No era, ni mucho menos, la película favorita de John Huston de entre las suyas; más bien al contrario. Como intriga, tampoco es que sea el colmo de la imaginación ni de la originalidad, es más bien un suspense convencional, escrito por Anthony Veiller a partir de la novela de Philip MacDonald, que, con aires a lo Agatha Christie, gira en torno a la averiguación de la identidad de un misterioso asesino en serie cuyas víctimas, siempre fallecidas en aparentes accidentes, no parecen tener ningún vínculo entre sí. Su nota distintiva es su vocación de adscribirse a ese género no oficial que son las películas-juego, esas que traban su argumento con la complicidad del público, que proponen un divertimento que debe completarse con la aceptación de este.
El juego se basa en este caso en la conformación de un reparto de estrellas (además de George C. Scott y Kirk Douglas, nada menos que Tony Curtis, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Frank Sinatra, viejas glorias como Clive Brook, Herbert Marshall, Marcel Dalio o Gladys Cooper, e incluso un cameo del propio John Huston) cuya participación en la trama es mínima, casi testimonial, y que va salpicando el metraje con «sorpresa» final incluida (poca, con franqueza, y menos todavía si se ve la película hoy). De hecho, una voz advierte al final del metraje: «¡NO SE VAYAN! LA HISTORIA HA TERMINADO, LA PELÍCULA TODAVÍA NO…», antes de pasar a la coda final. Se recomienda no ver el vídeo si nunca antes se ha visto la película, por eso de no estropear el primer visionado…
En muchas ocasiones el padre de la criatura es el menos indicado a la hora de valorar su obra. Por poner solo un ejemplo, Otto Preminger en su autobiografía, no menciona para nada su película “Cara de ángel”, a mi juicio una de sus grandes películas. Sin embargo, estoy muy de acuerdo con la valoración que da el viejo John sobre “El último de la lista”. A mí, particularmente es de las que menos me gustan (del periodo clásico) de este gran director (cada día lo admiro más). Esta película, para mí, es un auténtico disparate. Carece de toda lógica y parece estar construida, casi exclusivamente, para que John tuviese ocasión de meter en uno de sus filmes una de sus mayores pasiones: la caza del zorro. El guion es una continua sucesión de despropósitos e inverosimilitudes que, como en ninguna otra película hustoniana, ponen en evidencia un libreto muy pobre. No voy a explayarme, amigo mío, pero, por ejemplo, la presencia del gitano y el caballo no es más que una excusa para introducir un momento de tensión en la narración sin que aporte otra cosa a la historia, exceptuando el hecho de que la escena sirve para que Frank Sinatra haga su irreconocible aparición. En otro momento, curiosamente relacionado también con la presencia del hijo de Huston, Walter Anthony, se introduce otra escena, la de la caza de la codorniz, que no se sabe bien a qué responde. Creo que una de las razones que parece haber animado al equipo a rodar esta película está en exhibir a sus populares actores. Cada vez que veo esta peli tengo la sensación de que su desarrollo no es más que una excusa para esos momentos finales en que los actores se arrancan las máscaras. Eso sí, el viejo y aventurero John se hinchó a mostrarnos escenas de cacería, cruel pasatiempo que a él le resultaba muy placentero. Pero bueno, eran otros tiempos. Hemingway, por ejemplo, se hacía fotografiar en África con la sabana rojiza a sus espaldas, con el rifle en ristre y un pie encima de lo que había cazado: un tigre, un masai, un león…
Abrazos mil.
Efectivamente, esta peli es una de esas boutades que le gustaba hacer a Huston de vez en cuando con sus amigotes (tipo La burla del diablo, pero peor). Una excusa para pasárselo bien de francachela mientras hacían que filmaban una película. Basta mirar la nómina de participantes para ver lo que debía ocurrir cuando coincidieran unos pocos de ellos juntos en el rodaje, o en las copas de después. Hecha a retazos, es una parodia, una gigantesca broma hacia sí mismos, de la que nosotros no terminamos de participar porque nos hurtan la parte buena, lo que ocurría cuando no filmaban. En fin, adoro a todos estos golfos, sobre todo a Mitchum.
Abrazos
… Ahora que se acerca Halloween (o a mí me gusta más el nombre mexicano, el día de muertos), John Huston demuestra cómo tras un buen trabajo de maquillaje, peinado y máscara… ¡todo tu rostro puede cambiar… y volverte irreconocible! O también como muchas veces tras las máscaras que nos ponemos, se esconde otra persona… Mira, que al final nos ponemos filosóficos…
Beso
Hildy
A mí también, mi querida Hildy. En México todo suena mejor (lo comprobaré cuando vaya, si es que voy…). Lo malo de la peli es que los maquillajes se notan a un kilómetro, y también que, por imperativo de los productos, muchas copias circulan con un añadido en la apertura de los créditos que incluye los nombres de las estrellas participantes, cuando lo mejor era dejar el montaje original, en el que no aparecían, para que la gente se fuera mosqueando y se llevara una auténtica sorpresa final. Un juego un poco estropeado por la cosa de buscar alicientes para la taquilla.
Besos