4 comentarios sobre “Día de Reyes (Robin y Marian, Richard Lester, 1976)”
¿Sabes que desde 1976 ando buscando la flecha que se lanza al final de la película? De momento no la he encontrado, amigo mío. Sin embargo, ese momento donde todos se despiertan en mitad del bosque pegándose pedos y eructos lo veo y oigo cada día. No hay manera. No veo el momento de dejar la fantasía de lado y centrarme en la realidad, es decir, lo vulgar. Como no tengo otra cosa que hacer, sigo buscando esa flecha. Los pedos, eructos y hurgamientos en la nariz en busca de esa pelotilla tan inteligente que nunca se deja atrapar, lo dejo para otros.
Ayer me pilló en Barcelona la cabalgata de los reyes magos. Iba yo buscando ciertos libros… En fin, que había miles y miles de personas contemplando esa memez donde los reyes son reyes por una noche, pero en la vida real son borrachos que duermen en los cajeros automáticos el resto del años. Pues bien, ayer vi a papás que llevaban escaleras de aluminio para subirse a ellas con sus retoños al hombro para poder ver a esos borrachos que el resto del año nadie quiere ver. Hubo una alucinante redada de manteros en el centro. Los negros corrían como demonios con sus grandes sacos a sus espaldas. A mi lado una criatura le preguntó a su padre qué coño pasaba (bueno, lo de «coño» no lo dijo) y el padre no supo qué responderle. Le eché una mano y le dije a ese niño con mejillas sonrosadas que aquellos hombres eran los ayudantes de los reyes magos; porque éstos no podían repartir en todo el mundo y en solo una noche tantos juguetes. El niño quedó convencido. Miraba fascinado a aquellos africanos correr y saltar los obstáculos para huir de la policía, pero el niño lo asociaba ya como héroes currantes que se tomaban muy en serio eso de repartir regalos a los niños pijos. El padre me dio las gracias y yo por fin encontré el libro que buscaba: «30 cuentos y medio» de Emilio Aragón (Miliki), ya sabes, por la nostalgia de mi infancia.
Pues qué bien hubiera estado mezclarlo todo y tener unos reyes magos que no hicieran más que eructar y ventorrear delante de la chavalería… Ay, las contradicciones de nuestro tiempo. No hay nada tan absurdo como pretender mantener la ilusión un día en un mundo que no hace otra cosa que robarnos las ilusiones, en la vida y en el arte, en especial en el cine. Vengo de ver Silencio, la de Scorsese. Ya me contarás qué te parece, aunque igual ni la ves.
Quisiera yo reyes como Richard Harris en esta secuencia. Parece que lo han sacado de la baraja española.
Precisamente ayer tuve dos carteles a elegir: Silencio y Comanchería de David Mackenzie y no me hizo falta el consabido «pito pito colorito…». Peliculón de Mackenzie con un Jeff Bridges que se sale. Película de mierda de pueblo en mitad del desierto. Polvo, viento, sudor y la mejor descendencia de la literatura norteamericana sobre el tema, lejos de los rascacielos (o rascaleches, que diría don Pío), a lo Jim Thompson, o lo que es aún mejor, al maestro Fredric Brown. maestro de los puebluchos de Arizona con sheriff, borrachos y el loco del pueblo.
Mi querido amigo, Comanchería me olía a buen cine desde que me enteré de que existía, y ahí estaba haciendo fila el día del estreno en VOSE para no perdérmela. Me parece un peliculón, de lo mejorcito del año, y salí tan tan satisfecho de la sala como hacía muchísimo que no recordaba. Una maravilla.
Abrazos
¿Sabes que desde 1976 ando buscando la flecha que se lanza al final de la película? De momento no la he encontrado, amigo mío. Sin embargo, ese momento donde todos se despiertan en mitad del bosque pegándose pedos y eructos lo veo y oigo cada día. No hay manera. No veo el momento de dejar la fantasía de lado y centrarme en la realidad, es decir, lo vulgar. Como no tengo otra cosa que hacer, sigo buscando esa flecha. Los pedos, eructos y hurgamientos en la nariz en busca de esa pelotilla tan inteligente que nunca se deja atrapar, lo dejo para otros.
Ayer me pilló en Barcelona la cabalgata de los reyes magos. Iba yo buscando ciertos libros… En fin, que había miles y miles de personas contemplando esa memez donde los reyes son reyes por una noche, pero en la vida real son borrachos que duermen en los cajeros automáticos el resto del años. Pues bien, ayer vi a papás que llevaban escaleras de aluminio para subirse a ellas con sus retoños al hombro para poder ver a esos borrachos que el resto del año nadie quiere ver. Hubo una alucinante redada de manteros en el centro. Los negros corrían como demonios con sus grandes sacos a sus espaldas. A mi lado una criatura le preguntó a su padre qué coño pasaba (bueno, lo de «coño» no lo dijo) y el padre no supo qué responderle. Le eché una mano y le dije a ese niño con mejillas sonrosadas que aquellos hombres eran los ayudantes de los reyes magos; porque éstos no podían repartir en todo el mundo y en solo una noche tantos juguetes. El niño quedó convencido. Miraba fascinado a aquellos africanos correr y saltar los obstáculos para huir de la policía, pero el niño lo asociaba ya como héroes currantes que se tomaban muy en serio eso de repartir regalos a los niños pijos. El padre me dio las gracias y yo por fin encontré el libro que buscaba: «30 cuentos y medio» de Emilio Aragón (Miliki), ya sabes, por la nostalgia de mi infancia.
Fuerte abrazo.
Pues qué bien hubiera estado mezclarlo todo y tener unos reyes magos que no hicieran más que eructar y ventorrear delante de la chavalería… Ay, las contradicciones de nuestro tiempo. No hay nada tan absurdo como pretender mantener la ilusión un día en un mundo que no hace otra cosa que robarnos las ilusiones, en la vida y en el arte, en especial en el cine. Vengo de ver Silencio, la de Scorsese. Ya me contarás qué te parece, aunque igual ni la ves.
Quisiera yo reyes como Richard Harris en esta secuencia. Parece que lo han sacado de la baraja española.
Abrazos
Precisamente ayer tuve dos carteles a elegir: Silencio y Comanchería de David Mackenzie y no me hizo falta el consabido «pito pito colorito…». Peliculón de Mackenzie con un Jeff Bridges que se sale. Película de mierda de pueblo en mitad del desierto. Polvo, viento, sudor y la mejor descendencia de la literatura norteamericana sobre el tema, lejos de los rascacielos (o rascaleches, que diría don Pío), a lo Jim Thompson, o lo que es aún mejor, al maestro Fredric Brown. maestro de los puebluchos de Arizona con sheriff, borrachos y el loco del pueblo.
Abrazos
Mi querido amigo, Comanchería me olía a buen cine desde que me enteré de que existía, y ahí estaba haciendo fila el día del estreno en VOSE para no perdérmela. Me parece un peliculón, de lo mejorcito del año, y salí tan tan satisfecho de la sala como hacía muchísimo que no recordaba. Una maravilla.
Abrazos