El más conocido fragmento de la partitura compuesta por Laurence Rosenthal para este musical de Arthur Hiller basado, muy libremente, en Don Quijote de La Mancha y en su autor, Miguel de Cervantes, más un acopio de tópicos y escenas de la obra que un intento riguroso de adaptación del universo cervantino.
El Quijote es un libro que no admite ningún tipo de representación, porque precisamente lo que se cuenta en la obra de Cervantes solo tiene cabida en el libro. Los juegos, los guiños, el humor, el constante juego de lo que se está leyendo, las digresiones que te introducen en otras historias, las sutilezas, la verdad, la mentira, la ficción dentro de la ficción, la locura, la cordura, el pacto con la verosimilitud, los matices, el libro dentro del libro. El cine no ha dado nunca una buena película del Quijote: son aburridas, pesadas, viejas, tópicas, como bien dices. Dan una visión demasiado plana del personaje y de la enorme dimensión de la historia. No obstante, cuando leemos, las dos partes, siempre quedamos fascinados por ese derroche de humor negro, inteligencia y juego literario. Un verdadero festín para nuestro atrofiado intelecto. En el Quijote nos encontramos con muchos errores (¿conscientes?) de Cervantes, que más adelante se disculpa por haber cometido semejantes deslices. Cervantes siempre está a nuestro lado hablándonos constantemente. Luego vino Quevedo y se distanció de nosotros y nada volvió a ser igual. ¿Quién escribió la obra? ¿Cide Hamete Benengeli (berenjena)? ¿Cuál es el tiempo narrativo de este libro? Es más, es el primer libro donde los personajes se cuestionan si forman parte de una ficción. En la segunda parte, la primera parte del libro ya ha salido publicada. El no tan bueno de Sancho queda aterrorizado al saber que él sale en el libro, además de ser contada todas sus intimidades y se pregunta: “¿Cómo podía saber su autor de esas cosas?” En la primera parte, es Sancho quien le está cuestionando constantemente lo que cree ver su señor. Sin embargo, en la segunda, es don Quijote quien ve la “realidad” y Sancho se empeña en hacerle ver lo fantástico. ¿Qué ha pasado? En fin, paro ya porque esto se haría interminable. Las grandes obras no están hechas para ser extraídas de sus páginas. Son como las buenas películas nacidas en un guion original que no funcionarían en una novela. ¿Se podría llevar al cine el “Tristram Shandy” de Sterne o “Jacques el fatalista”, de Diderot? No hace mucho vi la película de Terry Gilliam. ¿Tantos años para eso?
Abrazos mil y buen finde.
Toda la razón, decepcionante. Indignante, incluso. Para ese viaje no hacían falta alforjas…
Es un libro inabarcable, el libro de los libros. Casi nunca surgen grandes películas de los grandes libros; más bien al revés. En cambio, grandes películas han surgido de novelas mediocres o malas. Tal vez por eso decidí escribir una novela mediocre, a ver si me la adapta alguien y me hago rico con los «royalties»…
Ay, quijotización y sanchización… No deja de ser la fórmula de Holmes y Watson, por ejemplo.
Abrazos
Eso que dices: “grandes películas han surgido de novelas mediocres o malas” me ha hecho recordar lo que contó una vez Vargas Llosa cuando se encontró con Luis Buñuel. Según el escritor peruano nunca olvidó las palabras de don Luis: “Yo nunca haría una película basada en una obra maestra. Yo solamente hago películas basadas en novelas mediocres, porque, frente a una novela mediocre yo tengo una libertad que no tendría jamás frente a una obra maestra”.
Para los pocos que conocemos toda la obra de Buñuel, sabemos que él, entusiasta de Pérez Galdós, no habría podido realizar películas de sus grandes novelas, como “Fortunata y Jacinta” o “Misericordia”, pero sí “Nazarín” y “Tristana”, dos obras maestras de Buñuel de dos obras mediocres de Galdós.
En su momento llegué a leer “Belle de jour” de Joseph Kessel. Una puta mierda si la comparamos con la gran película de don Luis. Incluso Kessel cuando la vio no tuvo más remedio que admitirlo. O, “Diario de una camarera”, que también leí de Octave Mirbeau, además de tener más versiones cinematográficas. Nada. Más de lo mismo. La película de Buñuel es insuperable. Jamás olvidaré aquella escena donde Michel Piccoli está casado con una fea, loca y frígida que se encierra en su extraño laboratorio para realizar no se sabe qué, y Piccoli está más caliente que las alpargatas de un calero. Cuando la vesícula seminal de Piccoli está a tope y no puede más, coge del brazo a la pobre Muni (mujer fetiche de Buñuel) y la introduce en una especie de corral. A Buñuel no le hace falta mostrar, como en el cine de los noventa, el polvo del siglo, el instinto básico de la década, la atracción fatal de la pirotecnia americana. Buñuel es un genio y con Piccoli y la Muni, tiene más que suficiente.
También se podría hablar sobre los relatos llevados a la pantalla. A los directores lo que más les gusta son los relatos. Es la mejor opción para ellos. Se quedan con el simple argumento y luego ellos añaden de su propia cosecha. Se podría elaborar una larga lista de películas ejemplares basadas en relatos. Solo añadiré unos pocos ejemplos. “El hombre que quiso ser rey”, “El nadador”, 2001: una odisea del espacio”, “Reflejos en un ojo dorado”, “Los asesinos (Hemingway)”… es curioso, nunca se habla de esto.
Más abrazos miles.
Ay, amigo, además de unas crónicas londinenses, te debo unas crónicas jacetanas de urgencia, y de propina unas crónicas pictóricas que no se las salta un gitano… A ver si tengo tiempo… El mundo conspira a favor de una invasión de friquis del copón y yo aquí, sin tiempo para contarlo…
Mucha razón, don Luis. Históricamente, es así. Fíjate también en la obra de Hitchcock o en los relatos del Oeste adaptados a la pantalla, de James Warner Bellah, Dorothy M. Johnson, Elmore Leonard, Ernest Haycox… Esto es así, creo, por una razón de extensión y síntesis. El relato te da un esqueleto narrativo prácticamente hecho, una concreción, un «ir al grano». Te evita bucear en la busca del tema, la profundidad del subtexto queda más cerca de la superficie, y sobre todo te evita podar. Adaptando una gran novela tienes que dejar fuera, por fuerza, escenas imprescindibles, contribuciones decisivas a tema, personajes y argumento. Corres mucho más el riesgo de fabricar agujeros, de dejar huecos, de insatisfacer al lector-espectador cómplice. El relato es más directo, más inmediato. Es un primo bastardo del guión.
Abrazos
MAravillos diálogo el vuestro…¡cuánto se aprende con vosotros!
Deberíamos cobrar entrada, Carlos. Total, ¿no anuncia el banco de Sabadell conferencias de famosetes y celebridades varias? Pues nosotros podríamos hacer una gira por tabernuchos y burdeles de tres al cuarto…
Nada más escuchar la palabra «burdel» ya estoy aquí de nuevo. Joder. Es una buena idea. El viaje itinerante por las españas al más puro estilo de la novela picaresca. Un par de truhanes, un par de tunantes que conversan en las ventas polvorientas del antiguo imperio; borrachos como cubas y mujeres desnudas sentadas en nuestras piernas. Alzando las garras de cervezas y hablando de Billy Wilder, Buñuel, Fellini, Truffaut, Ford, Hitchcock, Aldrich, Lang, Welles, etc. Un posadero gordo y sucio como la madre que lo parió. Los comensales eufóricos al escuchar los nombres de estos directores. Más mujeres en pelota viva. Más cerveza. La cámara se aleja de ese espacio iluminado y calentado por un fuego y velas. Sale de la venta y se va alejando hasta perderse en los áridos y polvorientos campos manchegos de Montiel. La cámara se detiene ante una fogata donde se calientan un grupo de cabreros acompañados por un señor alto y raquítico y otro bajito y gordo. El caballero de la triste figura se pone a hablar de la Edad de Oro…
¿Por qué no hizo estas cosas Terry Gilliam?
¿Cuando empezamos la gira?
Abrazos mil
¿Dónde hay que firmar? ¿O que filmar? Una gira como no se ha visto otra, la más alta ocasión que vieron los siglos. Desde Alcázar de San Juan a Socuéllamos. Haríamos camisetas con las fechas de la gira, como los grupos de rock. Sí, esos que, según Woody Allen, tienen aspecto de querer apuñalar a sus madres.
Abrazos
¡Tremendos!
🙂