Cine en fotos – La verdadera Xanadú de Orson Welles: San Simeón, la mansión de William Randolph Hearst

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«Entre los invitados estaban Winston Churchill, el general MacArthur, Howard Hughes, Somerset Maugham, J. Edgar Hoover, Will Rogers, John Barrymore y muchas de las más bellas actrices de Hollywood. Cuando la mayoría de los invitados había tomado ya su buena ración de champán, empezó la alegría. Churchill contó las proezas de las fuerzas navales durante la Primera Guerra Mundial; el general MacArthur habló de su juventud en West Point; Howard Hughes no tenía nada que contar: estaba demasiado ocupado contemplando los bellos ojos de Joan Bennet, a su lado; Somerset Maugham, con la atractiva y deslumbradora Gloria Swanson, refería cómo llegó a escribir la narración en que se basó La frágil voluntad; J. Edgar Hoover, con la radiante Ginger Rogers a su izquierda, hablaba de cómo el FBI había atrapado a un famoso delincuente; Will Rogers hacía reír a todo el mundo acerca de los políticos; y Jack Barrymore contaba a Adela Rogers St. John ciertas anécdotas atrevidillas.

Irene Castle, la famosa bailarina, que era una gran amante de los animales y se oponía vigorosamente a la vivisección, escuchaba a Hemingway hablando de los grandes matadores y las espléndidas corridas de toros que había visto. Cuando Ernest dijo que consideraba que las corridas de toros eran el mejor deporte, Irene se metió con él. Dijo que no sólo era el más cruel e inhumano de los deportes, sino, además, a juzgar por las corridas que ella había presenciado, el más cobarde:

-Lo primero que vi cuando el toro entró en el ruedo, fue varios hombres aguerridos corriendo tras unos grandes parapetos de madera. Luego ondearon por turnos sus capas, haciendo que el toro diera vueltas hasta que se sintiera agotado. Luego, cuatro caballistas con largas lanzas se dedicaron a hundirlas en los lomos y el cuello del toro, impidiendo al pobre animal que levantara la cabeza. Seguidamente comparecieron otros con capas cansando aún más al animal, hasta que le colgó la lengua. Luego, su valiente matador, Mr. Hemingway, danzó por el lugar como una prima donna, se acercó al exhausto animal y lo mató hundiéndole su espada. Si a esto lo denomina un deporte, mejor será que deje de beber coñac español.

Varios invitados la aplaudieron, incluyendo Mr. Hearst, a quien le repelían totalmente las corridas de toros».

La vida de un hombre o La vida en sus manos (Raoul Walsh, Ed. Grijalbo, 1982).

8 comentarios sobre “Cine en fotos – La verdadera Xanadú de Orson Welles: San Simeón, la mansión de William Randolph Hearst

  1. Qué bueno este texto de Raoul Walsh. Qué bien describe esas reuniones en Xanadú. Y de la reunión variopinta elegida…: constatar que la polémica de las corridas de toros viene ya desde hace mucho, mucho tiempo… Y menos mal que es en esa polémica donde una mujer de dicha reunión no actúa como bello florero sino como cabeza pensante que expone una opinión.

    Beso
    Hildy

    1. Bueno, yo es que aluciné con la vida que ignoraba de este señor. Eso de conocer a Mark Twain, Buffalo Bill o Enrico Caruso siendo todavía niño, es ya para nota. Pero cruzarse después con Pancho Villa, Churcill o incluso Hitler y la jerarquía nazi casi al completo, es de aúpa. En fin, un libro en el que el cine pinta mucho, pero casi es lo menos importante.

      Menudas debían de montarse en San Simeon… Y en cuanto a las mujeres, aunque a veces la historia nos hurte sus aportaciones, no me cabe duda de que en reuniones de este calado eran ellas, sobre todo, las que ponían la sensatez. Estoy pensando, por ejemplo, en la casa de Sarka Viertel (la madre de Peter) y la gente de nivel, casi todos emigrados alemanes, que reunía en torno a su mesa (Stefan Zweig, Thomas Mann, Bertolt Brecht o… Billy Wilder).

      Besos

  2. Bien para Raoul y sus cotilleos que nos vienen ahora como perlas. Ay, esas reuniones en las grandes mansiones las vemos ahora, a través del tiempo, como aquellas escenas en el cantillo abandonado y fantasmal de La dolce vita de Fellini (ellos, los vivos, eran los fantasmas) o aquellas reuniones en Sunset Boulevard del viejo zorro, o la Xanadú de Welles. También podría mencionar la obra maestra de Jean Ray, Malpertuis, aquel caserón donde habitan unos vivos de diferente calaña que no abandonan el lugar porque no sabían que estaban muertos en vida. Sin embargo en la Xanadú que describe el tuerto genial, aquella gente vivió lo suyo. Ahora que Valencia está alterada por la polémica de los toros, en aquella mansión, el fantasma de Hemingway todavía se hace un paseo con una capa imaginaria para convencer a Irene Castle. Ay, quien pudiera estar allí, aunque sea muerto.

    Abrazos

    1. La cosa, según parece, solía devenir en auténticas orgías, en las que la gente iba hasta arriba de todo. Lo normal. Casanova y Sade saldrían escandalizados… Bueno, o tal vez no, tal vez se les quedaría corto, como un jardín de infancia. Ay, el caserón de las sombras, como la peli de Karloff…

      Abrazos

  3. Las dos torres gemelas que se pueden ver en la foto, son copia más o menos fiel de la torre de la iglesia de Santa María la Mayor de Ronda, en la provincia de Málaga

    1. Seguramente. San Simeón estaba lleno de obras originales, llevadas a California, pero también de muchas construcciones inspiradas, a veces réplicas exactas de monumentos europeos.

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