Temazo de Ray Charles, titulado igual que la cinta, para esta película de Norman Jewison, espléndida en el tratamiento de la tensión racial que entonces (y ahora) vivían los Estados Unidos. El guión, basado en una novela de John Ball, centrado en la investigación de un asesinato en Sparta (Mississippi), que llevan a cabo el jefe de la policía local (Rod Steiger, qué manera de mascar chicle…) y un policía de Filadelfia (Sidney Poitier) que se encuentra de paso, señala tanto las incongruencias, miserias, contradicciones y trampas morales de los racistas del sur, como los prejuicios, recelos, desconfianzas y rencores de los planteamientos revanchistas de ciertos grupos militantes por los derechos civiles de la población negra. Nada que ver, por tanto, con ese cine de corte racial reivindicativo de los últimos años que, al calor de la administración Obama, ha creado productos de diseño políticamente correctos y rebozados en melosa moralina marca Oprah.
Ray Charles imbatible!
Gracias por compartir! Un saludo.
Nada más adecuado que una calurosa noche para sacar lo mejor de Ray Charles y lo «mejor» de cada uno de nosotros.
Pues es que este antinatural calor de marzo me ha hecho recordarla y traerla aquí. Todo anda en ebullición, y da la impresión de que en América (aunque no solo), además, hacia atrás.
Descubrí la obra de John Ball relativamente joven en aquella mítica colección de El club del misterio, única colección donde se pudo apreciar En el calor de la noche y Frío en la espalda protagonizadas por el policía de color Virgil Tibbs. Es una lástima que no se traduzcan todas las obras de John Ball, además de reeditar las ya citadas. Ahora andan con toda esa mierda nórdica que aburre hasta el asco. Y es cierto lo que dices respecto a la administración Obama y la supuesta moralina. No hace mucho intenté ver la nueva versión de Raíces y me quedé en el primer episodio y adiós muy buenas. Habían escenas que parecían copiadas del Rey León, con música incluida. La antigua serie que tiene ya cuarenta tacos era mucho mejor. Por cierto, Ray Charles no era ciego, simplemente no quería ver el mundo. Yo ahora llevo unas gafas igualitas a las de él, lo que pasa en que ni canto ni toco el piano como el viejo Ray, en el calor de la noche. Yo solo tengo frío en la espalda.
Un fuerte abrazo y buen finde, amigo.
No soy nada de thriller nórdico. Me aburre. Es todo igual.
Yo lo que creo es que te pasas con el vino ese de supermercado que gastas…
Abrazos