DAVID: Os digo que han leído mi obra… les ha encantado. Pero están asustados.
FLENDER: Eso es irrelevante. Irrelevante.
DAVID: No es irrelevante.
FLENDER: Lo que sostengo es… es que no hay un solo artista auténtico que haya obtenido reconocimiento en su época.
LILI: No lo entiende.
DAVID: ¿No? ¿Ninguno?
FLENDER: ¡No! No, no, no.
DAVID: ¡Flender!
RITA: Cierto. Eso es cierto. Muy cierto.
FLENDER: Piensa, piensa, esto… en Van Gogh, o… o en Edgar Allan Poe.
RITA: Exacto.
FLENDER: Poe, eh, murió pobre y aterido con su, con su gato arrebujado a sus pies.
DAVID: Oh.
RITA: Eso mismo, David. No te rindas. A lo mejor la producen cuando hayas muerto.
FLENDER: ¿Sabéis…? Yo… yo… yo nunca he estrenado una obra, y he escrito una al año durante los últimos veinte años.
ELLEN: Eso pasa.
RITA: Sí, ya pasa.
DAVID: Sí, pero eso es porque eres un genio. Y la prueba es que todo el mundo, tanto la gente corriente como los intelectuales, opina que tu trabajo es incomprensible. Eso significa que eres un genio.
RITA: Claro.
RIFKIN: Todos tenemos nuestros momentos de duda. Yo pinto un cuadro cada semana, le doy un vistazo y acto seguido lo rasgo con una hoja de afeitar.
LILI: Porque no tienes fe en tu obra.
RITA: Te ves impelido a hacerlo.
FLENDER: Bueno, en tu caso es una buena idea.
ELLEN: Yo creo en tus obras, David. Siempre he creído en ellas.
DAVID: Sí, claro, cree en mis obras porque me quiere. Pero…
ELLEN: No. Y también porque eres un genio.
DAVID: Pero… porque hace diez años yo… yo… yo saqué a esta mujer de una hermosa vida de clase media en Pittsburgh y a cambio le he dado una vida miserable.
RITA: Oye, Ellen, no lo dejes. Al fin y al cabo es un buen hombre. Las mujeres cometemos el error de enamorarnos del artista. Eh, chicos, ¿me escucháis?
DAVID: Sí. Sí, te escucho.
RITA: Nos enamoramos del artista, no del hombre.
FLENDER: Yo no creo que eso sea un error. ¿Por qué iba a ser un error?
LILI: Son inseparables. Son inseparables…
RITA: Es lo mismo. El artista hace al hombre.
FLENDER: Creo que ella tiene razón, son inseparables. No, no.
RITA: Lo siento.
FLENDER: Esto, esto, supongamos, supongamos que se quema un edificio …
DAVID: Sí.
RITA: Sí.
FLENDER: … y, y tu entras corriendo y sólo puedes salvar una cosa … Sí… elegir entre, entre el último ejemplar de las obras completas de Shakespeare y un ser humano anónimo.
DAVID: No se puede.
RITA: Pero eso…
FLENDER: ¿Qué harías? ¿Qué haríais?
DAVID: No se puede privar al mundo de esas obras.
LILI: ¡No! ¡Ni hablar! Es de locos. No puedes comparar la vida de los seres humanos con sus obras.
FLENDER: Exacto.
ELLEN: Es un objeto inanimado.
FLENDER: No es un objeto inanimado. Es arte. El arte es vida… tiene vida. Continuar leyendo «Diálogos de celuloide – Balas sobre Broadway (Bullets over Broadway, Woody Allen, 1994)»