Nueva entrega de la sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada a la figura de James Bond, el agente 007 con licencia para matar, a través de los actores que lo han interpretado en las películas oficiales y no oficiales basadas en el personaje de Ian Fleming.
(desde 11:22)
No tienes piedad ninguna para con el pobre Bond, ¿pero qúe te ha hecho para tenerle esa inquina? Con lo eficiente que es…. jajaja. Me he reído un montón; hasta la locutora se parte de risa.
En fin… es un personaje que no se lo cree ni el tato y si ha tenido tantos fans, yo creo que es porque representa todo lo que un hombre con serrín en el cerebro querría tener (atractivo, coches de lujo, licencia para lo que sea, armas, glamour, éxito con las mujeres – bellas y explosivas, claro -, trabajar para el servicio secreto, etc.). Vamos, que es tan, tan imposible de creer que, en mi caso, le tengo casi hasta manía. Ese tipo, tan trajeado e inmutable a todo, o casi todo, me produce un rechazo visceral y ni Sean Connery, ni ningún otro terminan de convencerme. Eso sí, la primera de Daniel Craig (que el actor en sí no me gusta) no me desagradó por esa vuelta de tuerca y sobre todo porque, a mi parecer (y pese a las consabidas concesiones a la espectacularidad), dota al personaje de una humanidad y vulnerabilidad realmente dignas. Eso, más el protagonismo de Eva Green (que no me parece la típica chica Bond por su físico, tan frágil en cierto modo) hacen que sea la película de Bond que más me gusta. El momento de ambos sentados en la ducha revela una desolación íntima compartida inolvidable.
Besos.
Bueno, hay otro aspecto que en el programa no tocamos y que me parece fundamental: cómo Bond encarna la supremacía anglosajona en un tiempo en que el Imperio Británico estaba por fin disgregándose conforme al proceso de descolonización mundial. Representa un tiempo y una forma de pensar previa a la II GM, cuando la política exterior del Reino Unido consistía en «hacer del mundo Inglaterra», y dominaba los océanos con su flota. Bond es el último resto del orgullo colonial británico (Gibraltar, las Malvinas y otro puñado de enclaves aparte), una antigualla fuera de época, en particular si se atiende al seguidismo habitual de los británicos respecto a las fechorías exteriores de los EE.UU., eso que llaman «relación especial» y que Trump aspira a mantener tras el Brexit.
Esto del orgullo patrio británico se ha recuperado en los útlimos tiempos para el cine, precisamente, por el Brexit. Venga de películas bélicas, biográficas o historicistas para resaltar la supremacía anglosajona, su falta de necesidad de depender o de contar con nadie, lo «bien» que les ha ido solos en la historia, dominando el mundo desde su rincón. Pura fantasía, claro, pero parte de ese nacionalismo casposo que allí también se estila.
Hay que tomárselas, desde luego, como una vacilada total, de ahí que me convenza Roger Moore más que ninguno. Sus películas y su interpretación están llenas de guiños cómicos que no hacen sino subrayar la completa tontería que estamos viendo, el hecho de que no hay que tomárselo en serio, que es todo una comedia de entretenimiento que busca precisamente la caricatura, el exceso. No me gusta demasiado, sin embargo, eso de que busquen dotar a los superhéroes o a personajes como Bond de trasfondo psicológico. En general, porque termina siendo psicologismo barato (tipo «cine de patito de goma», que decía Sidney Lumet), pero sobre todo porque pretende justificar acciones y actitudes más que cuestionables desde el victimismo y desde una idea de venganza violenta equivalente a la de justicia. Eso podía valer para otras décadas, pero hoy… No sé, me chirría, a pesar de que el 90% del cine comercial sigue partiendo de esa premisa moral. De ahí que no valga con castigar al villano: debe morir… De todas formas, con esa película lo pasé bien. Es la única con Daniel Craig que me ha gustado medianamente.
Besos
Jo, pues qué pena que en el programa no abordarais ese tema. Creo que hubiese sido interesantísimo y muy jugoso. Y ya ni te cuento si la industria olvidase las aventurillas de este personaje y se dedicase a utilizarlo como mero instrumento para contar los tejemanejes del imperialismo colonial inglés (ello me recuerda todas las tropelías cometidas, por ejemplo, en el valle del Indo, dedicándose a utilizar los vestigios arqueológicos para la construcción de ferrocarriles). Ampliaría muchísimo la cuestión y, desde luego, sería una bocanada de aire fresco para un personaje prácticamente agotado hasta la extenuación.
Besos.
Ya, pero con el tiempo de que dispongo… Eso sería para otro programa. La verdad es que el tema siempre me ha interesado mucho, en particular el cine sobre el continente africano, desde Tarzán a Zulú, pasando por Memorias de África y todas esas cosas tan supremacistas.
Besos
Y hablando de las franquicias y tal: ¿las películas oficiales siempre las hizo un estudio o los productores eran independientes y hacían los negocios con distintos estudios hollywoodenses?
Pues, depende. Las producciones son nominalmente británicas (bueno, las primeras lo eran de verdad), pero muy pronto Hollywood se hizo cargo, primero United Artists y después, tras su absorción, MGM, que es la dueña de la franquicia hasta hoy, y que un par de veces ha estado al borde del colapso económico por los enormes costes de producción de estas películas.
Y si no es abusar, aunque sea éste otro tema, ¿cuándo pasó la United Artist a MGM? ¿Y cuándo se desvinculqron Chqplin y los otros fundadores de la United? ¿cómo afectó a Chaplin la expulsión de Estados Unidos en relación a su pertenencia a esa sociedad? ¡Muchas gracias
Pues pasó después desastre financiero que supuso La puerta del cielo, el western de Michael Cimino, en 1980. En cuanto a la desvinculación de los primeros fundadores de UA, fue rápida. Apenas unos años después, por razones de fallecimiento o de retirada del cine, salieron Griffith, Fairbanks y Pickford. Chaplin aguantó unos años más, pero terminó vendiendo su parte.
En cuanto a tu pregunta sobre Chaplin… Es de suponer que fue traumático para él, pero, por otro lado, no tenía ninguna simpatía por el sistema ni por sus políticos, se trataría más bien de una cuestión práctica, personal (llevaba viviendo allí cuarenta años) y sentimental, y también profesional (no es lo mismo hacer cine en Hollywood que fuera de él). Puedes tomar nota de lo que pudo sentir a través de dos de sus películas, Monsieur Verdoux (1947) y Un rey en Nueva York (1952).
Y aunque no te lo diga muchas veces por no llenar esto de insustancialidades, muchas gracias por tus respuestas tan elaboradas.
Nada, hombre. Para eso estamos…