Mis escenas favoritas: El apartamento (The Apartment, Billy Wilder, 1960)

Inolvidable arranque de dignidad de C. C. Baxter (Jack Lemmon) en esta joya del cine, auténtica obra maestra, uno de los mejores guiones jamás escritos, obra de I. A. L. «Izzy» Diamond y de Billy Wilder.

17 comentarios sobre “Mis escenas favoritas: El apartamento (The Apartment, Billy Wilder, 1960)

  1. Una secuencia colosal. Probablemente uno de los momentos de mayor integridad personal que ha dado el cine con mayúsculas. Es curioso cómo, en un primer visionado, Wilder juega constantemente con la ambigüedad de los personajes pero…. y qué me dices de esos otros personajes que adquieren tanta entidad como los actores? Una llave, un sombrero, una botella de champán, un billete de cien dólares y ese espejo roto… Es la cabeza del genio actuando como una ametralladora o, como diría William Holden, las cuchillas que este cineasta tenía en su cerebro.

    Abrazos y buena mañana querido Alfredo.

    1. Billy Wilder es un maestro del disfraz. Como todas sus películas, en el fondo, van de gente que no se gusta, que reniega de la vida que le ha tocado vivir, sus personajes terminan jugando siempre a los disfraces, intentan pasar por lo que no son o simular quienes no son. En sus películas abundan los disfraces explícitos, pero también las caracterizaciones, las suplantaciones, las suplencias, las imposturas. Por eso los objetos son tan importantes, porque forman parte de ese proceso de asunción de otra identidad. El gran teatro del mundo, personajes de nosotros mismos, pero, sobre todo, cómo nos ven los demás, cómo nos caracterizan. Wilder es un genio.

      Un abrazo, querida Miriam.

      1. Efectivamente. Por cierto, se me olvidaba nombrar la raqueta de tenis, el cómo corre el licor en casa de Baxter, los complementos femeninos y la visión impagable que tiene Wilder no sólo del mundo empresarial y la fauna que lo puebla sino también de la televisión y la publicidad. Ahora mismo se me está afilando una pérfida sonrisa con esos anuncios que le impiden al personaje de Lemmon poder ver la película.
        Algo se estaba cociendo en el cine esos años. En un mismo año tenemos a tres directores tratando el tema del adulterio desde tres ópticas diferentes y complementarias a la vez: ésta, «Un extraño en mi vida» y «Psicosis».
        Qué gran cosecha la del 60. Sumémosle «Rocco y sus hermanos», «Espartaco», «La evasión», «El manantial y la doncella», «La dolce vita» y «Otoño tardío», y tendremos un auténtico póker de ases.

        Besos.

      2. Hombre, yo ya no escurro la pasta de otra manera. Y tendrías que ver cómo se me da con las albóndigas…

        Lemmon quería ver nada menos que Gran Hotel… Pero pasa de largo La diligencia… Esos mandos a distancia primigenios… Ese pollo de caja calentado en el horno en bandeja plateada (que no de plata; esa vendría más tarde…). La América de Wilder es la América del consumo de la era Eisenhower, de ahí que su cine esté plagado de este mundo capitalista moderno, con sus pros y contras. En cierto modo, es el reverso del melodrama de Douglas Sirk, en el que este escenario repleto de bienes materiales y de frigoríficos llenos servía de telón de fondo a pasiones desaforadas y excesivas, prácticamente increíbles, que Sirk, en realidad, usaba como vehículo crítico. Wilder lo emplea del mismo modo pero, como decimos en Aragón, en plan «somardas» (ninguna definición de esa palabra se acerca a la descripción visual de Buñuel en su cine: el humor de sus películas es el humor somardas, o somardón, aragonés).

        No me nombres tantos títulos tan buenos del mismo año (en alguno de esos casos que citas, incluso de la misma semana), que miro la cartelera actual y me echo a llorar…

        Besos

      3. Y otro aspecto sobre las tres películas antes enunciadas (El apartamento, Un extraño en mi vida y Psicosis) está en la importancia que una vivienda adquiere en cada una de ellas.
        Bueno, voy a parar ya porque sino empezaré a desbarrar y acabarás pidiéndome que abandone…

        Besitos!

      4. Jejeje… Eso no te lo voy a pedir nunca.

        Es muy interesante eso que planteas. Precisamente, el pasado otoño di una charla sobre este tema en Covarrubias (Burgos), en unas jornadas sobre cine y arquitectura que se celebran cada año: casas o edificios con valor narrativo, con peso dramático en las historias. Desde El cuarto mandamiento a Blade Runner, de estas que nombras a Manderley o Darlington Hall, de la tradición de casas encantadas del terror gótico a esas construcciones que, en Un extraño en mi vida o en El último magnate, actúan como metáforas de una historia de amor. Fue interesante, creo. El punto de partida era el siguiente: las cosas solo existen a partir de que las nombramos, de que les concedemos una naturaleza propia y distinta a partir de la palabra. Una vez dotadas de nombre propio, se diferencian de sus semejantes por algo más que la mera descripción o la ubicación geográfica. Bueno, sería muy largo de exponer aquí, y más sin las imágenes y las fotografías seleccionadas para aquella ocasión, pero es un tema muy muy interesante.

        Gracias, por estar ahí. Cuánto bien le haces a esta escalera.

        Besos

  2. Pocos personajes se habrán sentido más manipulados y solitarios que el vacío trepador C. C. Baxter. En un momento de la película dice: «Me siento como un náufrago en un isla de un millón de habitantes”, y sabe que no tiene suficiente fuerza como para poner el ascensor en marcha. Los botones están en manos de gente totalmente distinta. Una vez más pues, una comedia suspendida sobre un precipicio.

    Baxter tiene que beberse diez martinis antes de atreverse a hacer lo que sus superiores hacen constantemente, o sea, por fin, ligarse a una chica, aunque no sea el amor de su vida. Naturalmente la evidente afición al alcohol que comparten casi todos los personajes de Billy confirma la tesis, primero, de que lo invisible es tan importante como lo visible en sus películas, ya que somos nosotros mismos los que tenemos que imaginarnos el caos reinante en las cabezas de los héroes borrachos y segundo, que en las películas de tío Billy, la identidad y personalidad no son medidas estables sino variables; cada nuevo martini es una nueva metamorfosis.

    El final de esta maravillosa película es agridulce, debido sobre todo a la implacable lógica con la que los sentimientos humanitarios de Baxter van ligados a su caída profesional y social. Renuncia a su empleo, y Fan huye de su amante. El plano final de Fan corriendo en busca de Baxter es bellísimo. Pero Wilder presenta esas acciones como gestos impulsivos más que como decisiones de peso y cuidadosamente meditados. La gran diferencia entre Billy y muchos cineastas – sean o no americanos – radica más en la forma de contar las historias que el fondo de las mismas. Billy ha poseído siempre una aguda ironía, un sentido amable de lo trágico, una acusada tendencia hacia el «happy end» americano, aunque sea un final tan falso como una torre de naipes. Y con ese carácter conciliador, que une la más despiadada crítica hacia los personajes y las instituciones con el buen sabor tanto de cara a la industria, a las buenas costumbres y al propio espectador. No es ésta, sin embargo, una forma impersonal de terminar las historias. Las concesiones de Billy están presentes detrás de una aventura turbadora y siniestra, donde casi nadie queda al margen de la crítica.

    Ay, son tantas las escenas que adoro de “El apartamento”. La del espejo roto. La de Baxter con el catarro sentado en un banco del parque a medianoche con aquel viento frío. Fred MacMurray hablando por teléfono con aquella bata donde todavía le cuelga la etiqueta… Y luego está el genial Jack Lemmon. ¿Quién tiene menos probabilidades de conseguir un empleo, ganar la carrera, terminar los estudios, casarse con la chica, salvar el mundo y vivir felizmente luego?… cualquier personaje interpretado por Jack.

    Una vez dijo el viejo zorro de Billy: «Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces, el cine ha conseguido su objetivo.» Cuando ahora voy al cine sigo pensando en las facturas y en lo que me ha costado la entrada para ver lo que estoy viendo. Quizá llevara razón la Norma Desmond en “Sunset Boulevard”: “Son las películas las que han empequeñecido”.

    Abrazos mil

    1. La gracia de ese pacto que nos propone el viejo Billy es que todos sabemos que es mentira, y lo aceptamos porque nos guiña el ojo y jugamos a que podría ser cierto. Es un «deber ser» con el retrovisor puesto en el «ser». Su misterio es la ironía. Sabemos que no es así, pero nos gusta, en plan masoquista, reconocer cómo nos cuela esa hermosa mentira, y regodearnos en lo bonito que sería que todas esas cosas dulces de la vida que nos cuentan las películas, que todos esos mensajes que la sociedad nos inocula desde niños, fueran verdad. Del contraste entre la verdad idealizada y la triste realidad, con amplias dosis de socarronería, surge su óptica de la existencia, inigualable, plena de lucidez, siempre vigente.

      Abrazos

  3. Que tal Alfredo!
    Como bien dices una obra maestra con todas las letras. Buena elección esa escena, la verdad que la pelicula esta llena de momentos a recordar. Estoy de acuerdo en lo que comenta Miriam sobre la importancia que tiene el apartamento en la historia, yo creo que si tuviese que elegir un personaje para reencarnarme mi elección seria C.C. Baxter.
    Saludos!

    1. Recuerda, no obstante, que el personaje de C. C. Baxter se proyecta, de nuevo en la piel de Jack Lemmon, en ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? (1972). Ahí se ve la evolución del personaje, y que ese final abierto, esa posible proyección futura de felicidad, conlleva no poca amargura, hasta que esta absorbe a la otra.
      ¡Saludos!

  4. Pero ¡qué coloquio apasionado a partir de El Apartamento!, mi querido Alfredo. Y qué lujo leerlo. Sí, que película más hermosa. Yo de los objetos-personajes me quedo con el espejo roto. Y ¡qué grande Jack Lemmon! Me encanta tu reflexión final de ver a Baxter en el personaje de ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?, nunca lo había pensado.

    Beso
    Hildy

    1. Tengo la suerte de que los que pasáis por aquí siempre decís cosas muy interesantes y oportunas, que enriquecen muchísimo los pobres textos y contenidos que subo aquí.

      Ay, Baxter, lo tuve claro desde que Lemmon aparecía en la recepción de ese hotel italiano… Me dije, «ay, Baxter, qué mal te ha tratado el amor»: Y es que el final de El apartamento no es, para nada, un final feliz, sino solo un «tal vez».

      Besos

  5. Escena irreprochable en la que Wilder se sacude su proverbial cinismo de un manotazo.
    Ésta y el final (con Charles Laughton primero y Mauren O´Hara después), de Esta tierra es mía, estarán siempre entre mis favoritos.

    1. Final grandioso, también ese.

      Pero no estoy seguro de que Wilder se sacuda su cinismo; recuerda cómo termina la película. No podemos decir que sea un final feliz, o que no pueda serlo. Billy nos deja el asunto en el aire, pero si, como digo más arriba, ves ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? (Avanti!, 1972), creo que la postura de Billy está clara.

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