Cuento sobre cuento: Mademoiselle Fifi (Robert Wise, 1944)

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Cinco años después de que John Ford estrenara La diligencia (Stagecoach, 1939), basada en un relato de Ernest Haycox Stage to Lordsburg, poseedor de evidentes ecos del cuento de Guy de Maupassant Bola de sebo (1880), Robert Wise, antiguo montador reconvertido en director dentro de la unidad de cine de terror instaurada por Val Lewton en la RKO, dirigió la adaptación directa de este clásico de la literatura breve, protagonizada por la «pantera» Simone Simon. Dos características decisivas de su contexto temporal condicionan la traslación a imágenes del original literario: en primer lugar, el curso de la Segunda Guerra Mundial, que hace de la historia, ubicada originalmente en el norte de Francia ocupado durante la guerra francoprusiana, un indisimulado alegato antialemán y una exaltación del patriotismo francés; en segundo término, las imposiciones del Código de Producción, que obligan a convertir a la protagonista, Elisabeth Rousset (Simon), en una inocente pero comprometida lavandera, en vez de la heroica prostituta de la narración original. El punto de partida es conocido: merced a un salvoconducto concedido por los prusianos, un carruaje de línea parte desde Rouen hacia El Havre, ocupado por un puñado de personas de distinta extracción social (banqueros, aristócratas y sus respectivas esposas, un sacerdote, un político radical y la joven Elisabeth), en el crudo invierno de 1870. En una de sus paradas, sin embargo, el teniente Von Eyrick (Kurt Kreuger), apodado Fifi por sus compañeros de armas, encaprichado de la joven, se niega a permitir continuar ruta al carruaje en tanto no se vea favorecido por las atenciones de la muchacha, que, de nuevo debido a las obligaciones del Código Hays, se limitan en este caso a «cenar» juntos. Este es el punto fundamental de una historia, la cesura que divide el relato en dos y que muestra ángulos distintos de los dos temas principales sobre los que pivota el relato, que son el patriotismo y las diferencias de clase.

Conviene señalar una nota previa que separa la fuente del relato de su plasmación cinematográfica: la «Bola de sebo» a la que se refiere el título del cuento es una joven, alegre y regordeta prostituta que, en el punto álgido del argumento, se verá compelida a obsequiar al enemigo con los favores que en su vida normal concede a cambio de un precio. La coacción de la que es víctima y el hecho de que esta provenga de los ocupantes prusianos son los ejes sobre los que se erigen sus relaciones con el resto de compañeros de viaje, que no ven excesivo problema en que ceda en algo que está más que acostumbrada a hacer con hombres de toda condición moral solo por dinero. El valor que adquiere ahí el patriotismo de la muchacha es capital, e inversamente proporcional a los valores éticos y morales de aquellos que, únicamente preocupados por sus intereses personales, le exigen que se entregue al alemán para que ellos puedan ocuparse cuanto antes de sus asuntos. En la película, en cambio, el título de Mademoiselle Fifi no se refiere a la muchacha, sino al apodo del oficial alemán, que no es para nada protagonista, sino mero detonante impersonal y casi caricaturesco de las proverbiales marcialidad y crueldad germanas en tiempos de guerra. La inocencia de la muchacha, su cambio de prostituta a sencilla lavandera, multiplica exponencialmente tanto la perfidia del alemán (más diluida en la obra original, al referirse, como tantos franceses, al requerimiento de los servicios de una prostituta) como la de sus compatriotas viajeros, cuyo sentimiento patriótico debe quedar supeditado a las necesidades y diferencias de clase. Así, por tanto, si en el cuento de Maupassant el dilema de la muchacha se reduce a si debe o no entregarse a un enemigo, mientras que las cuestiones de clase se dan por hechas dada su condición social, en la película se establece un diálogo entre ambos aspectos, mostrando cómo el sentimiento nacional crece o mengua en relación con el mero egoísmo de las clases privilegiadas sobre la base de unos intereses que son, además, los que causan los conflictos armados entre naciones, sin que al pueblo y a los trabajadores les vaya nada en ello. La película recoge así en cierto modo, a través del personaje de Cornudet (John Emery), el espíritu de los sucesos que, en paralelo al asedio prusiano de la capital de Francia, dieron origen a la Comuna de París.

La película teje esta relación entre diferencias de clase y grados de patriotismo a través de dos hilos argumentales. En el primero, el viaje en sí mismo y la convivencia dentro del carruaje, pone de manifiesto desde el comienzo la pureza de los sentimientos patrióticos de la joven en contraposición al cálculo personal de los demás. Así, todos miran por encima del hombro a la única trabajadora del grupo, hasta que el hambre hace mella en los viajeros: Elisabeth, la única previsora que ha llevado una cesta bien provista de víveres para el viaje, solo es admitida (brevemente) como una más cuando se ofrece a compartirlos con sus famélicos compañeros de coche, hambrientos, envidiosos y voraces. Admiradores de su integridad moral y de su patriotismo (también es la única que se ha negado a contemporizar con los alemanes, razón por la que, de los presentes, es la única expulsada de Rouen), mientras que el resto han compartido reiteradamente mesa, teatro y ocio con los ocupantes, su admisión en el grupo de los «elegidos» se quiebra cuando ella se niega inicialmente a ceder a los deseos del oficial alemán. Elisabeth deja de ser reconocida como una más y se ve de inmediato presionada por sus «superiores sociales» para que no entorpezca con su cabezonería los negocios y quehaceres de los grandes hombres que la acompañan en el viaje. En paralelo encontramos el relato del campanario de la iglesia de Cleresville, cuyas campanas su sacerdote se niega a tañer en protesta por la ocupación a pesar de las presiones prusianas para que lo hagan con normalidad como muestra de la vida ordenada de la comunidad, y que solo sonarán a muerto por uno de los personajes… El tramo final, más volcado en la acción, en la que se produce la redención de Cornudet (no la hay, no es posible, para los más privilegiados), es todo un canto a la resistencia francesa, al patriotismo francés, Marsellesa incluida.

Lo sesgado y oportunista del discurso ideológico no impide apreciar la profundidad y la agudeza de la reflexión en torno al cínico concepto de patriotismo manejado en tiempos de crisis, y de su eclosión más exacerbada, la guerra, que, como la paz, mayoritariamente sufren las clases sociales más bajas. Wise se conduce con eficacia y sin florituras para conformar un relato bastante fiel al original de Maupassant pero inseparable del contexto de su rodaje, pleno, como en el tramo final de la película por las oscuras calles de Cleresville, de luces, sombras y esperanzas.

4 comentarios sobre “Cuento sobre cuento: Mademoiselle Fifi (Robert Wise, 1944)

  1. El afortunado soy yo, siempre, amigo Josep.

    Tiene un vistazo. 69 minutos, no más. Una muestra de esa economía narrativa que el tiempo y la grandilocuencia formal han devorado.

    Un abrazo

  2. ¡Adoro a Maupassant y el cuento de Bola de sebo! Amo La diligencia. Y es curioso porque Maupassant y sus cuentos han sido muy adaptados en el cine, con joyas como El placer de Ophüls. Pero ¡Madame Fifi! sigue en mi lista de pendientes. Así que de momento disfruto tu texto. Pero sé que pronto la veré.

    Beso
    Hildy

  3. Difícilmente cabe mayor gama de matices en una historia tan bien contada en tan poquito tiempo (o espacio, si se recurre al cuento). La película gana en algunos casos y pierde en otros, pero en general es una adaptación muy correcta, guiños patrióticos y propagandísticos de su contexto aparte.

    Besos

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