Aldous y Maria [Huxley] sentían un infantil entusiasmo por las meriendas al aire libre, en el campo, y una vez organizaron una excursión que bien hubiera podido tener lugar en Alicia en el país de las maravillas. En nuestro grupo, había varios teósofos de la India, el más destacado de los cuales era Krishnamurti. Las señoras que formaban parte de este grupo iban con saris, lo cual les daba un aspecto un tanto raro, habida cuenta de las circunstancias, pero los restantes miembros del grupo íbamos vestidos con ropas viejas y cómodas. Nadie hubiera reconocido a Greta Garbo, quien, para evitar que la identificaran iba con viejos pantalones de hombre y un maltratado sobrero cuya ala le ocultaba el rostro. Paulette Godard, entonces esposa de Chaplin, hizo una concesión a la elegancia, y vino con atuendo de campesina mejicana, y con trenzas, habiendo entreverado con el cabello una tira de colorida tela. Como de costumbre, presentaba un aspecto salvajemente romántico. (La combinación de belleza y cultura que se daba en Paulette siempre fue un cebo irresistible para los genios:. Entre sus cuatro maridos, hubo dos genio: Charlie Chaplin y Erich M. Remarque. Aldous estaba algo enamoriscado de Paulette, cual queda de relieve en la personalidad de la protagonista de After Many a Summer Dies the Swan. Físcamente, dicha protagonista es igual que Paulette, e incluso lleva prendas de tenis hechas de blanca tela de «piel de tiburón», como las que solía usar entonces la señora Chaplin) Bertrand Russell, que estaba de visita en Hollywood, parecía un duende de vacaciones, y lo mismo cabía decir de Charlie Chaplin y Christopher Isherwood. En cuanto a Huxley, bien hubiera podido pasar por el gigante de un circo de tercera categoría. El único ser «normal» del grupo era Matthew Huxley, que parecía lo que era, es decir, un desmañado adolescente.
Adiós a Hollywood con un beso (Anita Loos, 1974).
Ay, amo a Anita Loos, amigo mío. Cuando entre las mujeres de la clase media no estaba de moda llevar el pelo corto, ganarse la vida escribiendo, beber, fumar, coquetear con los hombres, hablar con toda franqueza de sexo, Anita Loos realizaba normalmente varias de esas cosas, si no, todas, y con frecuencia al mismo tiempo. Todo lo que escribió resulta refinado y «chic», lo que es perfectamente lógico, ya que lo «chic» es casi el único valor y la única forma de vida de la Loos.
Ya de adulta, la Loos fue una mujer de baja estatura y aspecto frágil. Su atuendo habitual consistía en un traje de marinerito, con la falda por encima de las rodillas y un sombrero o casquete sobre la cabeza, cuando no la llevaba descubierta, luciendo su característico pelo corto, peinado del que fue precursora, y que se vio posteriormente imitado por muchísimas mujeres de todo el mundo. Dada su apariencia de niña pequeña e inocente, resultaba casi imposible creer que era la autora de tantas historias osadas y «sexy», y de las frases de doble sentido y las respuestas llenas de picardía que contribuyeron uno de los mayores atractivos de su obra.
Una vez instalada en Hollywood, la Loos se rodeó de un círculo de amigos literatos y aficionados como ella a las frases ingeniosas y los chistes. Trabajaba duro por las mañanas, y luego se iba a comer con toda esa gente. Su risa penetrante se hizo famosa en todos los restaurantes y lugares «chic» de la Meca del Cine.
En 1981 se vistió como una reina y, gravemente enferma, ingresó en un hospital para morir. En un mensaje final a sus amigos, les pedía que su funeral se celebrase «con risas y no con lágrimas». Su último deseo se vio cumplido, y los salones funerarios Campbell, situados en la elegante Madison Avenue, se llenaron de risas cuando grandes celebridades de los escenarios y la pantalla comenzaron a contarse recuerdos y anécdotas divertidas. Pero ninguna de ellas superó en ingenio a Helen Hayes, amiga y colaboradora de la Loos, quien se limitó a decir: «Más vale que el cielo sea «chic», o Anita Loos lo convertirá en el infierno.»
Ya sé que los caballeros las prefieren rubias. Yo como no soy un caballero las prefiero tipo Anita Loos. Pero, ¿dónde diablos están?
Abrazos mil.
Todo un personaje, querido Paco. Una de mis chicas favoritas de Hollywood. Ay, qué falta haría que su espléndido libro se recuperara y se divulgara como corresponde… A más de una feminista y a más de un «artista» le convendría releer esos textos, interiorizarlos y asimilarlos. En fin, me quedo con esa anécdota de Wilson Milzner, cuando una gran dama se queja en una fiesta de que, en cuanto sale de su círculo de amistades de la alta sociedad, todo es vulgar y zafio, y él contesta: «lleva mucha razón, querida señora; en cuanto salgo de mi casa me sumerjo en vulgaridad hasta los cojones».
Un abrazo
¡Me muero de ganas por leerme ese libro! Cómo he disfrutado leyendo ese fragmento. En mi próxima visita a la biblioteca dentro de unos días… Ya sé qué libro cae.
Beso
Hildy
Es un libro ma-ra-vi-llo-so, mi querida Hildy, no lo dejes escapar. Yo lo conseguí de segunda mano a un precio ridículo. Es para conservarlo y releerlo periódicamente.
Besos