Dos son los grandes momentos de esta película de John Brahm, adaptación de una novela de Marie Belloc Lowndes, sobre el más famoso asesino en serie de la historia y toda una institución en los anales de la criminalidad británica, Jack el destripador. En primer lugar, su inicio, el deambular de la cámara por los neblinosos rincones del barrio londinense de White Chapel, laberinto de insalubres callejuelas, tugurios, tabernuchos, burdeles e infraviviendas para la clase trabajadora más desfavorecida del este de Londres de finales del siglo XIX en el que el tuvieron lugar los crímenes del célebre asesino. El ojo del espectador se desliza entre unos magníficos y decorados de estudio que reproducen con minuciosidad la imagen icónica de unos callejones sepultados por la niebla, de los arcos amenazadores, de sus peligrosas esquinas, de las siluetas de las capas y los sombreros de los agentes de policía, sombras recortadas contra la espesa y blancuzca niebla nocturna… En segundo término, la conclusión, la vertiginosa persecución entre las bambalinas del teatro, el acorralamiento del sospechoso y las aguas del Támesis como supremo juez del caso… Entre ambos puntos, poco o nada tiene que ver la historia de Brahm con lo que se sabe a ciencia cierta del caso del Destripador. Aunque se habla de asesinatos «de mujeres», sin especificar número o condición, y varios de ellos son aludidos (nunca mostrados) en pantalla o someramente descritos por algunos personajes, elementos como la misoginia, los traumas de la infancia o unos rasgos psicopáticos muy concretos (la atracción por las víctimas relacionadas, en el presente o en el pasado, con el teatro y las variedades) ocupan un lugar central en el desarrollo dramático de la película apartándose de las circunstancias más truculentas y sensacionalistas del asunto, desde la tremenda virulencia de los crímenes hasta la preferencia del asesino por las prostitutas como víctimas.
La película interpela a la gran obra de Hitchcock del mismo título original, con un misterioso solitario, Mr. Slade (Laird Cregar), que con solo la ropa que lleva puesta y un pequeño maletín de médico ocupa la habitación para huéspedes que ofrecen los Bonting (Cedric Hardwicke y Sarah Allgood), anunciando, además, que alquila igualmente un desván que necesita para realizar sus «experimentos». Las noticias sobre los sucesivos crímenes vienen a aumentar las sospechas de los Bonting sobre su nuevo inquilino, más si cabe cuando se atribuye al asesino la posesión de un maletín de los típicos que usan los doctores, y definitivamente cuando la prensa anuncia un posible patrón de conducta de las asesinadas, todas ellas actrices o antiguas actrices de variedades, lo mismo que su hija (Merle Oberon), que canta y baila en un teatro de Londres bajo el nombre de Kitty Langley. Las investigaciones de la policía y las sospechas de los Bonting atraen a la casa al inspector Warwick (George Sanders), que empieza a manifestar tanto interés en la captura del Destripador como en las atenciones de la joven y vivaracha cabaretera, aunque dejando patente su bisoñez en cuestiones de seducción (se la lleva a visitar el museo de la policía…).
La narración, por tanto, se aparta de la literalidad de los hechos acontecidos alrededor de la figura del legendario asesino y deriva hacia una típica historia de suspense criminal y romance situada en la Inglaterra victoriana, transitando por algunos de sus escenarios más conocidos (los clubes, los teatros de variedades, las tabernas…) y resolviendo muy pronto, demasiado para el espectador, la verdadera naturaleza y la doblez del tal Slade, dotándolo además, como estaba de moda en las películas de intriga de entonces, de una lectura psicoanalítica relacionada con la pérdida prematura de un pariente en un tiempo remoto. Brahm maneja la trama con oficio y soltura, guardando tomas cortas y cortes bruscos para las secuencias de Slade, y recreándose en ricas composiciones y elegantes movimientos de cámara en cada aparición de Oberon, a cuyas gracia y belleza sirve el objetivo en cada ocasión que se presenta (números musicales, con canciones y coreografía, incluidos). Las atmósferas oscuras y amenazantes, las noches brumosas y los callejones lúgubres ponen la nota inquietante en una historia en que la intriga queda reducida a asistir a los intentos del asesino por cercar a Kitty y de la policía por atraparlo, sin que la identidad del enigmático asesino real, misterio abierto hasta hoy, forme parte del suspense.
Las leves pero efectivas píldoras de humor británico -aunque la película es una producción norteamericana, de la 20th Century Fox, rodada en Estados Unidos durante el tramo final de la segunda guerra mundial- salpican una historia en la que destaca más la composición de cuadros visuales y la creación de atmósferas y entornos que el peso del guion literario, muy lineal, no carente de ingenio, pero falto de verdaderas alternativas en el suspense, carente de imaginación y ajeno casi por completo a las posibilidades dramáticas derivadas del hecho real en que se basan novela y película. Notable en su ritmo (en apenas 80 minutos de metraje) y en el aprovechamiento de espacios, vestuario y escenarios, se trata de un resultón filme de serie B que, en lo formal, saca buen partido del fondo de armario (literal y figurado) destinado a las producciones de programa doble, con interpretaciones solventes, pulso narrativo, misterio, cierto glamur y el suspense de toda la vida, aunque, bien es cierto, sin sorpresas y limitando su valentía al terreno conocido y esperado.
No hace mucho me elaboré un ciclo y disfruté de lo lindo con los thrillers decimonónicos y no faltó este Jack, el Destripador que para mí fue todo un descubrimiento. ¡Me lo pasé tan bien con esta galería de películas! y la de John Brahm no fue una excepción. Además ahora a través de tu análisis me la vuelves de nuevo a refrescar. A mí me fascinó la manera de recrear y el empleo de la elipsis a la hora de perpetrar los asesinatos, la fuerza de los momentos previos…
Beso
Hildy
La mayor virtud, sin duda, para mí, es la creación de la atmósfera. La película se la juega, porque desde el principio pone el foco en un culpable para relatar un caso que permanece en la bruma de las sospechas, y creo que eso limita las posibilidades del suspense, que se concentra en un terreno muy próximo al melodrama criminal. Conviene prestar atención lo justo a este aspecto y dejarse llevar por la composición de las secuencias y de algunos planos de mérito (por eso he puesto tanta foto; no me podía quedar con una sola); ahí la película crece y permanece.
Besos
Uno de mis temas favoritos de siempre, amigo Alfredo. Se ha escrito mucho y se han hecho muchas películas sobre este tipo o tipa (vaya usted a saber). ¿Por qué nos sigue fascinando tanto el bueno de Jack? La época victoriana y sobre todo aquel Londres; el Blade Runner pretérito. El asesino que nunca sabremos su verdadero nombre. El primero en mandar cartas a Scotland Yard para mofarse de ellos. No veas, amigo, en aquel tiempo la policía no sabía identificar la sangre de un pollo a la de un ser humano. Aquel White Chapel, como bien has descrito. Todo un submundo de hedores, putas desdentadas, borrachos, pobreza y niños dickensianos. Cuando fui a Londres lo primero que hice fue visitar White Chapel: una mierda aséptica. Estoy tan metido en la ficción que la incultura que llevo encima me hizo pensar siempre que estaría igual a 1888. Lo primero que vi fue unos tipos y tipas bajo paraguas de color rojo (y ese día no llovía). Me enteré que se anunciaban de esa manera como guías para los turistas. Yo los envié a tomar por culo. Me había leído todos los libros habidos y por haber sobre el angelical Jack. Luego vi un museo la mar de cutre. De lejos creí que allí vendían perritos calientes. Y lo peor: ¡todo el barrio estaba limpio! ¡Y no se mataba a nadie! ¡Olía a monóxido de carbono! ¡Y a fish and chips! ¡No había putas! ¡Y todas las mujeres iban bien vestidas y con todos sus blancos dientes! Jo. Mi compañera me acariciaba la cabeza consolándome: “Pobrecito mío”. Me dije que policialmente el caso está cerrado, pero existen un montón de expertos y fanáticos que siguen investigando. No hay año que no se publique un libro donde la lumbrera de turno haya dado con el nombre del bueno de Jack. Otros libros, mucho más interesante, arrojan luz sobre el asunto, y esos son los que a mí me gustan. Cuando dicen con rigor que fue fulanito de tal, sale otro libro que lo desmiente con más rigor. A veces creo que si se revelara la identidad con todas las garantías seguiríamos desmintiéndolo porque lo que hace a Jack tan interesante es, precisamente, su misterio, no solo su identidad o identidades, sino también sus motivos. Y ya que estamos en el Londres victoriano, te puedo decir que tengo una colección de pastiches (algunos francamente buenos) donde Sherlock Holmes investiga el caso. En el cine tenemos “Asesinato por decreto”, que no está mal, pero existen novelas muy superiores. ¿Sabías que Arthur Conan Doyle hizo en muchas ocasiones de asesor de la policía? ¿Sabías que también ayudó en el caso de Jack el Destripador? La gente se pregunta por qué no puso al detective más famoso de todos los tiempos en una novela donde se enfrenta a Jack? Los fanáticos de la obra de Conan Doyle (yo el primero), leemos y releemos su obra y llegamos a intuir cosas espeluznantes, como por ejemplo, que sí investigó Holmes el caso. ¿Cuándo? Los que hayan leído “El sabueso de los Baskerville”, sabrán que en esta historia Holmes se ausenta por un tiempo dejando al cargo de la investigación al bueno de Watson. ¿Qué fecha fue esa? Justamente cuando Jack se estaba ensañando con aquellas pobres mujeres. Sabemos que fracasó el detective, pero; ¿dónde está la historia escrita? ¡En una caja de hojalata bajo las bóvedas del Banco Cox & Compañía! ¿Dónde estaba este banco? ¡En Charing Cross! ¿Sabías que el banco fue reducido a escombros, durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial? Se dice que el mismo Wiston Churchill, en persona, ordenó buscar entre las ruinas la caja, pero no se halló ni rastro de ella. Ahora hay un maldito “Fish and chips”, pero sigo creyendo que esa caja está sepultada bajo sus cimientos. ¿Por qué crees que estuve hace poco en Londres? No te creerás que fui allí para hacerme un selfie delante del Big Ben. En fin, cuando nos veamos pondremos un poco en orden todo esto, amigo mío. Y sí, Marie Belloc Lowndes tuvo un enorme éxito con su relato “El huésped”, que es un relato de muy pocas páginas. Otro cuento llevado al cine por el genio británico del suspense. Recomiendo la lectura de “Jack el Destripador”, de los investigadores Colin Wilson y Robin Odell. Hará que los amantes de la época victoriana y de Jack saquen la foto de la suegra del marco de fría plata y pongan en su lugar la siniestra silueta difuminada por la niebla del gran Jack el Destripador.
Ja ja ja ja ja… (esta carcajada hay imaginarla con la voz de Vicent Price en el vídeo de Michael Jackson “Thriller”.
Abrazos mil
Jajajaja. Te vas de la olla, amigo mío…
Qué penita Charing Cross. Busqué el número 84, para hacerme una foto allí donde estaba la famosa librería de la que dio testimonio Helene Hanff, y era un puñetero MacDonald’s. En fin.
También yo me dejé caer por White Chapel. Solo quedan dos de las calles en las que tuvieron lugar crímenes de Jack el Destripador, y ninguna de ellas conserva nada que remita a 1888. Fue emocionante pasear por esos entornos. Solo descubrí un rincón que recordara la iconografía clásica sobre el caso. Una calle estrecha, separada de la avenida por un pasaje cubierto, suelo empedrado, edificios de ladrillo rojo con aspecto de fábricas abandonadas… Lo demás forma parte ya de un pequeño barrio de inmigrantes de Bangla Desh.
Abrazos
Justamente, delante del 84, Charing Cross Road, el lugar donde llegaban las cartas de Helene Hanff para el librero Frank Doel (los gilipollas creen que era Anthony Hopkins), hay ahora una librería que no está nada mal. Allí me compré una libreta para seguir escribiendo sobre mis impresiones londinenses. ¡Me cago en todo lo que se menea! Ya no quedan libreros como Frank Doel o Héctor Yánover, el responsable de esa maravilla titulada: «Memorias de un librero», o Sylvia Beach de cuyo libro «Sylvia Beach Shakespeaare & Company», es un prodigio para los que realmente aman la literatura, las librerías y los libreros. Todos ellos acabaron mal. La Beach tuvo que desmontar su mítica librería, en solo una noche, por culpa de un puto nazi. Yánover se murió y la librería desapareció para poner en su lugar una agencia de viajes. Te puedes creer que esa agencia no ha llevado a nadie a ningún lugar de interés. No obstante, la librería del viejo Héctor, sus lectores viajaron acompañados, desde Homero a Jules Verne. ¿Sabías que Helene Hanff murió en la más absoluta pobreza? Vivió en una planta baja sin calefacción en Nueva York. Se ganaba esta perra vida escribiendo guiones para la televisión y murió en una residencia de tercera. Nadie sabe qué fue de su biblioteca personal.
Ay, ¿por qué me dices que se me ha ido la olla? Todo lo que digo es cierto. Te lo puedo demostrar, joder. En una de las mejores biografías de Churchill se cuenta esta anécdota. La gente se cree más lo que dice Gary Oldman. Conan Doyle fue asesor de la policía. Te recomiendo el libro «Conan Doyle, detective. Los crímenes reales que investigó el creador de Sherlock Holmes», de Peter Costello.
Ya te digo, cuando nos veamos te enseñaré todos estos libros y te contaré con más detalle mi viaje a Londres. Ya lo sabes, amigo mío, la realidad va perdiendo argumentos a pasos agigantados para convencer a la torturada razón.
Más abrazos miles.
Bueno, lo de la olla iba por la risa a lo Vincent Price…
Hace algún tiempo se hizo una encuesta entre los estudiantes de secundaria británicos: resultó que un porcentaje importante de ellos consideraba que Gandalf era un personaje histórico y Churchill uno de ficción. También se hizo un estudio sobre inclinaciones religiosas de los británicos. Resultó que casi el 5% de ellos se consideraba Jedi. Toma ya.
Si sigues recomendándome libros, la policía va a tener que tomar cartas en el asunto, desde luego…
Abrazos
Desconocía esa cinta por completo. Tengo por ahí una mala copia del Lodger de tu tocayo y ahora sabiendo gracias a tí que hay otra más que toma como referencia al verdadero gran Jack, habrá que añadirla a la lista de pendientes.
El reparto, en este caso, es un aliciente de probada solvencia y teniendo en cuenta que se trata de una película B/N de las de verdad, comprobar lo que mentas acerca de su conseguida atmósfera es también un acicate, porque ya empiezo a estar harto de «grandes fotografías en B/N» en formato digital.
Un abrazo.
Jejeje… Todos los caminos no llevan a Roma…
Una peliculita resultona. Agradable de ver aunque a uno se le queda corta si de profundizar en la verdadera historia de Jack se trata.
Abrazos
¿Es que a ti no te seducirían con una visita a un museo de la Policía londinense…? ja,ja,ja, Geniales las historias de Francisco y le doy las gracias por «okupar» tu blog con ellas.
Pues depende de la compañía. Pero eso vale tanto para el museo de la policía como para casi todo. Bueno, tal vez para Telecinco, no.