qué más filmadas están), o esa escena-homenaje a Eisenstein de El acorazado Potemkin, en la estación de tren y el cochecito del bebé bajando las escaleras. Esa escena es totalmente innecesaria, gratuita, y si me lo permites, ridícula. Sin embargo fue su mayor éxito comercial. Recuerdo ese fiasco alucinante de su musical El fantasma del paraíso basada en la gran (y poco leída) novela de Gastón Leroux El fantasma de la ópera; una novela de primer orden a la altura de Frankenstein o Drácula. Recuerdo el churro de La hoguera de las vanidades y la que se puede ver con mejores ojos; Corazones de hierro. Pero ni te digo en sus últimos filmes como la incursión en la ciencia ficción en Misión a Marte y es que De Palma tiene como objetivo proponerse «misiones» como la primera de la exitosa saga Misión imposible, que yo la veo como un James Boond interpretada por un muñeco que se pasa toda la serie corriendo en travellings para demostrar que está todavía en forma uno de los peores actores que ha dado el cine actual. Ah, sí, y La Dalia Negra, un vano intento de repetir el éxito de L. A. Confidencial de Curtis Hanson, ambas basadas en las novelas de James Ellroy. La primera es malísima y la segunda no tanto, pero a mí no me gusta. Me quedo con James Ellroy, que por cierto, su última novela Perfidia me parece magistral. Sí, está loco de remate, pero me encanta. Dice de él Stephen King: “Si me preguntan quién es el mejor novelista vivo cuya literatura es feroz, valiente, divertida, escatológica, hermosa, enrevesada y paranoica… la respuesta es fácil: James Ellroy”.

    Joder, hoy estoy pedantísimo. No me hagas caso, amigo.

    Abrazos y buen finde.

    1. Ja,ja,ja… Tienes razón, me he dejado «Corazones de hierro», que es más que potable. Creo que De Palma rueda con prisa, y es uno de esos tipos, como Ridley Scott, que confunden el estilo con las marcas de autoría (repetirse, por ejemplo, pensando que eso equivale a tener personalidad).

      De «El fantasma de la ópera» me quedo con la de Lon Chaney de 1925 y con la que protagonizó Claude Rains. En cuanto lo convirtieron en musical, para mí, la cagaron. Y sobre Ellroy, pues no lo he leído mucho (hace poco vi un documental en el que salía hablando y estaba pasadísimo…; no sabía que su madre había sido víctima de un asesinato truculento, por cierto), pero a mí «L.A. Confidencial» me gustó mucho (tengo la novela sobre la mesa, pendiente, entre otra cincuentena de títulos). «La dalia negra» nada de nada, me pareció horrible, aburridísima y sin ningún talento. De Ellroy leí también «América», y, la verdad, me irritó un poco por cansina, aunque no puedo juzgarla sino monumental, de una ingeniería y precisión narrativa bárbaras. Con todo, creo que le sobraban la mitad de las páginas.

      Un abrazo, amigo, disfruta mucho del finde ¿barcelonés?

  3. Sí, claro. En Barcelona hay tanta gente que los ladrones de cuerpos no me ven. Puedo ocultarme dentro de una la avalancha de japos, o debajo de un barrigón cervecero alemán, o incluso, colgarme en esos conos de carne que ruedan sobre el espetón de un bar de kebab, (cada vez hay más), o en el interior de una tienda del Barça, tras el cartelón a tamaño natural de Messi, bueno, tengo que agacharme un poco. O camuflarme en la cola de La Sagrada Familia hasta que me toque entrar; luego salgo corriendo para ocultarme en la cola del bus turístico… y así voy pasando el día. Aquí, en Mataró no hay sitio donde puedas ocultarte. Todos me señalan constantemente como Donald Sutherland en La invasión de los ultracuerpos. Y la verdad, da miedo.

    Más abrazos.

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